Horas críticas

«Animalia»: metafísica del fin de un mundo

«El mundo físico se basa en uno más complejo. […] Como peces que no ven el agua en la que se encuentran, estamos inmersos en algo que tampoco vemos».

Un fotograma de «Animalia», de Sofia Alaoui. / © Surtsey Films — Filmin

Estrenada en cines el pasado mes de abril por la distribuidora Surtsey Films junto con Filmin, llega el próximo 5 de julio a esta plataforma la película Animalia (Marruecos, 2023), una de las sorpresas de la temporada en el fértil terreno del fantástico. Viene avalada por el Premio Especial del Jurado «Visión Creativa» en el Festival de Sundance, y su autora ha sido incluida entre los «10 to Watch» de Unifrance, selección de diez talentos emergentes del cine a seguir en este año, junto a otros tres directores franceses —y seis actores—. Sofia Alaoui (Casablanca, 1990) debuta en el largometraje con este título, pero un vistazo a su trayectoria desde 2015 muestra que no es una recién llegada al audiovisual.

Fundamental en su carrera fue el corto Qu’importe si les bêtes meurent (2020), que en esa categoría resultó ganador en Sundance y en los Premios César, y que tiene mucho en común con Animalia: las montañas del Atlas marroquí como escenario, diálogos en bereber, actores poco experimentados (y, en este caso, no profesionales), componente sobrenatural y una mezcla de mirada documental y fantasía que actualizaba la singularidad de las películas de Jacques Tourneur. 23 prometedores minutos que también compartían con su primer largometraje la irrupción de un curioso acontecimiento que sacude a los creyentes de la zona y les hace preguntarse: «¿Y si no estuviéramos solos en el universo?».

Animalia plantea la misma pregunta ahondando en un enfoque no tanto de ciencia ficción como metafísico, y más allá de la narración, luce justamente en la traslación de sus preguntas, dudas, intuiciones y especulaciones al plano visual, con un tratamiento fascinante. En la mayor parte de su metraje, la película adquiere tintes de pesadilla, pero con demasiados anclajes sociopolíticos como para no ser real. Aparecen las diferencias de clase: esa opulencia a puerta cerrada a la que asistimos desde las primeras escenas, más tarde contrastando con el caos de las calles en pleno apocalipsis. También la religión es un elemento de conflicto clave en el relato, y no es de extrañar: de Alaoui sabemos que su madre es francesa (católica) y su padre marroquí (musulmán), pero ella se crio en China (taoísta y budista). «Hablas de Dios como si fuera una persona, pero es más esquivo que una hormiga negra sobre una piedra negra en una noche oscura», se dice en la película, donde se menciona el Día del Juicio Final, y es que en todo apocalipsis hay un trasfondo de culpa, de castigo y tal vez de salvación o redención.

Un fotograma de «Animalia», de Sofia Alaoui. / © Surtsey Films — Filmin

En ese sentido alegórico, resulta difícil no pensar en Los pájaros (1963) de Hitchcock, más aún por la presencia de animales —sobre todo perros y aves— que parecen responder a una fuerza mayor y a la vez dejan de responder a la autoridad humana. Como en la obra del director inglés, el terror aquí no tiene explicación, no hay un origen claro, pero se manifiesta en elementos meteorológicos, atmosféricos, que tanto recuerdan a nuestros miedos climáticos actuales. El gran acierto, en todo caso, es esa amenaza extraterrestre concebida fuera de plano, que ni siquiera es evidente cuando la película coquetea con La invasión de los ladrones de cuerpos (la de Don Siegel de 1956 o la de Philip Kaufman de 1978, basadas en los relatos de Jack Finney): ese a priori inquietante «todo va a ir bien» que dicen los poseídos, frase de manual de autoayuda o de pandemia, y que en última instancia es un verdadero mensaje de aliento.

