Una entrevista de Jose Valenzuela
Alerta climática, negacionismo, Greta Thunberg gritando encolerizada su ya famoso «How dare you?», altas temperaturas que baten récords a cada año, sequías, chimeneas que vuelven negro el cielo, coches eléctricos que no por ser eléctricos dejan de contaminar, energías renovables, energía nuclear. Surfear por las noticias actuales sobre medio ambiente y contaminación se ha convertido en poco menos que la entradilla de una película de temática posapocalíptica donde se nos explica qué sucedió antes de. Ante tal avalancha de sucesos interconectados y desinformación, se hace más que nunca necesario dar voz a quienes tienen el conocimiento de lo que sucede con la esperanza de que ciudadanía, clase política e industria logremos concienciarnos de lo que nos jugamos.
De ahí nuestra visita al Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) perteneciente al CSIC, donde tenemos el placer de conversar con su directora, la doctora en ciencias químicas e investigadora Ethel Eljarrat (Barcelona, 1969), sobre la contaminación de nuestras aguas, los problemas derivados de la fabricación de plásticos o las malas prácticas de la industria llevadas a cabo en connivencia con múltiples lobbies y ante la pasividad de una clase política lega en la materia.
Eres una de las personas que mejor conoce la salud de nuestros mares y nuestros océanos. Si tuvieras que describirlos como si de un paciente médico se tratara, ¿cuál sería tu diagnóstico a día de hoy?
El problema de la contaminación por plásticos es importante, afecta a los mares y océanos de todo el planeta, no solo al Mediterráneo. Pero no es el único problema de contaminación marina. Quizás es uno muy visible, porque uno ve el plástico flotando y se da cuenta de que ahí hay algo que no debería estar. Pero existen otros contaminantes que están disueltos en agua, que provienen de otras fuentes distintas a los plásticos. Siempre recalco que, cuando hablamos de contaminación por plásticos, hay que diferenciar entre el trozo de plástico que vemos y todos los compuestos químicos que lleva asociado. Cuando se fabrica un plástico, se coge un polímero al que se le añaden una gran cantidad de compuestos químicos que a veces pueden llegar a ser hasta el 50% del peso final del material. Y esos compuestos tóxicos no los vemos, pero están allí presentes.
Entonces, desde tu punto de vista como directora del IDAEA, ¿es el plástico resultante de esos procesos uno de los peores inventos de la humanidad?
No, cuando hablamos de contaminación por plásticos en ningún momento queremos demonizar al plástico ni a la industria relacionada. Creo que el plástico es un material muy útil y fructífero para infinidad de aplicaciones, por ejemplo el que se utiliza en medicina, y encima es muy barato. El problema es el uso abusivo que hacemos de él. Sobre todo con el empaquetado: a día de hoy estamos abusando de aquellos plásticos que son de usar y tirar, y cuya vida útil es muy corta. Cada año se producen unos cuatrocientos millones de toneladas de plástico nuevo, y el cuarenta por ciento se destina a embalaje. Si consiguiéramos reducir esa parte, prácticamente estaríamos reduciendo a la mitad el problema de la contaminación.
¿A quién habría que convencer para lograrlo?
A la industria. Pero si la industria no se autoconvence, habría que convencer a los políticos para que les convencieran con medidas legislativas.
¿Tiene sentido tomar medidas con los propios consumidores? ¿O si no se convence a la industria y a los políticos, poco se puede hacer?
La concienciación de la población ha sido muy buena en los últimos años. La población española lo demostró durnate la pandemia, somos muy buenos en aceptar las recomendaciones que se nos dan para mejorar ciertos aspectos. Pero no es suficiente. Las tasas de recogida selectiva de basura son buenas, pero a mí me gustaría saber qué pasa con todo lo que llevamos al contenedor amarillo; si realmente eso se recicla o no; qué porcentaje se recicla y qué porcentaje no. Si la población hace su labor pero después no se continúa el control de qué pasa con ese reciclaje, de poco servirá.
