Crónicas en órbita

Mirar la tradición con otros ojos

La evocación del folklore en la creación musical como espacio de resistencia identitaria

Rodrigo Cuevas, Premio Nacional de las Músicas Actuales 2023

La inclinación por el folklore y sus cuestiones circundantes, decía Richard Weiss, surgen siempre de crisis culturales: las manifestaciones populares rescatan el sabor de lo arcaico y lo ancestral, y evocan, en consecuencia, una vida sencilla, el deseo de recuperar un pasado perdido. El panorama musical nacional ha presenciado en la última década el auge de una generación de artistas que beben del folklore en sus creaciones. Entre ellos, nombres como los de Rodrigo Cuevas, Volante de la Puebla, La Plazuela, Maria Arnal i Marcel Bagés, Baiuca, Tarta Relena o Hermanos Cubero. A través de su obra, géneros musicales tradicionales como la sardana, la copla, la muñeira o la jota aragonesa son traídos al presente y reinterpretados, no solo con el fin de realzar el valor artístico intrínseco de estos géneros, sino para reivindicar también la importancia de las cuestiones relativas al mismo folklore que lo significan como expresión popular. Existe en efecto, como mencionaba Weiss, cierto componente de nostalgia. Sin embargo, es una nostalgia que lejos queda de idealizar el ayer; en su lugar, se acude al pasado de una manera más libre, más irreverente, de forma que el diálogo que se establece con la tradición anterior se convierte en cauce a través del que ahondar en las problemáticas del presente.

Mientras que el avance de la globalización parecería dirigir la sociedad inequívocamente hacia una tesitura de mayor homogeneidad, en el plano cultural cada vez son más las manifestaciones artísticas que acuden al folklore como fuente de creación. La cultura popular, aquella que Antonio Gramsci fue pionero en comprender alejada de un enfoque romántico y como contraposición a las concepciones del mundo oficiales, parece haberse convertido desde la creación artística en un espacio de resistencia identitaria al discurso hegemónico que enarbola la globalización. Lo popular y lo tradicional se erigen así como nociones contrarias a los valores de pérdida y desarraigo que traen consigo las tendencias homogeneizantes, provocando un auge de las manifestaciones artísticas que exaltan lo local. Desde la condición que otorgan los márgenes, ya sea en términos identitarios, de orientación sexual, de género, territoriales o lingüísticos, este grupo de artistas toman posesión de un espacio que hasta hoy se les había negado y establecen nuevos lazos con una cultura popular que permanecía exclusiva en manos del discurso dominante.

En España, las circunstancias históricas vividas en torno a mediados del último siglo determinaron significativamente el proceso de recepción de lo popular. El uso político que hizo el régimen franquista de estas expresiones a través de instituciones como la Sección Femenina, con acento en la cuestión regionalista, tuvo como objetivo homogeneizar el folklore mediante una esencialización de las manifestaciones populares, de forma que estas no resultaran en ningún modo subversivas a ojos de la moral nacionalcatolicista. De la misma manera, el retrato que el Régimen construyó de su concepto de nación, y que se erigió principalmente sobre el estereotipo de lo andaluz, excluyó aquellas manifestaciones provenientes del resto de regionalismos, que no solo no fueron divulgadas, sino que sufrieron una fuerte censura y manipulación. La llegada de la Transición provocó, por una parte, una fuerte recesión de aquellas manifestaciones populares asociadas al Régimen, lo cual, sumado al estigma que se cernió sobre las zonas rurales sumidas en la pobreza y con las que el folklore quedaba asociado, provocó una merma en comparación con las nuevas tendencias que ofrecía el espacio urbano.

El entendimiento que hoy reivindican estos artistas de lo popular disputa las relaciones establecidas con ciertos elementos tradicionales y pone estos en diálogo con las tendencias musicales y los discursos sociales y políticos del presente, de forma que la identidad acaba por construirse, en palabras de Gerhard Steingress, a través de cierto eclecticismo pastiche. La manera en la que cada creador se relaciona con lo popular es, como cabe esperar, radicalmente diferente, pero en todas estas propuestas artísticas se lee un deseo por establecer lazos entre tradición y actualidad. Maria Arnal i Marcel Bagés, por ejemplo, lo hacen acudiendo a canciones populares en su disco Clamor. En él, beben de melodías tradicionales que en su día fueron recogidas por el musicólogo Alan Lomax, quien realizó un trabajo de compilación y grabación de música popular en España que se encuentra hoy accesible para el público, a las que Arnal y Bagés ponen letra, de forma que hablan de realidades que aquejan al presente. Ahondan por ejemplo, en su «45 cerebros y un corazón», en cuestiones como las fosas comunes que dejó la Guerra Civil.

