En julio del año pasado, Paula Ducay (Santiago de Compostela, 1996) e Inés García (Arnedillo, La Rioja, 1999) acabaron el grado de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid. Al regreso del verano y tras un curso de largas e intensas charlas, se dieron cuenta de que pensaban «muy bien juntas» y se animaron a crear una newsletter. Cartas semanales que, desde entonces, han llegado cada domingo al buzón virtual de sus suscriptores, que cada vez son más, para hablar de pensamiento filosófico, cultura y —sobre todo— Amor a través de su reflejo en libros, investigaciones, películas, series, ilustraciones o canciones. Todo eso es Punzadas, un espacio en el que se permiten «sentir cosas y pensar despacio» y donde parten de la obra de Barthes, pero también de sus autoras fetiche: de Annie Ernaux a Sally Rooney, pasando por Joan Didion, Remedios Zafra, Vivian Gornick, Eva Illouz, María Sánchez, Siri Hustvedt, Mariana Enriquez…
En febrero ampliaron esas conversaciones entre amigas con el pódcast Punzadas sonoras, tal vez como reacción a quienes «en las conferencias se levantan, agarran el micrófono y dicen esto más que una pregunta es una reflexión… esa gente nos tiene hasta el coño». Inspiradas por espacios como Deforme Semanal donde las mujeres toman la palabra libres de manterrupting, se han ganado la atención y la simpatía de algunas de sus referentes en ese arte: verbalizar lo que les pasa por la cabeza y el corazón. Paula e Inés, Inés y Paula, introducen sus experiencias personales para reflexionar sobre la «farsa colectiva» que todo lo permea, del ambiente académico a la competitividad intelectual o la hiperproductividad laboral. Frente a ello, sueñan con fundar un «Monasterio Laico del Amor» donde tendrían cabida todas las «lindas entidades» que han colaborado en su proyecto: Julia Viejo, Adrián Viéitez, Valeria Correa Fiz, Marta Granjo, Lucía Collini…
A esta entrevista responden por separado, porque ya nos hemos habituado a sus voces distintas —en audio—. Paula está terminando el máster de edición de la UAM, mientras se sigue dedicando a la escritura; Inés estudia un máster de ética aplicada en la Universidad Complutense de Madrid, y participa en el proyecto G30 Juventud La Rioja sobre nueva ruralidad. Pero sobre el papel / la pantalla son una, indistinguibles, dando forma a esa mágica bicefalia que es Punzadas para abordar lo complejo de forma sencilla y darle valor a la escucha. O «la amistad como un espacio de sonoridad total», que diría su adorado Roland. En su proyecto siempre hay una (meta)reflexión sobre la trascendencia del acto comunicativo: hay que expresar las cosas que de verdad importan. Y aunque hasta no hace mucho había quien pronosticaba el fin de la comunicación epistolar, aquí están ellas para rebatirlo. En realidad no hacen más que honrar las palabras de Virginia Woolf, otra de sus deidades, cuando escribió que «sin cartas la vida se rompería en pedazos».
El tuit fijado en el timeline de Punzadas es una foto vuestra en el monte y el texto: «Tía, ¿hacemos una newsletter?». ¿La idea de comenzar este proyecto surgió así de natural?
[Paula] Sí, surgió así. ¡Te podemos pasar una captura del mensaje donde comenzó todo! Punzadas nació no tanto como una idea fija, sino más bien de las ganas de hacer algo. Nos dijimos: «vamos a hacer lo que sea», una newsletter, un club de lectura, un taller, algo que no esté ligado al ámbito académico y que sea solo nuestro, que decidamos nosotras de qué hablamos y cómo; y si la gente quiere leerlo, bien, pero eso no es lo importante. Fue a la vuelta del verano, después de un año de hablar mucho y darnos cuenta de que pensábamos muy bien juntas, ya fuese estudiando filosofía o hablando de problemas personales. No pienso con nadie como lo hago con Inés, en gran parte porque hay mucha confianza y sé que no pasa nada si digo algo que no tiene sentido. Podemos decir tonterías o podemos ponernos serias, y de ahí nace también el tono del proyecto, de nuestras conversaciones reales.
Abordáis y verbalizáis lo complejo de la filosofía de manera accesible. Intuyo que detrás de esa voluntad hay un gran trabajo de investigación y traducción.
