Horas críticas

Juan Gabriel Vásquez y las estrellas de azufre que iluminan el canon literario

Reseña de «La traducción del mundo» (Alfaguara, 2023)

A estas alturas, afirmar que Juan Gabriel Vásquez es uno de los más grandes escritores de nuestra lengua se me antoja una perogrullada. Basta echar un vistazo a su dilatada lista de premios para constatarlo. Ahora bien, vale la pena recordar, aun a riesgo de incurrir en otras evidencias, que Vásquez es, además, un teórico literario sine pari. Sus artículos y ensayos, cual sacados de un verso de Elena Medel, arden como una estrella de azufre, iluminando así los senderos misteriosos —hay quien diría que inexpugnables— por los que transita desde hace siglos ese artefacto singular al que conocemos como novela.

La existencia de vasos comunicantes entre un gran novelista y un gran ensayista pudiera parecer otra obviedad, pero deja de serlo en cuanto uno recuerda a cualquiera de los ínclitos críticos literarios que jamás escribieron una gran novela, pensemos en George Steiner o Harold Bloom, o rememora la caterva de grandísimos novelistas que jamás produjeron un gran ensayo, incluido García Márquez. Vásquez es, por tanto, un maestro a dos bandas. Si quieren una prueba palpable de mi afirmación, basta con que echen un vistazo a Malentendidos alrededor de García Márquez, un artículo en el que el autor que aquí nos concierne bosquejó de forma lúcida y concisa la complejísima red de causalidades, motivaciones y equívocos que se despliegan en torno a la noción de las influencias literarias. Andrés Neuman sostuvo en una ocasión que todos los escritores andamos obsesionados con la edad a la que otros escritores tuvieron éxito y/o publicaron textos de importancia. Confieso que, al leer por primera vez Malentendidos alrededor de García Márquez, fui incapaz de resistirme a la ominosa operación aritmética, para comprobar, con una mezcla de envidia y admiración, que Vásquez escribió ese delicioso tratado, fruto de muchas reflexiones y lecturas, con tan solo treinta y dos añitos. Pero perdonen la digresión. Yo vine aquí a hablar de otra cosa.

O puede que todo sea una misma y única cosa, quién sabe, porque lo cierto es que, contradiciendo mi propia afirmación sobre la contingencia de vasos comunicantes entre la literatura y la crítica literaria, o matizándola, me dispongo a demostrar que nadie podría haber escrito La traducción del mundo (Alfaguara, 2023), el ensayo en el que Vásquez recoge sus conferencias en  la prestigiosa cátedra Weidenfeld de la Universidad de Oxford, sin haber reflexionado durante años no solo sobre el arte de la novela, sino también sobre su más íntimo corolario, a saber, el oficio del novelista.

Como suele ocurrir en tales casos, resulta imposible compendiar en unas líneas la multifacética complejidad de este ensayo, que es también, mencionémoslo por si acaso, el motivo de su riqueza. Empieza, aquí, mi desesperación de reseñista. Toda reseña no es más que una partícula desgajándose de un conjunto inabarcable, o inabarcable fuera de los propios contornos del libro. La tarea de reseñar libros requiere, por ende, esfuerzo y abstracción. También un cierto voto de confianza. Si confían en mí, acompáñenme, e imaginemos juntos una colección de textos en los que se logre explicar, con decenas de ejemplos ilustrativos, cómo la labor de un novelista es formular las preguntas correctas, en lugar de responder mediante sus libros a los interrogantes que plantea. Imaginemos cómo, inmersos en esas preguntas, y en la búsqueda de una forma adecuada con la que plantearlas, la ficción nos permite a los lectores, a la par que vivir otras vidas, aprehender aspectos casi inasibles de nuestra propia existencia, colándose por las rendijas sibilinas de la conciencia y alumbrando así, recuerden lo que les dije sobre el fulgor de las estrellas de azufre, el mundo que nos rodea. Imaginemos que esa «magia simpática» (Marguerite Yourcernar) o «voyerismo interpersonal» (Zadie Smith) sea también, en palabras de Vásquez, «el dominio de lo posible, donde el lado oculto de la experiencia humana puede salir a la superficie, donde lo invisible se hace visible y, en un sentido más amplio, donde las versiones de la historia que hemos recibido como imposiciones pueden ser confrontadas, cuestionadas, contradichas, desacreditadas». Imaginemos, puestos a imaginar, que en ese derroche de intimidad, mientras el lector comulga con lo más sagrado del canon literario —con Cervantes o Tolstói, con Joyce, Kundera, Daniel Defoe, Virginia Woolf o Bulgákov, con el Lazarillo de Tormes o Javier Marías o Vargas Llosa—, aprendemos que cada uno de nosotros alberga un libro en las entrañas y que, esta vez en palabras de Proust, el deber y la tarea de un escritor no es más que traducir «ese libro esencial, el único verdadero» en las páginas de una novela. Imaginemos todo eso.

