Analógica

Enfocando la presencia negra

Ilustración: Sofía Fernández Carrera

Durante su intervención en el ciclo Poetas en el Prado, el activista y poeta Yeison F. García López reclamaba para sí el término «afromadrileño», inscribiendo su historia personal en la historia social de la capital. Yeison nació en Cali y llegó de niño a Madrid, transitando por varios de sus barrios a lo largo de la infancia. En su conferencia-poema, hace dialogar sus textos y reflexiones con fondos pictóricos del Prado en los que aparecen figuras racializadas que vivían en nuestro país. Algunas son anónimas, otras tienen nombre y apellidos, como Juan de Pareja, cuyo retrato proyecta en la sala mientras recita. Pareja era morisco y tenía la condición de esclavo cuando asistió en el taller a Diego de Velázquez, siendo más tarde liberto. Como ciudadano con plenos derechos, se convirtió en un artista autónomo, una faceta que destacaba el Metropolitan de Nueva York en la muestra que le dedicaba este año. Pareja es uno de esos personajes que habitan nuestros museos como prueba concluyente de la constante presencia en España de una sociedad multicultural, desde periodos que aún hoy se presentan como estandartes de la blanquitud y homogeneidad religiosa. Recordemos cuadros tan conocidos como La mulata, también de Velázquez, o los Tres niños de Murillo, por citar solo dos coetáneos, entre otros por los que se han preocupado investigadores como Carmen Fracchia, Jesús Cosano o Luis Méndez Rodríguez.

Yeison se retrata, a través de la cámara de Laurent Leger Adame, con la postura, la mirada y un atuendo similar al de Juan. Mediante un mecanismo de transición, fusiona ambos retratos durante unos instantes, haciendo desaparecer progresivamente el primero para revelar el segundo. Yeison está haciendo una declaración. Le dice al pintor: «Yo soy tú». Y en el fondo, lo que dice es: «Yo soy porque tú fuiste». Establece así una genealogía en la que integra a toda una generación, como heredera de esos personajes que pueblan obras de arte y literatura. Un gesto repetido por activistas afroespañoles, ahora que parece haber crecido el interés por incluir sus voces en la fabricación de esos espacios de diversidad tan de moda. Hace mucho que las personas negras contribuyen activamente, aunque no siempre las veamos, en diversos ámbitos de nuestra sociedad. También en la escena cultural.

Existe hoy un número considerable de fotógrafos afrodescendientes que enuncian desde la contemporaneidad y el contexto español, y tratar de presentar a algunos de ellos en este limitado espacio es, evidentemente, un ejercicio arriesgado. Corremos el peligro de aglutinar a los artistas y sus prácticas bajo un mismo rótulo, delimitado únicamente por su condición de personas negras, sin atender a la pluralidad de sus propuestas estéticas y conceptuales, bajo criterios que rondan la exotización. Pero un hito, sin duda, fue la aparición del fotolibro ¿Y tú por qué eres negro?, de Rubén H. Bermúdez, en 2017, que irrumpió con gran repercusión entre un público sensible a discusiones decoloniales, volviéndose hoy una obra de referencia. Este libro, que empezó como proyecto digital, está construido sobre la base de archivos fotográficos privados del autor, yuxtapuestos a archivos de dominio público. La obra se arma con elementos visuales de aparente escaso valor, pero que contienen una fuerte carga semántica. Se trata de un viaje vital con un orden cronológico, iniciándose en la infancia de Rubén y avanzando junto a él por la adolescencia hacia la edad adulta, y por los procesos de toma de conciencia y autoafirmación. Es un relato con el que los lectores racializados que han crecido en nuestro país se identifican de forma automática. Rubén, de repente, se hace voz y espejo de la experiencia negra dentro del Estado español, alcanzando una dimensión personal y colectiva. Pero uno de los méritos de esta publicación es su habilidad para hablar transversalmente a un público heterogéneo. Las primeras referencias estéticas son compartidas por toda una generación nacida en España en los 80, que se reconoce instantáneamente en documentos publicitarios como el anuncio de ColaCao, la portada de un conocido manual de ciencias sociales de la época, la cara embadurnada de negro de un rey Baltasar y, en general, toda una iconografía extraída de la cultura de masas. Vemos a través de la mirada de Rubén, nos posicionamos en su piel a medida que va comprendiendo las implicaciones de ser una persona negra en el Estado español, momento en el que los referentes culturales se empiezan a bifurcar para nutrirse de historias internacionales de las luchas negras. Para los lectores blancos, un público al que no estaba destinado, este libro es una especie de revelación. A través de sus páginas opera una transformación semántica de esos documentos visuales públicos, considerados neutros o inofensivos pero que, progresivamente, van desvelando múltiples lecturas, incluyendo un matiz ideológico sombrío, excluyente y agresivo. A pesar de su sencillez, o quizá gracias a ella, este mecanismo es tremendamente eficaz para entender el racismo sistémico de nuestras sociedades, y eso explica que el libro haya seguido resonando en otras geografías, con ediciones traducidas al inglés y francés.

