Analógica Horas críticas

Los ecos de los otros

Esta reseña ha sido publicada en papel en el número 215, «La Gran Familia», de la Revista Mercurio.

Editar un libro póstumo de Juan Ramón Jiménez es un conflicto moral para un editor responsable. Su desmedida ambición literaria le hizo planear más proyectos de los que pudo realizar en su vida, muy corta para tantos libros. El dilema del editor es publicarlos sabiendo que muchos de sus textos no están en el grado de redacción que hubiera querido su autor, tan ambicioso y perfeccionista. Soledad González Ródenas ha pasado largas horas de su vida buscando entre los manuscritos de los archivos de Juan Ramón, en Madrid y Puerto Rico. Ya rescató completo un libro (Guerra en España) que daba una visión política del autor esencial, y ahora rescata estos Poemas impersonales.

Aunque no es un conjunto terminado, podemos decir que esta es la edición más exhaustiva y casi definitiva —hablando de libros póstumos de Juan Ramón no podemos quitar nunca el casi— de Poemas impersonales. Juan Ramón anunció este libro en varias publicaciones, estructuró sus partes y varios de sus poemas fueron publicados por el propio autor en sus antologías (1917, 1922 y otras posteriores), por Francisco Garfias en 1964 y por Francisco Silvera, de forma mucho más seria y completa, en 2011. La editora ha recogido en los archivos juanramonianos 119 poemas señalados específicamente para este libro por el autor, de los cuales 54 son inéditos (algunos de mucha brillantez), y otros son versiones nuevas a las ya conocidas de esas composiciones.

Consta de cinco apartados: Prosodias, con ejercicios de naturaleza sonora; Versos a, por, para…, con poemas dedicados a diferentes personas, especialmente mujeres; Iconologías, poemas pórtico publicados en otros libros para dar el tono y el tema de ellos; Al incausto, que tiene versos de una brillantez especial, según alude la técnica pictórica a la que se refiere el título, con recursos como la sinestesia; y el apartado Dejos, lleno de ecos de otros autores como Maeterlinck, Heine, Leopardi o Keats. Los dos últimos apartados, Miscelánea y Borradores, contienen poemas en más o menos grado de terminación, o que no estaban adscritos a ningún apartado.

Estos poemas se escribieron entre 1911 y 1923, año en que se planteó el autor una edición fallida del libro. Bajo el título de impersonales, Juan Ramón se refiere a poemas que tienen dentro otras voces distintas a la suya, con múltiples evocaciones literarias y circunstanciales (sobre todo algunos dedicados a distintas personas), hasta el punto de no considerarlos propios plenamente. Hay en este libro, aparte de influencias pictóricas prerrafaelistas, diferentes estéticas literarias, desde el modernismo más convencional a la desnudez que ya se inició en Estío o Sonetos espirituales y eclosionó con la novedad del Diario de un poeta recién casado, con su audaz mezcla de verso y prosa y la autentificación de elementos no poéticos como poéticos. También hay una variedad formal muy grande, desde los serventesios en alejandrinos o los romances, a los juegos experimentales que indican una búsqueda constante («Está soñan, soñan, soñando / y su sueño va sien, va sien, va siendo…») y el uso de versos menos usuales como los eneasílabos o los decasílabos.

«Esta es la edición más exhaustiva y casi definitiva de Poemas impersonales, un festín literario donde Juan Ramón reunió composiciones que contienen voces distintas a la suya propia»

Algunos poemas son piezas de gran nivel literario, como El mundo de los nombres, que anuncia toda su poesía metafísica y simbolista posterior («Creemos los nombres. / Derivarán los hombres, / luego, derivarán las cosas…»), y otros son grandes poemas en sí, como el magnífico romance La vencida, con los mejores ecos del romancero del Siglo de Oro («Por el honor no le dije / lo que diciéndole estaba / pero mi carne, más dulce / que la miel, le regalaba / grandes olas de pasión / y lenguas vivas de llamas…» ). Con esa idea de la impersonalidad, además, Juan Ramón se planteaba en esa época el desdoblamiento creador, las dudas de identidad o los heterónimos (como los de Pessoa o Machado). De esta manera se llama a sí mismo en un título de este libro Letra de Adán Pasión Jiménez, e incluso apela al lector para que lo reconozca: «¡No me conocen! / ¡Que soy yo, que soy yo! / Ven, tú, amigo…».

Poemas impersonales no es un libro menor, sino inacabado. Cualquier lector exigente encontrará en él poesía de la mejor y más variada calidad. El prólogo de Soledad González Ródenas es claro y no ahuyenta al lector con tecnicismos, que deja la editora para las notas finales dedicadas a cada poema, en donde sí se puede ver la intensa y técnica labor de edición hecha de forma filológicamente irreprochable. Esta edición de la Fundación Lara tiene la particularidad de publicar los poemas en la página impar izquierda, dejando en blanco la de atrás, que solo se utiliza cuando el texto excede la extensión de una página. Esto facilita la lectura. Y las imágenes que acompañan a los poemas son muy explícitas, mostrando varias versiones del mismo texto publicadas y anotadas por el autor, en su «ordenadísima» y obsesiva manera de trabajar.

Son estos Poemas impersonales de Juan Ramón Jiménez, con toda su complejidad, un festín literario para cualquier gusto poético. El lector que se atreva no saldrá defraudado de ellos.

 


Poemas impersonales
Juan Ramón Jiménez
Edición de Soledad González Ródenas
Fundación José Manuel Lara – Vandalia
(Barcelona, 2020)
370 páginas
15 €

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