Horas críticas

«La chica de nieve»: algo más que una desaparición

Milena Smit protagoniza la serie «La chica de nieve». / © Netflix

Hay ciertas personas que no pueden separar su profesión de su día a día. Hay personas que llevan tanto en la sangre su vocación profesional, que incluso estando con las zapatillas de casa y con el pijama puestos, no se separan de su trabajo. Son uno.

Con esto no me refiero al típico empresario que está todo el día pegado al ordenador y con llamadas telefónicas en medio de comidas familiares o con amistades. Me refiero a ese médico que, aunque sigue de vacaciones, si por algún casual se encuentra con alguien que se encuentra mal, acude para ayudarle. Me refiero al profesor que sigue teniendo cualidades de maestro incluso con los hijos de sus amigos o incluso con sus propios padres. Me refiero al periodista que lucha por la verdad y se inquieta ante la realidad aun estando lejos del periódico. Me refiero a todos aquellos que viven su trabajo como una necesidad, una necesidad de hacer el bien tanto por ellos mismos como para el resto de la sociedad.

Ryszard Kapuściński (1932-2007), escritor polaco y corresponsal galardonado con el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2003, decía que «para ser buen periodista hay que ser ante todo buena persona». Con esto se refería a que el periodista debe ser justo y noble, y tener la buena intención de comprender, de entender, de buscar la verdad y no rendirse hasta demostrarla. Un buen periodista debe buscar siempre el bien del otro; ¿cuántos periodistas hay que, siendo peores o mejores en su profesión, no son buenas personas? ¿Que lo único que quieren es su beneficio personal, o vender información a cualquier precio?

El significado de la frase de Kapuściński nos transporta hasta Miren Rojo (interpretada por Milena Smit), la protagonista de la serie La chica de nieve, estrenada por Netflix el pasado 27 de enero; periodista que, con el único propósito de descubrir la verdad, se sumerge en una investigación policiaca. La trama arranca en Málaga, en el año 2010, el día de la Cabalgata de los Reyes Magos. La que debería ser la tarde más mágica del año, en la serie es un día triste y lluvioso que ya nos anticipa que pasará algo trágico. La pequeña Amaya Martín desaparece en mitad de la plaza. ¿Qué le habrá sucedido a la niña? ¿Cuál es su paradero? ¿Por qué ha desaparecido? Quizá estas preguntas le pasan por la cabeza a la protagonista, todavía periodista en prácticas en Canal Sur, que ante las incógnitas y la inquietud de los padres de Amaya, decide ponerse en marcha.

Los medios de comunicación son uno de los temas principales de la serie. / © Netflix

En la serie, pasan los años y el caso sigue sin resolverse. Los periodistas no somos policías, tampoco psicólogos ni abogados, pero Miren decide actuar de la manera en la que lo hace un periodista: a través de las palabras, poniendo voz a las historias, narrando lo invisible. Sigue escribiendo sobre el caso para que no caiga en el olvido y gracias a su insistencia, el paradero desconocido de Amaya no se convierte en un hecho ajeno, tanto en la prensa como en comisaría.

Otra de las cualidades o virtudeso de nuestra protagonista es la curiosidad y la capacidad de análisis, de atar cabos y sacar a la luz más pistas. Algo que no ocurre si no hay en el periodista un tinte de humanidad, como es la empatía que siente Miren hacia los padres de Amaya, dos personas que sufren una situación terriblemente dura. Conforme avanzan los capítulos, se entrevén flashbacks del pasado de Miren que la marcaron y le dejaron una gran herida emocional. En un momento de la serie se acerca a la madre y le dice: «Puedo entender tu dolor». Nuestras heridas y sufrimientos nos ayudan a comprender el sufrimiento de los demás, entender el dolor del otro a través del propio. Nadie más en la serie lo hace, salvo Miren. Y así, encontrar a la pequeña Amaya se convierte para la protagonista en una necesidad personal, ya casi una obsesión, de resolver el caso para cerrar su propia herida que no la dejaba avanzar.

A través de varias historias que se van desencadenando, La chica de nieve retrata las heridas del corazón, la dificultad para cerrarlas y la repercusión que estas dejan en nuestra vida, ya que en muchas ocasiones se convierten en determinantes para nuestro futuro. Como el sufrimiento que Miren tuvo en el pasado, que fue lo que la impulsó a «remover Roma con Santiago». Sin olvidar que en esta trama se ponen sobre la mesa cuestiones sociales importantes, como las agresiones sexuales y la pornografía infantil.

Milena Smit y José Coronado en un momento de «La chica de nieve». / © Netflix

Nos encontramos ante una narración ágil, con un lenguaje audiovisual que suscita intriga y que deja al espectador en vilo. La fuerza narrativa recae en especial sobre Miren, que será ese puente de unión entre el espectador y la serie, y también sobre el dolor y el sufrimiento de los padres de Amaya (Loreto Mauleón y Julián Villagrán). Otros personajes, como Eduardo, el periodista (José Coronado), y la inspectora (Aixa Villagrán) están bien caracterizados pero no tienen tanto peso en la trama. La serie es una adaptación de la novela del escritor Javier Sierra, está dirigida por David Ulloa y Laura Alvea y producida por Atómica Films. A través de ocho capítulos acompañamos a Miren en un proceso nada sencillo donde muchas cuestiones se entremezclan como la nieve, que es difícil de captar y retener.

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