Este texto ha sido finalista del concurso DIPC–LSC-Laboratorium en la modalidad de narrativa de ficción científica de Ciencia Jot Down 2021. Puedes leer aquí el texto ganador en la modalidad de ensayo de divulgación científica.
Francisco se ajusta la americana, carraspea y dirige al auditorio una sonrisa de suficiencia. El salón de actos está repleto. Propios y extraños taponan los vomitorios. El prestigioso orador escruta la audiencia velozmente, compuesta de expertos de renombre, estudiantes con brillante porvenir y algún investigador que aún ha de orientar su brújula vital. La conferencia de Francisco Mundo clausura una intensa semana de congreso. El profesor Joaquín Castro, uno de los organizadores y chairman, revisa unas notas manuscritas antes de comenzar la presentación.
«Es para mí un verdadero placer introducirles al profesor Francisco Mundo», arranca con un inglés titubeante. «Se trata de una eminencia en el campo de la biología evolutiva y de sobras conocido por la audiencia. Tras licenciarse en biología en esta casa en 1994, donde tuve el honor de tenerle como pupilo, Francisco realizó su tesis doctoral sobre Phenotypic variability in microbial populations en el prestigioso MIT, Massachusetts Institute of Technology. Seguidamente, consiguió una beca Marie Curie en el Imperial College of London y después se trasladó a Cambridge como profesor visitante. A los treinta y dos años tomó la determinación de montar su propio laboratorio en el Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona. Entre sus múltiples líneas de investigación, se encuentra el análisis del carácter cooperativo en diferentes procesos biológicos, lo cual le ha granjeado reconocimiento internacional mediante los premios… ».
Mientras escucha el preámbulo, Francisco Mundo se divierte estimando cuánto tiempo necesitaría su antiguo profesor para detallar todos los méritos que conforman su currículum. Concedida la palabra, agradece enérgicamente la invitación y dispara la verborrea con una seguridad arrolladora. Ha impartido la misma charla en cinco ocasiones durante el último mes. Manchester, París, Moscú, Nueva York y ahora su casa, Granada. La intervención de Mundo empieza recordando la tragedia de los comunes, un dilema que le fascinó en su época de estudiante.
«Supongamos que existe una pradera cuyo uso es compartido por unos pastores que a su vez poseen un cierto número de vacas. Con el tiempo, los pastores se dan cuenta de que existe suficiente pasto para alimentar a más reses. Así pues, con la intención de obtener mayor beneficio, los pastores introducen más animales. En algún momento la capacidad alimentaria es excedida», detalla el conferenciante. A continuación realiza una pausa y engola la voz para añadir dramatismo. «Desgraciadamente, todos los animales perecerán debido a la sobreexplotación del recurso»».
En su fuero interno, Francisco Mundo está convencido de que ha hecho más por difundir la tragedia de los comunes que el propio Garrett Hardin, el ecólogo estadounidense que propuso la disyuntiva en un artículo publicado por Science en el año 1968. Al fin y al cabo, qué son los rudimentos teóricos si no hay un modelo que emerja de la naturaleza, sostiene. Está convencido de que en unos años nadie hablará del dilema de los comunes de Hardin, sino del dilema de Francisco Mundo.
Los oyentes más jóvenes asienten fascinados ante el entusiasmo del conferenciante. Los estudiantes y postdocs de su laboratorio, quienes ocupan la primera fila, refrendan el torrente argumental mediante incesantes movimientos de cabeza e interjecciones armoniosas, como si formaran una orquesta sinfónica que sigue las directrices de su director. El fervor que despierta Francisco Mundo parece trascender la divinidad. El único que resiste a esa devoción es Steven Frank, el postdoc británico, que lucha por no quedarse dormido.
«La metáfora expuesta surge en multitud de situaciones donde un grupo de individuos abusa de un recurso compartido. Podéis pensar en la contaminación del aire, en la sobreexplotación pesquera, la sobrepoblación, la tala indiscriminada de árboles o cualquier situación donde subyace la tentación individual de obtener mayor beneficio a cambio de unos costes que asume el colectivo. En cierta medida, el paradigma plantea un debate entre la libertad individual y la responsabilidad colectiva. Aunque son tesis que han generado controversia, el propio Hardin sugirió la posibilidad de estatalizar o privatizar los recursos… ».
