Pareciera que la figura de Virginia Feito (Madrid, 1988) hubiera irrumpido en el panorama editorial surgiendo de un black out, bajo una luz cenital, apareciendo al mismo tiempo que suena un chasquido de dedos: una aparición de cine, grácil, con esa magia que tiene la gran pantalla de hacer que un personaje cobre vida desde el momento en que sale en plano. De la misma manera, Virginia Feito, ha cobrado un protagonismo especial en estos primeros días del año, con esa sobrada naturalidad que a veces muestran los fenómenos que vienen del otro lado del océano y terminan generando también un sospechoso sobrado deslumbramiento. Pero, a nada que indagamos un poco, podemos darnos cuenta pronto que este no es un fenómeno hueco más de aquellos que nos quieren vender con el envoltorio de siempre, no; Virginia Feito es una treintañera madrileña que, con tres ingredientes indisolubles, en su caso, talento, trabajo y suerte, se ha procurado un hueco en el mercado editorial estadounidense para su primera novela, escrita originalmente en inglés, Mrs. March. Su llegada a España viene precedida por la noticia, que corre como la pólvora, de que sus derechos han sido comprados por Elisabeth Moss, quien está en pleno rodaje de su adaptación a la gran pantalla.
Virginia Feito decidió dejar la publicidad para encerrarse un año a escribir esta su primera novela. Lo suyo ha sido ir más allá del sueño de cualquier autora novel, ha sido traspasar las posibilidades de la habitación propia (si la otra Virginia levantara la cabeza…). La Señora March se abre como una flor de magnolio, desprendiendo un aroma denso que, lentamente, va calando.
He leído que te gusta que te consideren «una escritora perversa». Se te ha comparado con escritoras como Patricia Highsmith o Shirley Jackson, ¿las consideras a ellas narradoras perversas?
Absolutamente. O por lo menos yo sí definiría como perversa a la creadora de un cuento sobre una cavernícola a la que aporrean tantas veces desde pequeña para abusar de ella que se queda afectada cerebralmente (Oona, la alegre mujer de las cavernas, de Highsmith). Lo peor es que la historia además está escrita con humor. Jackson era perversa de manera más latente; la ansiedad que crean sus historias es como un virus que se te mete dentro y va afectándote lentamente, con secuelas que brotan incluso meses después.
¿Crees en el estereotipo del género sobre modos de escribir novela negra masculinos y femeninos? Además de Patricia Highsmith y Shirley Jackson, ¿cuáles son tus lecturas inspiradoras del género o fuera de él?
Si el estereotipo es que los hombres saben escribir mejor el terror y la violencia, creo fervientemente que no es así. Entre los libros que más me han traumatizado en la vida, solo hay uno escrito por un hombre (American Pyscho, de Bret Easton Ellis). Los demás (Mi nombre era Eileen, de Ottessa Moshfegh, o Zombi, de Joyce Carol Oates, o El destino de Mary Rose, de Caroline Blackwood) los han escrito mujeres. En cuanto a lecturas inspiradoras, creo que toda lectura puede serlo, pero las que hicieron que quisiera ser escritora incluyen El Jardín Secreto de Frances Hodgson Burnett y El Secreto, de Donna Tartt (me gustan los secretos).
Estamos asistiendo a una renovación de los roles femeninos en la ficción. Como narradora, ¿explorar la maldad, la antipatía, la crueldad o el desapego como rasgos de los personajes protagonistas femeninos puede llegar a ser una reivindicación? ¿Por qué crees que generan tanta atracción estos nuevos roles femeninos?
Me parece importante que existan personajes desagradables femeninos para reforzar la idea de que las mujeres somos seres humanos y que, por lo tanto, hay mujeres con bondad y las hay con maldad también.
Si estos personajes tienen éxito será porque no los hemos visto mucho antes y nos hacía falta tenerlos y así explorar los rasgos más oscuros de nuestra humanidad, tal y como hemos hecho con los rasgos oscuros de los hombres hasta ahora.
Como personaje rompe los esquemas, pero como reivindicación, desde luego, la señora March es todo menos feminista, más bien todo lo contrario, tiene muy interiorizado el patriarcado y la exigencia sobre sí misma. Si le habláramos de sororidad, le sonaría a chino.
Sí, además se alegra mucho cuando ve alguna imperfección o algún signo de deterioro en las mujeres a su alrededor. Eso es pura inseguridad; vive en una constante competición con las demás y encima, a su parecer, siempre pierde.
La señora March es un personaje siniestro, pero tiene serios problemas de salud mental. ¿Crees que últimamente hay mayor sensibilidad y promoción sobre la salud mental o sigue siendo un tabú?
