Crónicas desorbitadas

30 años empadronados en Twin Peaks

Este 8 de abril se cumplen tres décadas del día en que David Lynch cambió para siempre la historia de la televisión. ¿Quién eras cuando toda España se preguntaba por la muerte de Laura Palmer? Analizamos la recepción de la producción en nuestro país

1990. España es un país con hambre de mundo. A los políticos se les llena la boca hablando de todo lo bueno que está por venir, la Expo de Sevilla, los Juegos de Barcelona. La idea de ser el centro del universo en un par de años ha calado. Es cierto, empezábamos a gustarnos, a hablar en inglés, a viajar al extranjero…

Pero España: ese año un ex ministro franquista jura su cargo como presidente de una Comunidad Autónoma. La canícula trae el olor a sangre de Puerto Hurraco. El Ministerio de Defensa invierte 10 millones de pesetas para que Marta Sánchez le cante a las tropas españolas desplazadas a Abu Dhabi durante el conflicto del Golfo Pérsico. Telecinco y Antena 3 comienzan sus emisiones con una programación obscena, llena de machismo, políticos corruptos bañándose con mujeres semidesnudas en jacuzzis y Jesús Puente erigido en cupido nacional en Su media naranja. Ha nacido la telebasura.

En ese ambiente entre la apertura y lo atávico, Telecinco se hace con los derechos de una serie de David Lynch que llega con un runrún de clásico instantáneo, con el favor de la crítica norteamericana, como artillería pesada llamada a cambiar para siempre la historia de la televisión. Y así ocurrió.

«En una España entre la apertura y lo atávico, Telecinco se hace con los derechos de una serie que llega con un runrún de clásico instantáneo»

Para entonces, el cineasta ya ha sentado las bases de una filmografía absolutamente insólita con Eraserhead (1977), El hombre elefante (1980), Dune (1984), Terciopelo azul (1986) y Corazón salvaje, estrenada el mismo año de la serie. Su apuesta libérrima, su narrativa desbordada, violenta, surrealista y onírica, no le impiden que su producción televisiva arrase en todo el mundo. También en España, aunque hablásemos de una audiencia lejos de alcanzar la madurez que requiere una obra como Twin Peaks.

La ficción se coló en los salones del país primero a través de una batería de anuncios que repetían una y otra vez en la cadena su pronta llegada. La imagen la tenemos todos grabada en la memoria. Aparece en primer plano el cadáver azulado y envuelto en plástico de una joven a caballo entre la bella durmiente y la efigie de Marilyn muerta. Y una pregunta gigante en el aire: «¿Quién mató a Laura Palmer?».

«¿Quién mató a Laura Palmer? La pregunta corre por todas las oficinas, se filtra en las conversaciones en el metro y los encuentros de ascensor»

El eco de aquellas cinco palabras se precipitó como viento huracanado por todas las oficinas del país, entre los bostezos matinales en el metro, los edificios en construcción, los encuentros de ascensor, los cigarros clandestinos en el patio del instituto. En Sevilla, me recuerda una amiga, una pintada en la Plaza de España suplicaba una respuesta. Un compañero me habla de pellas en el turno de tarde de la universidad, de cintas VHS que pasaban de mano en mano como mercancía valiosa. Más de tres millones de espectadores siguieron la trama. 30 en todo el mundo.

Vayamos a los titulares. Los jefazos de Telecinco financian una campaña publicitaria que casi pasa por noticia de prensa: «Laura Palmer ha sido asesinada. Nadie sabe quién la mató». Hay más: «Esta noche volverá a cometerse un crimen y el crimen sería no verlo». «Descubre con Garci las claves de Twin Peaks». Portadas de revista: «El agente Cooper tras las huellas de Laura Palmer». En la tele, un detergente prometía 10 millones de pesetas, «ya lo han oído, 10 millones de pesetas», a quien responda a correctamente a la siguiente pregunta: ¿Quién mató a Laura? 

De la misma manera que el cuento mínimo de Monterroso («cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí») encierra una historia completa narrada en varios tiempos y en siete palabras, aquella pregunta permitía al espectador guionizar su propia película de terror en su cabeza y fabular deliberadamente entre un capítulo y otro.

Yo era una mica. En el colegio, la sociedad se dividía entre aquellos alumnos con padres permisivos, los privilegiados (probablemente traumatizados en adelante), o los pardillos como yo que teníamos que conformarnos con los anuncios y la elaboración de un relato espeluznante a través de las palabras de terceros.

