Horas críticas

Transgresoras de provincias: la otra Generación de Plata

Reseña de «Ellas. Las estudiantes de la Residencia de Señoritas», de Encarnación Lemus López

Cuenta Concha Méndez, escritora de la Generación del 27, en sus deliciosas memorias recogidas por su nieta Paloma Ulacia (editorial Renacimiento), que siendo niña un familiar preguntó a sus hermanos qué iban a ser de mayores. Concha, inocente, sin darse cuenta de que de ella no se esperaba contestación alguna, respondió al vuelo que ella iba a ser capitán de barco. «Las niñas no son nada», le espetó el familiar.

Afortunadamente, en un tiempo en el que a las niñas apenas les dejaban ser nada, algunas mujeres jóvenes desafiaron las convenciones sociales para convertirse en abogadas, médicas, científicas, pedagogas, pianistas, geógrafas, farmacéuticas, doctoras en Ciencias o en Letras y catedráticas. Más allá de las grandes capitales como Madrid, Barcelona o Sevilla, estas chicas de provincias, procedentes de municipios que no tenían centros de educación universitaria —como Bujalance, Almendralejo, Pueblonuevo, Soria, Huesca o Almería—, se trasladaron a la capital de España para estudiar, alojándose, trabajando y formándose en la Residencia de Señoritas (1915-1936). Este acto de rebeldía, de modernidad, cambiaría sus vidas para siempre.

Así lo recoge Encarnación Lemus López, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Huelva, en su último libro Ellas. Las estudiantes de la Residencia de Señoritas (Cátedra, Madrid, 2022). Una obra de historia social que se adentra en la historia de las emociones, escrita tras la atenta lectura de las miles de cartas de ida y vuelta que atesora el archivo de la actual Fundación Ortega-Marañón, ubicada en el primigenio edificio de la Residencia de Señoritas. Cartas escritas por las alumnas y por sus familiares, que fueron respondidas, una a una, por la directora del centro, la influyente (hoy diríamos empoderada) María de Maetzu, capaz de mantener buenas relaciones con la dictadura de Primo de Rivera y de ser muy respetada durante la Segunda República. En calidad de administradora del centro, buena conocedora de los entresijos burocráticos del Madrid de la época, María de Maetzu —a veces madre, a veces tutora severa— no dudó en ayudar a las centenares de estudiantes que se alojaron en su moderna residencia laica para que completaran sus estudios superiores y consiguieran becas de formación en el extranjero.

La puerta se entreabrió para algunas mujeres en 1910, cuando se levantó la restricción para que las españolas pudieran ingresar oficialmente en todos los niveles de la educación, incluyendo la superior universitaria. En ese mismo año se ganó el derecho a que las mujeres pudieran ejercer en Centros del Estado como archivos, bibliotecas, institutos, universidades y museos. Hasta ese momento, las españolas que habían querido cursar estudios superiores habían necesitado solicitar una autorización, de modo que dependía de los profesores permitir a las alumnas ir a la universidad.

Solo cinco años después, la Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maetzu e impulsada por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), abría sus puertas en la calle Fortuny de Madrid con tres estudiantes universitarias únicamente. Durante la Segunda República, su época de máximo esplendor, llegó a contar con cinco edificios, decenas de estudiantes norteamericanas alojadas que estudiaban español y más de doscientas universitarias españolas por curso académico.

Si bien nació como el grupo femenino de la célebre Residencia de Estudiantes de la colina de los chopos, la Residencia de Señoritas contó pronto con un espíritu propio. No solo funcionó como alojamiento cómodo, seguro y asequible. Fue también un centro de formación: impartía clases de lenguas modernas, biblioteconomía, ciencias y prácticas de laboratorio. También programaba conferencias, charlas y lecturas. Allí leyó Poeta en Nueva York Federico García Lorca por vez primera. En esos salones dialogaron con las estudiantes Rafael Alberti, José Ortega y Gasset, José Bergamín, Pedro Salinas, Gabriela Mistral y Victoria Ocampo. Además, como gran novedad, ofrecía a las estudiantes con menos recursos trabajar en el desempeño de las tareas del centro —oficinas, clases, biblioteca— a modo de beca, en un sistema absolutamente innovador para la España de la época.

«La historia de la Residencia de Señoritas es la historia de un éxito. Otra cosa es la historia de España, cuyo fracaso democrático se llevó por delante los sueños y las ilusiones de mucha gente, y por supuesto el proyecto de modernización educativa de la JAE», escribe Encarna Lemus. Una historia de éxito, porque permitió a las jóvenes transgredir sus roles de género, ser libres, independientes y dar un vuelco a sus vidas.

