Tempus fugit

Vivas, muertos y entreverados

Tempus fugit: XLIV septimana

31 de octubre de 1978 — Visto bueno al texto constitucional

Los «padres de la Constitución» española, en el año 1978.

El día 31 de octubre de 1978 las Cortes generales, compuestas por 350 diputados elegidos el 15 de junio de 1977, aprobaron un texto constitucional que sería sometido a referéndum el 6 de diciembre, sancionado por el Rey y publicado en el BOE el 29 de diciembre de ese mismo año. Esa fue la fecha de nacimiento oficial, pero había sido un parto largo sobre el que sobrevoló siempre la palabra consenso.

Una constitución es un conjunto de normas y principios, no es un conjunto de leyes: sirve para establecer el modelo de Estado, para orientar la política social, económica y cultural de un país, pero, una vez promulgada, se deben desarrollar las leyes y reglamentos que sean acordes a sus principios y derogar, es decir, dejar sin efecto aquellas leyes que no lo sean. El ejemplo más claro es el de la pena de muerte, la Constitución de 1978 la prohíbe y, por lo tanto, desapareció del Código Penal.

Para elaborar una constitución se reúnen las Cortes Constituyentes, que discuten y aprueban un texto. Una vez hecho esto, se disuelven y se convocan elecciones para las Cortes Legislativas, que son las que elaboran y desarrollan en leyes las normas constitucionales aprobadas anteriormente. Es un mecanismo complejo, pero sirve para garantizar la democracia del proceso.

Las Cortes elegidas el 15 de junio de 1977 no tenían formalmente carácter de constituyentes, pero era el momento de la Transición y enseguida se impuso el sentir de que debía ser elaborado un texto constitucional que, si tenemos en cuenta todos los que se intentaron y los que salieron adelante en la Historia reciente de España, hacía el número 11.

Y se pusieron de acuerdo para nombrar a los redactores: Manuel Fraga por Alianza Popular, Miquel Roca por Minoría Catalana, Gregorio Peces-Barba por el PSOE, Gabriel Cisneros, Pedro Pérez Llorca y Miguel Herrero de Miñón por UCD y Jordi Solé-Tura por el PCE fueron los llamados «padres de la Constitución», cada uno de una tendencia política diferente, aunque con muchas ganas de establecer un nuevo modelo de convivencia que, de hecho, ya existía en la calle.

Muchos pensaron entonces que esta constitución iba a romper España, que iba a provocar otra guerra civil, que iba a ser una debacle sin tener en cuenta que la calle era otra; había nuevas generaciones nacidas después de la guerra que tenían otra vida y otros intereses y, sobre todo, muchas ganas también de tener un modelo de país acorde con los nuevos tiempos. La calle siempre va por delante.

Va a cumplir 44 años y necesita algunos retoques, como los necesitamos todos, pero no ha habido otra constitución en España que haya tenido una vida útil tan larga. Ahora le reprochamos su ambigüedad en algunas cuestiones y hasta su falta de modernidad en otras, y fueron precisamente esos los puntos fuertes de su éxito en su momento, aquello que seguimos llamando consenso.

Y eso es lo que nos enseñó, por encima de todo: que hablando se entiende la gente. Sin vaivenes.

1 de noviembre — Todos los Santos

«Todos los Santos» (1423-24), de Fra Angelico. National Gallery, Londres.

Diocleciano fue un emperador romano que se empeñó como ninguno en exterminar cristianos. Sus campañas militares por el Mediterráneo oriental fueron muy sanguinarias porque consideraba, no sin razón, que esa nueva religión, que predicaba la igualdad (ante los ojos de Dios), iba a terminar con el sistema social romano en el que los esclavos, entre los que prendió enseguida esa idea de igualdad, no tenían la consideración de personas.

El emperador, enfermo y cansado, se retiró en el año 305 a su palacio de Split, en la actual Croacia —visita obligada cuando se hace turismo por la zona—, pero las persecuciones no cejaron y, lo peor, el cristianismo fue calando cada vez más en el Imperio Romano, entre plebeyos y patricios. Hasta el punto de que el emperador Constantino, por influencia de su madre santa Helena, promulgó el Edicto de Milán, en el año 313, con el que se daba fin a las persecuciones y se aceptaba que el cristianismo se ejerciera públicamente y no a escondidas.

De un día para otro no se convirtió en la única religión ni borró la cantidad de cultos existentes en la antigua Roma, la historia va más lenta, pero se acabaron los mártires y sus torturas —con el juego que dan como historietas—.

Ahora tocaba lo contrario: honrar a los sacrificados, convertidos ya en santos. Fue el papa Gregorio IV el que, en el año 835, instituyó la fiesta de Todos los Santos el día 1 de noviembre, como una forma de cristianizar las festividades paganas de los bárbaros —pueblos germanos, anglosajones y otros más allá del limes del imperio—.

