Más de cincuenta mil naranjos llenan las calles de Sevilla, y aunque parecen haber estado aquí desde siempre, no existirían sin uno de los arquitectos que dio a la ciudad esa estética que la ha hecho muy famosa. Una por la que el cine elige sus rincones para recrear mundos fantásticos o épocas pasadas, como el planeta Naboo de Star Wars o la epopeya de Lawrence de Arabia. En esta ciudad, lo mismo sus edificios históricos que los historicistas recreados a principios del siglo XX, te transportan a escenarios que no verás en ninguna otra parte del mundo.
Muy desconocida es la razón por la que reúne esta belleza única en el mundo. Cuando otras ciudades del país y de Europa abordaban sus ensanches, reordenaciones urbanas que darían lugar a distritos enteros, como la Diagonal barcelonesa, el Barrio de Salamanca madrileño, o el París de Haussmann, Sevilla se concentraba en la arquitectura regionalista. Ese impulso, y otros posteriores del siglo XX, dieron forma a un urbanismo singular y único en el mundo, mezcla de modernidad y pasado. Ideal, además, para ser recorrido pedaleando.
Sevilla tiene 180 kilómetros de carril bici capaces de provocar, en muchos de sus tramos, el síndrome de Stendhal, ese sobrecogimiento ante obras de arte extremadamente bellas. La bicicleta es el medio ideal para abarcar las arquitecturas sevillanas, porque ofrece una perspectiva general de su multiplicidad estética a la velocidad justa para apreciarla. Y detenerse, si se quiere, en los rincones que más te agraden. Una excelente opción es aprovechar el servicio municipal Sevici, que te permite coger una bicicleta en uno de los puntos de recorrido propuestos y dejarla en su otro extremo. Además, hay múltiples empresas de alquiler repartidas por la ciudad, para disfrutarlas por días o por semana. Con dos rutas principales que contienen lo muy conocido y lo muy desconocido, ideales para abarcar Sevilla en un fin de semana.
La muy famosa Sevilla de Aníbal González
Un primer recorrido incluye la visita a las obras del arquitecto que impulsó la moda de los naranjos en las calles y los jardines en las casas señoriales: Aníbal González. Su estatua mira a su edificio principal, la Plaza de España, donde comenzaremos contemplando cómo la azulejería propia sevillana adquirió aquí una nueva dimensión.
Muy desconocido es que la arquitectura regionalista fue posible gracias a aprovechar el conocimiento centenario de los artesanos. Ceramistas, canteros, herreros, oficios clásicos de los cuales algunos perviven aún, especialmente el de la cerámica. La labor alfarera emanó tradicionalmente desde el barrio de Triana y allí, en su Centro de Cerámica, puede conocerse en toda su dimensión, regional, nacional e internacional.
Muy desconocido también que la artesanía actual se vende en mercadillos y zocos los fines de semana, con cuatro referentes imprescindibles. Sábados y domingos, artesanos alfareros, ceramistas y pintores exhiben y ponen a la venta sus productos bajo el puente de Triana, en el Paseo de la O. Los domingos por la mañana, los pintores exponen sus obras frente al museo de Bellas Artes, en el Mercadillo de Arte de la Plaza del Museo. El tercer domingo de cada mes, en el zoco del Parque de María Luisa, que incluye también moda flamenca, y el primer domingo del mes, el Gran Soho de la Alameda de Hércules.
Desde la Plaza de España pedalearemos hacia el sur el Parque de María Luisa, cuya forma actual también es debida a Aníbal González. El arquitecto encargó al ingeniero francés Jean-Claude Nicolás Forestier su reforma. Rincones para enamorarse, recrearse o desconectar tiene muchos, y aunque es difícil decidir cuál es el más imprescindible, la Glorieta de Bécquer, la Isleta de los pájaros y la Fuente de las Ranas deberían estar en el recorrido.
Saliendo del parque por el sur y llegando a la Plaza de América encontramos un conjunto muy famoso de tres edificios de Aníbal González: el Pabellón Real, el Museo Arqueológico y el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla. Muy desconocido que sus estilos están inspirados en otros tres grandes referentes históricos sevillanos. Para el neogótico del Pabellón Real, la Catedral. Para el Arqueológico, la Casa de Pilatos renacentista, y para el Museo de Artes y Costumbres, el Real Alcázar mudéjar. Si hacemos la ruta después de conocer ese trío disfrutaremos mucho más del regionalismo sevillano.
