Antes de que comenzara esta década, nadie podía haber imaginado que el uso de la expresión Los locos años 20, como guiño a los felices, los roaring twenties del siglo pasado, iba a estar tan justificado, más allá del escaso ingenio y la desidia de muchos medios de comunicación. Pero así ha sido, y así justamente se titula la exposición que el Museo Guggenheim Bilbao acoge estos días, señalando además en dirección a otro paralelismo fundamental: la pandemia de 1918, mientras aún humeaban los fusiles de la Gran Guerra, que para más inri fue bautizada como «gripe española» ya que aquí, por entonces libres de censura, se ofreció la primicia informativa sobre el virus. Sin embargo y pese a las bajas y la conmoción causada por aquellos dos gravísimos episodios, o precisamente por ello, los años siguientes supusieron un enorme esfuerzo por sobreponerse a la recesión a base de ganas de vivir y de que las cosas cambiaran de una vez por todas en las sociedades de posguerra, especialmente en Europa.
«Una explosión de creatividad, de liberación erótica, de pulsión sexual y de feminismo, pero también de trauma, lucha y economía salvaje y despiadada», así define los años 20 Petra Joos, comisaria de la muestra (por parte del Guggenheim) junto a Cathérine Hug, del Museo Kunsthaus de Zürich, que colabora en la misma. Por encima de las obvias conexiones con el presente y obviando los tópicos más asociados a aquella época tan mitificada, este proyecto expositivo subraya el rico contexto de innovación y experimentación en todos los frentes, incluyendo disciplinas artísticas tan diversas como la pintura, la moda, la escultura, la danza, la fotografía, la arquitectura, el cine, el collage o el diseño de mobiliario. El vértigo que empezaba a experimentar la incipiente sociedad de consumo —término que, no en vano, fue acuñado en el libro de Richard Henry Tawney The Acquisitive Society, de 1920—, del ocio y la comunicación, con la popularización del automóvil o la radio, era equiparable a la voluntad transgresora de las artes.
Una de las cuestiones que distingue a Los locos años 20 de otras exposiciones dedicadas a aquel periodo es que no se detienen en una corriente determinada, y ni siquiera en las vanguardias históricas como río en el que confluyen variadas tendencias, sino que las contempla como parte de un totum revolutum en el que casi cualquier manifestación creativa estaba destinada a romper con lo esperado y dialogaba con otras disciplinas: sin duda, una de esas revoluciones se daría en el campo de la imagen, con pintores como Hans Richter o Fernand Léger y artistas visuales (y visionarios) como Man Ray o László Moholy-Nagy; también el sector de la moda es objeto de la muestra, con la influyente creatividad de Coco Chanel y la rompedora actitud de las flappers, mujeres jóvenes y cada vez más emancipadas; la arquitectura moderna y el diseño socialmente responsables de Le Corbusier, Walter Gropius y Gerrit T. Rietveld; o la danza y el cuerpo como medio de representación y expresión insurrecta de Rudolf von Laban y Suzanne Perrottet, pero también de Josephine Baker, cuya historia encarna las contradicciones del mundo occidental.
Por encima de las conexiones con el presente y obviando los tópicos más asociados a aquella época tan mitificada, esta exposición subraya el rico contexto de innovación y experimentación en todos los frentes
Precisamente en relación a las artes escénicas, una de las grandes aportaciones e innovaciones de la exposición del Guggenheim Bilbao es el diseño escenográfico a cargo del prestigioso y multipremiado dramaturgo y director operístico Calixto Bieito. Su amplio conocimiento de la época plasmada logra el milagro de trasladarnos a aquellos años locos cuyos mayores rasgos distintivos eran esa versatilidad y polimatía de sus artistas, nutridos y a la vez nutrientes de múltiples campos creativos, y su capacidad de trascender y sobre todo perdurar con sus obras de arte, que a día de hoy siguen resultando vigentes y pertinentes, y cuyas innovaciones formales y conceptuales continúan siendo básicas para numerosos proyectos. De hecho, entre las trescientes piezas que incluya la muestra se incluyen, como culminación del itinerario expositivo, las reinterpretaciones que sobre temas y argumentos de la época han realizado autores contemporáneos.
El director Walter Ruttmann, uno de los mayores representantes junto a Richter del cine abstracto experimental de aquella era, expresó en 1920: «El sujeto de nuestra reflexión es ahora la evolución temporal en la fisionomía de la curva, que está sometida a una transformación continua, y no ya la rígida yuxtaposición de puntos aislados». De lo que habla Ruttmann es de casi un cambio de paradigma en la forma de interpretar la historia y eso que se ha dado en llamar progreso. Desde ese punto de vista, la sociedad que somos hoy no puede considerarse de forma exenta a la evolución que hemos seguido, con mayores o menores avances, en el último siglo. Más bien al contrario: parecería ingenuo y torpe no acudir a aquellos otros locos 20 para mirarnos en su espejo y comprobar cómo salimos retratados. No con la intención de comparar épocas o de repantingarnos en un vano ejercicio de nostalgia, sino de entendernos mejor y de saber hasta dónde somos capaces de llegar (en todos los sentidos). Esperemos que lo que se acabe imponiendo en el convulso mundo de hoy sea la creatividad interconectada y retroalimentada con voluntad de futuro y no el miedo, que solo resulta fértil como fuente de inquietudes (ojalá solo) expresivas.
Los locos años veinte Comisariada por Cathérine Hug y Petra Joos Diseño y escenografía de Calixto Bieito Museo Guggenheim Bilbao Hasta el 19 de septiembre de 2021 |