No me pidas perdón.
No lo intentes.
No me digas que volverías.
Una vida incierta.
Llena de mentiras.
Que yo era tuya, solo tuya.
Salada impotencia.
Lejos de mí misma.
¿Así me ganarías?
Mis cartas de papel
convertidas en marañas
de palabras sin esencia.
Mi lienzo ennegrecido
en inacabada figura
sin alma ni conciencia.
Mis recuerdos desvanecidos
en hojas caducas
agotadas de paciencia.
Mi voz de palabras sordas,
anunciantes del júbilo,
el júbilo de tu ausencia.
Porque me ignoraste.
Lo olvidaste.
Me olvidaste.
Te exijo que te marches.
Que te lleves lo que dejaste.
No soy sierva de nadie.
Tu caos ordenado
de proteínas agregadas,
ordenadas y acumuladas.
De actos sin conciencia.
De burlesca anarquía.
De etapas definidas.
Donde la libertad es utopía.
La espontaneidad, anomalía.
Y mi vida, entropía.
¿Es esto lo que querías?
¿Ordenar mi condena?
¿Desordenar una vida?
Un plegamiento proteico,
erróneo, incorrecto.
Borró todas mis premisas.
Proteínas extrañas,
conocidas lejanas,
fueron protagonistas.
Desordenaron mis palabras.
Mis recuerdos.
Reclutaron sus armas.
Ordenaron sus filas.
Sus hazañas.
Amiloides sin alma.
Y así continuó el desorden.
En un caos ordenado,
ordenado de olvido.
Donde el enemigo despiadado
se olvidó de mi nombre,
y su nombre, su nombre apellido.
Hasta nunca, Alzheimer.
Ana Molina Teba (Martos, 2003) está cursando el tercer año en el grado de Biomedicina Básica y Experimental de la Universidad de Sevilla. Apasionada de la ciencia y el aprendizaje, desde hace solo unos meses ha encontrado en la escritura «un medio ideal para que el mundo de las biociencias pueda ser compartido con todos y tome un enfoque distinto al que los prejuicios visten con bata y gafas de laboratorio».