¿Cómo puede ser que no sepamos lo que sucede en las plantas de reciclaje?
Antes de que entremos en esto, me gustaría puntualizar que el reciclaje tampoco es la solución al problema de la contaminación por plásticos. El reciclaje del plástico es complejo, y hay que tener en cuenta que un material plástico lo podrás reciclar tres veces, quizá, pero llega un momento en el que pierde las propiedades y no lo puedes reciclar otra vez. Entonces, no sirve decir que vamos a reciclar y, por lo tanto, seguimos produciendo todo lo que nos da la gana, porque no es verdad que el reciclaje vaya a solucionar todo el problema. Y hay otros, como el hecho de que no se puede reciclar una mezcla de polímeros. Hay que hacer una recogida muy selectiva del residuo plástico que llevas a reciclar, y habrá muchos materiales que, aunque tú los lleves a reciclar, no se van a poder reciclar. Luego está la parte que nosotros, por nuestra línea de investigación, siempre vamos recalcando y que a día de hoy nadie tiene en cuenta. ¿Qué pasa cuando llevo un material que tiene ciertos contaminantes a reciclar? Esos contaminantes vuelven a estar presentes en el material que he reciclado. Otro problema del reciclaje está en la recogida. El tema de por qué se recicla todo o no habría que hablarlo con Ecoembes. Los datos que proporcionan de los porcentajes que reciclan no coinciden con otros datos que se van viendo y que generan otras organizaciones. No debería ser Ecoembes la que valorase el porcentaje de lo que recicla, sino el Estado el que debería valorar si el sistema de Ecoembes está funcionando o no. Hay mucha gente que aboga por el sistema de retorno; como cuando yo era pequeña, que llevabas la botella de cristal, te daban cuatro duros y los niños contentos, y se reciclaba de esta manera. Hay muchos países en los que se ha instalado este sistema para las botellas de agua. Estás recogiendo solo botellas de agua y eso es muy fácil de reciclar porque tienes el mismo polímero, el mismo material, etc. Bueno, pues aquí hay lobbies que están en contra de instalar estos sistemas. Y entonces, en la nueva ley de residuos lo que se hizo fue decir que se vería si en el próximo año las tasas de reciclaje del contenedor amarillo superan un cierto porcentaje, y si es así, se seguía con el modelo actual, y si no, pues empezamos a instalar los sistemas de retorno. ¿Cuál es el problema? Que quien valora lo que se está reciclando en el contenedor amarillo es Ecoembes. Y ellos dirán que sí, que se supera el porcentaje. No hay un control real de lo que está pasando. Yo no te sé decir qué porcentaje se recicla o no de todo lo que depositamos en el contenedor amarillo. El problema es que no hay nadie sin intereses que lo valore.
Has mencionado algunas de las líneas en las que trabajáis en el instituto. ¿Cuál es tu labor al frente del IDAEA?
Este es un centro dedicado por completo a problemas ambientales en todos los compartimentos, ya sea agua, suelo o aire; cómo esa contaminación afecta a los seres vivos, a los ecosistemas acuáticos y terrestres, y cómo de resultas acaba afectando a los seres humanos. Inicialmente estábamos más centrados en contaminación de agua, pero con el tiempo también se han incorporado grupos muy potentes de contaminación atmosférica y de suelos. El tema del agua lo abordamos desde dos puntos de vista, la cantidad y la calidad. Con todos los problemas de sequía que tenemos hoy en día, hay grupos que trabajan en la cantidad: cómo reaprovechar aguas subterráneas, qué puede suponer extraer más o menos agua de un acuífero, etcétera. Pero por otro lado miramos también la calidad, porque estamos rodeados de miles de diferentes compuestos químicos que van a parar a nuestras aguas: aguas residuales o aguas domésticas que están contaminadas y que a su vez van a parar a los ríos, y de los ríos a los mares. Yo he trabajado en algunos proyectos en Doñana y allí se hace muchísimo hincapié en la falta de agua, pero en el IDAEA hemos hecho estudios de la calidad del agua que hay, que también es un factor importante. Las actividades agrícolas y ganaderas que hay en el entorno de Doñana provocan una cierta contaminación que hemos visto que puede afectar, por ejemplo, a la reproducción de las aves.