Y cuando estemos en las cercanías de la Catedral, en la esquina de la Avenida de la Constitución 2 con la calle Fernández y González, podremos contemplar un edificio regionalista de otro de los arquitectos referentes de este estilo en Sevilla. José Espiau y Muñoz, seducido por el Pabellón Mudéjar de Aníbal González —hoy Museo de Artes y Costumbres Populares—, hizo este inspirado en aquel. Y aunque mezcló varios estilos, predomina el neomudéjar.
Pero la experiencia única de la arquitectura de Sevilla no termina ahí.
La escandalosa ruptura con una arquitectura centenaria
Hoy superada, la polémica que suscitó traer la más moderna arquitectura de vanguardia a Sevilla no fue pequeña. Aunque en realidad carecía de sentido, pues si algo ha caracterizado a la ciudad es su capacidad para integrar de forma armónica y muy bella las diferentes formas de expresar y construir sus edificios a lo largo de los siglos. Continúa haciéndolo.
Las muy conocidas Setas de Sevilla serían el ejemplo más reciente. Construidas con madera de abedul finlandés, hoy son el icono que identifica la ciudad para la mayoría de visitantes internacionales. Es la estructura de madera más grande del mundo, y uno de los más bellos miradores urbanos para contemplar esa belleza sevillana tan única desde lo alto. También una de las más visitadas y muy singular por incluir una arquitectura tan vanguardista junto a edificios tradicionales.
Aunque si hay un lugar para conocer en bicicleta la arquitectura experimental de vanguardia en Sevilla, ese es el Parque de la Cartuja. Igual que las obras de Aníbal González tienen su origen en la Exposición Iberoamericana de los años veinte, la Cartuja fue impulsada por la Exposición Internacional de 1992. Pero no se detuvo en ese año, sino que continúa hoy.
Un buen punto de partida para conocer la arquitectura de vanguardia sevillana es el Puente del Cristo de la Expiación, tomado desde las cercanías del Museo de Bellas Artes. Aquí el carril bici cuenta además con un parasol corrido. Al frente, el rascacielos Torre Sevilla del mismo arquitecto autor de las Torres Petronas de Kuala Lumpur, César Pelli. A nuestra derecha desde el puente, el Pabellón de la Navegación de Guillermo Vázquez, que como la anterior ofrece unas espectaculares vistas de la ciudad desde su terraza.
Lo ideal es continuar en un recorrido circular por toda la Isla de la Cartuja, y llegar hasta el Puente del Alamillo, primera de las grandes obras de Santiago Calatrava. A nuestro paso encontraremos más muestras de arquitectura contemporánea, como el Teatro Central de Gerardo Ayala, el Pabellón de Andalucía de Juan Ruesca o Torre Triana de Francisco Javier Saénz de Oiza. Más que ir edificio por edificio, el paseo permite que vayan saliéndote al paso, incluso aquellos que sin ser de arquitectos muy reconocidos atraerán nuestra vista por su espectacularidad. El Pabellón de la Unión Europea o el de Mónaco, entre ellos.
Además, el recinto de la Expo 92 esconde un muy desconocido secreto botánico. Con catorce metros de altura y dieciocho toneladas, un cactus gigante del valle de la Baja California, en México, fue traído hasta aquí. Vivo y con buena salud, este cardón milenario es una auténtica rareza en Europa, que ha vivido más de 1.500 años. Lo encontraremos en la calle Tomás Alva Edison, junto al Pabellón de México —no confundir con el del mismo nombre al sur del Parque de María Luisa—.
Y para terminar nuestra ruta, el Parque del Alamillo. Si el de María Luisa es expresión de aquel regionalismo del XX, este es el lugar perfecto para conocer a los propios sevillanos y ver cómo disfrutan de su tiempo libre, su clima que invita al exterior la mayor parte del año y su forma de entender y disfrutar la vida.
Con cuidado. No serías el primer visitante en querer quedarse para siempre.
Por favor, Muy desconocida??? Que la gente de fuera y algunos de dentro desconozcan datos de Sevilla como los km de carril bici que tiene la ciudad no es que Sevilla sea desconocida No. Sevilla se vende y se difunde por si sola con años de turismo. No es desconocida. Dejemos ya de malversar nuestra realidad y dejemos que la ciudad siga respirando y pulsando a su ritmo sin convertirse en un parque temático para el turista ,haciendo que la vida del Sevillano de a pie de los barrios sea cada vez más complicada. Basta ya de esloganes falseantes, y apostemos por una ciudad con un turismo de calidad y sostenible para los sevillanos