«Los niños nacidos en los ochenta tuvimos que construir nuestro propio Twin Peaks a través de los anuncios y de la narración de terceros»

La mayoría de los niños nacidos en los ochenta, los que hoy somos el target y también los hacedores de teleficciones, tuvimos que construir nuestro propio Twin Peaks. En mi caso, hilando las conversaciones de mis padres, asomándome en pijama por la puerta del salón hasta que me pillaban, mediante las descripciones que una repetidora chulesca me regalaba para generarme envidias: no sé qué de una lechuza, los líos en los que se había metido esa chica, Laura, un poco mayor que nosotras.

Permítanme una anécdota: me regalaron por mi cumpleaños una minicadena, el objeto que más amé durante aquellos días, y una tía mía, a sabiendas de que no tenía disco con qué estrenarla, fue al Corte Inglés y me compró mi primer cedé, supongo que el que estaba de oferta o el que le recomendó un dependiente despistado o muy friki. Era la banda sonora de la serie, que absurdamente se convirtió en la de mi preadolescencia, pues durante un tiempo no tuve otra cosa con la que hacer sonar mi prodigioso aparato.

La música que Badalamenti urdió junto a Lynch (gracias, Meri, por mostrarme el vídeo alucinante que os dejo abajo y en el que el compositor cuenta cómo llegó exactamente al lugar al que le dirigió el cineasta), se quedó en mi recuerdo para siempre, en el de todos. Una melodía entre lo bello y lo espantoso, mezclada después en la coctelera de terrores reales de la época con los que fuimos dejando de ser niños: el pánico por el caso de las niñas de Alcácer, la locura de la ruta del Bacalao, la droga, el sida, la ETA. 

«Lynch se salió con la suya y hoy, 30 años después, el pueblo y sus personajes vuelven como fantasmagorías que parecen haber salido de un mal sueño»

Ningún escolar supo interpretar su trama esquizofrénica y, probablemente, muchos adultos tampoco pudieron asimilar aquel lenguaje recién inaugurado. Pero Lynch había logrado su objetivo y hoy, 30 años después, el pueblo y sus personajes -Bob agazapado en un salón, el agente Cooper bebiendo café como un poseso, la cándida y oscura Laura viva y muerta, el enano…- vuelven cada cierto tiempo como fantasmagorías, como habitantes de un paisaje que parece tomado de un mal sueño.

El maldito Lynch se salió con la suya. En la primera y también en la tercera temporada, en la que cumplía la profecía de Laura («See you in 25 years»). Estrenada en 2017, esta nueva producción está citada, ojo, entre las mejores películas de la década por Cahiers du cinéma. Pero, de vuelta al origen, el director hizo historia en 1990 no sólo por su finísimo atrevimiento o por ser el precursor de la edad de oro de la teleficción, de grandes obras como Mad MenLos Soprano, que bebieron de las tramas arriesgadas y de la creación de personajes llenos de aristas. Sobre todo, decíamos, Lynch hizo historia porque inauguró una práctica masiva que aún dura, la de la conversación de todo Occidente orbitando alrededor de un producto televisivo, jugando a imaginar su desenlace. Nunca la intriga había sido tan mayúscula.

No, no entendimos nada. Pero qué importaba.

4 Comentarios

  1. Yo era una joven estudiante de último curso de psicología de día y camarera de bares de moda con una vida oscura de noche. Completamente cautivada por la serie que me grababan mis compañeros de piso, pues yo iba a clase por la a tarde a la universidad. Y por su esto, sitiendome identificada con Laura, Audrey o Donna, bueno yo era mas de Laura y Audrey, jeje. He de decir que aún con una vida oscura de noche termine la carrera.. Pero me encontré con el bacalao.. E hice más de una ruta hasta que me di cuenta de que o abandonaba o me volvería realmente loca. La serie marcó totalmente mi vida, aun conservo las vhs con los capítulos grabados

  2. ¡Oh! ¡Qué recuerdos! Yo también me escondía en pijama detrás de la estantería del salón para atisbar algo, pero mis padres me pillaban rápido y me tenía que volver a la cama. Hasta hace un par de años no conseguí verla y la verdad es que el tiempo de espera me mereció la pena.

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