[Inés] Pues depende. Nosotras distinguimos dos tipos de cartas, aunque se mezclan los temas. Algunas son más teóricas y otras más personales, y entrañan complejidades distintas. Las teóricas requieren un mayor esfuerzo de investigación, mientras que en las personales, al ser cuestiones emocionales, tenemos que buscar las palabras adecuadas para hablar de temas que nos punzan, que quizás nos hacen daño. Para las más académicas le hemos cogido el gusto a leer tesis doctorales sobre los temas que tratamos, porque son investigaciones muy concretas. Además, es una buena manera de descubrir a investigadores muy interesantes que de otra manera no conoceríamos, porque no salen en los medios ni les tenemos en nuestro entorno.
Remedios Zafra, uno de vuestros referentes, os sorprendió en una conferencia cuando respondió a una pregunta pidiendo tiempo para reflexionar y contestarla. ¿Por qué habéis elegido su reivindicación del «pensar despacio» como suerte de leitmotiv para Punzadas?
[Paula] Yo creo que el énfasis en pensar despacio nace de la inseguridad, pero es una inseguridad sana. Es ser conscientes de que para dar respuestas, o incluso tan solo plantear preguntas complejas, hace falta tiempo. Nosotras somos muy jóvenes, sentimos que nos faltan muchas lecturas y algunos de los temas que abordamos en Punzadas son muy complicados. Por eso nunca hemos querido sentar cátedra sobre nada, sino casi lo contrario: constatar que tenemos dudas, que no sabemos bien qué pensamos en muchos momentos. Otras cosas las tenemos clarísimas, por supuesto. Pero la temática del amor y las relaciones que vertebra el proyecto da para muchas preguntas.
[Inés] Recuerdo perfectamente el momento en el que Zafra pronunció esa frase porque me iluminó. Era la primera vez que veía un verdadero reconocimiento de duda en un ambiente donde todo el mundo elaboraba en cinco segundos respuestas larguísimas. Hasta ese momento creía que yo tenía un problema porque necesitaba hacer esquemas en folios, con sus tablitas correspondientes, para poder pensar. Creía que era un problema que cada una tenga sus tiempos y formas para abordar cuestiones que suelen ser complejas. Escuchar y leer a Zafra me ha ayudado a valorar la lentitud en un tiempo en que todo son prisas e inmediatez. Como dice ella en Frágiles, la lentitud es una herramienta para Punzadas.
Compartís con otras newsletters que habéis citado en Punzadas (las de María Sánchez o Carmen Pacheco) la elección del género epistolar, ¿qué os atrae de este formato?
[Inés] A las dos nos gusta, de siempre, escribir cartas. Además, es un formato que permite hablar de manera informal sobre temas importantes. Al principio nos costaba un poco encontrar el tono y, sobre todo, no queríamos que fuese puramente académico. Como decíamos antes, no pretendemos sentar cátedra sobre nada y la carta no te exige que lo tengas todo claro. También pensamos en ellas un poco como cartas de amor, aunque vayan dirigidas a un montón de personas que no conocemos.
[Paula] Claro, y además la carta permite dirigirnos directamente al lector, interpelarle, hacerle preguntas. Hay gente que nos devuelve reflexiones en los comentarios y gente que nos ha escrito cartas al correo, que es algo que pedimos en uno de los episodios del pódcast.
«Pensamos en Punzadas como cartas de amor, aunque vayan dirigidas a un montón de personas que no conocemos»
En la carta Escribir para san(gr)ar, afirmáis que «escribir es un acto solitario». Aunque os refiráis a otro contexto, ¿cómo es vuestro proceso de escritura a cuatro manos?
[Paula] Me encanta que lo preguntes porque la gente nos plantea mucho si no nos cuesta escribir a cuatro manos y llevo meses con la necesidad de explicar bien esto: NO, escribir a cuatro manos es lo que hace posible Punzadas. La gente asume que es más difícil porque creo que piensan que hay una especie de lucha de egos, y que nos peleamos por cambiar las cosas o reescribirlas… y no es así para nada. Cuando terminamos la mayoría de cartas no sabemos quién ha escrito qué y todavía no nos ha pasado que discrepemos en nada sustancial como para cambiar el contenido. Nos han llegado a preguntar si nos peleamos, y yo me quedo a cuadros. Se asume que incluso en un proyecto de dos amigas hay roces por ver quién se lleva el aplauso. Pero en Punzadas no hay copyright interno; somos el meme del conejo.
