Si damos por bueno lo de que toda persona interesada en escribir debe tener un poco de psicólogo, por aquello de entender a sus personajes y la manera en que se relacionan entre ellos, Malka Older dobla la apuesta con un perfil que combina la creación literaria con la investigación en sociología y su trabajo humanitario. En concreto, su especialidad la ha llevado a comprender en profundidad cómo funcionamos tras los desastres o las crisis humanitarias, lo que nos puede hacer que últimamente haya escrito algunas obras dentro de ese género al que llama «cozy fiction», o ficción reconfortante.
Con motivo de la publicación de La imitación de éxitos ya conocidos (Crononauta, 2023), hablamos con ella y nos zambullimos en los entresijos de la construcción de sus novelas, de su atracción por esa extraña pareja que son Holmes y Watson o de cómo sus facetas fuera de la escritura se alimentan de lo literario, y viceversa. Porque nadie mejor que una experta en estudiar futuros posibles para construir ficciones que los exploren.
Eres escritora, trabajadora humanitaria y socióloga. Lo habitual sería preguntar cómo influyen tus otras dos facetas a la hora de escribir, así que démosle la vuelta: ¿De qué manera influye tu perfil de escritora en tu trabajo en la academia o a nivel humanitario?
Siempre me ha gustado tener mucha variedad en mi trabajo —una predilección que, de paso, casaba bien con el trabajo humanitario— y me apetecía la idea de hacer las tres cosas, más o menos por turnos. Pensaba que serían distintas, pero no ha sido el caso. En particular, creía que el trabajo académico exigía ser impersonal, casi invisible como autora. Mi asesor doctoral me aconsejó, con toda la razón, que es válido y mucho más útil para les lectores explicar mi perspectiva en vez de intentar ofuscarla. Lo que más me ha sorprendido es cómo mi ficción me ha abierto oportunidades académicas, sean invitaciones a conferencias acerca de la democracia o el big data (que no son parte de mi especialidad académica), sean grupos de investigación que quieren un toque de futurismo o imaginación. A veces lo encuentro un poco difícil, porque tengo que cambiar mis propias ideas acerca de las calificaciones o las categorías, pero al fin y al cabo me parece válido e importante tener esta interacción entre la investigación de los métodos académicos y la invención narrativa.
Ahora sí, analizando la influencia inversa, se puede ver que en tus obras hay mucho de trabajo a nivel de crear sociedades, o se cuidan mucho los detalles sobre la manera en que se organizan esos mundos. Sin ir más lejos, tu trilogía del Centenal Cycle (sin traducir al español todavía) habla de microdemocracias, la corrupción en el poder… ¿Cómo surgió la idea de abordar esas novelas desde una trama tan cargada de política?
Pues son cosas que me interesan. Para Infomocracy (el primer libro del Centenal Cycle) en particular, cuando lo empecé a escribir estaba trabajando como cooperante y había viajado o vivido en muchos países con movimientos de secesión —incluida España, por supuesto, y los Estados Unidos; también Sri Lanka, Escocia, Indonesia…—; de hecho, es difícil encontrar un país que no tenga, aunque claro que algunos son bastante débiles en ese aspecto, o a un nivel más teórico que otra cosa. Estaba muy interesada en el por qué, en esta fricción constante entre las fronteras físicas y legales de un Estado y el conjunto de personas que viven allí, o quieren vivir allí, o quieren salir de allí, o quieren seguir viviendo allí pero no se identifican o no se sienten segures con el Estado tal como es. Y a la vez estaba observando el empeoramiento (o enmierdamiento, como decimos ahora gracias a Cory Doctorow) de los sistemas de información en mi país y en otros. Estas cosas me picaban, me enojaban, anhelaba algo diferente, y de ahí la novela.
Por cierto, ¿cuándo y por qué surge tu interés por escribir ficción?
He sido lectora desde siempre, de niña leía constante e intensamente, y desde ahí me parecía muy natural escribir ficción como manera de (intentar) entender el mundo y comunicar a les otres.
