Entrevistas

Manuel Moya: «Pessoa está en nuestra piel, escribe sin pretensión y tiene la fuerza de ser verdad»

 

El poeta, novelista y traductor onubense Manuel Moya (Fuenteheridos, 1960) lleva casi dos décadas estudiando la obra de Fernando Pessoa. Durante todo este tiempo ha ido acercándose cada vez más al escritor portugués, «pixelándolo cada vez más fino», buscando y anotando lo que él decía de sí mismo. Lo descubrió gracias a Ángel Crespo, y desde entonces ha llegado a traducirlo hasta en dieciocho ocasiones. Acaba de publicar Pessoa, el hombre de los sueños (Ediciones del Subsuelo, 2023), una nueva biografía que, entre otras, tiene la virtud de desmontar algunos estereotipos sobre la vida del escritor. Un trabajo ambicioso y admirable, de una tenacidad extraordinaria, al que se añade un valioso apéndice documental que muchos futuros estudiosos de Pessoa tendrán que agradecerle. Me cito con él en un hotel céntrico de Madrid para hablar de pasiones, de literatura y de la vigencia en el siglo XXI de un escritor como Fernando Pessoa.

Diecisiete años son casi una vida. ¿De qué manera se cruza Pessoa en la tuya?

Lo conocí por una antología que preparó Ángel Crespo, El poeta es un fingidor (1982), y después llegó a mis manos el Libro del desasosiego. Me lo llevaba de viaje, lo cogía muy despacito, lo leía a fragmentos, un poco al azar. En este sentido, Ángel Crespo ha sido un maestro para todos nosotros.

¿Es el Libro del desasosiego el punto de partida de casi todos los lectores de Pessoa? Tengo esa sensación.

Creo que sí.

¿A qué responde?

Es un libro abierto, esbozado, y eso hace que haya algo que nos resulte familiar. No es un libro que quiera enseñarte nada, es espontáneo, se contradice, y por eso en el fondo se termina pareciendo mucho a nosotros, porque todos estamos siempre sin terminar. Eso nos seduce, creo. Y es casi un diario, pero un diario afortunadamente desordenado.

¿Quién es Fernando Pessoa?

Pessoa es alguien que está en nuestra piel, que escribe sin pretensión y que, por eso mismo, en ese momento tiene la fuerza de ser verdad; que puede no serlo dentro de un cuarto de hora, pero en ese momento, si juntas todos esos fragmentos, el texto cobra una honestidad muy auténtica.

Hemos heredado de él una imagen triste, solitaria y penumbrosa, pero más allá de los heterónimos, ¿crees que existió un Pessoa alegre y feliz? Hay un pasaje del libro en el que dices que, cuando estaba rodeado de adultos y había niños en su presencia, él se volcaba en estos últimos y se alejaba automáticamente de los adultos.

Yo creo que, desde la infancia, Pessoa arrastra un trauma muy duro, innegociable [la muerte de su padre con cinco años], y por eso una parte de su infancia se quedó dentro de sí. Creo que su asexualidad tiene algo que ver con eso. Algo se le quedó en su infancia, una página por escribir, se saltó un paso. Ocurre con muchos escritores.

¿Qué has sacado en claro al profundizar en un autor como Pessoa?

Te das cuenta de que muchos de los tópicos que hoy manejamos sobre él, como por otro lado pueden ser los de Galdós, los de Valle-Inclán o los de cualquier otro, no se ajustan a la realidad. En el caso de Pessoa, el de que era un tipo callado, silencioso, que decía la frase justa en el momento justo; se creó una idea confusa. Yo he intentado indagar en el porqué, a través de sus primeros biógrafos, en la gente que lo conoció, pero nadie puede hoy decirnos cómo era Pessoa. Solo queda una sobrina, que tenía seis años cuando murió.

¿Perdura esa imagen?

Me da la impresión de que la idea que tenemos sobre él es la misma que tenemos sobre el Libro del desasosiego, de ese personaje que en realidad no es Pessoa, sino Bernardo Soares, que es muy parecido, cierto, pero no es él. Al Soares del Libro del desasosiego lo conocemos a partir de 1930, en los últimos años, cuando él ya es un bebedor consumado, en esa fase autodestructiva, cuando ya sin nadie, sintiéndose un desamparado y viendo los problemas hepáticos y renales que arrastraba (solo hay que ver las fotografías del último Pessoa, que parece como abotargado), se ve abocado al fracaso. Esta es la visión que tenemos de Pessoa, la de los últimos años, pero ese no es el único Pessoa.

Retrato de Almada Negreiros (1935), del obituario de Pessoa en el Diario de Lisboa

¿Crees que el Libro del desasosiego ha fagocitado la imagen que tenemos de él?

Tengo esa impresión, porque una gran parte de los lectores de Pessoa hemos entrado por ahí. Pero yo intento rebatirlo. Al contrario de lo que se cuenta, Pessoa era un hombre muy social. Nació en una familia con mucha gente, siempre vivió en casas donde había mucha gente, con su hermana, con su familia. Estaba muy unido a su familia, no era ningún ogro metido en su funda y encerrado en sus asuntos. Trabajó en varios lugares, tenía que hablar todos los días con diversas personas, trabajó en oficinas donde tenía que convivir con un grupo de trabajadores… Estaba muy bien considerado por todas las personas que lo trataron, a pesar de que no supieran nada de otros aspectos de su vida. Pero fíjate, hasta dos días antes de su muerte, no deja de frecuentar reuniones. Se levanta un 28 de noviembre con una crisis hepática terrible y se lo llevan al hospital, pero la noche anterior, en el café Martinho da Arcada, en la Praça do Comércio, había asistido a una tertulia literaria. Es decir, no era de ningún modo un personaje huraño.