El Instituto nace del concepto de que nuestra salud, la de los animales, las plantas y el medio ambiente deben entenderse como una sola. ¿Cómo se logra mantener ese enfoque unificado a pesar de que las escalas de vuestras investigaciones son tan distintas? ¿Cómo se logra coordinar todo esto?
Hace bastantes años cada uno tenía su línea de investigación e iba haciendo. El IDAEA está formado básicamente por dos departamentos: el de Química Ambiental y el de Geociencias. El departamento de Química Ambiental se centra en los contaminantes orgánicos, y el de Geociencias en la cantidad de agua, los problemas de sequía, los flujos acuosos y también la contaminación atmosférica. En los últimos años sí que se ha intentado que haya bastante colaboración entre grupos de diferentes departamentos. Y de esta manera, hay geólogos, hidrólogos, químicos, biólogos, toxicólogos… investigadores de diferentes disciplinas que, uniendo nuestros conocimientos, podemos llegar a resultados mucho más concluyentes. En lo que se refiere a mi línea de investigación, me centro bastante en todos los contaminantes que están en agua, aire o suelo, pero que son capaces de ser incorporados dentro de los organismos de los seres vivos. Para poder hacer mis estudios tengo que colaborar con biólogos, por ejemplo. Y no solo colaboramos con gente de dentro del instituto, también lo hacemos con otros investigadores a nivel nacional e internacional. He hecho un montón de estudios para ver cómo se comportan algunos contaminantes en medio marino con tortugas, con delfines, con ballenas, y todas esas muestras soy incapaz de conseguirlas. Tienes que colaborar con expertos en otra disciplina para poder llegar a resultados más valiosos y entender cuál es el problema ambiental.
¿Te has encontrado alguna vez con la sensación de que se pueda acabar construyendo una torre de Babel en el IDAEA? ¿O habéis logrado crear un lenguaje común?
Se consigue un lenguaje común. Es lo que también pasa cuando haces divulgación. Uno tiene que saber bajar el nivel cuando explicas las cosas a quienes no van a entender el detalle de lo técnico. Cuando me junto con un biólogo no le voy a explicar los detalles intrínsecos de la química porque no tiene sentido, y ellos no me explican a mí temas de biología que a lo mejor yo tampoco voy a entender.
Por la naturaleza del instituto, la investigación que realizáis es muy aplicada. ¿Hay espacio para la investigación básica?
Sí, de hecho tenemos grupos que hacen estudios, por ejemplo, de cómo es la dinámica de los flujos de agua, que son bastante teóricos. No puedes hacer ciencia aplicada si previamente no tienes los conocimientos de estudios que has hecho de ciencia básica. Sí que es verdad que, al ser un instituto dedicado a problemas ambientales, tenemos muchos proyectos y muchos estudios de aplicación real a los problemas del día a día, pero necesitamos también los de ciencia básica para poder abordar esos problemas.
De investigaciones como las vuestras se pueden acabar promoviendo leyes que prohíban a la industria el uso de ciertos compuestos tóxicos. Lamentablemente, desde que se empieza a investigar hasta que la prohibición se produce pueden pasar quince o veinte años. ¿Hay manera de acortar estos tiempos?