Podría decirse que eres una investigadora especializada en riesgos, crisis y desastres. ¿Es coincidencia que tu último libro se inscriba en la denominada cozy fiction?
Sí que escribí el libro como un escape, como un libro reconfortante (que prefiero al descriptor «cozy», tan solo porque las definiciones de este son un poco confusas). Lo empecé a finales de 2020, llevaba meses leyendo libros reconfortantes y me preguntaba qué era eso que los hacía tan aliviadores, qué me gustaba exactamente. Y me puse a escribir algo que combinaba esos elementos, tanto para disfrutar de escribirlo como para complacer a lectores (que en todo caso a lo mejor no encuentren reconfortantes las mismas cosas que yo). Pero también es importante tener en cuenta que, a pesar de las cantidades de té y bizcochitos que consumen les personajes y lo acogedores que son los hogares, etcétera, el libro tiene lugar después —bastante después— de una catástrofe apocalíptica. No escapa totalmente de los desastres, aunque sí ofrece la esperanza de la construcción de un nuevo mundo, de cooperación y resiliencia.
Lo que está claro es que te encanta mirar al futuro en tus obras y en el resto de tus facetas. ¿Es algo innato en el ser humano?
¿Qué sé yo? Tan solo puedo hablar de mí misma. Y me interesa mucho el futuro, sí, pero también el pasado (acabo de leer las fenomenales novelas históricas de Nicola Griffith, Hild y Menewood), y el presente.
¿Qué aporta el género fantástico que no ofrece ningún otro tipo de ficción?
El género fantástico ofrece la oportunidad de librarnos un poco de las restricciones de nuestro tiempo, nuestros contextos, nuestras culturas. No podemos librarnos de todo, por supuesto, pero puede ser muy liberador imaginar un tiempo lejano, un tiempo que no ha pasado todavía, de modo que cualquier acontecimiento o invención no puede ser aún un error. Y es importante, porque vivimos en un momento en que nos bombardean las certezas por todos lados, que a menudo son más bien opiniones o predicciones, y la incertidumbre es muy valiosa.
Creo que estás preparando un libro de no ficción sobre tu curso de Ficciones Predictivas. ¿Cómo cambia nuestra actitud al explorar futuros en la ficción o mediante datos de nuestro mundo real?
Nuestra sociedad suele valorar más la información, y las predicciones, basadas o por lo menos expresadas de forma cuantitativa e impersonal. Los números y los cálculos pueden ser extremadamente útiles, pero también pueden mentir; hay industrias enteras dedicadas a hacerlos mentir, y aun cuando son usados con la mejor fe posible, con metodologías expertas y una colección de datos impecable, solo nos pueden contar una parte limitada de la realidad. Necesitamos las historias, los personajes, las emociones, también.
Hablemos de tu novela La imitación de éxitos ya conocidos. ¿Llegaron a tu mente antes los personajes, la trama o el mundo que construyes alrededor de Júpiter y sus lunas?
Hace años que me surgió la idea de asentamientos humanos alrededor de un gigante gaseoso (todavía no lo había identificado con Júpiter). Incluía el concepto de un zoológico de animales terrestres, y eso fue todo; dos o tres frases en un archivo. Cuando empecé a pensar en un libro reconfortante, un misterio holmesiano, me acordé de esa idea, y de una manera u otra las dos cosas se juntaron de manera muy agradable.
Alguna vez has comentado que te interesa añadir elementos en tus historias que, sin servir a la trama, son capaces de ayudarnos a imaginar mejor sus universos. ¿Te obsesiona mucho dar profundidad y verosimilitud a tus mundos ficcionales?
Más que obsesionarme con la verosimilitud es que disfruto mucho de pensar en nuevos detalles para hacer un mundo más interesante y amplio. Desde cierto punto del proceso, además, es casi involuntario, porque ya estoy acostumbrada a dejar vagar mi imaginación por el mundo de los personajes, a ver qué encuentro de nuevo.
