Cultura ambulante

Ana Teresa Ortega: fotografiar la ausencia

Exposición «Pasado y presente, la memoria y su construcción» en el Museo Universidad de Navarra

Vista de la exposición de Ana Teresa Ortega en el Museo Universidad de Navarra. / Foto: Manuel Castells

«Nodriza, madre del pensamiento, la memoria, sierva en su pasividad, sostiene y sustenta el pensar en su ir y venir. Ella, si se la deja servir, desciende hasta los ínferos del alma, de la psique, hasta la zona psico-física. Pues que mantiene, aunque oscuramente, la llama del origen celeste tanto como el engranaje de las entrañas y de todo lo que en ellas, y también por ellas, gime triturado bajo el tiempo de la “razón” o bajo el tiempo aceptado sea racionalizado o no» (María Zambrano, Notas de un método, 1989).

En el año 2019 de la era prepandemia, el Centre del Carme Cultura Contemporània de Valencia acogía un proyecto expositivo titulado Pasado y presente, la memoria y su construcción, como retrospectiva de la obra de la fotógrafa Ana Teresa Ortega (Alicante, 1952). Ahora es el Museo Universidad de Navarra, en coproducción con el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, el que acoge esta muestra como producto de la convocatoria pública Trajectòries, iniciativa que busca destacar la aportación al arte contemporáneo nacional de una serie de artistas y colectivos de esta región. Una exposición que llega ya revalorizada más aún si cabe, por el Premio Nacional de Fotografía concedido en 2020 a esta creadora, con el que se hacía justicia y se daba reconocimiento a una trayectoria indispensable que abarca más de tres décadas.

Justo ese es el itinerario cronológico que nos plantea esta exposición en el Museo Universidad de Navarra (MUN), que arranca en la influyente y decisiva muestra de la obra de Ortega titulada Visión/Revisión, que tuvo lugar en 1990, y transita hasta sus últimos proyectos, algunos de ellos tan recientes que permanecían inéditos hasta la fecha. Lo que aquí se propone es un diálogo entre las diversas piezas de este corpus rico y complejo, siempre comprometido con su tiempo —y con otros tiempos que le dan sentido al actual—, en torno a temas como la memoria individual y colectiva, pero también «memoria emocional», como la ha denominado al describir este proyecto el director artístico del MUN, Valentín Vallhonrat. Tratándose de una retrospectiva, de hecho, la memoria se aplica incluso sobre las diferentes etapas en la trayectoria de la artista alicantina.

Imagen del escritor Primo Levi proyectada en la serie «Pensadores» (2002), de Ana Teresa Ortega.

Lo primero que llama la atención son las transiciones entre formatos diversos; aunque tampoco sorprenden. Formada como escultora (hoy día es profesora titular de la Facultad de Bellas Artes de Valencia) aunque cautivada por el arte fotográfico desde sus comienzos a principios de los 80, Ortega se hizo pronto consciente de que «la única manera de aunar ambos recursos expresivos era expandir la fotografía, que saliese del marco, del soporte», como ha explicado para presentar esta exposición. Así, su voluntad de reflejar volúmenes y texturas, tratando las imágenes como superficies y hasta «espejos en los que vernos reflejados» ha estado siempre presente, especialmente desde la citada muestra Visión/Revisión, donde empezó a transgredir el carácter bidimensional de la fotografía y a derivar hacia formatos híbridos como la fotoescultura, las proyecciones audiovisuales o las instalaciones. También los materiales van mutando desde los más opacos y pesados de sus primeros trabajos (hierro, acero) a los más traslúcidos y livianos en los últimos (metacrilato).

Del mismo modo, Pasado y presente, la memoria y su construcción nos hace testigos de su evolución estilística y temática. Su lenguaje, que se diría en permanente (re)construcción, brilla por su precisión y y pertinencia, evitando cualquier alarde formal de espíritu pirotécnico. Una vocación reflexiva y de calado intelectual que se vierte sobre algunos de sus argumentos favoritos, a menudo atravesados por la cultura de masas y de la sobreinformación, así como la indefensión ante ellas del individuo-pelele. Frente a ello, Ortega contrapone libros: para la fotógrafa, la aparición frecuente del acto de leer, de las librerías y de las bibliotecas «como depósitos de memoria» es una forma de resistencia y de generar «un espacio de libertad que nos permite pensarnos»; es decir, una vía de hallar nuestra identidad. Como en su serie de Pensadores del siglo XX, autores significativos muy distintos y de algún modo vinculados, cuya estampa se reproduce proyectada —y confinada, como en sus vidas— en diversos espacios: Hannah Arendt, Emil Cioran, Fernando Pessoa, Alejandra Pizarnik, la citada al inicio de esta reseña María Zambrano o Simone Weill, entre otras.

Otra vista de la muestra «Pasado y presente, la memoria y su construcción». / Foto: Manuel Castells

También frente a la alienación y el olvido, la exposición del MUN nos sugiere un recorrido por proyectos fotográficos de índole histórica-sociológica centrado en las Figuras del exilio, así como en los lugares sobre los que durante muchos años se ha colocado una losa de silencio y que tienen relación con la Guerra Civil y la dictadura franquista. A Ortega, armada con su sobriedad habitual y a partir de una minuciosa investigación en diferentes archivos históricos nacionales, no le tiembla el pulso a la hora de abordar cuestiones dolorosas como el trabajo esclavo orquestado por el Régimen, las prisiones de posguerra o los emplazamientos de fusilamientos masivos, así como los escenarios que fueron testigo del gran exilio científico que vivió el país en aquellas décadas, un aspecto que por poco explorado no deja de resultar relevante y de lo más oportuno ahora que nos afanamos en defender los valores de la ciencia en un mundo que, durante mucho tiempo (y aún se sigue haciendo) ha despreciado sus aportaciones a la humanidad y al humanismo.

Pero aparte de este claro compromiso político y sobre todo social de la artista valenciana, la muestra Pasado y presente, la memoria y su construcción y toda la obra alumbrada por Ortega en estos más de 30 años proponen algo tan abstracto y a la vez necesario como es reconsiderar la idea mismo de tiempo. Porque, si bien podemos hablar en términos de lo ya sucedido, lo que está ocurriendo y lo que está por venir, también somos capaces ante sus imágenes de rendirnos a la evidencia de lo que dice el espacio: las presencias y, sobre todo, las ausencias, lo que no existe (ya) y ese silencio ensordecedor ante el que esta magnífica fotógrafa decidió hace tiempo no quedarse nunca más callada. Llenar los huecos, decir las frases enteras, nombrar a quienes alguna vez tuvieron nombre. Quienes, por presencia o por ausencia, siguen ocupando los rincones de aquello que alcanzamos a ver. Quedan tantas cosas, tantas vidas, a las que hacerle sitio.

Ana Teresa Ortega junto a una de sus obras, durante la inauguración. / Foto: Manuel Castells

Pasado y presente, la memoria y su construcción
Ana Teresa Ortega
Comisariada por Pep Benlloch
Museo Universidad de Navarra, Pamplona
(coproducida con el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana)
Hasta el 10 de octubre de 2021

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