Jardín de la Residencia de Señoritas / © Archivo Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón — Ed. Cátedra

Lemus, investigadora del antifranquismo y experta en la política exterior española de los años setenta, ofrece en este bellísimo libro una nueva mirada sobre estas estudiantes. No es esta la primera vez que se enfrenta al estudio de correspondencia privada, ya que es autora de otro emocionante estudio, titulado Cárcel de amor (Fundación El Monte, 2005), que reúne el centenar de cartas que Carmen Gómez y Luis Campos se intercambiaron entre 1948 y 1949, mientras ambos estuvieron presos en la cárcel de Sevilla y antes de que Campos fuera puesto contra las tapias del cementerio sevillano. Esta vez, Lemus da voz a estas mujeres anónimas, las deja hablar a ellas, mientras escribe sus historias de vida y las acompaña a lo largo de su trayectoria profesional y personal. Resulta de una inusitada emoción leer esta correspondencia cruzada de carácter privado, muy personal y a veces íntima, desde la perspectiva que nos da nuestra seguridad educativa de hoy día.

Uno de los ejes de esta investigación, que ahora ve la luz a iniciativa de la editorial Cátedra, es tratar de precisar el origen social, económico e ideológico de las residentes. Sin duda, ellas fueron una élite, no tanto una élite económica como una élite intelectual. Eran muchachas de provincia, con frecuencia hijas de familias de clase media y media-baja —comerciantes, profesionales liberales o funcionarios— con varios hijos e hijas, que no podían legarles un patrimonio. Por eso, se esforzaron —y mucho— por darles una educación como herencia de futuro. Sin embargo, no podemos perder la perspectiva, según indica la autora, de que «la mayoría no llegó», ya que la economía era muy precaria para gran parte de los españoles y el acceso al bachillerato no era la norma.

Las cartas recogen las inquietudes, sueños y miedos de las estudiantes y de sus familiares. La muerte, presente en el ribete del luto de las cartas, aparece a menudo en los papeles. También el dinero —más bien la falta de él— ocupa muchas de sus líneas, en buena medida en los casos de aquellas pioneras que se formaron en universidades de Suiza, Inglaterra, Francia, Alemania y en los numerosos colleges femeninos de Estados Unidos. Leemos cómo se retrasaba la llegada de los ingresos de sus exiguas pensiones, poniéndolas en situaciones verdaderamente dramáticas. Sus problemas con el inglés, su melancolía y soledad, pero también su asombro ante un nuevo mundo de posibilidades, ocupan los momentos más hondos de estas misivas, revividas por la profesora Lemus casi cien años después de haber sido depositadas en un buzón.

Son Antonina Sanjurjo Arranz, Sofía Novoa, Carmen Guerra Sanmartín, Consuelo Gómez Escalera, Concha Rodríguez, Matutina Barrero, Milagros Martínez Prieto, María Díez de Oñate y muchas más. Imposible nombrarlas a todas aquí. El golpe de julio de 1936 obligó a la Residencia a cerrar sus puertas. Encarnación Lemus ha rastreado sus vidas más allá de esta trágica fecha en diferentes archivos, contactado con sus descendientes, perseguido su rastro en el exilio y leído sus fichas en los procesos de los tribunales de Franco. Libros como este son los que mejor nos permiten conocer a estas pioneras, hijas de una España que pudo ser, pero que se truncó con la victoria de la sublevación franquista.

 


 ELLAS. LAS ESTUDIANTES DE LA RESIDENCIA DE SEÑORITAS 
Encarnación Lemus López
CÁTEDRA
(Madrid, 2022)
516 páginas
25,50 €

2 Comentarios

  1. María del Mar Ibáñez Camacho

    Magnifica reseña que nos remite a un tiempo donde todo estaba por conseguir para las mujeres. Aquella generación rompedora vio truncada sus aspiraciones por el golpe del 36, como nos explica Almarcegui, aunque deja claro su impacto y el camino que abrió a generaciones posteriores. Muy interesante que la fuente utilizada sea la correspondencia entre ellas y la directora de la residencia de señoritas. La correspondencia es una fuente histórica de primer orden, todavía no lo suficientemente explotada.

  2. Pingback: La dulce guerrilla urbana en pantalones de campana del Frente de Liberación Popular (1) - Jot Down Cultural Magazine

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