La Taberna Flotante

La torre y el árbol

Taberna Flotante #10

© Torre de defensa Sternwarte en Zerbst, Alemania. / Foto: M_H.DE. — CC BY-SA 3.0

—Cuéntanos otra historia de circunvalación planetaria —le pidió el tabernero a Casandra, la narradora oral procedente de la Tierra.

—De acuerdo —aceptó ella señalando su vaso con un gesto que decía «vuelve a llenarlo»—. Os hablaré de la circunvalación más lenta y penosa de la que se tiene noticia.

Y tras apurar la espumosa cerveza azul de un solo trago, Casandra contó la siguiente historia:

En el planeta Bosque solo hay un árbol. Y ese único árbol está dentro de una torre.

Sin embargo, el pequeño planeta —de ahí su nombre— había estado totalmente cubierto por los bosques. Sus habitantes solían guarecerse en el interior de grandes troncos huecos, y se alimentaban de los frutos silvestres y de la caza. Hasta que descubrieron la agricultura y la ganadería. Y entonces construyeron una ciudad.

De vez en cuando, las fieras del bosque atacaban los rebaños y asolaban los cultivos, por lo que los habitantes de la ciudad la rodearon con una muralla de piedra.

La muralla resultó ser muy eficaz para proteger las casas, los establos y los huertos; pero limitaba el crecimiento de la ciudad, que cada vez tenía más habitantes. De modo que al cabo de un tiempo hubo que hacer una segunda muralla, más amplia, alrededor de la primera. Y después hubo que hacer una tercera muralla aún más amplia, para cuyos cimientos se aprovecharon las piedras de la primera, ya innecesaria e incluso molesta en el interior de la ciudad.

Estas ampliaciones periódicas se fueron sucediendo de forma ritual: con las piedras de la segunda muralla se pusieron los cimientos de la cuarta; con las piedras de la tercera, los de la quinta… Como ondas concéntricas en un estanque petrificado, las sucesivas murallas se expandieron hacia el exterior, cada vez más amplias, obligando al bosque a retroceder de forma lenta pero inexorable.

Pasó el tiempo, y al levantar la muralla enésima segunda, los perplejos habitantes de la ciudad hicieron un descubrimiento increíble: para construirla entera bastaron las piedras de la enésima muralla, teóricamente mucho menor.

Un viejo filósofo dio la siguiente explicación: «Nuestro mundo no es plano, como nos dicen nuestros sentidos, sino esférico. La muralla enésima primera recorre un círculo máximo de la esfera del mundo, y por eso la enésima segunda es menor que ella, pese a rodearla por fuera (o lo que nosotros llamamos fuera). Eso significa que nuestra enorme ciudad cubre ya la mitad del mundo, y si sigue creciendo al mismo ritmo, en un tiempo equivalente al transcurrido desde su fundación acabará cubriéndolo por completo y el bosque desaparecerá».

Pero los sacerdotes rechazaron horrorizados esta explicación y dijeron que los dioses, apiadándose al verlos levantar una tras otra murallas cada vez mayores, les habían concedido la milagrosa facultad de construir más con menos piedras.

Las murallas siguieron menguando a medida que contenían una ciudad cada vez más extensa. Y llegó el momento en que resultó evidente que el viejo filósofo que dedujera la esfericidad del mundo estaba en lo cierto, pues el bosque quedó reducido a una pequeña zona circular abarcable con la vista desde lo alto de los muros. Las peligrosas fieras que lo habitaban se habían extinguido, pero no el terror sagrado que el bosque inspiraba a los moradores de la ciudad, que siguieron acorralándolo hasta reducirlo a un único árbol rodeado por una última muralla, que más bien parecía un torreón sin techo o un gran pozo emergido de la tierra.

3 Comentarios

  1. Creo que una propuesta razonable sería la de renombrar el planeta Bosque como planeta Exterminio, pues ese avance de la muralla resulta brutal. Leer el relato me ha hecho pensar en que la lentitud de un proceso podría hacer parecer a sus impulsores que no son la causa de lo que provocan. Supongo que la elección del adjetivo «penosa» respecto a la circunvalación hace referencia tanto al sentido de esfuerzo como al de tristeza, aunque entiendo que especialmente al segundo.
    La forma circular de la ciudad permite cubrir de manera completa el planeta esférico: la desaparición de la muralla supondría la ocupación total. Creo que la expansión hasta el límite de una ciudad lineal o cuadrada llevaría a mantener dos casquetes esféricos de bosque prácticamente intactos, aunque probablemente evolucionarían hasta llegar a un final tan triste como el de la circular.

    • Efectivamente, Pfijo, el lento -y penoso- proceso de los «boscanos» intenta ser una alegoría de nuestro propio proceso de acorralamiento de la naturaleza. Muy pertinente tu observación de que la lentitud del proceso diluye la responsabilidad. Tengo claro que la humanidad será socialista, feminista y vegana… o no será.

      • Coincido; y creo que, como mínimo, los objetivos del socialismo, el feminismo y el veganismo deberían ser compartidos por una amplia mayoría de la población. Ojalá la tendencia sea esa y no lleguemos demasiado tarde.

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