Si ahora la industria saca al mercado un nuevo compuesto químico, poder llegar a demostrar que ese compuesto químico es tóxico no es una labor sencilla. Lleva años de investigación. Piensa que los contaminantes que nosotros analizamos no provocan una toxicidad aguda, es decir, no te va a pasar algo mañana por haber estado expuesto a ellos, sino que estamos expuestos a cantidades muy pequeñas, pero a diario. Es lo que se conoce como toxicidad crónica: como estás expuesto todos los días de tu vida, al cabo de los años pueden aparecer problemas de diferentes tipos de enfermedades: como estás expuesto todos los días de tu vida, al cabo de los años pueden aparecer problemas asociados a diferentes tipos de enfermedades; por ejemplo hormonales, cancerígenos, neurotóxicos, de fertilidad… infinidad de problemas. Entonces, lo primero que tenemos que hacer es ser capaces de analizar esas cantidades tan pequeñas, a veces nanogramos, que son 10-9 gramos. Buscar un compuesto que está presente en cantidades de 10-9 gramos dentro de una matriz de cientos de gramos no siempre es tarea fácil. Requiere un periodo de desarrollo de metodología analítica. Luego tienes que hacer estudios de qué presencia hay en el medio, en qué compartimento ambiental tiene más tendencia a acumularse, si se quedan más disueltos en agua o tienen más tendencia a acumularse en los suelos y sedimentos, por ejemplo. Después, si son capaces de entrar a los organismos o no. Tienes que desarrollar métodos para poder analizar diferentes tejidos de seres vivos. Luego, una vez que entra en tu organismo, ¿a qué parte del organismo se va? ¿Se queda acumulado en sangre? ¿Se queda acumulado en el tejido adiposo? ¿Es capaz de llegar al cerebro? En fin, son muchos los estudios a realizar. Y por otro lado, están todos los estudios que hacen los toxicólogos de cuáles son los efectos que pueden provocar. Entonces, me refiero a que es un proceso que ya científicamente lleva unos cuantos años. Finalmente, cuando ya has cubierto esa investigación y hay evidencias científicas de que puede ser dañino, ahí entra la difícil tarea de convencer a los legisladores de que eso es tóxico y que sería conveniente reducir algunos de los usos y aplicaciones o eliminarlo por completo. Sí, son procesos que son muy largos. Pero lo peor de todo, y quizás lo más frustrante para los investigadores, es que cuando pasan esos veinte años y por fin se prohíben, la industria no investiga para sacar un compuesto alternativo. Lo que hacen es coger la molécula y modificarla un poco, porque entonces ese nuevo producto ya no está legislado. Ese nuevo producto, todos lo sabemos, va a ser igual de problemático que el anterior, pero tienes que empezar otra vez a demostrarlo. Y pasarán otros quince años, en el mejor de los casos, para poder llegar a prohibir el que ya todos sabíamos que iba a tener las mismas propiedades.
¿La industria os pone trabas a la hora de llevar a cabo ese tipo de investigaciones?
Personalmente no lo he vivido, pero sé de dos grupos de investigación de este centro que sí han sufrido presiones por estudios que han publicado y que no han gustado, por cómo afectaban a según qué tipo de empresas. Pero bueno, siempre digo que soy investigadora independiente y que no estamos ni a favor ni en contra de nadie, simplemente vemos la realidad de lo que pasa. Además, siendo funcionarios públicos, tenemos la obligación de que la sociedad lo sepa y lo conozca.
¿Hasta qué punto crees que la clase política es consciente de los problemas de los que estamos hablando?
