Horas críticas

Libros de la semana #144

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Los que escuchan, de Diego Sánchez Aguilar (Candaya)

«A todos los acusmáticos. / A todos los que escucháis. / Sabed esto: pronto todo el mundo va a escuchar». La segunda novela de Diego Sánchez Aguilar se presenta como un tupido collage de historias que deambulan entre sistemas narrativos, temporales y lingüísticos diversos, unidas por un raro rumor que sume a sus personajes en la ansiedad propia del mundo contemporáneo y turbocapitalista; en sus muchas vertientes paralizantes, que empujan nuestras vidas hasta el mismo borde del colapso: el futuro. Si en Factbook (El libro de los hechos) partía de la crisis de 2008 para enfangarse en los terrenos de la distopía, esta vez desmonta el mundo presente para ver sus engranajes en forma de miedos: ecocidio, guerra y ostentación son algunas de las piezas de una polifonía oscura que oscila de lo real a lo ficticio, de lo psicológico a lo social, de la cordura a la sinrazón, y ahí queda anclada. Soberbio ejercicio de neofábula histórico-política especulativa, cercana a veces al realismo histérico posmoderno o a la narrativa latinoamericana más alucinada del siglo XXI, gracias a una prosa tan precisa como conjetural, Los que escuchan evoca una era que podría haber igualado el mandato de la imagen. Los acusmáticos oyen sin ver o sin ser vistos, por eso en la novela del escritor murciano el oído es visto como el sentido del mañana: «Lo que se oye no está presente. El sonido nos llega siempre como anuncio de algo». Pero de qué, nos interroga Sánchez Aguilar. APTO PARA: Lectores autoexigentes que no se achanten ante una obra compleja y de larga resonancia. NO APTO PARA: Los que se tapan los oídos para no escuchar las verdades de la ficción.


Seducción y traición, de Elizabeth Hardwick (Navona)

En el artículo de 1959 que la haría famosa, El declive de la reseña literaria, escribió Elizabeth Hardwick que «lo inusual, lo difícil, lo extenso, lo intransigente y, sobre todo, lo interesante, deberían esperar encontrar su público». Poco después iniciaba su labor como una de las críticas y ensayistas más exigentes de Estados Unidos, cofundando The New York Review of Books junto a su marido el poeta Robert Lowell y la editora Barbara Epstein, a la que dedica este libro. En él mezcla la semblanza de escritoras con el análisis de la representación de las mujeres en la literatura, incluyendo textos sobre las hermanas Brontë, que «se tomaron muy en serio el carácter amenazante de la vida real»; la personalidad de Zelda Fitzgerald, en quien «la locura era real en vez de un lujo»; el «entusiasmo inquietante» de leer los «versos lacerantes» de Sylvia Plath, o los personajes que son objeto del «desprecio insolente» de Virginia Woolf. El ensayo que cierra el volumen y le da título, Seducción y traición, va de la Hester Prynne de La letra escarlata a Tess la de los d’Urberville, la más perfecta heroína moderna seducida y traicionada. Mujeres creadoras y creadas en la obra que mejor condensa el talento para la miniatura crítica de Hardwick, su virtuoso y nada convencional estilo discursivo, que brilla en la espléndida traducción de Rebeca García Nieto. Ninguna traición a la seductora prosa original ahí. APTO PARA: Hombres y mujeres deseosos de comprobar hasta dónde es capaz de elevarse la crítica literaria. NO APTO PARA: Los que prejuzguen otra obra sobre mujeres escritoras y sus cosas.


Para terminar con la familia, de Angela Balzano (Icaria)

El provocador título de este libro no esconde sus intenciones: dinamitar la noción de ese mecanismo de opresión que representa la familia tradicional. La activista e investigadora Angela Balzano parte del imaginario especulativo feminista y del compostismo concebido por Donna Haraway para aterrizar su ensayo en «experiencias encarnadas» (en tejidos, células, órganos y fluidos) reales: luchas históricas por la justicia reproductiva, políticas antiinmigratorias de los perpetuadores de la blanquitud occidental, infotecnologías neoliberales que expropian cuerpos… En ese escenario sitúa la autora italiana su obra Para terminar con la familia, entre la fábula y el arraigo, que defiende un mutualismo interespecies en el que la humanidad ya no es el centro, sino «el humus que se convierte en la materia de todas las vidas» y que nutre relaciones de parentesco alternativas con ellas. Poshumanismo, decolonización y cuidados del planeta frente al biocapital como modelo; una utopía de la autodeterminación cuyo fin último se cifra en «hacerse cargo de las migraciones en curso y por venir, para terminar con la familia como incubadora del Estado-nación» y servidora del capital. Un ensayo riguroso y punk, que lo mismo echa mano de las teorías de Rosi Braidotti que de la escritura de Kathy Acker, los diálogos de Mr. Robot o las letras de Bikini Kill, para concluir que, en contra de lo que se nos dice, la salud no es lo primero; o al menos no lo único con lo que deberíamos contentarnos. APTO PARA: Quienes creen que los lazos sanguíneos cortan la circulación. NO APTO PARA: Puristas del espécimen patriarcal de toda la vida.


La noche de la esvástica, de Katharine Burdekin (Rayo Verde)

«Así como una mujer está por encima de un gusano, / un hombre está por encima de una mujer». Esta novela de 1937 imagina que se hubiese hecho realidad la promesa de Adolf Hitler de que crearía un Reich milenario: tras siete siglos de dominación nazi, Europa se rige por una sociedad feudal en la que se ha llevado a cabo una «Reducción de las Mujeres» a un estado casi primario que solo asegura su función reproductiva, y en la que se exalta a los hombres y su «Santo Misterio de la Masculinidad». La autora pionera de ficción especulativa feminista Katharine Burdekin (1896-1963) estaba sugiendo, como hizo ver Daphne Patai en su prólogo a la edición de 1985, que la supremacía masculina propugnada por la extrema derecha tiene en la misoginia su pilar fundamental. Esa visión de la ideología hitleriana como culminación del culto a la —vieja— masculinidad distingue La noche de la esvástica de otras muchas distopías surgidas en aquella época. Pero es que además esta obra maestra antiimperialista, antifascista y antimilitarista se adelantó doce años al 1984 de Orwell, y casi medio siglo a El cuento de la criada de Atwood; ficciones con las que esta recreación de un mundo sin memoria y sin Historia, sin cultura y sin lenguaje, tiene mucho en común. En el incendiario libro de Burdekin, nos recuerda Patai, «el hecho de pertenecer al género que ejerce la dominación asegura que los hombres cooperen, a pesar de que ellos también son sus víctimas». APTO PARA: Mentes pensantes y humanistas, capaces de imaginar el (feo) escenario político desde otros ángulos. NO APTO PARA: Los que hablan de feminazis [risas], lectores de Forocoches (y poco más).

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