La búsqueda incesante

«Poco podía imaginar que aquellas dudas filosóficas y en el fondo irrelevantes estaban a punto de despejarse (ahora me gustaría que se me hubiera permitido vivir el resto de mis días como a los demás humanos, como a todos los que se preguntan en su insomnio sin encontrar respuesta)»

Un aparentemente anodino catedrático de psiquiatría de la Universidad de Columbia se topa por azar un día cualquiera , en el ejercicio de su profesión, con algo que desarticula todas las convicciones en las que se sustentaba su segura y cómoda vida de profesor.

Así como Víctor Frankenstein en El moderno Prometeo de Shelley, Frank Russell sufre el ansia de descifrar las grandes incógnitas del ser humano y el arrebato de conocimiento le lleva a sobrepasar unos límites en los que pierde todo control y, como en la novela gótica, no podrá eludir el castigo divino a la osadía.

Un relato trepidante en el que recuperamos ese afán por desvelar la incógnita última, y donde se cumplen, con maestría, las características clásicas de toda historia de ciencia ficción, terror y reflexión sobre el absurdo devenir humano y su relación con ese dios (o Dios) con el que su protagonista se enfrenta a diario y al que interpela en cada pequeño detalle de su minúscula e insignificante vida. Un arquitecto neoyorkino, un príncipe ruso, un misionero hindú y el Dr. Muerte, famoso por las atrocidades que llevó a cabo en Auschwitz, comparten, de manera extraordinaria, una línea del tiempo. Guardan en sí parte del secreto último de la existencia humana.

«Es como si tras el destierro del paraíso, el castigo para alcanzar la purificación después del pecado original, hubiera algo sorprendente: un número periódico puro»

Hay que decir, además, que Juan José Gómez Cadenas, receptor del prestigioso Breakthrough Prize de Física en 2016, es habitual de la revista Jot Down y nos ha tenido enganchados recientemente con una serie de artículos sobre la pandemia, desde el punto de vista científico y antropológico, a la que finalmente compara de forma muy certera con el traje nuevo del emperador… que es para no perdérsela.

¿Está justificado el sufrimiento del ser humano en la Tierra? ¿Estamos condenados a vagar en este vallis lacrimarum? Gómez Cadenas bebe también de la tradición de El paraíso perdido de Milton. Es como si tras el destierro del paraíso, el castigo para alcanzar la purificación y ser digno después del pecado original, hubiera algo sorprendente: un número periódico puro. La ciencia y la religión, el choque constante desde que el mundo es mundo. La gran duda existencialista en manos de un psiquiatra con un talento para la hipnosis equiparable al talento de Mozart para la música. La tentación del conocimiento.

¿Es casual que Milton redactara El paraíso perdido después de escapar de la gran peste de Londres de 1665? Ciudad sin sueño sale a la calle después del viaje internacional de un virus que ha hecho tambalearse los cimientos del mundo que conocíamos. Pero Frank Russell no llega a vislumbrar estos hechos, la novela empieza y acaba en una Nueva York a punto de sufrir la conmoción, que también fue mundial, del ataque terrorista del 11-S. Hemos venido a redimirnos del pecado original. Y Frank Russell anda tras la pista. Un libro con las características de un clásico.

APTO PARA: Mentes volubles y adictos a las incógnitas.
NO APTO PARA: Incondicionales de lo happy y alérgicos a la desazón.