A los políticos les falta bastante asesoramiento en ciencia. Precisamente hace poco la organización Rezero hizo una declaración para un futuro sin tóxicos. Algunos científicos nos habíamos adherido e hicimos una rueda de prensa, y posteriormente fuimos al Parlamento de Cataluña a hablar a los diputados que quisieron participar sobre los compuestos tóxicos que están presentes en todos los materiales, cuyo efecto tóxico no se ve de inmediato, pero sobre el que hay evidencias científicas a la larga. Resulta sorprendente que para muchos es como si fuera la primera vez que lo oyen. También he de decir una cosa: la sociedad hoy en día está más concienciada en los temas de medio ambiente. Cuando empecé hace treinta años, cuando comentaba a compañeros a lo que me dedicaba, me miraban como diciendo «y esto qué haces tú, ¿para qué caray sirve?». La sociedad ha avanzado en entender el problema de cuidar nuestro medio ambiente, pero hacen falta políticos que también lo conozcan, y que los científicos sepamos trasladar al lenguaje político lo que ocurre. En esto ha habido iniciativas. Hubo una de Ciencia en el Parlamento en el año 2018. Lo que hicimos fue ir al Congreso de los Diputados a explicar ciertos temas que los propios diputados decidieron que les interesaban. Precisamente uno era la contaminación por plásticos, fuimos a explicarles las evidencias científicas que había en ese momento. Otra cosa es que una vez que se lo trasladas, ellos hagan algo. A veces se ven presionados por temas sociales o económicos, y claro, ahí ya entra en juego la labor política, unir el problema medioambiental con el de salud y con el problema social y económico.
¿Tenemos que hacer caso a esos titulares que avisan de que ya vamos tarde para salvar el planeta?
No soy experta en cambio climático, pero los datos no son nada halagüeños. Y lo peor para mí es que tampoco ves que se estén tomando medidas de inmediato. Llevamos mucho tiempo denunciando el problema de la contaminación por plásticos y cada año se siguen produciendo mayor cantidad de toneladas de plástico que el anterior. Las tendencias no buscan mejorar la situación; siguen en esa línea de crecimiento de la producción, de aumentarla sin preocuparse por los daños que se están generando. A mí me preocupa, más que la situación actual, el hecho de que no haya tendencias hacia la mejora.
¿Es la industria realmente consciente del daño que produce o más bien tiende al negacionismo?
Yo creo que son conscientes, sí; de hecho, me consta por algunas personas que me lo han dicho. Pero claro, les va la empresa en ello. Y también está el problema de que este tipo de contaminación es silenciosa. Siempre hago la comparativa con el COVID: la gente se moría de coronavirus y había cientos de muertos diarios, miles incluso, y había que reaccionar rápido y que tomar medidas. Si la actividad de una empresa provocara muertes como el COVID, te aseguro que esa empresa se cierra en dos días. Pero ¿cuál es el problema? Que esta contaminación, este problema de salud, no es visible. Si, por ejemplo, desarrollas un cáncer, ¿quién te va a asegurar que lo ha causado la exposición a determinado contaminante? Sí se está viendo que la incidencia en el número de personas que tienen cáncer aumenta; puede haber una relación. Lo mismo sucede respecto al número de niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad, que ha ido incrementándose con los años: se sabe que hay compuestos químicos que producen ese efecto. Pero no vas a poder llegar nunca a decir «me pasó esto porque bebí agua de una botella de plástico», es imposible tener la certeza; porque, además, estamos expuestos a infinidad de fuentes de contaminación, no solo a una.
No ayuda lo de que la contaminación sea invisible. Como cuando hace un par de siglos nos pedían que nos laváramos las manos para evitar enfermedades. No lo vemos tan grave.
A día de hoy, la mayoría de la población desconoce este problema. Y por más que lo vamos publicando o haciendo apariciones en medios de comunicación para explicarlo, te diría que incluso en mi entorno, mucha gente lo desconoce. Por ejemplo, ahora mismo, durante esta entrevista, nosotros tres estamos respirando compuestos que flotan en el aire. A diario estamos expuestos en todo lo que bebemos, en todo lo que comemos, en el aire que respiramos, ya sea interior o exterior, que es cierto que son cantidades muy pequeñas, pero que nos afectan a todos. Quizás por eso a veces me sorprende que la industria no sea capaz de reaccionar, porque ellos son los primeros afectados. Y también porque el hecho de poder desarrollar alternativas que sean mejores puede ser un producto de valor. Aquel que consiga desarrollar un plastificante o un retardante de llama que no sea tóxico, o un plástico que no tarde cuatrocientos años en degradarse, está aportando un valor añadido. La industria debería girar hacia ese aspecto, intentando sacar provecho de nuevos desarrollos. Pero claro, para eso se requiere una cosa que en España falta bastante, y es que la industria se conciencie de que por su bien también tiene que hacer investigación.
