En verso

La parte del fuego

Nos queda cielo aún del que escapar,
es la parte del fuego flotando sobre el agua,
un velo que, sedoso, va tiñendo
las nubes de la noche, enumerar los niños
que duermen y respiran lentamente
en la cama. Aún más: aún nos queda
atar muy frágilmente nuestros cuerpos
con lazos, oír latir un corazón
que falsamente late -vivo y muerto-,
tomarlo con las manos luego,
y entre los dos hacer el intercambio:
te doy el mío, me das el tuyo, nos miramos
con dolor desconocido, y al contar
hasta tres, nos decimos, al contar un, dos, tres,
lo estrujamos con fuerza como queriendo hacer
un día luminoso, de esta noche.

 

***

 

Me miras, golosina caníbal,
y en las cuencas de los ojos abres un espacio
que dejas que yo habite. Concentras
en las pupilas la memoria
nocturna del cuerpo, y cultivas
insobornable el vínculo que
nos separa. No hay llanto
que rompa la vítrea
pantalla que se alza
entre tú y yo.

 

DEL CRETÁCEO HASTA HOY POR LA MAÑANA

Como seis mil astros que todo
lo pueden y, a la vez, no pueden nada,
que sólo pesan y gravitan
y que engullen meteoritos.
Así la fruta cae, estropeada,
y si la cojo, terriblemente, a mí
me apunta. Y dicta su castigo.
Por ejemplo: mi mano que toma
tus dedos para que hurguen en mi pecho;
por ejemplo: el minero que destripa
el mundo en cavidades intestinas;
por ejemplo: un niño que se arrastra
matriz arriba, despoblando el vivir;
por ejemplo: tú al decirme que el amor
es un hueco en el que te encontre,
y que el hueco, como el surco
que deja en tierra un meteorito,
como el agujero que perfora
el gusano en esa fruta,
de ser tan hueco, ya no es.

 

*Traducción del catalán de Max Hidalgo Nácher

 

La parte del fuego
Pol Guasch
Ultramarinos
(Barcelona, 2022)
88 páginas
14,99 €

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