[Inés] A mí me pasa que la gente me dice: «Esto lo has escrito tú, ¿no?», y realmente soy incapaz de acordarme de si es mío o es de Paula. Intercambiamos los borradores varias veces, la carta viaja entre nosotras antes de ser publicada y no marcamos las correcciones si son cambios de estilo o tono; solo si son muy significativos o si hay añadidos de contenido. Al final sale algo que es de las dos, sin distinciones. Y sí, tenemos telepatía. Mucha.
Me encanta vuestra selección de pinturas e ilustraciones en la newsletter, y en especial me ha fascinado la obra de Kelly Beeman. ¿Cómo descubrís a esta y otras artistas?
[Inés] Buscar obras de arte para las cartas siempre es un proceso divertidísimo, porque tenemos una idea o concepto en la cabeza y a veces hay que buscar mucho para encontrar algo que encaje. Muchas veces ponemos ideas en Google como «fuente exuberancia» y, enlazando una búsqueda con otra, las encontramos casi sin querer. También utilizamos las páginas de museos. Lo interesante es que en este proceso descubrimos a gente interesantísima a la que luego investigamos y seguimos con mucho cariño.
[Paula] A Inés la nombraron «Miss Elegancia» en el instituto, así que tiene mucho ojo para estas cosas. Se conoce la web del Museo del Prado mejor que su casa.
Y luego está el pódcast: Punzadas sonoras. ¿Ha sido muy distinta hasta ahora la labor de guionizacion, respecto de la escritura de las cartas?
[Inés] Las cartas requieren una labor más quirúrgica, de cuidar cada palabra y cada idea; el guion consiste más en ideas que luego desarrollamos e hilamos, y claro, en la grabación surgen momentos que no están planeados. De hecho, a mí me cuesta a veces no parar la grabación cuando nos equivocamos, porque se me olvida que parte del encanto del pódcast es ese, que no hay pretensión de perfección. Alguien nos comentó que en el pódcast teníamos un «elegante desparpajo» y es una definición que nos gusta. A mí me tranquilizó ese «elegante», porque estoy muy acostumbrada a que todo sea muy riguroso y dejarse ir en ese sentido da vértigo.
[Paula] En uno de los últimos episodios que grabamos yo dije antes de empezar: «Le falta comedia al guion». Pero luego en cuanto le damos a grabar empezamos a reírnos, porque nos lo pasamos bien y ese es el tono y el ritmo que llevamos en una conversación donde nadie nos escucha. De hecho, hemos tenido que aprender a que no se nos olvide que estamos grabando para que luego la gente lo escuche. Esto lo teníamos claro desde el principio, que el pódcast iba a ser un proceso de aprendizaje, y en ello estamos todavía. Estamos aprendiendo a vocalizar, por ejemplo. Y nos acabamos de comprar un micro, hasta ahora lo hemos grabado con el móvil.
Si la idea de las cartas nace de La cámara lúcida, la de este espacio sonoro parte de Fragmentos de un discurso amoroso. ¿Cuánto le debe el proyecto a Barthes?
[Inés] Todo. Cuando decimos que lo queremos es que lo queremos de verdad. Yo le estaba dando vueltas a lo que en Punzadas llamamos «la teoría del amor» para distinguir dos tipos de sentimiento amoroso —igual que Barthes distingue entre punctum y studium—, cuando leímos en clase La cámara lúcida y encontré fundamentación. Le mandé muchos audios a Paula gritando y luego empezamos a comentarlo con la gente de la universidad: amigos, compañeros de clase, profesores… Y fue gracioso porque hubo un tiempo en que la gente hablaba diciendo: «¿Eso es amor tipo A o amor tipo B?».
[Paula] Sí, ese fue el comienzo, y luego hemos ido poco a poco leyendo más de Barthes, y cuando dimos con Fragmentos… pues te puedes imaginar. Barthes también ha sido el hilo que nos ha permitido mantener atadas las dos vertientes del proyecto, tanto la newsletter como el pódcast. Flipamos cada vez que empezamos a escribir un guion y de alguna manera su obra siempre tiene conceptos que encajan como en un puzle. También hay que decir que, a pesar de que ahora mismo es nuestro filósofo de cabecera, hay muchas cosas que no entendemos, pero cogemos lo que nos interesa y lo que encaja, y el resto se lo dejamos a la Inés y a la Paula del futuro.