Por cierto, hablando de construcción de mundos, si no me equivoco Tolkien era para ti un gran referente. Sin embargo, me parece que te fuiste desengañando con el autor por otros motivos conforme volvías a sus obras. ¿Nos lo explicas?
Sí, Tolkien fue una gran influencia en mí de niña, sobre todo ese sentido de implicar un mundo mucho más grande de lo que nosotres, les lectores, vemos directamente. Y sus libros me gustan todavía, hay mucho que es bueno y útil en su manera de contar. Pero sí que hay muchas cosas que no me gustan. Podemos empezar con la lamentable falta de personajes femeninos, que fue evidente para mi aun siendo niña, cuando en mis juegos buscaba formas de imaginarme en ese mundo. Luego tenemos sus implicaciones racistas y, más ampliamente, el énfasis en razas (todos los orcos totalmente malos, etc.) y el reforzamiento de ideas de clase y estatus (que el rey verdadero tiene que ser descendiente del rey anterior y por eso mismo será un buen rey, ser sirviente —como Sam— no es una profesión ni un trabajo sino algo innato, etc.). También hay aspectos narrativos que me parecen pesados. Pero, como digo, hay muchas cosas buenas, muchos personajes que dibuja de manera impresionante —Boromir, en su locura, es exactamente ese hombre que no acepta el «no», por ejemplo—, y claro que sigue siendo un relato de aventuras maravillosas.
Volvamos a tu libro. Mossa y Pleiti, sus protagonistas, no dejan de ser comparadas con Sherlock y Holmes en cada reseña o artículo que leo sobre la obra. ¿Te has aburrido ya de escuchar esa referencia, o te gusta ver ese guiño a los personajes de Arthur Conan Doyle?
Cuando me puse a pensar en los elementos de un libro reconfortante para mí, me di cuenta de que las versiones de Sherlock Holmes casi siempre me atraen, y me pregunté por qué. Tiene que ver con el misterio, claro, pero creo que lo que me gusta de lo holmesiano específicamente es la dinámica entre los dos personajes principales. Sí, Watson está ahí para representar a la persona que lee, alguien a quien Holmes puede confundir y después explicarse; pero también hay algo muy potente en la relación amable entre ellos, y la colaboración entre una persona bastante lejos de lo normal y otra que lo es un poco más. Así que Pleiti y Mossa están intencionalmente ancladas a ese modelo, pero adaptadas (como muchas de las versiones modernas).
El narrador en primera persona desde el punto de vista de Pleiti sí que nos recuerda a la manera en que Conan Doyle usaba a Watson para aterrizar al lector las ideas de Sherlock. ¿Te lanzarás a que conozcamos la mente de Mossa desde el interior en alguna de las próximas novelas de la serie?
Por el momento, pienso continuar el modelo del primero libro, con un prólogo siguiendo a Mossa en tercera persona y la mayoría del libro en primera persona de Pleiti. Pero no sé qué haré en el futuro, si me surge una historia que requiere más de la perspectiva de Mossa. Hay muchas maneras interesantes de hacer eso.
¿Cómo se afronta la creación de un personaje neurodivergente como Mossa?
Teniendo siempre en cuenta la inspiración de Sherlock Holmes, Mossa se basa (como casi todos mis personajes principales) en mí misma. Me apoyo en diferentes partes de mi propio carácter y experiencias para desarrollar personajes diferentes, a veces con algo de inspiración externa.
Lo que está claro es que das al concepto de Sherlock y Watson un giro queer que permite a las protagonistas desarrollar y explorar su propia identidad. ¿Llegaremos al día en que una obra no tenga que ser clasificada como queer de la misma forma que no hay etiquetas de literatura cishetero?
¡Espero que sí!
Me interesa el uso que haces del lenguaje inclusivo. ¿Esa decisión está más pensada por la necesidad actual de adaptar nuestro lenguaje a la realidad que estamos viviendo, o porque crees que en tus futuros se habrá establecido como una normalidad?