En una esquina de la sala, el profesor Castro esboza una sonrisa: le encantaría que, entre los ejemplos citados, Mundo hiciera referencia a la tragedia de los papers, un boquete del sistema por el que entra agua sin que los tripulantes dejen de remar. La presión por publicar artículos de dudoso interés, la consecuente saturación de revistas o, directamente, el fraude ante la imposibilidad de replicar un experimento son prácticas habituales. A juicio de Castro, la discusión científica ha derivado en un diálogo de sordos que ha interiorizado el lema de publish or perish —publica rápido y mucho o serás un cadáver académico—. También evoca la tragedia de los recursos, en la que emergen grupos poderosos, como el de Mundo, capaces de acaparar financiación y recursos humanos, aprovechando que los criterios establecidos prefieren cantidad a calidad, condenando al olvido a grupos como el suyo. A Castro le encantaría plantear estas ideas en el turno de preguntas, pero acepta que no merece la pena jugarse sus últimos años por revelar un secreto a voces.
«… como esta conferencia se enmarca dentro de un evento de riguroso interés científico, vamos a hacer ciencia de verdad», sostiene Mundo, dejando una pausa para que flote un coro de asentimiento. «Expondré diversos casos que, en colaboración con los miembros de mi equipo, he analizado e ilustran la tragedia de los comunes en el marco de la evolución de los seres vivos. Dejadme que lo haga distinguiendo entre diversos arquetipos de tragedias, según el tipo de recurso. En primer lugar consideramos un recurso común, como el caso propuesto por Hardin: el egoísmo de los individuos reduce dicho recurso sobre el cual compite la población, resintiendo la salud global.
Un ejemplo interesante es la evolución de la virulencia de una población de parásitos, virus, bacterias o plagas en general. Los parásitos deben explotar a su huésped con prudencia para prolongar la infección y evitar que muera. También necesitan utilizar algunos recursos del organismo hospedante para reproducir y transmitir infecciones a nuevos organismos. Por lo tanto, los parásitos se enfrentan a un dilema que llevará a la población a una compensación entre una explotación prudente y una reproducción rápida.
Un sistema concreto es el de los bacteriófagos que rodean y parasitan a las bacterias. En particular, hemos elaborado un experimento para analizar la interacción entre unos huéspedes bacterianos, Escherichia coli, y sus patógenos virales, colifago T4. Se distinguen dos variantes de patógenos, los que siguen una estrategia rapaz y los que optan por la prudencia. Estas estrategias definen una tragedia de los comunes: los colifagos rapaces acaparan los recursos del huésped, pero los prudentes alcanzan un mayor nivel de producción cuando son los únicos en el entorno… ».
Finalmente, Steven Frank se ha quedado dormido. Trabajó toda la noche en el proyecto sobre dinámicas de bacteriófagos. Lleva casi un año en el laboratorio y no ha acabado de afinar sus resultados. Entre ostensibles cabezazos, Steven sueña que es un colifago residente en uno de los noventa y seis pocillos de una microplaca. A través de sus paredes alcanza a ver a un grupo de jóvenes engalanados con bata blanca que observan otras microplacas en el microscopio. En coordinación con el resto de colifagos, Steven trata de parasitar a las bacterias que le rodean. Entonces, una pipeta entra en su pocillo aportando una nueva población de colifagos. Los movimientos de los invasores son rápidos y se lanzan vorazmente a las bacterias, desplazando a él y a sus compañeros prudentes. Entre ellos, Steven distingue a Mundo, quien agitado se acerca hasta su posición. A gritos éste le recuerda que ha de parasitar a mayor velocidad o desaparecerá. Empapado en sudor, Steven despierta del sueño. Observa atentamente al conferenciante y se pregunta si su estrategia aún puede evolucionar.