No obstante, Barthes es de los pocos hombres que se hallan en vuestro santuario. Volviendo a Remedios Zafra, me parece muy interesante esa distinción de redes sociales por género que citáis de ella y la reflexión que os suscita, por la cual los hombres coparían el discurso en YouTube y Twitch, mientras que Instagram tendría más presencia de mujeres, pero a través de la imagen. Ahora en cambio vemos que ellas también ocupan cada vez más espacio en los pódcast: Deforme Semanal, Reinas del grito, Estirando el chicle, Ciberlocutorio, La amiga eres tú… ¿Creéis que esta tendencia responde a la necesidad que habéis expresado de hablar sin que los «Pacos» de turno os hagamos manterrupting?
[Paula] Estamos hartas de los señoros que ocupan espacios y tienen grandes altavoces y que no paran de meter la pata. Sí, hay sed de este tipo de espacios donde las mujeres (pero no solo las mujeres, creo que cualquier persona que no haya tenido antes plataformas desde donde pensar y comunicarse) puedan organizar sus propios discursos y hablar de lo que les dé la gana. Todos los programas que citas son buenos ejemplos y creo que sin ellos, sobre todo sin Deforme Semanal, no nos habríamos atrevido a dar el salto al audio. Nos enfada, pero sobre todo nos da mucha pena, que parece que esos señoros no tienen que currarse los contenidos que sacan; que, con ponerse delante de un micrófono, lo que sea que tengan que decir ya es interesante. Y además suelen ser el tipo de personas que se limitan a decir: «Parece que ya no se puede hablar de nada». El otro día me pasó en la presentación de un libro: un crítico literario dijo que ahora mismo no se podría hacer una película con la trama de ¡Átame!, de Almodóvar. Ese señor quizás debería abrir Netflix y se encontraría que hace un par de años se estrenó 365 días, una película que cuenta la historia de una mujer que se enamora de su secuestrador. La película fue muy criticada, sí, pero se hizo y muchísima gente la vio. La sensación que tenemos con este tipo de figuras es que están desfasadas y que podrían aportarnos mucho si tan solo olvidaran el ego y volvieran al mundo actual.
[Inés] Sin duda es necesario ocupar espacios donde hasta hace muy poco casi no había mujeres. Los pódcast que citas han sido fundamentales para Punzadas, pero también para nuestra vida personal. Para mí, Isabel Calderón y Lucía Litjmaer son verdaderos referentes; son listísimas y tienen muchísimas cosas que decir. Antes escuchaba mucho la Cadena Ser, pero me empezó a cansar la ausencia de mujeres y la pesada presencia de los mismos señores de siempre, que no paran de decir tonterías. Además, ha habido algún episodio incómodo con actitudes realmente rancias e intolerables. Esto no quiere decir que en la Ser no haya mucha gente interesante a la que sigo, como Pepa Blanes o Aimar Bretos. Creo que lo suyo sería empezar a despedir a los Pacos, que ya han hablado bastante.
«Estamos hartas de señoros que tienen grandes altavoces y se limitan a decir que ya no se puede hablar de nada»
Centrándonos en las diosas del panteón de Punzadas, me gustaría que hiciéramos un breve repaso por ellas, empezando por Annie Ernaux, a la que incluso le habéis dedicado un bot que lo está petando bastante. ¿Cómo surgió la idea del Club de Lectura Annie Ernaux y qué tal está resultando la experiencia?
[Paula] Hay que decir que el bot fue idea nuestra, pero sin Nacho Iglesias, que también nos produce el pódcast, no existiría. La idea del club surgió con nuestra amiga Marta Granjo, a quien también conocimos en la carrera y que comparte sus lecturas en Instagram y en YouTube como @vetustamarta. Coincidió que estábamos leyendo las tres a Ernaux y llevábamos tiempo dándole vueltas a hacer un club de lectura. De nuevo, un poco como con Punzadas, es un impulso de hacer algo, que luego se concreta.
[Inés] La experiencia está siendo increíble. Hemos disfrutado mucho de las tres sesiones que hemos hecho, donde compartimos zumitos y reflexiones con gente muy maja e interesante. Está genial leer los libros pensando en que luego compartirás tu lectura con otras personas, porque los lees desde un lugar concreto. También preparamos ideas complementarias y disfrutamos mucho de esa búsqueda que hacemos entre las tres. El club es un ejemplo más de pensar colectivamente, con el añadido de hacerlo sobre Annie Ernaux, una persona mágica.
