Crónicas desorbitadas

Exposiciones después del fin del mundo

Para la segunda entrega de la serie de reportajes que Mercurio dedica al futuro de los museos y centros culturales nacionales, hablamos con cinco coordinadores de exposiciones y responsables de colecciones. En este escenario cultural posapocalíptico, ¿será necesaria también una desescalada en la programación expositiva?

Vista de la exposición «Infraleve», de Inma Femenía, en Bombas Gens

Llegados a ese hito tan ansiado como temido que se ha dado en llamar nueva normalidad, una gran parte de los museos y espacios culturales del país ha reabierto sus puertas y tratan de recuperar cuanto antes sus constantes vitales. El ajuste de la programación de sus exposiciones ha sido inevitable y, como mal menor, ha hecho aplazar la mayoría en busca de ese tiempo perdido por el confinamiento; aunque quizá no lo haya sido del todo. Para muchos, ha propiciado la pausa ideal para plantearse cuestiones estructurales, aquellas que han dado la cara durante esta crisis y para las que nunca hay tiempo. Síntomas más profundos y arduos de resolver que el mero encaje de fechas y presupuestos, de visitas con los estrictos protocolos de seguridad y protección actuales.

Para respetarlos al pie de la letra y hacerse merecedores de la confianza del público, aún timorato, todos los centros expositivos sin excepción se han visto obligados a adaptar la dinámica de sus visitas. Algo que no deja de ser paradójico, como señala el jefe de colecciones del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Javier Novo: “Si hay una zona segura –casi diría covid free– es el museo, que siempre se ha caracterizado por respetar la distancia con las obras (las líneas rojas en el suelo) y por la pulcritud de su conservación”.

Bombas Gens: «Antes del virus huíamos de ese famoso tren de la bruja por el que, en algunos espacios, te van diciendo por dónde circular y hacia dónde o cómo mirar»

Pero este reacomodo del espacio museístico tiene sus pegas. Así lo consideran en Bombas Gens, donde siempre han abogado por un itinerario libre, como recuerda su coordinadora de exposiciones y de colección, Carmen Pereira: “Antes del virus huíamos de ese famoso tren de la bruja por el que, en algunos espacios, te van diciendo por dónde circular y hacia dónde o cómo mirar”. De hecho, sostiene Pereira, es una pena que estas restricciones mermen las posibilidades de proyectos como el que acogen estos días de Inma Femenía, basado en la percepción netamente física de formas y superficies.

Esa pérdida de interactividad es el peor condicionante con el que deben lidiar ahora muestras como Gameplay. Cultura del videojuego. Para el responsable de programarlas en el CCCB, Jordi Costa, “las exposiciones son maneras de abrir una conversación, no de cerrar un discurso. Personalmente no creo mucho en la prescripción, sino en la interacción, y de repente ahora nos encontramos con un problema grave ahí”.

Público visitando la muestra «Gameplay. Cultura del videojuego» en el CCCB, antes de la pandemia

En tiempos de confinamiento, la alternativa más obvia y explorada a la experiencia física ha estado en internet, como en el caso de La Casa Encendida: “Esta situación nos ha forzado a hacer un curso intensivo de presencia digital que ya teníamos en mente, dando lugar a una programación online que ha llegado para quedarse”. La coordinadora de exposiciones de este espacio, María Nieto, cree que La Casa On acabará conviviendo con las visitas presenciales “aunque, con suerte, no tendremos que poner la misma intensidad en las pantallas que en estos meses atrás”.

Para el centro cultural madrileño, una de las claves de esta adaptación es que resulte accesible a todos los públicos, justo lo que preocupa al jefe de exposiciones del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona: “Es cierto que los contenidos online te abren a otros públicos, pero creo que es importante darnos cuenta de algo que por ejemplo en la educación ha sido muy evidente durante estos meses, que es la brecha digital”, señala Jordi Costa.

Museo de BBAA de Bilbao: «Los grandes directores de museos dicen que va a ser difícil que venga público; pues volvamos a mirar a nuestro entorno más cercano»

Según el periodista cultural, escritor y comisario independiente, esta cuestión evidencia que internet no es la solución a todos los problemas; antes bien, muchos de ellos perviven en este medio y otros nuevos se generan. “Con una opción puramente digital estás dejando fuera a muchos públicos, ya sea por cuestiones generacionales o económicas”, asegura. Además, en su opinión lo digital “no se debe entender como un simulacro o una traducción directa de la experiencia presencial, que es también sensorial; es decir, que no creo mucho en las visitas virtuales”.

