Ficción

La tetera

Cómo vestirse, qué pensar, cuánto comer y cuándo nacer eran decisiones que había tomado mamá por ella. Muy pequeña comprendió que la libertad era un fantasma hambriento en casa. Su mirada en la hormiga que intentaba llegar al techo, la ginger ale en el velador, la tetera en ebullición y su mente secuestrada por la voz de mamá —anda a apagar la tetera —decía una vez más, ella seguía tumbada en su cama, solo tapada por una sábana.

Sus pensamientos volvían a su infancia. En la biblioteca, mamá sacaba de su mano a Kafka y colocaba en su lugar a Jane Austen; en la tienda, escondía los jeans que había elegido para cambiarlo por ese horrible vestido de côtelé. La tetera seguía sonando y ella imaginaba los ojos de mamá cuando la enderezaba en la mesa, nadie los abría como ella. Su pantalón en el suelo, Baudelaire sobre la cama, desayunar cookies era su resistencia. «Debería vivir mi propia vida» se recriminaba, en vez, reaccionaba al molde de mamá, aunque ella ya no estuviera. La tetera volvió a sonar —apaga la maldita tetera —gritaba mamá desde el más allá. Aún no terminaba, sus bragas conchevino entre sus pantorrillas «mamá odiaba ese color» y la tetera que sonaba acusaban su poca planificación. Mamá ya había pasado a las amenazas de incendio y a criticar su manera de llevar la vida —¿Cuándo te vas a comprar un hervidor? Preguntaba retóricamente.

El sonido agudo constante reforzaba la parodia de su esencia: espontaneidad y catástrofe; los comentarios de mamá no ayudaban. Entre poner agua para un té y tomar el té, una sola distracción y yacía ahí. Su mano derecha presionaba fuertemente su propio pecho y su mano izquierda disc-jockiaba en su entrepierna, miró hacia arriba e intentó no escuchar a mamá, la hormiga seguía avanzando. Continuó con el movimiento sincronizado de su mano y su pelvis en una coreografía posmoderna. La tetera sonaba más fuerte, su cadera se movía cada vez más rápido, temía no poder terminar, sus pezones rebosaban en color, la tetera aceleró su ritmo, sacó a mamá de su mente, «¡basta!» gritó, dejó de ver la ropa en el suelo y apretó su pecho completo utilizando también su antebrazo, sintió su mano izquierda acalambrada. La tetera sonó más fuerte, un olor mojado en su cuerpo y la hormiga llegó a la cornisa.

 


Con la colaboración del Máster en Creación Literaria de la BSM-UPF, dirigido por Jorge Carrión y José María Micó, quince años formando a escritores de España y América Latina. Más información aquí.

Florencia Ana Sánchez Valenzuela (Santiago de Chile, 1986) escribe bajo el pseudónimo de Florencia Ana. Máster en Escritura Creativa en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), es también periodista licenciada en Letras por la Universidad Adolfo Ibáñez y diplomada en Psicología Junguiana de la Universidad Católica de Chile; profesora de yoga por The International Yoga Vedanta Centre TTC y terapeuta de Reiki Usui (India); autora de los libros infantiles El Viaje al Gran Ulmo y La Mariposa del Chagual, de la colección «El Mundo de Lucinda» con la Editorial Catalonia; finalista del concurso de cuentos de La Pollera Ediciones por la aprobación de la ley 20.000 en Chile con su publicación en el libro Diez relatos espeluznantes de la misma editorial. Actualmente se encuentra en España trabajando en su próxima novela.

2 Comentarios

  1. Muy bueno!

  2. Maria Francisca Sandoval Gonzalez

    Maravilloso!!

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