Hablando de magia, la siguiente parada sería Joan Didion. El pasado diciembre, Paula escribía: «Creo que es la primera vez que reaccionó con un «¡NO!» tan alto al conocer la muerte de una escritora».
[Paula] Sí, es curioso porque siempre me habían parecido un poco raras las muestras de duelo por parte de fans cuando fallecía una persona famosa. Pero luego murió Didion y cuando leí la noticia solté un grito, y fue una reacción tan visceral que me sorprendió; nunca me había pasado. Didion era una mujer lúcida, valiente y sobre todo inteligentísima, y lo demostró escribiendo, tanto artículos como novelas. Eso como escritora a mí me toca, creo que es una vida vivida por y para la escritura. Y se entiende perfectamente si uno lee sus novelas más personales, que también son las más populares (y creo que no es casual), como El año del pensamiento mágico. Esa manera de coger el duelo, coger el abismo con las manos y hacer literatura… igual no te salva de nada, pero ahí está para quien lo quiera leer. Esto igual es un cliché, pero creo que la escritura te da un propósito, e igual es un propósito egocéntrico o inútil, pero te guía de alguna manera. Y si tienes la lucidez que tenía Didion, si tienes su capacidad para domesticar el lenguaje y contar historias y contar verdades, pues adelante.
La santísima trinidad de Punzadas podría completarse con Eva Illouz. Cuando entrevisté a Liv Strömquist, me decía que lo que le parece muy interesante de Illouz es que muestra cómo nuestras emociones están estructuradas por la sociedad y la cultura, y ponía el ejemplo de las apps de citas. ¿Hasta qué punto veis reflejadas en vuestro entorno sus ideas sobre el consumo afectivo y la miseria sentimental propiciados por el capitalismo?
[Paula] Justo estoy leyendo ahora No siento nada, lo tenía en la lista de pendientes desde que lo recomendaron en Deforme Semanal. Es curioso, porque ese libro cuenta las ideas de Illouz de manera muy accesible y la distinción que hace entre las formas de escoger pareja (la manera emocional vs. la racional) nos recuerda un poco a nuestra «teoría del amor» que mencionábamos antes. Yo solo me he descargado Tinder una vez y duré una semana; lo único que sentí fue apatía. No consigo entrar en esas dinámicas en las que sí veo a muchos amigos: swipe derecha, swipe izquierda, unos cuantos mensajes y una cita. En parte me gustaría entrar ahí, no te creas. Puede ser una forma más ligera de relacionarse, pero quizás hay que encontrar la forma idónea de utilizarlo, sin caer en la miseria sentimental (porque en este país que es Punzadas está prohibida). Creo que hay un punto medio entre condenar este tipo de prácticas y decir que son estupendas y maravillosas. Ahora las parejas, los matrimonios, las nuevas familias, se construyen con estas herramientas, y no pasa nada. Es parte del mundo en el que vivimos.
[Inés] Nos gusta pensar las cosas desde lo emocional y no nos gusta el capitalismo, así que las ideas de Illouz nos punzaron desde el primer momento. Solemos verlas reflejadas en nuestro entorno, y algo que nos interesa mucho es que no hay que dar por hecho que todo el mundo se relaciona sexual y afectivamente de la misma forma. Quizá algunas personas asumen que una mujer joven, de izquierdas y feminista debe tener una gran seguridad en sus relaciones sexoafectivas. Catherine Angel, en El buen sexo mañana, denomina a esta idea «cultura de la confianza en una misma». Tengo la sensación de que, pese a que el consumo afectivo y la miseria sentimental de la que hablas son una realidad, su generalización invisibiliza muchas realidades particulares donde no hay seguridad, sino vulnerabilidad, miedo o vértigo. Esta respuesta de la cantante Marta Movidas en una entrevista refleja muy bien la sensación de la que hablo: «A mí me encanta que la gente se acueste con gente y obtenga placer porque eso siempre es bueno, pero me da mal rollo que sea algo tan importante en la definición del yo y del otro que genere miedos hacia vínculos sexo-afectivos más profundos. Si mi amiga de repente tiene pareja, una parte de la percepción que su círculo tiene de ella se evapora, se difumina, se tiene que redefinir […]. Creo que el problema del canon es más bien lo que implica en sí mismo, como si tu personalidad dependiera de si follas o no».
