Actualidad Crónicas en órbita

La escritura en presente de Tamara Tenenbaum se traduce en el I Premio Paidós

Tamara Tenenbaum recoge el I Premio Paidós de ensayo. / © Paidós

El 80 aniversario de la editorial Paidós había que celebrarlo de alguna manera especial. Y la convocatoria de un premio destinado a reconocer un ensayo sobre humanidades y ciencias sociales se demostró plenamente acertada cuando el pasado 22 de enero, en un acto celebrado en la Fundación Foto Colectania de Barcelona, compareció la galardonada. Filósofa de formación, docente universitaria, periodista, dramaturga, guionista y escritora de novelas, cuentos, poemas y obras de no ficción, Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1989) personifica esa mezcla de osadía, prestigio y espíritu crítico que representa este sello nacido en su misma ciudad.

De otros dos jóvenes profesores de universidad bonaerenses, Jaime Bernstein y Enrique Butelman, que se embarcaron en la apasionante aventura de publicar a Carl Gustav Jung por primera vez en Argentina, nació Paidós (que en griego se traduce como «del niño»), en sus inicios dedicada a temas de psicología y pedagogía. Fiel a esa conexión con la infancia y a la proverbial curiosidad de esta etapa vital, el catálogo de la editorial empezó a crecer a partir de preguntarse sobre el mundo y entregarse a las ideas. Ese aspecto destacó Marcela Serras, directora editorial de Paidós España, quien se muestró encantada de celebrar «ocho décadas de curiosidad, de asombro, de preguntar, pero también de escuchar», algo tan poco dado en nuestros días. Por su parte, la directora editorial del grupo Planeta en Argentina, Adriana Fernández, citó la Fundación Mítica de Buenos Aires evocada por Borges para expresar que «se nos hace cuento cuando parece que algo existe desde siempre», y en ese sentido tiene algo de inverosímil que este «latido a dos orillas» haya cumplido ocho decenios.

Sus intervenciones precedieron al anuncio de la obra ganadora, no sin antes hacer mención, por un lado, a los miembros de un jurado a la altura del sonado aniversario: la filósofa Adela Cortina, el escritor, traductor y articulista Adolfo García Ortega, el escritor y profesor universitario Gonzalo Celorio, el psicólogo, psicoanalista y escritor Gabriel Rolón y la editora ejecutiva de Paidós, Elizabeth Navarro. Ellos tuvieron que elegir entre los 207 manuscritos presentados desde 134 puntos distintos del planeta, un total de 55.000 páginas que en este caso equivalían a 20 millones de palabras escritas para esta primera edición del certamen. Siguiendo con los números, Un millón de cuartos propios. Ensayo para un tiempo ajeno se titula la obra premiada de Tamara Tenenbaum, que se publicará el próximo 26 de febrero.

Tras reconocer el valor de este tipo de premios, porque «vivir de escribir es muy difícil», la autora argentina agradeció en primer lugar que se haya mantenido la referencia al título del libro de Virginia Woolf en su país (Un cuarto propio, frente a la denominación española Una habitación propia), y en segundo, el encargo de la traducción de ese ensayo clásico, que daría pie al suyo propio, a cargo del editor Santiago Gerchunoff. Justamente a partir de sus notas de traducción, casi un diario, Tenenbaum escribió este ensayo en el que, dialogando con la obra de la escritora británica, aborda cuestiones como la autoridad de la primera persona, la mercantilización de la vida, el placer casi erótico de la comida, el resentimiento como emoción literaria, la nostalgia y el encanto de las ruinas o, en fin, las dimensiones subjetivas y objetivas del tiempo.

Tamara Tenenbaum rodeada de integrantes del jurado del I Premio Paidós. / © Paidós

A la espera de que podamos leerlo por entero y reseñarlo en las páginas de Mercurio, citamos a continuación una serie de extractos de la conversación que Tamara Tenenbaum mantuvo, tras la entrega del Premio Paidós, en torno a este apetecible ensayo gestado a partir de otro ensayo que leyó con quince o dieciséis años, que no le gustó demasiado entonces y en el que en cambio esta vez, leyéndolo para traducirlo, descubrió cosas que no solo le interesaban y conectaban con sus propias ideas y su escritura, sino que le hablaban de este (im)preciso momento que vivimos.

 Declaraciones de Tamara Tenenbaum 

«Era chica la primera vez que leí este libro. Cuando uno es adolescente, leer libros que uno no entiende muy bien es bárbaro. No hay que darles a los chicos libros más fáciles, porque está bien sentarse a ver una película con adultos y darse cuenta de que ellos entienden chistes que vos no entendés, te dan ganas de saber más cosas, y con Un cuarto propio me pasó. Es un libro que tiene muchas referencias a autores que nunca había oído nombrar. Autores que eran canónicos en la tradición inglesa, pero no en la tradición rioplatense en la que yo vivía. Me perdía muchas cosas, eso es lo primero, pero después la otra cosa que pasa es que la primera vez que uno lee un libro está yendo a lo principal. Y cuando uno se acerca a leer un libro para traducirlo, de pronto tenés que acercarte a detalles que no son la parte importante y que terminan siendo la que más te gusta».

