Cartilla de redención, de Purificació Mascarell (Altamarea)
De forma inteligente, nada a priori en la edición de Altamarea indica de forma explícita que el lector se halla ante un libro de relatos. Así que nos permitimos destripar en esta reseña tal esencia —por otro lado, difícil de obviar— y les estropeamos ese descubrimiento tras la lectura del que abre el conjunto: cuando a las 36 páginas de lectura concluye de manera espléndida La córnea, deseamos que haya más detalles sobre esas vidas en las que ya habíamos entrado plenamente. Pero al momento, y según avancen el resto de historias, nos daremos cuenta de que justo eso es lo que indica la solidez y casi perfección de estas. La autora les otorga la medida justa para que sus personajes (sus ideas, sus engranajes morales) se desarrollen más allá del prejuicio y la narración transite hacia lugares incómodos, complejos, inesperados, esquinados, y con un final que reverbera en nuestras cabezas durante los siguientes minutos. No puede resultar más estimulante este debut en la ficción narrativa de Purificació Mascarell, docente e investigadora de la Universitat de València, cuyos entornos académicos e inclinaciones culturales (la historia de la literatura y el arte, las teorías de género) traspasan muchos de estos relatos, si bien lejos del artificio o la pose. Cuando alguno de sus personajes piensa o siente en términos de obras artísticas o autores de una determinada tradición, no aparecen como meras referencias estéticas, sino como auténticos nutrientes —aun inadvertidos— de nuestro pensamiento diario, que ayudan a entender nuestros deseos y nuestras más que patentes contradicciones. La mirada de la autora sobre las actitudes de sus personajes resulta profundamente afilada al reflejar que el dolor, la culpa, el desencanto o el fracaso son grandes conceptos que se evidencian en gestos y pasajes de sus vidas no tan dramáticos: la reacción de una madre ante un potencial caso de bullying escolar contra su hija, la herencia furtiva de una obra inédita e inconfesa, el flechazo que primero provoca resentimiento y luego ganas de revancha amorosa, la gótica experiencia metaliteraria de una institutriz en una mansión inglesa, el triángulo que componen una profesora, su alumno y la esfera pública, el encuentro/encontronazo tortuoso entre una joven cooperante y un joven soldado, la visita que culmina en romance y aquella que desemboca en pesadilla. Esta magistral Cartilla de redención (título que alude al sistema de trabajo esclavo del franquismo y a una suerte de expiación burocrática) que presenta Mascarell hurga en nuestro sistema de creencias —ese castillo de naipes—, nuestro empeño en convencernos de que las cosas son inmutables y nuestra consciente ignorancia del reverso de los acontecimientos, al que preferimos no mirar. Pero lo acabamos haciendo.
Oleg, de Frederik Peeters (Astiberri)
A quienes hace 20 años la lectura de Píldoras azules nos voló la cabeza y aún probablemente andemos recuperándonos de la emoción que supuso su descubrimiento, tomar entre las manos el (pen)último libro de Frederik Peeters —Astiberri acaba de editar, también suyo, el volumen Saqueo— supone un nivel de expectativas difícil de contener; más aún porque vuelve a abordar su propia experiencia vital, en este caso el día a día de su profesión, aunque no es el único de los temas que lo surcan. La buena noticia es que Oleg soporta a la perfección, si no la comparación (que huelga), sí cualquier análisis reposado. Sobre todo porque el autor nacido en Ginebra no ha perdido ni una brizna de aquella frescura y, además, añade en sus últimos trabajos una madurez que lo ha consagrado en los últimos años como autor fundamental del nuevo cómic europeo. Su alter ego en esta obra también se desvive en cuidados y cariño hacia su pareja y su hija —que ya aparecía en el epílogo de Píldoras azules—, pero los nubarrones negros en torno a las derivas del mundo contemporáneo y el futuro inmediato se le manifiestan con sobresaltos en esa burbuja que ha construido entre lo real y lo imaginado, entre los universos que crea y los que experimenta. Desde cierta postura ermitaña, Oleg indaga y reflexiona para convertirse a través de esta crónica incisiva, conmovedora y divertida a ratos, pero siempre sorprendente, en la inexorabilidad de un universo en constante vaivén. El dibujante suizo concibe aquí una aventura más lírica que literal, una visión poética y filosófica (dos de las constantes en su obra) hacia los temas que le interesan y un ejercicio de libertad introspectiva que acaba resultando expansivo, como en una suerte de 8 y ½. Su depurado lenguaje gráfico, que pasa de lo significativo de los detalles a la relevancia de los ambientes —a menudo oníricos— y los encuadres amplios en la psicología del personaje, adquiere matices de una expresividad a la altura de muy pocos, mientras que la solidez de sus diálogos siguen siendo marca de la casa. Su protagonista parece rebelarse frente a la velocidad, la indolencia, el conservadurismo y el caos del mundo de hoy, a base de hallar la verdad oculta entre tanto decorado. No sin cierta nostalgia en su mirada, como le ocurre con el cine clásico: «Me entra una especie de agradable abstracción melancólica. Es por el secreto perdido… Creo que algunos cineastas de entonces poseían un secreto alquímico. Ciertas pelis vibran, son intensas y transmiten una energía vital… algo entre el sueño y la poesía que se ha perdido». Con Peeters no se ha perdido, no del todo.
