Horas críticas

La Señora Fernández es la Señora Stamp

Reseña de «Damas, caballeros y planetas», de Laura Fernández

Y también es un planeta de planetas, Rethrick, habitado por escritores de ciencia ficción, maletas que «hacen las maletas», dinosaurios detectives, limoneros parlanchines, hombres por correo y pensiones para muertos que escriben. Bienvenidos a Damas, caballeros y planetas, el único lugar de la galaxia donde aún podemos ser orgullosos marcianos, es decir, niños.

Cuando tenía siete u ocho años decidí que sería cazafantasmas: fabriqué una máquina de protones con una caja de zapatos y rollos de papel higiénico, y durante un tiempo me dediqué a exorcizar las casas de mis familiares en las que había overbooking de ectoplasmas. Luego decidí que iba a ser detective privado, me asocié con una compañera de clase y fundamos la agencia de detectives Irma Meyer & Co, especializada en los anónimos amorosos, los robos de almuerzos y estuches y las ouijas que se iban de las manos. También celebramos la primera boda entre un GI Joe y un mono de peluche, y los invitados eran la colección de búhos de cristal de mi madre. Era una época maravillosa, cuando lo imposible era posible.

De repente, un día de mierda: te despiertas con un grano en la frente, tu agencia de detectives se va a pique y ya no hay más bodas entre simios de peluche y militares diminutos en tu casa. Y ese día la literatura se convierte en tu única salida, cuando ya no puedes jugar en voz alta.

El libro de relatos de Laura Fernández Damas, caballeros y planetas (Random House, 2023) es la reconquista de la infancia para los lectores que nos resistimos a vivir en una sociedad binaria atiborrada de aburridos oficinistas que ¡ni siquiera son dinosaurios! Bajo el yugo de una realidad que no es la única posible ni tampoco la mejor relatada y que, como nos recuerda la autora a través de la señorita Hazzard, profesora de la Academia de Escritores Intrépidos y Sin Embargo Aún Desconocidos Robbie Stamp, es más ficticia que la propia ficción.

«A menudo me pregunto cuántas cosas nos estamos perdiendo por ser solo una cosa», dice Maxine, uno de los lagartos telépatas con los que tropieza el escritor Floyd Tibbts, protagonista de «El mundo se acaba pero Floyd Tibbts no pierde su trabajo», el relato con el que abre este libro-galaxia donde las estaciones de esquí tienen nombre propio y parecen cruceros, y donde un escritor (los escritores están por todas partes aunque tiendan a pasar desapercibidos «porque a menudo, quién sabe por qué, se avergüenzan de aquello a lo que se dedican») se hace, oh, ¡famoso!, en medio de un supercatarro mundial que amenaza con la extinción de todo excepto de esa condenada estación de esquí. Un relato, por cierto, que la autora escribió durante la pandemia y que, como todas sus historias, se convirtió en su hogar. «Las historias son hogar, cabañas desde las que contemplar lo que pasa fuera», escribe.

No solo Laura Fernández es la Jefaza de la imaginación radical —como debería ser toda la imaginación— y una de las pocas excepciones (¡gracias, Thor!) en una industria editorial donde el marketing, los hypes y los sermones siempre ganan, sino que además Damas, caballeros y planetas es una meditación sobre la literatura y lo que significa ser escritor: sobre la soledad, la precariedad y la incomprensión, la maternidad (ser madre de tus hijos y de tus personajes), el poder de habitar otros mundos que, retorciendo a Éluard, están dentro de una misma. Historias que solo acabarán, dice, cuando ella acabe porque Laura es «a la vez narradora y trama».

La escritora Laura Fernández (Terrassa, 1981). / Foto: Noemí Elias — Random House

Aunque, sinceramente, no creo que eso vaya a ocurrir. Y es algo que también enseña este libro, la forma en que «toda historia surge del encuentro con algún tipo de historia» o, mejor dicho, que somos herederos de otros escritores y otros libros a los que Laura invoca tanto en los prólogos que acompañan a cada relato como en las propias historias: Philip K. Dick, Brautigan, Vonnegut, Foster Wallace, Douglas Adams, Evelyn WaughJohn Fante. Así que, sin duda, siempre habrá algún escritor terrícola del futuro que reivindique a la famosa escritora Robbie Stamp, autora de Paraíso 23, que no es otra que… ¡Laura Fernández! O algún lector como Hal Bish que la lea en un vagón de tren unos segundos antes de que este sea abducido.

Al releer algunos párrafos del libro para escribir esta reseña, me encontré con una nota misteriosa que no recordaba haber escrito: «¿Qué pasa si Hal no está de acuerdo?». Me di cuenta de algo asombroso que solo puede hacer alguien tan asombroso como Laura Fernández, que repente sopeses la imposible posibilidad de que no solo los muertos vivan en pensiones y escriban cartas a sus famosas hijas, que a su vez escriben a sus famosos padres, sino que también haya pensiones para los personajes de nuestras historias, que entren y salgan de ellas, que se casen con otros personajes o incluso con sus lectores. ¡Que participen en castings para las novelas y los cuentos de otros!

Un crossover infinito que atraviesa los relatos de Fernández, llenos de divertidas fiestas de asesinato (a menos que te toque ser muerto), cafeteras autoconscientes, hombres por correo y empresas Harrington de Juguetes para Todos los Tiempos, y que los pone en relación con sus obras anteriores: El show de Grossman, el reality más famoso de la galaxia; La Chica zombie; y especialmente Connerland y La Señora Potter no es exactamente Santa Claus. ¿Imaginan al tenista prodigio Hal Incandenza de La broma infinita siendo vecino de Sandy McGill, la Gran Dama del Crimen Absurdo? ¿O incluso al Arturo Bandini de Fante en una cita a ciegas con una rethrickiana de dos narices y ojos «decididamente» bellos pero saltones en un dime del Fin del Mundo?

Como pueden comprobar, me he mudado a los Estados Unidos de Rethrick, sí. Creo que cada vez más terrícolas acabarán alquilando su parcelita en este lugar que nació en la mente de Philip K. Dick como una empresa de construcciones pero que Fernández, arquitecta de sus edificios parlantes, alcaldesa, sheriff, jefa de la cuadrilla de bomberos y también de la de jardineros y capitana del equipo planetario de rocketball ha construido para todos, seamos tricerátops o no.

Me inclino a pensar que un día será una especie de consigna secreta o incluso una llamada a la rebelión («Mudarse a Rethrick»). Y cuando alguien te lo diga entenderás que te está hablando de la forma más genuina de literatura.

 


 DAMAS, CABALLEROS Y PLANETAS
Laura Fernández
RANDOM HOUSE
(Barcelona, 2023)
432 páginas
21,90 €

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