«Esta última lectura fue como descubrir que el libro tenía mucho más que esta tesis, suficientemente interesante, de que para escribir hay que tener un cuarto y unos ingresos, siendo mujer y siendo varón. Estaban todos esos capítulos, que me encantaban, y todo este capítulo sobre la comida, que es bárbaro. Está toda esta parte sobre los hombres escribiendo de mujeres, que es bárbara; toda esta parte sobre qué significa ser una mente andrógina, que es bárbara… Un montón de cosas que la primera vez que la leí no registré. Y también cosas más relativas al modo en que ella escribe. Ciertos tonos que han pasado de moda, como, por un lado, un tono muy feminista, aleccionador, que no le gusta ni a las feministas ni a los machistas. Hoy a nadie le gusta que le digan qué tiene que hacer en la vida. Pero es tan difícil saber qué hacer que a mí que me lo digan no me parece tan mal. Por otro lado, un tono que es optimista, esperanzado, y a la vez también también muy duro, cosas que uno las empieza a pensar cuando tiene que traducir».

«Virginia Woolf no escribe sobre certezas, sino que siempre parte de preguntas. Yo creo que sorprende en esta época, donde la gente no tiene humor, la gente no tiene ironía en general, ese concepto de decir “vamos a sostener esta idea medio rara por quince minutos, vamos a ver qué pasa”. Es como si yo te digo “supongamos que todos deberíamos morir, juguemos a esto por un rato”. Es muy difícil hoy generar ese juego, implica mucha confianza en la imaginación del lector y eso es lo que falta hoy, pero Virginia efectivamente lo propone todo el tiempo. Es muy difícil en esta época, porque imagina que yo te escribo “supongamos que todos deberíamos morir” y vos después sacás una foto de eso y lo ponés en internet. No se puede jugar porque todo se puede de sacar de contexto y subirse a la lógica de la indignación, que es una actitud que la gente goza mucho. Es relindo indignarse para muchísima gente, un placer grande. Entonces es muy difícil animarse a hacer eso hoy, y no es tan grave, ¿no? Si mañana dicen “mirá lo que dijiste”, termina en una semana».

«En el ensayo tenés que hablar un poco desde el yo, pero me fue muy bien trabajar desde el libro de Virginia Woolf para ponerme en una situación de humildad, partiendo de lo que planteó ella en su momento. Yo creo que por eso está bueno, entre otras cosas, leer, porque la mayoría de las cosas que uno quiere decir ya han sido dichas. Tenemos la suerte o la desgracia de vivir en el siglo XXI, con todo lo que ya se ha dicho, y sacarse la presión de ser original y de crear algo de la nada genera incluso  la posibilidad de que aparezcan novedades más genuinas en el diálogo con otras personas, de modo que quizás el pensamiento más original que tuviste lo tuviste conversando con una amiga, no solo en tu casa. Además, creo que a veces vivimos en una sociedad que quiere inventarlo todo, que cree que lo inventó todo, y me parece importante el reconocimiento de que hay mucho para leer antes. De hecho, siempre me parece impresionante que alguien lea un libro mío y no haya leído La Divina Comedia todavía».

«Creo que el cambio cultural de los últimos cinco o diez años fue bastante importante. Por un lado, en un momento se puso de moda el feminismo y luego pasó de moda, todo así de rápido. Y yo lo viví en tiempo real. Me acuerdo el momento donde parecía que ser feminista era canchero. Pero luego ser mujer joven y dueña de la época sencillamente dejó de estar de moda, así que fue como: “OK, los que están moviendo la época no son como yo”. Puedo conversar con ellos, pero una ya no es el paradigma de nada. Ni siquiera con todo el privilegio que tiene una es paradigma de algo. De golpe ser una mujer joven, que en 2018 parecía ser dueña de una época, ya no lo es. Ahora hay que ser un cryptobro. Y no tengo nada contra ellos, de hecho tengo un montón de amigos que lo son, pero sí me sorprendió tener que reconocerme en un lugar periférico. Igual tengo que mirar esta época un poco desde afuera y ver qué puedo preguntar y qué puedo conversar para entender de qué se trata. Ya no me vienen a preguntar a mí de qué se tratan las cosas, yo tengo que ir a preguntar. Pero está bien, porque la gente que mira desde afuera en general ve cosas que uno no ve. Las niñeras ven cosas de la familia que nadie más ve. Es una posición quizás periférica políticamente, pero epistémicamente es muy poderosa».

«En ese sentido, creo que tanto Virginia Woolf como todos los otros autores que uno cita, los que no vivieron ese presente, lo ven mejor de lo que uno lo ve. Uno desde adentro está muy confundido también por sus propias cuestiones emotivas, por la angustia de ya no ser protagonista. Se puede generar una nostalgia a veces injustificada. A la gente no le gusta mirar fenómenos de los que no se siente parte, y una manera de discutir con eso es usar otro lenguaje, otro vocabulario, moverse un poco de ese lugar. La nostalgia es solo uno de los temas de este libro, donde me planteé: «Bueno, de todos los mil millones de temas de los que uno puede escribir en torno a Un cuarto propio, ¿cuáles son la intersección entre lo que escribió Virginia Woolf y lo que más o menos están discutiendo mis amigos ahora?». Esos son los temas de mi libro».

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