Hay en Animalia sorprendentes pasajes oníricos y una poética visual que conecta el dolor de la experiencia vital con lo cósmico. El afán de trascendencia —literal— de esas imágenes nos trae ecos del cine de Tarkovski, influencia reconocida por la directora, pero también de Malick, Cuarón, Weerasethakul, Glazer y hasta Kubrick en sus momentos de extrema simetría. El estilo contemplativo, en el mejor sentido y en su justa dosis, brilla gracias a la fotografía de Noé Bach (responsable de este aspecto en la última película de Arnaud Desplechin), que lo combina con el desasosiego de los primeros planos, jugando con las lentes y el desenfoque en sus instantes más experimentales. El uso de la cámara lenta (a lo Wong Kar-wai, otra inspiración confesa) acaba creando en ocasiones un efecto casi pictórico, como de imagen a brochazos. En cambio, para los planos amplios Alaoui dice haberse inspirado en las auroras boreales y su sensación de sobrecogimiento, que traslada aquí al paisaje del Atlas, tan marciano a la vez que sublime, enigmático y terrenal.

En una película tan sutil en su manejo de los elementos puramente fantásticos, que por esa dosificación resultan doblemente impactantes e inquietantes, gran parte de su eficacia dramática y su espectacularidad se sostienen en el rostro de la actriz protagonista, Oumaïma Barid: apenas debutante en el cine, sus rasgos adquieren en pantalla una enorme expresividad, y tanto su propio físico como su interpretación destilan carácter y vulnerabilidad, fragilidad y fortaleza, dignidad y furia en un personaje complejo, con claroscuros, que de algún modo representan los de toda una especie. Cabe destacar también la fuerza interpretativa de Fouad Oughaou, quien ya aparecía en los anteriores cortos de Alaoui.

Un fotograma de «Animalia», de Sofia Alaoui. / © Surtsey Films — Filmin

Y si la concepción visual de Animalia es su gran baza, el trabajo con el sonido resulta no menos brillante; el modo en que resalta ciertos detalles (masas de gente, murmullos y ecos de oraciones, rumor de los animales…), amplificándolos o distorsionándolos, o bien aislándolos en un efecto parecido al de los sueños. Igualmente relevante es la música de Amine Bouhafa, partitura fluida que mezcla ensemble de cuerdas y sintetizadores en una serie de pasajes diversos que tienen tanto de Michael Nyman o Philip Glass como de la épica post-rock de Sigur Rós. El prolífico compositor tunecino, conocido sobre todo a partir de su premiada música para el film mauritano Timbuktu (2014), ha compuesto de forma más reciente para películas de numerosas y audaces directoras como Lina Soualem, Kaouther Ben Hania, Ramata-Toulaye Sy, Erige Sehiri o nuestra Ainara Vera.

La (ultra)sensorialidad de Animalia habla, en fin, del despertar de la conciencia a todos los niveles, sobre cómo vivimos en burbujas y realidades paralelas sin apenas cuestionarnos nada de lo que pasa, de lo que somos. La película de Alaoui es, también, la crónica de una crisis de fe: rezar no detiene el acontecimiento (o happening, si queremos hacer un guiño a la obra de Shyamalan) que sacude el mundo y lo pone patas arriba. Es una reflexión acerca de nuestra desconexión con la tierra, con la vida en su esencia, en esta suerte de preposthumanidad que estamos atravesando. El final de la película, con la desaparición de la arquitectura y los suntuosos palacios en que un día tratamos de encerrarnos, supone también la desaparición —o extinción— de una especie (más), la nuestra, y la supervivencia de la naturaleza y de los cielos, testigos eternos de la vida.

La sutileza y la precisión con que se sugiere esa lectura (una de tantas posibles en una magnífica coda que, lejos de estampar un mensaje unívoco, propone ideas para la meditación) confirman la promesa de una cineasta a la que querríamos no perder de vista. Y parece que habrá oportunidades para seguir viendo su obra. La directora y guionista franco-marroquí está desarrollando, por un lado, la serie Let the Earth Burn, inspirada en secuestros y asesinatos reales, en zonas remotas de Marruecos, de niños a los que se atribuyen poderes sobrenaturales. En paralelo, trabaja en dos largometrajes: Tarfaya, un thriller apocalíptico situado en el desierto de Marruecos, y la que sería su primera película en inglés, adaptación de una novela de ciencia ficción.

Un fotograma de «Animalia», de Sofia Alaoui. / © Surtsey Films — Filmin

Mientras esperamos a ver cómo se resuelve ese esperanzador futuro de Sofia Alaoui, nos contentamos con la profundidad de ese porvenir que imagina en Animalia, de la que podríamos asegurar que no es una película sobre el fin del mundo, sino sobre el fin de un mundo. Quizá sobre la posibilidad de una nueva forma de creer.

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