¿Y tú por qué eres negro? ha contribuido a ampliar la exposición de otros fotógrafos afrodescendientes estos últimos años aunque, por supuesto, las plataformas sociales también están sirviendo de amplificador. Agnes Essonti Luque es una fotógrafa radicada en L’Hospitalet de Llobregat que trabaja desde un universo de lo privado pero, a la vez, de confluencia y comunidad. En su práctica fotográfica y performativa, la gastronomía funciona como recurso que posibilita la convivialidad y que trae a la mesa ingredientes asociados con las historias personales de multiculturalidad, invocando relaciones afectivas antiguas y nuevas. Su serie La Cordobayangué parte de un juego de palabras entre «cordobesa», en alusión a su madre, y «bayangué», la etnia de su padre, camerunés. Aquí se sirve de componentes extraídos del folclore de ambas culturas, como las telas wax africanas o el vestido de faralaes, para declinar su doble herencia. Heidi Ramírez también parte del espacio íntimo, la propia casa, un terreno de soledad en el que se autoriza a dialogar consigo misma, con su pasado, sus fragilidades y sus sueños. Heidi nació en República Dominicana y pasó buena parte de su vida en España, y en ese tiempo ha vivido la mudanza permanente y la búsqueda de un lugar al que llamar hogar. En su obra recurre al collage digital y al vídeo, haciendo a veces uso del archivo fotográfico de su infancia. En sus series cohabita una fuerte tensión entre elementos robustos, como la arquitectura de interior o su propio cuerpo, enfrentados con otros más delicados, como flores o estrellas, que introduce en las imágenes. Heidi nos transporta a una especie de abismo emocional; una cuerda floja, equilibrada en esos puntos de apoyo contrarios, por la que avanza hacia el encuentro de sí misma.

Algunos fotógrafos se han hecho un hueco en el seno de una comunidad trasnacional que se reconoce en un lenguaje próximo al de la moda, y que exalta energía y autoafirmación negra. Guineana de nacimiento, Sol Bela Mele retrata a personas racializadas de Barcelona, donde reside, y también de otras capitales europeas, colaborando con grandes marcas internacionales. Sergio Aparicio «Okobé» hace una celebración de la belleza negra, representando a figuras conocidas de la industria musical, y conecta sus series a través del concepto de ceguera, en un juego de luz y sombra que remite al hándicap de su bisabuela, vinculada a sus primeros recuerdos de niñez y a una reflexión sobre las condiciones de percepción del racismo. Es útil también atender aquí al doble movimento de otros fotógrafos, que ya como adultos se han reubicado desde o hacia España. Dilayla Romeo, hispano-mozambiqueña instalada desde hace unos años en Maputo, cuenta un relato de la diáspora retornada. Su experiencia es el reencuentro con su lugar de origen por parte materna, con lo que implica de reconstrucción, integrándose en una red de artistas y creativos de la capital. Por su parte, el senegalés Keybis Keba utiliza una gramática de la espiritualidad para representar otra cara de la diáspora, relacionada con la migración africana y con la denuncia de las condiciones que empujan a la juventud del continente a abandonar su territorio.

Hay al menos un leitmotiv que federa el trabajo de estos y otros fotógrafos afroespañoles, dentro de su multiplicidad de discursos. Se trata de la insistente presencia del cuerpo como herramienta para narrar historias, individuales y colectivas. Como Yeison García en su encarnación de Juan de Pareja, la autorrepresentación es el dispositivo con el que proclamar que estas vidas existen hoy y existieron ayer también en nuestro país, un reflejo de las identidades complejas que conforman nuestra sociedad y sobre las que descansan los cimientos de nuestra historia demográfica.

 


Ángela Rodríguez Perea es productora cultural y comisaria independiente, radicada en Senegal desde 2017, con proyectos en África Occidental y Europa. Durante casi 10 años fue editora de la revista de cultura africana contemporánea Afribuku, ha sido editora asociada del anuario sobre arte visual contemporáneo no occidental Prōtocollum y colaboradora en el espacio independiente Savvy Contemporary de Berlín.

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