Horas críticas Analógica

Bajezas de alta cuna

Sin hacer mucho ruido, De Conatus se está convirtiendo en una de las editoriales más interesantes de nuestro país. Con un ojo puesto en la buena literatura y el otro en los grandes temas de nuestro tiempo, las editoras han ido construyendo un catálogo en el que destacan nombres como Jon Fosse (por el que apostaron cuando apenas era conocido en nuestro país), Joshua Cohen, Percival Everett o Daniel Guebel. En su colección «¿Qué nos contamos hoy?», han publicado también a autores españoles como Patricia Capdevila, Yolanda González y, ahora, Recaredo Veredas.

Soberbia supone un cambio de registro respecto a los últimos libros del autor. En esta ocasión, Veredas ha optado por un tono más paródico, lo que me ha parecido todo un acierto. El escenario elegido vuelve a ser Madrid, pero, a diferencia de lo que ocurría en Deudas vencidas (Salto de Página, 2014) y en Amores torcidos (Tres Hermanas, 2021), esta vez la novela se sitúa en el pasado. Soberbia transcurre en los últimos años del franquismo, un periodo de incertidumbre en el que nadie sabía si el régimen iba a continuar «con formas más o menos democráticas» o si sería «sustituido por una república socialista y vengativa». Los López de Lucena son una de esas familias de la alta burguesía que apuraron hasta el final los plazos para tomar partido por uno u otro «bando», si es que alguna vez llegaron a hacerlo de forma inequívoca.

La identidad de los López de Lucena pende de algo tan frágil como el de que une sus dos apellidos (un de que, como sabemos a las pocas páginas, es de pega, pues fue colocado ahí estratégicamente por un funcionario, previo pago). Tal vez por saberse ocupando un lugar que no les corresponde, manifiestan una necesidad de reconocimiento desmedida. El elegido para satisfacer sus altas expectativas es Sebastián, el «valor refugio» de la familia. Sebastián es médico, como su padre, pero no un simple «funcionario del dolor», sino uno que aspira a ganar el Nobel de Medicina. Para intentar conseguirlo, seguirá la senda del marqués de Villaverde. Al igual que el yerno de Franco, tratará de llevar a cabo una operación pionera, en concreto, un implante de pulmones artificiales a un paciente con fibrosis.

Casarse con una mujer de buena familia es otra forma de medrar. La elegida será Blanca Samaniego, también licenciada en Medicina aunque nunca llegará a ejercer. En cierto modo, Blanca y Sebastián viven en épocas distintas. Ella representa el futuro, la posibilidad de libertad que empieza a asomar en el horizonte; él vive anclado en el pasado. Esta falta de sincronía se ve hasta en los detalles más nimios, como cuando al elegir la decoración del piso donde van a vivir, él impone su gusto por las antigüedades a los aires de cambio de su esposa. Así las cosas, no es de extrañar que acaben en una especie de terapia de pareja.

A partir de aquí los acontecimientos toman un rumbo insospechado. Gracias a la destreza narrativa de Veredas y al tono paródico elegido, algunos elementos que podrían parecer anómalos en una novela situada en el Madrid del tardofranquismo (un jinete ruso que recuerda al amante de Lady Chatterley, un gurú que utiliza la visión del mal de Rasputín para adornar su pseudoterapia…) no desentonan demasiado. Es cierto que en ocasiones el personaje de Sebastián resulta demasiado caricaturesco, pero tal vez el trazo grueso sea la mejor manera de retratar a alguien cuya crueldad pone a veces los pelos de punta (por ejemplo, cuando asiste al nacimiento de su hija). Veredas ya había indagado en el origen de la maldad en otros libros. En Amores torcidos apuntaba una relación entre la mezquindad en la vida adulta con un mal sufrido en la infancia. La violencia solo engendra violencia, muchas veces en la misma persona, y pasar de víctima a verdugo es solo cuestión de tiempo. Esta vez el trauma sufrido por el protagonista es de naturaleza muy distinta: «Quien no ha sido amado no puede amar, y Sebastián no fue amado, fue adorado», escribe Veredas.

Otro tema abordado previamente que vuelve a aparecer en Soberbia es el acoso escolar, un fenómeno transversal, al parecer, pues se da tanto en los colegios donde van los niños de clase media (Amores torcidos) como en aquellos donde van los hijos de familias bien (Soberbia). El retrato que hace el autor de las carencias de una familia que lo tiene todo es, en definitiva, perturbador. Por suerte, la historia está recubierta de una pátina de humor muy necesaria. Además, de forma muy hábil, se las ha ingeniado para dejar una puerta abierta a la esperanza de mano de las nuevas generaciones: el personaje de Ángela, hija de Sebastián, supone un soplo de aire fresco esencial en un ambiente tan asfixiante.

Sorprende la capacidad que tiene el autor para moverse en diferentes aguas. Parafraseando el título de uno de sus poemarios, Veredas ha nadado en el agua helada de la poesía y también ha hecho sus pinitos en la no ficción. Soberbia me ha parecido más interesante desde el punto de vista literario que sus anteriores novelas. Creo que aflojar un poco las restrictivas bridas del realismo le ha sentado muy bien a su prosa. En ese sentido, este libro me parece un salto cualitativo en su carrera.

 


SOBERBIA
Recaredo Veredas
DE CONATUS
(Madrid, 2024)
188 páginas
20,90 €

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