Ambos motivos, pero más que nada porque a mí no me gusta que me borren cuando me incluyen en un grupo de mujeres y hombres con un adjetivo masculino. No es neutro, es masculino. Y no quiero que otra persona sienta lo mismo. (Además, debo decir que me inspiro un poco en esto por haber participado en una antología de cómics, Mañana, donde la editorial hizo un esfuerzo para tener una traducción inclusiva.)
¿Qué tal ha sido tu experiencia compartiendo el trabajo de traducción de tu novela al castellano con Carla Bataller Estruch?
¡Ha sido fenomenal! No hubiera podido hacerlo sola, aparte de que mi castellano no es perfecto (como quizás se ve en esta entrevista ?) y que no soy traductora profesional como es Carla. Mi castellano es una mezcla de influencias de varios países hispanohablantes, y aunque quería aportar esas diversas fuentes de palabras al texto (como en inglés aparecen muchas palabras antiguas o de otros idiomas), también quería que los significados y connotaciones se tradujeran al castellano de España. Hay muchos neologismos en el libro, y en diversas consultas creo que Carla y yo encontramos traducciones fieles a las intenciones del original.
Volviendo a la cuestión de que La imitación de éxitos ya conocidos se trata de una cozy fiction, me ha llamado la atención que haya personas que se quejen de que en algún momento de la trama algún personaje interrumpe «con sus bruscas acciones la comodidad de la narrativa». ¿Ves algún sentido a ese tipo de crítica?
Como autora, tengo que reconocer que ningún libro va a ser perfectamente del gusto de cada lectore; además, como lectora sé lo que necesito en un libro, algo que cambia con el tiempo, el contexto, etcétera. Hay momentos en que necesito algo puramente reconfortante, otros momentos en que se me antoja lo opuesto. Por eso hacen falta muchos autores diferentes, muchos libros diferentes y muches amigues para hacernos recomendaciones también.
Hacia el final de la historia, y no quiero revelar ningún dato importante de la trama, escribes: «Intentar aproximarnos a un pasado idealizado es tanto inútil como absurdo; sin embargo, alterar de forma individual lo que debería ser un esfuerzo conjunto es egoísta y no mucho mejor». Me ha hecho pensar en tipos como Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg, empeñados en ser una especie de nuevo mesías a través de las tecnologías.
Pues sí, es el momento en que vivimos, y es muy frustrante también ver una promulgación casi universal de formas de liderazgo que sabemos que no funcionan muy bien. Cuando lo escribí estaba pensando mucho en la pandemia, y ese entendible pero problemático deseo de escapar de una situación terrible por «volver a lo normal», aún si esa normalidad era una de las causas de la situación terrible. Es algo que había visto muchas veces también después de los desastres que había estudiado o en los cuales había trabajado. Y la respuesta a la pandemia me parece también muy conectada con la(s) respuesta(s) a la crisis del cambio climático, y ese deseo de que la vida continúe como es, incluso si eso no es sano ni para nosotres ni para el medio ambiente, en vez de contemplar el cambio a una manera de vivir mejor.
De todas tus lecturas de ficción o no ficción, ¿qué visiones y creadores han marcado más tu forma de construir esos mundos del futuro?
Sin ningún orden en particular: Le Guin, Butler, Leckie, Jemisin, Wells, Sherry Thomas, Olukotun, Griffith, Cho, Neon Yang, T. Kingfisher.
Por cierto, ¿cómo ve el futuro una futurista como tú, y cómo te gustaría verlo?
Veo el futuro como algo incierto, lleno de posibilidades, y esperando a que lo construyamos nosotres.
LA IMITACIÓN DE ÉXITOS YA CONOCIDOS Malka Older Traducción de Carla Bataller Estruch y Malka Older CRONONAUTA (Sevilla, 2023) 240 páginas 17 € |