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Mi último poema de amor lo escribí hace casi un año. Ha-
blaba de un hombre que era una montaña. Quise estudiar
geología y botánica para entenderlo. Cuando lo conocí, pen-
sé que era un amor submarino pues soné con sirenas y algas.
Pero después la terrosidad se impuso y lo celebré. Desde
niña ando enamorada del fango de los descampados (aúllo
cuando los veo, aúllo por dentro y corro y caigo, corro y
aúllo).
El enero pasado escribí al hombre montaña y dejé que
entrase luz en el cuerpo rocoso que hay en mis costillas (lo
siento si no se me entiende; soy un valle rocoso y a oscuras,
que otro día describiré). Recorrimos juntos centenares de
kilómetros, pero perdimos las palabras y el valle se volvió
a cerrar. Y yo, valle, quedé otra vez en esa oscuridad que
tiende al rojo, porque es el centro de la tierra y arde.
3. CIERVO
Soñé que mataba a un ciervo en la nevada,
y que cortaba su carne,
y que vaciaba sus vísceras calientes,
y que dormía en su esqueleto.
Soñé la mirada del ciervo que iba a matar más tarde,
y me sentí en paz siendo la bestia.
5. PALOMAS
En la mitología de la noche,
tú eres león
y yo una yegua.
¿Por qué hacemos injertos
de especies que no existen?
Vivimos pese a todo
en la historia del no.
Pienso en las velas blancas
que persigo en la tarde
mientras tú me acorralas.
No sé si son palomas o pañuelos
manchados del después.
Los años del hambre Olivia Martínez Giménez de León Candaya (Barcelona, 2022) 112 páginas 14,00 € |