Jugar en casa

En el debate surgido a raíz de la pandemia, algunas voces han defendido otra forma de jugar en casa como vía de sostenibilidad para los museos y centros culturales: la apuesta por dar más peso en la programación a la presencia de artistas locales. Algo de lo que tienen sobrado conocimiento espacios como el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), que se marca como objetivo abordar el panorama creativo más allá de las fronteras pero desde el punto de vista singular de esta región. “Es una obligación investigar y profundizar sobre la historia reciente del arte gallego, y esto solo lo puede hacer un museo como el CGAC”, expresa su director, Santiago Olmo, recordando que cada año desarrollan el proyecto individual de un artista gallego de media carrera “para apoyar precisamente la visibilidad del arte nacido en esta comunidad”.

Visita de la exposición ‘Modelo X Armar’, basada en la colección del CGAC

No muy diferente es el caso del Museo de Bellas Artes de Bilbao, cuyos profesionales perciben como un árbol que asienta sus raíces en un entorno inmediato pero extendiendo sus ramas hacia fuera, buscando la luz. “Tener un Zubiaurre al lado de un Delaunay muestra el nivel equiparable de ambos artistas en sus cotas más altas”, ejemplifica Javier Novo. “¿Qué quiero decir con esto? Pues que la materia primera es fundamental. He escuchado a los grandes directores de museos decir que en este contexto va a ser difícil que venga público; entonces volvamos a mirar a nuestro entorno más cercano. Creo que el patrimonio museístico en España es altísimo, el problema es que muchas veces tenemos esa riqueza almacenada”.

En este sentido, otra de las propuestas para un posible cambio de modelo pasaría por conceder una mayor relevancia a las colecciones en detrimento de las (macro)exposiciones temporales y los proyectos más efímeros. Como responsable de esta área en Bombas Gens, para Carmen Pereira la de este centro “es una colección viva, ya se exponga aquí o en otras instituciones, y me atrevo a decir que lo más ecológico y sostenible es que se potencien los préstamos y las itinerancias entre instituciones”. Espacios como el valenciano, y sobre todo aquellos que a partir de ahora se vean en dificultades para hacer frente a tanta adquisición de obras, “pueden encontrar en estos intercambios gratuitos y amistosos una fórmula ideal de renovar sus fondos”.

CGAC: «Es una obligación investigar y profundizar sobre la historia reciente del arte gallego, y esto solo lo puede hacer un museo como este»

La atención a la colección ha sido también una prioridad para el CGAC en los últimos años, con proyectos expositivos cimentados en ella como Modelo X Armar y Colección CGAC 25, “impulsados con intención de revisar la colección en términos históricos y de análisis crítico”, según Santiago Olmo. Actualmente se está trabajando en la catalogación de secciones y grupos de obras, una línea de trabajo en la que se inscribe el proyecto Wonder Women. Artistas mujeres en la colección CGAC, cuyo título hace referencia a una obra de la artista norteamericana Dara Birnbaum. “Esta muestra no estaba prevista”, comenta el director del centro, “pero fue pensada como un regalo para nuestro público, con piezas muy relevantes y poco conocidas de la colección”.

La misma idea subyace en la muestra ABC: El alfabeto del Museo de Bilbao, encargada en el 110 aniversario de esta institución a Kirmen Uribe, Premio Nacional de Literatura. “El público a veces necesita otras fórmulas de exposición, aunque se pierda el enfoque canónico de escuelas o estilos”, explica Javier Novo. “En lo personal lo disfruto mucho, porque a los matrimonios convencionales (los Murillo con Ribera, por ejemplo) se suman asociaciones muy interesantes por las que puedes apostar si tienes una colección bien estudiada y arropada. En ese escenario, los segundas espadas –según la historia del arte más convencional de Gombrich– tienen la oportunidad de aparecer”.

El grupo de danza Kukai ha hecho un recorrido en vídeo por la muestra «ABC: El alfabeto del Museo de Bilbao»

El Bellas Artes de Bilbao también es el ejemplo perfecto de que cuidar el arte de proximidad, por así nombrarlo, puede constituir también una fuente de ingresos, aunque sea en especie. De hecho, casi el 60% de su colección actual es fruto de las donaciones y de lo que Novo llama “el compromiso social de sus vecinos, hablando en términos muy románticos. Al final, el bilbaíno o el vizcaíno sienten que forman parte de este museo y gran parte del legado de obras llega por ese sentimiento de identidad o pertenencia. Eso no hay que perderlo. Está claro que no puedes descuidar el turismo y la proyección de este tipo de centros, pero sin perder de vista tu comunidad más cercana. Aunque hoy día con la globalización no sabe uno ni dónde está”, bromea.