Esta civilización está acabada, de Samuel Alexander y Rupert Read (Nola Editores)
En el último número en papel de Mercurio, que dedicábamos a las transiciones, hubiera encajado a la perfección este libro subtitulado Conversaciones sobre el final del Imperio y lo que vendrá después. El tema del ensayo, como pueden adivinar, no es otro que el ocaso hacia el que cabalga la civilización industrial y la posibilidad de que transite hacia algún otro modelo que se sitúe más allá de la cada vez más desastrosa —y desastrada— globalización capitalista. Un colapso, por mucha sostenibilidad que se le oponga, del que ya se venía hablando hace tiempo y que fenómenos como el de la pandemia no han hecho sino reforzar, volviendo a abrir el debate sobre cómo reanimar el medioambiente sin apostarlo todo a la colonización (y destrozo) de otros planetas, que andarán temblando a estas alturas ante las intenciones de Elon Musk y compañía. El filósofo de la ecología y divulgador de la ciencia medioambiental Rupert Read (Norwich, 1966) y el docente e investigador en decrecimiento y política económica Samuel Alexander (Melbourne, 1967) unen fuerzas y pensamiento crítico para conversar en estas páginas sobre verdades incómodas —incluso para el ecologismo— y alternativas creativas contra la ansiedad climática que experimentamos. De partida se defienden ante quienes les puedan acusar de alarmistas cuando apuntan que esta civilización no va a durar. «No alcanzará los objetivos acordados en la cumbre sobre el clima de París; eso significa que lo más probable es que veamos un sobrecalentamiento global de al menos 3-4 grados, y esto no es compatible con la civilización tal y como la conocemos», señala Read, aunque esa transformación podría llegar incluso antes a causa de guerras nucleares, pandemias o quiebras financieras que conduzcan a «una ruptura civil masiva». Y recuerdan que la inestabilidad climática, como en Darfur o Siria, puede desencadenar también esos hechos. Con un tono tan diáfano y realista como retador, libre de autocensuras, van abordando todas las cuestiones dignas de esclarecerse, desde el tecno-optimismo que «nos manda a dormir, mientras despolitiza y desmoraliza la crisis» hasta la geoingeniería, pasando por los negacionistas, el productivismo (o «dios del crecimiento verde» que nos ha abandonado), los movimientos de desobediencia civil frente a la economía ecocida, el humanismo, el posdesarrollo y las nuevas narrativas. Muy pronto, dicen los autores citando a William Blake, ocurrirá que «ya no habrá imperio, y el lobo y el león cesarán». Pero, añaden, solo «cesarán si logramos transformar esta civilización, o al menos construir botes salvavidas para rescatar los valores loables a través de las agonías de su colapso». Advertidos quedamos, una vez más, y cada vez el margen de reacción es más exiguo.
Un amor al alba, de Élisabeth Barillé (Periférica)
«Los seres demasiado hermosos se atraen, algo que no los convierte en unos amantes modélicos, pero la belleza que los aísla es precisamente el cemento que los une». Esta es una de las frases con las que este libro evoca el encuentro amoroso, siquiera por unas cuantas fechas, de los genios creativos de Anna Ajmátova y Amedeo Modigliani. Una obra que se asoma a un particular momento en las vidas de estas dos cautivadoras figuras del arte del siglo XX, el que los sitúa en aquel seductor París de las primeras décadas donde caracteres tan temperamentales e inspirados como los suyos tenían la oportunidad de cruzarse, deslumbrarse. Ajmátova, 21 años, es una joven poeta de enorme proyección lírica que viaja por vez primera a París, acompañada por su marido de tres semanas. Su figura de princesa triste llama poderosamente la atención de Modigliani, 26 años, que acaba de llegar de Italia para dedicarse en cuerpo y alma a la pintura y la escultura. Un romántico e inmortal paréntesis para estas dos fuertes personalidades, que ella describe así en la cita que abre esta obra: «Todo aquello ocurrió en la prehistoria de nuestras vidas […] Era la hora diáfana y ligera que precede al alba». La historia que hila Élisabeth Barillé merecía, sin duda, ser contada, por la trascendencia —pese a su brevedad— de esta relación que, valga la paradoja, no había trascendido; y por la implicación de los recuerdos de sus abuelos (ella era la brillante escritora Lou Andreas-Salomé, a la que dedicó su libro L’école de la vie), tras cuyos pasos fue a Rusia. Aquel periplo daría lugar a este Un amor al alba que ahora nos llega de la mano de Periférica y para el cual indagó en cartas, poemas, diarios, fotografías y dibujos a partir de los que no solo explora la biografía de ambos artistas, sino la fuerza de sus creaciones, aquellas en las que nos contaban tanto de sí mismos en un momento incandescente. La prestigiosa escritora parisina, que combina la novela con la no ficción, da aquí con el material perfecto para modelar su prosa: fiel a los personajes, su estilo se deja llevar por la pasión secreta que crece entre ellos y la aceleración de sus latidos para narrar esa investigación-relato en tiempo presente, como un reportaje novelesco. Así da forma a aquel encuentro, en un francés balbuceante, y a unos días de éxtasis pasional, casi irreales, que solo existen ya en el recuerdo de ambos: «Una noche de mayo de 1910, Anna se le aparece a Modigliani. El joven escultor ve dirigirse hacia él ese rostro que tanto lo obsesionaba. ¿De qué estrellas han caído los dos?».