Juan Gabriel Vásquez, autor de «La traducción del mundo». / Foto: Diana Matar — Alfaguara

Hasta aquí, hemos hecho solo la mitad del camino. Periplo que, por cierto, Vásquez ya había iniciado (o continuado) en Viajes con un mapa en blanco, un ensayo publicado hace poco más de un lustro en el que emprende reflexiones y dilemas de similar calado. Lo novedoso de La traducción del mundo es la forma en la que permite vislumbrar el proceso creativo del novelista en cuestión, ese que, como ya les dije que no necesitaba decirles, es uno de los más grandes escritores de nuestra lengua. En efecto, si bien ambos ensayos, Viajes con un mapa en blanco y La traducción del mundo, sirven para comprender cómo la novela nos inventa como ciudadanos, erigiendo puentes y derribando muros, el segundo de estos libros tiene la particularidad de entablar un diálogo entre el canon literario y la propia obra de Vásquez, enseñándonos, por ejemplo, cómo La forma de las ruinas puede vincularse con los quehaceres de García Márquez y Marguerite Yourcernar, o cómo es posible emparentar Los informantes con Conrad y Fitzgerald, por no hablar del retrato del cineasta Sergio Cabrera en Volver la vista atrás, cuyos contornos habrían sido muy distintos sin la mano amiga que Stendhal y Proust le tendieron a Vásquez, o este a aquellos.

Como ya argumenté en otra parte, No Callar, el recién publicado recopilatorio de artículos de Javier Cercas, permite atisbar la forma en la que el compromiso del ciudadano puede permear la obra del novelista. La traducción del mundo, por su parte, es el epítome de las correspondencias que se traban entre la obra de un novelista y sus influencias literarias. No cabe duda de que cuando, allá por 2005, Vásquez escribió sus ya citados Malentendidos alrededor de García Márquez, se disponía a embarcarse en un periplo de buenas escogencias literarias, erigiendo así una tradición que, con la mayor de las generosidades, comparte ahora con sus lectores.

De todo lo anterior podrían aventurarse muchas conclusiones. Quizás la más palmaria de todas ellas consista en afirmar que si, tal y como dijo el propio Javier Cercas, una novela no es más que una partitura que cada lector interpreta a su manera, un buen ensayo sea quizás un mapa de senderos que se bifurcan y por los que cada lector deambula libremente a la caza de ideas, intuiciones y enseñanzas, igual que un lepidopterólogo enajenado se abalanza por los montes en busca de mariposas. De ser así, ni siquiera es necesario imaginar por qué, para cualquier amante de la literatura, o de la obra de Vásquez, o de ambas cosas, La traducción del mundo resulta ser una cartografía perfecta.

 


 LA TRADUCCIÓN DEL MUNDO. LAS CONFERENCIAS WEIDENFELD 2022
Juan Gabriel Vásquez
ALFAGUARA
(Madrid, 2023)
168 páginas
17,90 €

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