Horas críticas Analógica

Desaparecer permaneciendo

Reseña de «Adiós amigos», de Begoña García-Alén

Uno de los rasgos más interesantes del cómic es que posee unas características formales que le permiten emparentarse con otros medios. En su forma de expresarse, a través de la imagen (secuencial o no), con apoyo del texto o prescindiendo de él, conecta con otras artes visuales, pero también musicales, literarias o escénicas. Por eso no es extraño que en estos últimos años la vanguardia del cómic haya estado observando con ahínco esos puentes potenciales, explorando formas diferentes de exponer o narrar y al mismo tiempo dejando que entren, por esa vía, los temas explorados por aquellas y en los que quizás los cómics aún no se habían adentrado. Uno diría incluso que hay cierta solidaridad entre un medio con una popularidad todavía bastante acotada, como es el cómic, y otras artes también en segundo plano, frente a las más reconocidas popularmente. Ahí tenemos, por ejemplo, El ruido secreto, de Roberto Massó, o Tito Andrónico, de Marcos Prior y Gustavo Rico, que respectivamente se hermanaron con danza y teatro.

Bas Jan Ader (Winschoten, 1942-?) fue un artista conceptual que centró su trabajo en el audiovisual, especialmente en fotografía, vídeo y performance. Como tal, en sus piezas buscaba poner el intelecto por encima de la emoción, alcanzar la idea pura trascendiendo lo material y alejándose, en la medida de lo posible, de la subjetividad y de lo singular. Ejecutante cuidadoso y preciso, muchas de sus performances aspiraban a la acción fallida, a la pérdida del control con un resultado que podía evocar humor pero también cierto absurdo. Fall, una de sus series más conocidas, mostraba toda una panoplia de extrañas caídas protagonizadas por él mismo, en las que se transmitía sensación de fragilidad ya desde la anticipación del suceso. Todo se puede ir al traste en cualquier momento. Pero su obra también trataba de cierta búsqueda, quizás mística, de lo improbable a través de esa exposición personal. In Search of the Miraculous, su última pieza, consistía en un viaje cruzando el Atlántico desde Massachussets hasta Holanda, su país natal. Sin embargo, Ader no llegó a completarlo. Su pequeño velero, el Ocean Wave, apareció vacío, encontrado por un pesquero gallego, sin rastros de su tripulante. Para mayor misterio todavía, el barco —que quedó custodiado en el puerto de Ferrol— desapareció poco tiempo después.

Begoña García-Alén (Pontevedra, 1989), una de las artistas más interesantes del cómic experimental actual, recoge en su último libro, Adiós amigos (Apa Apa Cómics), el desenlace de la travesía de Ader como punto de partida para armar una ficción sobre las vidas de algunos habitantes del Ferrol, en especial la del niño Xosé, en el momento de la llegada del barco. Como en su obra precedente, la artista gallega es prolija en cierto juego de ausencias presentes que aquí son muy significativas. Lejos de innovar en la técnica o el estilo de dibujo —destaca precisamente por recurrir a herramientas humildes, el lápiz y el rotulador—, García-Alén ha dedicado su faceta experimental a explorar sobre la narración, el juego con los puntos de vista y el control de la elipsis. En cómics como la serie El espectador o Nuevas estructuras no aparecían personajes humanos, a pesar de formar parte de la historia. Es la presente pues una notable excepción con la inclusión de la representación de estos, manteniendo, por otra parte, el culto o dedicación al objeto, que aquí actúa como una suerte de ensimismamiento que abre las puertas a la inmersión. También, como decíamos, es una nueva instancia en el proceso de la exploración de la elipsis y de las ausencias como algo presente de forma anormal, limítrofe con la realidad representada. A través de la inserción de interpretaciones de fragmentos de las performances de Ader en la crónica costumbrista del día a día de los personajes y el pequeño Xosé —en el que quizás se pueden ver paralelismos simbólicos con el artista—, la autora practica una fantasmagoría extraña en la que Ader parece pervivir más allá de su desaparición, a través de sus trabajos —y de las ideas que aspiraban a representar—, en una narración paralela intrusa en el relato principal, pero que participa perfectamente del mosaico de viñetas final que es cada página.

Páginas interiores de «Adiós amigos», de Begoña García-Alén. / © Apa Apa Cómics

De este modo, podría pensarse que Adiós amigos es un homenaje. Si lo fuera, bien pudiera ser el más enjundioso de todos los homenajes jamás planteados. García-Alén dibuja unas vidas comunes con un estilo minimalista en el que el color no rellena los huecos, sino que se esconde en la línea —de nuevo, las ausencias-presencias—. Y en ella, la obra de Ader se convierte, precisamente, en una idea que pervive como imágenes secuenciales de grafismo alternativo, un avatar de lo falible, de la fragilidad anidada en cada suceso. La autora lo alterna con el relato principal, alterando la secuencialidad del mismo, pero constituyendo a la vez una solidaridad icónica que potencia significados y que puede resultar sobrecogedoramente profética. Todo se puede ir al traste en cualquier momento. Y quizás lo más trágico es que, pese a esa conciencia, jamás sepamos cómo. Y haya que lidiar así con ello.

 


 ADIÓS AMIGOS 
Lauren Groff
Begoña García-Alén
APA APA CÓMICS
(Barcelona, 2022)
64 páginas
17,90 €

Un comentario

  1. Pingback: «Constelación gráfica» en el CCCB

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