Algunos de ellos, especialmente los celtas, tenían la tradición de celebrar el samhain, que era el fin de temporada de las cosechas y la manera en que daban la bienvenida al otoño. Los celtas creían que era una noche muy especial en la que se abrían las puertas entre el mundo de los vivos y el de los muertos y todos se comunicaban.

A esa tradición otros pueblos le llamaron All Hallow’Eve, que acabó derivando en Halloween al extenderse en los territorios colonizados por los ingleses, especialmente por lo que ahora llamamos Estados Unidos. Ya sabemos el resto.

En España y en algunos países latinoamericanos es el día en que vamos al cementerio a honrar a nuestros difuntos y nos preparamos para la noche de ánimas, es decir, para la visita de las almas de nuestros familiares fallecidos que vendrán, seguramente, a darnos un tirón de orejas.

En mi pueblo era costumbre hacer las camas muy temprano el día 2 de noviembre por si los difuntos familiares venían a descansar, por una vez en el año, en la que fue su última morada terrenal. ¡Ujjjjjj, qué miedo!

Creo que ya nadie sigue esta tradición.

2 de noviembre — Las ánimas del Purgatorio

Altorrelieve en la Iglesia de las Ánimas de Santiago de Compostela. Foto: CC BY-NC-ND martin_javier.

Por fin hoy es el día de las ánimas del Purgatorio: a la noche del 31 de octubre, abiertas las puertas entre el mundo de los vivos y los muertos, y la del 1 de noviembre, celebración de Todos los Santos, sigue el 2 de noviembre, día de Todos los Difuntos.

Si ayer eran los santos y fuimos al cementerio a honrar a nuestros difuntos, ¿qué honramos hoy? La respuesta no teológica es fácil: ayer a nuestros santos, nuestros familiares, que ya están muertos y por eso lo del cementerio, pero hoy se honra a las almas del Purgatorio en general.

También puede dar lugar a confusión que los textos sagrados —Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento— no lo contemplan, porque para estos solo existen el Cielo y el Infierno. Fueron los teólogos medievales quienes se empeñaron en tapar agujeros, cuestionándose si las cosas eran así de simples en el mundo espiritual: los malos al infierno y los buenos al cielo, pero ¿a dónde iban las almas de los niños nacidos y no bautizados —moritos—? ¿A dónde van las almas de los que mueren en pecado, aunque arrepentidos o con pecados veniales?

Había que buscarles sitio, así es que la Escolástica medieval, con santo Tomás de Aquino a la cabeza, remató lo que ya había definido un tal Agustín de Hipona, que hay cuatro lugares que son: el Infierno para los malos no arrepentidos y sin esperanza de salir, el Purgatorio para los malos arrepentidos y con esperanza de salir, el Limbo que no es un lugar sino un estado en el que se encuentran las almas de los no nacidos y de los patriarcas antiguos, y el Cielo, lugar a donde van directamente los buenísimos.

Se supone que Jesucristo, antes de resucitar y en esos tres días que pasó enterrado, visitó el Limbo de los Justos, eso dicen los textos, y se dedicó a repartir a buenos y malos en sus respectivas casillas. El papa Ratzinger terció en 2007, diciendo que el Purgatorio no existe y que no es más que un fuego interior que purifica el alma del pecado… ¿le podríamos llamar a eso TOC, pensamientos recurrentes, paranoias, obsesiones, complejos de culpa, etc.? La iglesia protestante no tiene Purgatorio y el papa emérito es alemán, ¿se dejó influir por sus compatriotas?

El poeta Dante Alighieri, que vivió a caballo entre los siglos XIII y XIV, describió el Purgatorio en su Divina Comedia como una montaña con siete giros en los que se expían los siete pecados capitales (soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria) que hay que recorrer antes de entrar en el Paraíso.

Las peregrinaciones a Santiago de Compostela o Roma y los pagos de las bulas papales también eran antiguamente una manera de expiar pecados y pasar menos tiempo en el Purgatorio.

Seamos creyentes o no, las ánimas del Purgatorio están ahí, esperando nuestras oraciones para ascender al Paraíso, y es fácil de comprobar su existencia: si les rezamos tres avemarías nos despiertan a la hora que les pidamos (en punto) y si no encontramos aparcamiento, rezamos lo mismo y nos lo encuentran. Son muy efectivas, de verdad.

En la iconografía artística siempre aparecen en forma de cuerpos desnudos con llamas que les cubren hasta la cintura, mirando y clamando al cielo con cara de pena o dolor, excepto las de la Iglesia de Arca en La Coruña, en el Camino de Santiago, que parecen estar bailando el Stayin’ Alive de los Bee Gees. Como no encuentro foto de ellas, pongo el altorrelieve de la Capilla de las Ánimas de Santiago, que también es muy mono.

¡Feliz día de difuntos!

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