«Algunas personas asumen que una mujer joven, de izquierdas y feminista debe tener una gran seguridad en sus relaciones sexoafectivas»
En Punzadas habláis de amor y de afectos basándoos en palabras ajenas pero también en vuestra propia experiencia. ¿Os da miedo el hecho de exponeros demasiado emocionalmente?
[Paula] Es una buena pregunta. Yo creo que nos exponemos menos de lo que parece porque en muchos casos las experiencias personales que contamos están mezcladas con las de otras amigas o conocidas, y aunque en casos puntuales sí hay ejemplos de cosas que nos han pasado, siempre están lo suficientemente diluidos. Por otro lado, exponerte también puede darte momentos bonitos. Recuerdo que publicamos la carta Te quiero, pero en un momento muy duro emocionalmente para mí y, al llegar el lunes a la universidad, un buen amigo me dijo: «He leído la carta y me está pasando exactamente eso».
[Inés] Cuando abres temas de los que la gente no suele hablar públicamente por la intimidad que entrañan y ves que la gente se acerca y te transmite empatía… eso te reconforta.
Ya que hablamos de lo personal, o sea, lo político, también está muy presente en Punzadas la cuestión de clase. Seguramente os hayan preguntado ya si las facultades de Filosofía son un vivero de rojos…
[Paula] Hombre, la facultad de Filosofía y Letras de la UAM es bastante roja, pero hay de todo (aunque, si la comparas con otras facultades de filo, parecemos de extremo centro). También te digo que hay mucho catedrático sentado en su sillón que no es de derechas, pero tampoco está demasiado conectado a los problemas que los alumnos consideran importantes. Y los temarios que se estudian en las carreras están todavía muy pegados al canon —masculino, por supuesto— y dejan fuera muchísima filosofía que no proviene de Europa o Norteamérica. Tampoco creo que esto sea culpa de los profesores, y en nuestra carrera los hay que están ya cambiando cosas desde hace tiempo, por ejemplo incorporando más mujeres al temario. Es muy difícil variar lo que se lleva décadas haciendo de una manera, pero hay que hacerlo.
[Inés] Antes de entrar a la universidad yo venía de un ambiente en el que me habían llegado a decir: «A ver si te fusilan como a Lorca, por roja». Entonces me imaginaba que la UAM iba a ser un nido de rojos, pero no fue del todo así; creo que es más bien un nido de gente del PSOE (en general). A mí hace poco me dijeron que no metiese política en Punzadas, pero es imposible. Todo proyecto que plantee algún problema social está mediado por ideas políticas y por ideología. María Sánchez dice en una entrevista: «Para mí escribir es un acto político, es mi manera de reivindicar mis ideas», y nosotras hacemos algo parecido. El feminismo, por ejemplo, está presente de manera clara en todo el proyecto, porque miramos el mundo desde esa óptica. Las famosas gafas moradas, que es una metáfora muy manida pero útil: no te las puedes quitar una vez te las pones, y mucho menos si pretendes abordar cuestiones vinculadas a esa lucha.
El primer texto que escribisteis juntas recogía vuestras amargas sensaciones ante la perspectiva de graduaros en Filosofía, mostrando vuestras inseguridades y la decepción por un mundo académico que hacía más por expulsaros que por reteneros. Mucha gente se identificó plenamente con aquella protopunzada.
[Paula] Creo que la carrera podría fomentar mucho más que los alumnos estudiaran juntos, que es algo que se hace poco y que en filosofía tiene mucho sentido. Dos cabezas tienden a pensar mejor que una. El tema que tratábamos en ese texto (que publicamos desde la cafetería de la facultad, antes de salir corriendo por si ofendíamos a alguien) iba un poco en protesta de un ambiente competitivo que además sufren mucho los compañeros que quieren quedarse a investigar en la universidad, y que se ven obligados a machacarse para conseguir alguna de las —muy pocas— becas que hay. También nos felicitaron por el texto algunos profesores. Hay muchas cosas negativas en el sistema educativo español, pero dentro de lo que cabe y dejando de lado las quejas, ambas hemos tenido mucha suerte con la carrera que hemos estudiado y el lugar donde lo hemos hecho; la mayoría de los profesores del departamento de Filosofía de la UAM están muy dispuestos a escuchar lo que los estudiantes tienen que decir, y ahora que ya no somos alumnas es muy gratificante ver que algunos profesores siguen el proyecto y lo apoyan.