La salud mental está más presente, sin duda, y más aceptada gracias en parte a la cultura que consumimos, pero siento que en general sigue costando que alguien admita sin tapujos que va a terapia, especialmente si pertenece a generaciones anteriores.
Hasta hace poco buscar ayuda se consideraba un fracaso, o un drama, o en el mejor de los casos una excentricidad.
Los gusanos, las moscas, las cucarachas, en contraposición al lujo están presentes en la narración, representando lo sucio, lo podrido y lo que huele mal. En principio, la podredumbre, no es a un elemento necesario para una novela negra, pero en los agradecimientos he leído: «A Helen, que siempre apostó por los gusanos». ¿Qué significado tiene todo esto para ti?
Me encanta describir con todo lujo de detalles, tanto un vestido de seda como una herida supurante, por ejemplo. Solo lujo, o solo suciedad, me aburriría; es la mezcla lo que me divierte. Además, al ser obsesiva compulsiva, a veces algunas cosas me dan grima de forma exagerada. Creo que transmitir con éxito algo que me da asco también es una manera terapéutica de buscar empatía en el lector. Helen fue mi editora británica y siempre apoyaba mis descripciones macabras con mucha alegría, lo cual me permitía escribir sintiéndome segura y libre.
Es difícil ubicarse cronológicamente en la novela. Da la sensación, inicialmente, de estar en los años 50 o 60, cuando de repente se da un salto descriptivo que hace pensar que podrían ser los 80 o 90. La ropa, la atmósfera, los espacios, la música, la decoración… cabría pensar que la trama podría suceder en una horquilla de unos cincuenta años. Cuál es la intención.
Es un recurso que utilicé adrede, para crear esa sensación de «cuento», como los cuentos de hadas que transcurren «hace mucho tiempo» en un momento indeterminado. También sirve para, una vez más, descolocar al lector, y para darle un giro a esas épocas por las que sentimos tanta nostalgia.
Provienes del mundo de la publicidad. Cómo ha influido esto en ti para desarrollar esta historia, este estilo. Y cómo llegó a ti este personaje.
La publicidad me ha enseñado a escribir más rápido, más conciso, y he aprendido mucho de los recursos publicitarios, que me han enseñado a contar historias de maneras diferentes, originales. El personaje de la Señora March me vino un día mientras escuchaba El Cascanueces en la agencia de publicidad en la que trabajaba. Visualicé de pronto a una señora vestida de pieles, andando por la calle, llena de esperanza y de ansiedad, y supe en ese momento que quería destruirla.
¿Representa la señora March el lado oscuro del mundo publicitario con su obsesión por la imagen?
Mi intención no era atacar al mundo publicitario, sino a la señora March, pero es verdad que esa presión que siente para mantener una imagen perfecta se nos alimenta constantemente a las mujeres a través de todo lo que consumimos.
Te encerraste en 2018 para escribir la novela. Queda poco para que se cumpla un siglo del discurso de Virginia Woolf a las estudiantes de Cambridge sobre escritura e independencia. ¿Cómo fue la experiencia de la habitación propia a los 30 años para escribir la primera novela?
Para mí, absolutamente imprescindible. Yo no hubiese podido escribir un libro sin que fuera lo único que tenía que hacer. Creo que hoy en día dedicarse exclusivamente a escribir es un lujo tanto para hombres como para mujeres.
¿Es muy diferente a la habitación propia en la que escribes la segunda novela, ya con la experiencia del éxito de la primera?
Ahora me preocupa decepcionar a mi agente, a mis editores, a mis lectores. Ninguno de ellos existía cuando escribía la primera novela.
Sin embargo, se me ha regalado otra oportunidad para escribir, y la ilusión de poder seguir haciendo esto es lo único que importa. Que cada libro lo haya escrito un miedo distinto me parece bonito como concepto (además de temáticamente apropiado).
¿Qué tal es ser escritora novel en EEUU? ¿Sientes que ha sido fácil o difícil publicar tu primera novela? ¿Cómo crees que habría sido si el proceso hubiera sido a la inversa?
Ha sido relativamente fácil porque lo he conseguido a la primera, y encima con una ignorancia al respecto que ahora me alarma, por lo que no puedo evitar pensar que ha sido casi exclusivamente suerte. Así que supongo que a la inversa también hubiese dependido de la suerte. Nunca se puede saber quién se va a topar con tu manuscrito y en qué momento… lo mejor es hacerlo lo mejor que puedes, y con eso puedes darte con un canto en los dientes.