Yo no tenía ni idea de que una madre puede transmitir esos tóxicos a su bebé a través de la leche materna.
Soy madre de tres hijos a los que he amamantado; he analizado mi propia leche materna y he visto lo que les he pasado. Hay algunos contaminantes que, cuando entran al organismo, son metabolizados y eliminados a través de la orina o de las heces, pero hay otros que no somos capaces de eliminar. Se acumulan en el tejido adiposo, en todo lo que es graso, en el músculo, en el hígado, etc., a lo largo de la vida. Cuanto más mayores somos, más niveles de contaminación tenemos en el organismo. ¿Qué pasa con las mujeres que tienen hijos? Durante el embarazo, a través de la placenta se cede parte de esos contaminantes. Para la mujer es un modo de detoxificación, porque cedes parte de la carga que has acumulado a lo largo de tu vida al feto, y con la leche materna también cedes otra parte. Cuando hay estudios que comparan los niveles de una mujer adulta y un hombre adulto, el hombre siempre está más contaminado. Eso no quiere decir que el hombre esté más expuesto, sino que la mujer, si ha sido madre, ha conseguido detoxificarse. El problema es que te limpias a base de transferirlo a tu hijo, con la consecuencia de que estos niños nacen ya con una carga de compuestos tóxicos presentes en un cuerpo muy pequeño, en unos organismos que están desarrollándose todavía, con lo cual pueden afectar a ese desarrollo. Mucha gente me dice: «Ay, ¿y tú comes pescado?». Y digo: «Yo como de todo, y bebo de todo, y respiro de todo, porque es que si no, no viviría». Tampoco hay que llegar al punto de volverse loco. No voy a dejar de comer pescado, lo que quiero es luchar por que el pescado que me llega al plato no esté contaminado.
¿Y no hay forma de hacer desaparecer los contaminantes que nuestro cuerpo no es capaz de eliminar?
No hay manera, no. Son compuestos que no puedes metabolizar. Y tampoco creo que haya estudios al respecto. El problema de estos contaminantes, volviendo a lo que hablábamos de las legislaciones, es que son compuestos muy persistentes, lo que quiere decir que cuando los emites al medio ambiente son muy estables y permanecen largos periodos. Puedes contaminar hoy un suelo que dentro de 40 años todavía estará contaminado. Ese es el problema. Cuando hay un nuevo compuesto tóxico de este tipo persistente y lo trasladas a los legisladores, e igual te dicen «bueno, una moratoria de cinco añitos», no es que retrasemos la solución del problema cinco años, es que se retrasa cincuenta años. Porque todo lo que estás contaminando durante esos cinco años va a tardar cincuenta en eliminarse. La contaminación de este tipo de compuestos es la que se tiene que tener en consideración, entre todos, para tomar medidas lo más urgentes posibles.
¿Y qué podemos hacer en nuestros hogares para reducir esos niveles de contaminación?