Narrativas y horizontes de la pandemia

A diferencia de otros sectores como el literario, en el de los museos y centros culturales no parece haberse producido (al menos aún) una plaga de narrativas relativas al virus en la temática de las exposiciones previstas para los próximos tiempos. Lo que no quiere decir que muchas cuestiones vinculadas a la pandemia no estuvieran ya sobre la mesa: el CCCB acogió hace un par de años una muestra titulada Después del fin del mundo, donde una de las instalaciones reproducía un apartamento de un futuro distópico que se autoabastecía energéticamente a partir del… confinamiento. “No quiere decir que hayamos sido visionarios, sino que lo que ha pasado ha sido la manifestación de cosas que ya estaban en el aire”, dice Jordi Costa. Del mismo modo que desde el centro ubicado en el Raval no podían haber imaginado que una exposición como la de William Kentridge, que trata temas como el apartheid y el poscolonialismo, iba a inaugurarse en el año de la explosión del Black Lives Matter.

Quizá tiene más que ver con el modus operandi del CCCB, que suele centrar su programación en “cuestiones y preocupaciones en torno al presente, junto con la imaginación de futuros posibles”. De ahí proceden también otras muestras previstas para 2021, como la ya anunciada en torno a la máscara y comisariada por el escritor Servando Rocha (autor de Algunas cosas oscuras y peligrosas), en la que –eso sí– será inevitable una referencia a uno de los símbolos de este nuevo mundo: “Me interesa la mascarilla, una nueva declinación del concepto de la máscara, porque en principio nos protege de una especie de enemigo invisible y nos iguala a todos, pero al mismo tiempo han surgido formas de personalizarlas y usarlas para lanzar mensajes muy distintos”, explica Costa.

CCCB: «Un centro cultural no puede funcionar como boletín informativo de última hora. Correríamos el riesgo de resultar simplificadores o sensacionalistas»

También había programada una exposición sobre los diferentes flujos y modelos económicos que conviven en una ciudad, donde “estará presente la ciudad de la distancia social y cómo la pandemia ha subrayado muchas desigualdades”. Aun así, el jefe de exposiciones del CCCB no es partidario de plantear una muestra sobre la COVID-19: “Estos proyectos suelen requerir unos dos años de trabajo y un centro cultural tampoco puede funcionar como boletín informativo de última hora. Correríamos el riesgo de resultar simplificadores o sensacionalistas”.

Como en el espacio barcelonés, La Casa Encendida estaba trabajando desde hace tiempo en cuestiones que se han asociado a la expansión del virus, como la crisis climática, la huella ecológica (también la del montaje expositivo) y la sostenibilidad en general. Por eso María Nieto piensa que parten con ventaja en este contexto: “En nuestro espíritu siempre ha estado aunar áreas e intereses socioculturales, educativos, medioambientales… Es verdad que la pandemia nos hecho repensar algunas cosas, pero no hemos empezado de cero como ahora le puede ocurrir a otros centros”. Lo que sí ha impulsado esta situación ha sido la organización de un ciclo de encuentros entre profesionales de diferentes centros internacionales de arte contemporáneo, justamente con el fin de reflexionar sobre el futuro de estas instituciones.

La Casa Encendida: «El ciclo de encuentros con otros centros va a ayudarnos a dar forma a esas ideas que nos rondan; tenemos más preguntas que respuestas»

Con Ane Rodríguez Armendariz como comisaria y moderadora de las charlas –disponibles en el canal de YouTube de La Casa Encendida–, se ha invitado a representantes de espacios como el Institute of Contemporary Arts de Londres, el Centro de Acercamiento a lo Rural de Madrid, el Montpellier Contemporain o el Casco Art Institute de Utrecht, entre otros, a debatir sobre su función como lugares para el encuentro, la comunidad, el aprendizaje, la investigación y el cuidado de artistas. “El objetivo”, explica María Nieto, “es escuchar y compartir con ellos nuestras prácticas para ver cómo afrontamos lo que tenemos por delante. Creo que las charlas van a ayudarnos a dar forma a esas ideas que nos rondan un poco a todos, porque ahora mismo tenemos más preguntas que respuestas”.

3 Comentarios

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