[Inés] Escribir ese texto fue muy importante para nosotras porque nos ayudó a sacar de alguna forma todo lo que estábamos sintiendo. Sin duda fue una protopunzada, porque de ahí surgió uno de los conceptos que aparece en las cartas: la «farsa colectiva». Los comentarios que recibíamos nos sorprendieron porque venían de gente que nunca pensamos que se identificaría con estas cosas. Quizá el problema está en la actitud extendida por la que no se reconocen las inseguridades, el miedo y la duda. Y creo que este problema está más en el ambiente que en los alumnos, porque esa pretensión de seguridad y aplomo infinitos permea otros muchos ámbitos de nuestra sociedad —puede que todos—.
«La universidad podría fomentar mucho más que los alumnos estudiaran juntos, algo que en filosofía tiene mucho sentido; dos cabezas tienden a pensar mejor que una»
«Esa manera casi competitiva que tenemos de relacionarnos con la cultura y con lo intelectual» la extrapoláis a otros contextos…
[Paula] Bueno, la mentalidad tiburón está en todas partes. Supongo que en algunos ámbitos es inevitable, pero en la universidad parece absurdo. Si luego, por mucho doctorado que tengas, gilipollas hay en todas partes.
[Inés] Sí, como decía antes, la competición generada por el neoliberalismo y sus cosas de cerebros reptilianos están en el aire que respiramos. Justo estoy leyendo estos días el libro de César Rendueles Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista, donde expone las características del igualitarismo profundo que defiende. Rendueles explica que el pensamiento meritocrático y el espíritu competitivo divide nuestras sociedades en ganadores y perdedores. Esto, sin duda, afecta a distintos tipos de relaciones y creo que es fundamental darnos cuenta para no caer en esas dinámicas. Como decía Paula, pensar colectivamente es un acierto, y sería genial que este pensar colectivo se extendiera a la cultura, a lo social, a todos los ámbitos.
Ya que la habéis mencionado, hablemos de la «farsa colectiva» con la que cerráis vuestras cartas. ¿Por qué la mayoría finge no tener problemas?
[Inés] Es gracioso que, con respecto a las farsas colectivas, varias personas nos han dicho que sirven como resumen de la carta. Así, tienen una doble función: y explicativa. Últimamente —por desgracia— he tenido que escuchar muchos discursos basados en la psicología positiva, el emprendimiento y el si quieres, puedes. Creo que la normalización de este tipo de discursos, que son muy dañinos y engañosos, fomenta la tendencia a aparentar normalidad y esconder lo doloroso. Por supuesto, también otras muchas cosas, pero creo que estos relatos que condenan la tristeza o la frustración nos llevan a fingir que somos soldaditos felices, eufóricos y siempre con ganas de tomar las riendas de nuestra vida. Esta gran farsa se concreta luego en farsas particulares, extendiéndose a esferas y ámbitos muy distintos.
Otro de los temas de fondo en Punzadas es la precariedad y la ansiedad laboral, que se han normalizado en nuestra sociedad, especialmente entre la juventud. Por otro lado, es obvio que no paráis de currar, en consonancia con los ritmos actuales; y no en vano, habéis hablado de «esa rueda de hiperproductividad y culpabilidad de la que no parecemos poder salir». ¿Prevéis continuar con el ritmo de estas 39 semanas consecutivas de cartas y programas?
[Paula] Prevemos que Punzadas empiece a darnos dinero en algún momento. No mucho, porque sabemos que no se vive de esto, pero sí algo (al menos para cubrir los libros y el micro para el pódcast). Esto es algo que no concebíamos ni de lejos al principio, pero el proyecto va muy bien y lleva mucho trabajo, y creo que ninguna de las dos ha estado tan ocupada en su vida como ahora mismo, así que lo vamos a intentar. Dicho esto, aunque nadie nos dé un duro, vamos a seguir como hasta ahora o si acaso modificando un poco el ritmo para el año que viene, pero mientras nos guste hacerlo y nos siga dando alegrías —como esta entrevista—, no vamos a parar.