Respecto al plástico, minimizar el uso. Soy consciente de que, aunque quieras, no siempre es fácil evitarlo. Pero sí que hay algunas cosas que se pueden hacer. Por ejemplo, evitar todos esos alimentos que vienen empaquetados para calentar directamente en el microondas o en el horno. Si te compras una tortilla, pásala a un plato de cristal y caliéntala. No la calientes en el mismo envase de plástico, porque el calor facilita que se liberen todos los tóxicos que lleva el envase al alimento. En cuanto al aire, hay que intentar ventilar en casa, porque todo lo que se desprende de los materiales que tenemos en interior es un problema. Claro, si vives cerca de una calle con tráfico, te diré que no ventiles. También eliminar el polvo de las casas, que contiene gran cantidad de contaminantes. Está estipulado que cada adulto ingiere veinte miligramos de polvo al día, y los niños más. Pero yo te diría que lo que tenemos que hacer como sociedad, lo primero, es cambiar nuestros hábitos de consumo en general, y eso sé que es una tarea muy complicada. Por ejemplo, la ropa: el setenta por ciento de la ropa actual es de fibras sintéticas, que son plástico. Cada vez que ponemos una lavadora en casa, estamos desprendiendo microfibras que van a parar al agua de las depuradoras, a los ríos y a los mares. Y encima, como la calidad de las prendas cada vez es peor, se deshilachan más rápidamente. Tendríamos que llegar a tener menos ropa en nuestro armario, y de mejor calidad. Pero claro, estos son cambios que se tendrían que impulsar a nivel social. Y hay otros asociados, por supuesto, como la sobreexplotación de las personas que trabajan en según qué países, donde los tienen 20 horas al día trabajando en la industria textil. Por todo eso, el aspecto social y la calidad ambiental, deberíamos intentar modificar nuestros hábitos de consumo.
¿Cómo avanzan las investigaciones para encontrar alternativas al plástico o maneras de combatir esa contaminación?
En el tema de la contaminación por plástico siempre decimos que el primer punto es reducir el consumo. El segundo punto es, en aquellos casos en que sea necesario, sustituirlo por plásticos que sean más fácilmente biodegradables y también más fácilmente reciclables. Ese no es el campo de investigación de nuestro instituto, pero existen otros del CSIC que trabajan en esa área, en desarrollar nuevos materiales. Pero de esa manera solo estamos solucionando la mitad del problema. Si consigues tener un plástico que en vez de tardar cuatrocientos años en degradarse tarda uno o dos, el problema de los compuestos tóxicos sigue estando presente. Con lo cual, aparte de desarrollar nuevos materiales, hay que desarrollar también nuevos aditivos químicos. Por otro lado, el problema de los materiales biodegradables es que lo son en condiciones de planta, pero no quiere decir que tú los tires y se vayan a degradar. Requieren de unas condiciones de temperatura, entre otras. Tienen que desarrollarse también los sistemas de gestión de esos nuevos materiales biodegradables.
¿Como los bioplásticos?
Con los bioplásticos evitas la extracción de petróleo. Muchas veces los biomateriales parten de residuos biológicos, con lo cual estás solucionando una parte del problema para generar nuevo material sin tener que hacer la extracción de fósiles, del petróleo. Pero que sea un bioplástico no quiere decir que sea biodegradable, son conceptos distintos. Puedes tener un plástico hecho a base de petróleo o a base de material biológico, y tanto el uno como el otro pueden ser biodegradables o no. A veces hay un poco de confusión con los términos. Y a veces también hay greenwashing: te venden que algo es maravilloso y en realidad no lo es tanto.
¿Cuáles crees que son los grandes retos para el futuro de un instituto como el IDAEA?
Hay muchos. Un instituto dedicado a los problemas ambientales se tiene que centrar, antes de nada, en diagnosticar cuál es el problema, por qué ocurre y qué es lo que lo causa, para luego poder solucionarlo. Muchas veces las soluciones tienen que ir acompañadas de técnicos y especialistas de otras áreas. Por ejemplo, en el tema de los plásticos, no vamos a saber desarrollar un nuevo material. Lo único que podemos hacer es colaborar con quienes desarrollan el nuevo material para decirles que están utilizando más compuestos tóxicos que en el anterior, o menos, etcétera. Entre los grandes retos de hoy en día, en primer lugar está el cambio climático o la contaminación atmosférica. La contaminación del agua, excepto la que tiene que ver con plásticos, sí se ha estudiado bastante. Ha habido durante muchos años gran financiación a nivel europeo para evaluar la calidad de las aguas continentales, sobre todo. Creo que ahora el reto está más en conseguir que nuestros mares y océanos también tengan un agua de calidad. Y también en luchar contra la pérdida de biodiversidad, para la que existen muchos factores. Uno de ellos es el problema de la contaminación, que no siempre los biólogos tienen en cuenta, pero que es real. Una vez diagnosticado, aunque no sea trabajo científico, es importante saber trasladar los conocimientos a la sociedad y a los políticos, de manera que seamos capaces de llegar a solventar los problemas.