Maria Arnal i Marcel Bagés

De la misma forma, y con el fin de reconciliar las identidades disidentes con estos elementos populares, muchas de las proclamas artísticas de estos creadores se articulan en torno a la periferia. Una de las reivindicaciones más notables es la lingüística, pues lejos de limitarse al castellano como idioma vehicular, el uso de las lenguas vernáculas como medio identitario se establece como rasgo distintivo: Baiuca hace uso del galego, Cuevas de la llingua asturiana, Arnal y Bagés optan a veces por el català… Lo mismo ocurre en el plano ortográfico, en el que los andaluces Califato ¾ presentan propuestas como el EPA, iniciativa que busca plasmar la variedad lingüística andaluza con vistas a elaborar una ortografía propia, y de la que el conjunto hace uso en sus títulos y letras.

El discurso se comprende también, en muchos casos, dentro del silogismo de lo urbano y lo rural: la noción de cultura popular reivindicada por algunos de estos artistas se articula en torno a valores que se ven amenazados por el proceso urbano-industrial, que se presenta como espacio individualista, mass-mediatizado y proclive a la soledad, en oposición a las nociones de lo rural como comunidad y arraigo. Es el caso de Rodrigo Cuevas, reciente Premio Nacional de Músicas Actuales que, a través de sus letras, pone en valor las costumbres y particularidades que constituyen la realidad popular de su Asturias natal. Su «Ritmu de Verdiciu», por ejemplo, bebe de la tonada tradicional asturiana «Soy de Verdiciu», que el artista hibrida con la célebre «Ritmo de la Noche» de Mystic, y que se erige como una oda al costumbrismo gozoniego.

En este caso, la iniciativa de Cuevas excede lo musical y se materializa también en acciones sociales y de recuperación. El artista ha sido coimpulsor del proyecto que ha reconstruido un antiguo teatro en La Piloña, concejo asturiano de Infiesto, y que ahora, convertido en centro cultural, fomenta la pervivencia de lo popular desde la acción comunitaria.

El dúo granadino La Plazuela

No todas las propuestas se erigen, sin embargo, desde el plano de lo rural. Reivindicaciones similares se alzan desde espacios urbanos, cuya realidad se ve también amenazada por las lacras de la gentrificación. Ejemplo de ello es el dúo granadino La Plazuela, quienes, a través de su música, una que toma el flamenco, el nu-funk y la electrónica como pilares principales, pone en valor las costumbres, tradiciones y espacios populares de la ciudad de Granada.

También a través de la visualidad, principalmente mediante el formato del videoclip, se comprende lo que reclaman estos artistas. Así, en lo visual se apela, en ocasiones, al carácter reaccionario de ciertos símbolos tradicionales con la voluntad de resignificarlos. El dúo sevillano Volante de la Puebla acude a tópicos de la cultura popular de su tierra y al imaginario religioso en sus vídeos y en su directo. Con un costal a la cabeza, en sus espectáculos se recrea, desde lo queer y la performatividad, un paso de Semana Santa. Estos dos universos simbólicos a los que acude el conjunto, la religión y la cultura popular andaluza, y que fueron dos de los troncos principales sobre los que el régimen franquista se ayudó para construir su imagen de nación, se ven sometidos a una disputa de significado que, a través de la parodia, la hipérbole y lo performativo, Volante de la Puebla transforma en armas de su discurso político.

Volante de la Puebla son los sevillanos Esteban Garrido y Paco Mora

Luis Díaz Viana decía que el folklore formula la disidencia, que en la concepción de este del mundo y de la vida la creatividad se torna estrategia. Una que nos permite oponernos, imaginar, que acomoda los márgenes, la otredad, como espacios en los que las identidades pueden aflorar. La lectura que estos artistas hacen de lo popular demuestra que, en efecto, el pasado es inaprensible y que, lejos de tratar de encerrarlo tras una vitrina, bueno será desatarlo, permitir que actúe como reflejo, como vehículo para la expresión del nosotros.

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