«… otros tipos de tragedias de los comunes se pueden observar en sistemas que generan bienes producidos a través de la cooperación. La tragedia surge en el momento en el cual individuos no colaborativos incrementan su parte de bienes a costa del trabajo de la comunidad. Las abejas son una buena muestra. En una colmena todo el trabajo está realizado por obreras hembras, que constituyen la mano de obra necesaria para la reproducción. Convertirse en reina debería ser más gratificante que convertirse en una trabajadora, ya que las reinas tienen el potencial reproductivo y sólo ellas pueden establecer nuevas colonias. Entonces, ¿por qué más hembras no intentan desarrollarse como reinas en lugar de trabajadoras? En términos de tragedia de los comunes, ¿qué impide al recurso común, la fuerza laboral, ser explotado por la elección egoísta de las larvas de convertirse en reinas?
El desarrollo de larvas a reinas está controlado por las trabajadoras, según la celda de crianza y la alimentación proporcionada. Existe entonces un sistema de casta nutricional, que representa en realidad una forma de represión social que obliga a los individuos a trabajar para el beneficio de la colmena, incluso cuando esto va en contra de los propios intereses egoístas reproductivos. Un caso anómalo y macabro es el de la abeja Melipona: las reinas tienen el mismo tamaño que las obreras y se desarrollan en el mismo tipo de celda sellada sobre una masa de alimento. Esto les da a las larvas hembras suficientes recursos para convertirse en reinas u obreras. Como consecuencia, se crían más reinas de las precisas, pero… pero… ». Francisco Mundo pierde el hilo del discurso y se acaricia el bolsillo. Toquetea su móvil con desdén y prosigue.
«…el exceso de reinas desemboca en un cruel asesinato por parte de las trabajadoras ante una posible tragedia de los comunes. Tampoco nosotros vamos a querer una severa pena de muerte para los egoístas. En nuestra sociedad, con palabras más claras, esos individuos serían catalogados como unos auténticos embusteros, como unos pícaros despreciables… », enfatiza el orador.
Francisco Mundo detiene súbitamente su disertación. Coge el teléfono móvil, echa un vistazo a la pantalla y lo aparta emitiendo un bufido. A continuación, Mundo se disculpa por la interrupción. Se trata de Maya, una mujer que lleva años arrendando uno de los pisos del investigador. En una sucesión de mensajes confirma que no puede afrontar la subida del alquiler que exige Mundo y le ruega comprensión. No obstante, Mundo ya ha tomado una firme decisión: no vacilará a la hora de echarla. A la par que labraba una prestigiosa carrera científica, Francisco Mundo invirtió sus ganancias y una herencia en propiedades urbanas que ahora alquila con sustanciales réditos. Paulatinamente, el académico se ha convertido en una suerte de reina del negocio inmobiliario.
«… la naturaleza ha desarrollado varias estrategias para enfrentar la tragedia y garantizar la perduración de algunas especies, entre las que se encuentran los mecanismos de coerción y punición. Ya vimos un ejemplo con la brutalidad de las abejas Melipona. Aunque el castigo puede estabilizar la cooperación, dicho comportamiento puede desencadenar otra tragedia de los bienes comunales: cuando el castigo es costoso para el castigador, existe una tentación a nivel individual de no castigar a los tramposos… ».
A caballo entre el duermevela y la vigilia, Steven Frank sopesa enfrentarse al colifago Mundo y hacerle ver que su estrategia rapaz es impúdica e ineficiente. Los rapaces malgastan tiempo y energía en la explotación feroz de la bacteria, que de forma coordinada traería mayores beneficios para toda la población. Las palabras del orador se cuelan en el sueño y entonces Steven recuerda que en breve se decidirá si renueva su contrato. Cuestionar la estrategia de su supervisor podría suponer un alto coste. No tiene elección.
«… las tragedias de los comunes pueden ser difíciles de observar porque a menudo destruyen el objeto de estudio. Los grupos sujetos a un colapso total tienen una vida útil mucho más corta. Se intuye, sin embargo, que la tragedia de los comunes es un mecanismo evolutivo, pudiendo tener un gran efecto en la persistencia de las especies: aquellas que explotan en exceso los bienes comunes se les niega la existencia prolongada. Por tanto, la selección a nivel de especie puede actuar como un mecanismo de limitación de conflictos, si las especies que han desarrollado altos niveles de conflicto se extinguen antes que las que tienen conflictos más leves.