[Inés] Esta semana ha sido para mí la peor de todo el año. Se han juntado entregas, reuniones, prácticas, Punzadas, proyectos y trabajo. He pasado ratos muy malos y creo que el hecho de que todas estas cosas me gusten no implica que no sienta angustia por un ritmo que claramente no puedo mantener. Este es uno de los problemas de la rueda de la que hablas. Punzadas implica tiempo y esfuerzo, pero también es un lugar en el que respirar. Solo pienso en que llegue el verano y poder hacer tres cartas a la semana, disfrutar de las lecturas y seguir pensando con Paula.
De hecho, hubo una semana en la que anunciasteis un descanso en la newsletter, pero finalmente se publicó una carta muy especial, la que dedicó Paula a Inés: «La amistad, al final, es esto: leerse».
[Paula] Es verdad que habíamos acordado descansar una semana porque no dábamos para más, pero luego sucedió lo que conté en la carta. Yo he pasado un invierno triste por razones personales e Inés ha sido —junto con mi madre— la persona que más y mejor ha estado ahí conmigo. Hace unas semanas me di cuenta de algo que a veces nos cuesta aceptar, aunque es casi contradictorio, que es: «Joder, estoy mejor». Y estoy mejor en parte gracias a ella. Inés también estaba en ese momento pasándolo mal y decidí escribirle una carta. No fue premeditado. La escribí y la mandé ese mismo día. Me gusta escribir cartas a la gente que quiero, es algo que me sale casi solo. Su reacción cuando me llamó por teléfono fue bonita y la reacción de mucha gente que la leyó también. Creo que en parte ese incidir en la importancia de la comunicación es clave, tanto en Punzadas como en la vida. Esa fue una de las lecciones que ambas aprendimos el año pasado: hay que tener las conversaciones difíciles, y hay que decirle a la gente lo que sientes. A veces será para romper con alguien, o para todo lo contrario, y otra será para escribirle una carta a tu mejor amiga. Es lo lindo de las palabras, sirven para todo.
[Inés] Estaba pasando unos días malos, así que por la tarde me fui a leer a los montes de Arnedillo —montes mágicos— y cuando volví a casa recibí la carta. Al principio me asusté mucho porque pensé que nos habíamos equivocado y que quizás habíamos mandado un borrador a muchas personas. Cuando vi lo que era me emocioné muchísimo. De hecho, nuestra amistad es un poco enviarnos cartas la una a la otra cuando hace falta. Es nuestra manera de decirnos lo que les decimos a las lectoras y oyentes al final de cada Punzada: «Adelante».
Llegáis ya a una comunidad considerable y, sobre todo, de lo más selecta, con seguidoras como Anna Pacheco, Desirée de Fez, Luna Miguel, Sol Salama, Andrea Gumes… ¿Cómo os hacen sentir estas reacciones ilustres a vuestras Punzadas?
[Paula] Pues estamos flipando. Cuando decimos que pensábamos que solo nos iban a leer nuestros amigos y nuestras madres, no es broma. Que nos escuche gente anónima, no solo desde España, que nos escriban para decirnos que les alegramos los domingos, o que de alguna manera ayudamos… una chica nos escribió una vez diciendo que un domingo le había costado muchísimo salir de la cama, pero que escuchó un episodio de Punzadas Sonoras y se animó, se levantó, se duchó e hizo la comida. Eso para alguien con depresión es un mundo. El objetivo de Punzadas no ha sido nunca ayudar a nadie, no somos psicólogas ni vamos a hacernos las santas, pero joder, si lo hace…
[Inés] Nunca pensamos que personas que son referentes para nosotras y que admiramos fueran a leernos o escucharnos. De hecho, todos los domingos antes de que salga la carta o el episodio vivimos un rato místico, con tensión y mucha ilusión. Es muy bonito que, con el paso de los meses, la ilusión siga creciendo y cada vez tengamos más ganas de seguir compartiendo nuestras punzadas. Una de las cosas más lindas ha sido recibir comentarios de personas reconociéndose en nuestras inquietudes, pensamientos o problemas. Quizá esto sea un poco pensar desde lo colectivo, pensar juntas.
… por «casualidad» encontré Punzadas… me gustó lo que leí. Trataré de volver a encontrarlas. Mi vida salta, se oculta, camina y corre por las calles que me invento y por las que necesariamente debo recorrer. Seductora su postura.
Pingback: Libros perversos: desechar antes de imprimir
Pingback: Dubita Arts&People, el espacio creativo y utópico donde «dubitar» juntas - Revista Mercurio