Los colores de la precariedad

«Las autoras y autores aquí presentes representan a una generación que no teme romper las normas, que no siente nostalgia ni necesidad de respetar ningún canon», escribía Gerardo Vilches en el prólogo a la antología de cómic español de vanguardia Hoodoo Voodoo (Fosfatina, 2016). Si obviamos la referencia inclusiva a autores, la descripción valdría para la exposición Constelación gráfica del CCCB: nueve autoras jóvenes —casi todas nacidas en los 90— con obras consideradas de culto, cuya experimentación formal y conceptual ha dado lugar a verdaderos hallazgos visuales y narrativos en los últimos años.

Una generación encabezada por creadoras que ya estaban presentes en el citado volumen colectivo de Fosfatina y que hoy día han consolidado plenamente su estilo, como demuestran sus obras recientes. Es el caso de Socorro (2019), de Roberta Vázquez, Tarde en Mcburger’s (2020), de Ana Galvañ, y Gran bola de helado (2021), de Conxita Herrero, todas ellas —por cierto— publicadas por Apa-Apa Cómics y la última, reseñada en la versión papel de Mercurio (como también lo fue la última obra de Begoña García-Alén, que bien podría integrar este grupo).

Su capacidad de desafiar los códigos de este arte y de exprimir el potencial de la viñeta para sugerir, con un mínimo volumen de texto, todo un catálogo de ideas y sensaciones, se refleja igualmente en el resto de autoras que completan la muestra y que también han publicado importantes libros no hace mucho: María Medem (Cénit), Nadia Hafid (Chacales), Bàrbara Alca (Llámame feminazi), Genie Espinosa (Hoops), Miriam Persand (Internet sublime) y Marta Cartu (Hola Siri). Todas ellas dialogan con otros ámbitos de la creación, como las artes plásticas, el diseño o el cine, y con estéticas que van del manga a David Lynch, del cubismo a la animación.

Montserrat Terrones, editora en Garbuix Books, así como investigadora y divulgadora especializada en cómics escritos por mujeres, ha sabido detectar como comisaria de la muestra esta constelación de autoras independientes pero conectadas. De un lado, por su presencia en redes sociales y en festivales de autoedición, que las han llevado a mantener esta práctica como para recordarse que ellas tienen el control. De otro, por sus narrativas comunes a la precariedad en todos los frentes, que las vinculan a escritores coetáneos con quienes colaboran, como Anna Pacheco o Eudald Espluga, así como ese angst contemporáneo de distopías digitales e ironías costumbristas, que gotea color y contundencia gráfica en cada una de sus páginas.

VISITA APTA PARA: Amantes de la búsqueda (con premio) en el noveno arte y de quienes hacen de la viñeta un salto sin red.

VISITA NO APTA PARA: Pesados de los superhéroes y de las historietas de toda la vida.