A la luz de las preocupaciones ambientales cada vez mayores, pensar en la tragedia de los bienes comunes es de interés no sólo por estas implicaciones evolutivas, sino también por la analogía aplicada a las sociedades humanas que se ocupan de problemas ambientales y de otros bienes públicos. Como especie, debemos identificar todas y cada una de las tragedias que amenazan nuestra supervivencia. Por el bien de todos y todas, debemos seguir los principios de la sinergia y la cooperación. Gracias por vuestra atención».
El público ovaciona al conferenciante y éste saluda radiante. El turno de preguntas se debate entre el halago y las ganas de hacerse notar. Después de recibir su segunda ovación, se forma una extensa cola de estudiantes que quieren una dedicatoria sobre sus manuales de biología evolutiva o los ejemplares sobre la tragedia de los comunes. Los pupilos de Francisco Mundo se despiden de él tímidamente. Aunque su director les ha recomendado que se relajen y visiten Granada, todos ellos se dirigen a la cantina a por un bocadillo y un café rápido para encerrarse en la biblioteca hasta agotar las fuerzas. El lunes, vía online, Francisco Mundo revisará sus proyectos y exigirá que terminen sus respectivos artículos para adentrarse en la redacción de los próximos. Tras analizar su estrategia, el postdoc Steven Frank sigue los pasos de sus compañeros.
Con un par de mensajes fríos, Francisco Mundo desestima las súplicas de Maya. Esta y su familia tendrán que buscar otro hogar. La tragedia del mercado inmobiliario está lejos de suceder y las reinas no se sienten amenazadas por las trabajadoras.
El profesor Castro se acerca a felicitar a Francisco Mundo. También le invita a charlar un rato y discutir algunos aspectos de su teoría. Mundo, amablemente, declina la propuesta e indica que tiene un taxi esperando. Esa misma tarde parte hacia Tokio donde ofrecerá otra conferencia. Un apretón de manos sella la despedida.
Como acostumbra todas las tardes, el profesor Castro se retira a estudiar un artículo por el puro placer de saber, intercambiar ideas con algunos colegas y atender las dudas e inquietudes de sus estudiantes. Quizá, cavila para sí, haya esperanza de resistir a la tragedia de Francisco Mundo.
Este relato está basado en los artículos:
- Daniel J Rankin, Katja Bargum, Hanna Kokko, The tragedy of the commons in evolutionary biology, Trends Ecol Evol. 2007 Dec;22(12):643-51. https://doi.org/10.1016/j.tree.2007.07.009
- Garrett Hardin, The tragedy of the commons. Science 162, (1968) 1243– 1248. http://www.jstor.org/stable/1724745
Pingback: ‘La tragedia de Francisco Mundo’ en Revista Mercurio – Rafalé Guadalmedina
Merecido el reconocimiento a Rafalé Guardalmedina. Recoge en ‘La tragedia de Francisco Mundo’ las tantas maneras en que el «sistema de cosas» se auto-sostiene; las garras del poder, la cobardia del prestigio a cualquier precio, el silencio ante el temor de las posibles consecuencias por cualquier amago de combatir la hipocrecía; denuncia esa especie de fariseísmo-laico exhibiendo en la pasarela de «la tragedia de los comunes» el reino, vestiduras y ropaje de la impunidad. Un aplauso y fuerte abrazo a Rafelé.
Por desgracia, hay demasiados Francisco Mundos en el entorno académico y los profesores Castro están en peligro de extinción. Un relato muy real. Enhorabuena.
Pingback: ‘La tragedia de Francisco Mundo’ en Revista Mercurio – La ciencia es aburrida
Pingback: En el fondo de un canal - Jot Down Kids
Pingback: ‘La tragedia de Francisco Mundo’ en Revista Mercurio – Aburrida Ciencia