¿Y en relación con las sequías?
En el departamento de Geociencias se está trabajando, por ejemplo, en valorar qué pasa cuando se sobrexplota un acuífero. Si ese acuífero está cerca del mar puedes provocar intrusión marina, y entonces lo que ocurre es que el agua continental queda más salada o se convierte en mayor proporción en agua marina, y eso puede llegar a causar ciertos problemas. También trabajamos en reutilización. Por ejemplo, nos sirven las aguas de depuradora para fertilizar nuestros campos agrícolas. Ahí valoramos si la carga de contaminantes que hay en el agua que sale de una depuradora es de calidad suficiente como para ser reutilizada en según qué aplicaciones.
He escuchado que hasta podríamos aprovechar agua no potable para uso doméstico.
Claro, pero para eso primero hay que tener los controles de calidad de ese agua. No todo es la cantidad, sino que importa mucho la calidad y más cuando vas a hacerla de uso cotidiano. Pero bueno, se puede valorar. No todo el agua tiene que ser reutilizada ni tiene que ser agua potable. El agua de la cisterna del baño, que es el consumo mayoritario de nuestras casas, no tiene por qué ser agua de una calidad superextrema, porque ni va a entrar en contacto contigo ni te la vas a beber ni nada por el estilo. Esas vías también se están explorando para intentar reaprovechar mejor la poca agua de la que disponemos.
¿Crees que puede llegar a producirse una crisis del agua?
Si no se toman medidas, sí. Aquí sí que, si me lo permites, quiero cargar contra los políticos. La sequía no es cosa de estos dos últimos años, y sabemos que los problemas tarde o temprano van a llegar. No puede ser que ahora estemos pensando en si construimos una desaladora nueva o no; tendría que estar ya construida, si esa es la solución. Pero las soluciones a aspectos como el abastecimiento de agua no se hallan de un día para otro. No puedes esperar a tener los embalses vacíos para tomar las medidas necesarias. Si las evidencias científicas de hace diez años decían que iríamos hacia menos lluvia, no esperes a tener el embalse seco. Actúa en consecuencia desde hace diez, quince años. El problema viene de que la gente que tenía que hacer su trabajo no lo ha hecho de manera correcta.
¿Es posible un futuro sin tóxicos o se trata de una utopía?
Como siempre digo, ni vamos a tener un planeta de plástico cero, ni vamos a tener un planeta de tóxicos cero. Como sucede con todos los temas de contaminación de los que hemos estado hablando, el factor principal es el grado de exposición. Si estamos expuestos a niveles muy pequeños, aunque sea cada día, tampoco nos va a provocar un problema. Según qué compuestos, evidentemente: hay compuestos que en cantidades más grandes no suponen un problema, y otros que con cantidades pequeñas ya lo son. Pero lo importante es intentar minimizar el grado de exposición. Quizás tampoco sea necesario un planeta con tóxicos cero absoluto, pero sí que seamos capaces de eliminar o reducir al mínimo aquellos factores que sabemos que son más tóxicos.
Mercurio tiene mucha relación con los libros, y no me quiero ir sin pedirte alguna recomendación.
Te voy a ser sincera: como estoy todo el santo día leyendo artículos e informes científicos, cuando tengo tiempo de leer un libro no lo busco sobre ciencia. Pero sí recomendaría antropOcéano, de Cristina Romera, que habla de la salud de nuestros mares.