¿Por qué esa confusión entonces con el heterónimo de Bernardo Soares?

Soares es un tipo que vive en el norte, trabaja como ayudante de contabilidad en una agencia y vive en la misma calle que Pessoa, en la calle Douradores. Su vida transcurre esencialmente en una calle, e incluso afirma desconocer la ciudad dos calles más allá de la zona en que vivía. Pessoa dice encontrárselo en un restaurante de mala muerte de comida barata y cuenta que le llama la atención su carácter solitario y todo lo que aparece recogido en el prólogo del Libro del desasosiego. Por todo ello, la herencia que nosotros hemos recibido es haber creído que Soares era él, y de todos los personajes el que más se parece a Pessoa es él, pero Soares lleva una vida encerrada en sí mismo.

«El Libro del desasosiego se termina pareciendo mucho a nosotros, porque todos estamos siempre sin terminar»

¿Crees que es un autor para todo tipo de lectores o solo para una minoría?

Sucede algo muy extraño porque, al igual que sucede con todos los autores de la alta literatura —como Rilke, Thomas Mann, etcétera—, no llega a todo el mundo.

Sin embargo, es un autor especialmente reconocido entre mucha gente que tampoco lo ha leído.

Sí, tengo esa misma impresión. De hecho, Pessoa es uno de los poetas internacionales más traducidos al castellano de los últimos veinticinco años. De Rilke, de Montale, de Pavese, conozco a cuatro traductores, pero de Pessoa hay treinta y cinco. En Noruega, por ejemplo, una persona llegó a abrir una librería en una calle principal de Oslo donde solo se vendía el Libro del desasosiego. Lo tradujo y vendió muchísimos ejemplares. Hay que tener en cuenta que Noruega es un país de cinco millones de habitantes.

¿Solo con Pessoa podía suceder algo así?

Pessoa tiene algo de humano que a todos nos llega. Cuando alguien me pregunta por dónde empezar a leerlo, a menos que sea un lector avezado, le digo que por el Libro del desasosiego. Porque es un libro que abre ventanas, puedes leerlo por donde quieras, no tienes necesidad de leerlo hasta el final. Y creo que es la manera correcta de leerlo.

Para mí el Libro del desasosiego sigue siendo uno de los cinco o diez libros más especiales de todo el siglo XX. ¿Por qué crees que no se ha dejado de traducir?

Tengo una teoría al respecto, y creo que es porque, en el fondo, todos nos sentimos múltiples y todos tenemos varias personalidades. Nos llega a todos porque para cada uno tiene un fragmento. Y también porque hay una voluntad de comprender humanamente al otro, porque Pessoa trata de entender a todo el mundo.

El título del libro siempre me ha generado conflicto, porque la palabra «desasosiego» no se corresponde con la humanidad que creo reconocer en sus páginas. Es un libro en el que encuentro luz y consuelo.

A mí no me desasosiega; es más, como tú dices, a mí también me parece un libro de consolación. Lo escribe una persona que está ya en una fase decadente, «esperando la diligencia», como él mismo dice en algún momento. Y en realidad es un libro que no se puede escribir desde otro sentimiento.

Al final de tu libro dices que Pessoa era una persona que no podía escribir sobre algo que no hubiera experimentado. ¿Crees que Pessoa era sus palabras, o por el contrario se escondía detrás de ellas?

Creo que era más sincero de lo que la gente cree, y por supuesto no habla de lo que no sabe. De deportes, por ejemplo.

En el último capítulo abordas su muerte y afirmas que no temía a la muerte porque ya la tenía muy asumida, pero cuando yo leo el Libro del desasosiego no dejo de reconocer a una persona profundamente enamorada de la vida, lo que tal vez explica su sufrimiento.

Es que fue de derrota en derrota. Otro de los tópicos que se han apoderado de él ha sido que era una persona indolente. Bueno, nos ha dejado cerca de 30.000 documentos.

Es una barbaridad, desde luego.

Dividido en treinta años, sale a mil documentos por año; documentos que en ocasiones son de una línea, pero también los hay que son de cuarenta y cuatro páginas.

Un grafómano, vaya.

No solo eso. Fue una persona que trabajó mucho, que quiso ser inventor, ¡él inventó el futbolín! (en Portugal lo llaman matraquilho), pero como no tenía un duro y las patentes había que renovarlas todos los años, no pudo mantenerlas. Inventó varias cosas más, lo intentó de todas las maneras, y por eso yo lo relaciono con Sísifo, porque es un tipo que intenta hacer algo, se le cae y vuelve a intentarlo. Tú puedes caerte una vez, dos veces, pero caerte siempre y volver a levantarte solo lo puede llevar a cabo alguien con una capacidad de renuencia enorme.

¿Cómo se explica entonces su abatimiento final?

A partir de la muerte de su madre, en 1925, él entra en una situación en la que ya no puede esperar nada. Y él, que era un hombre valiente en algunos aspectos, pero también cobarde en otros, se abandonó a la bebida y abrazó el alcoholismo, que muchas veces, no lo olvidemos, es producto de una situación personalmente compleja. Desde entonces, él, que también ve morir a su compañero, Mario de Sá-Carneiro, me da la impresión de que decidió no hacer nada por salvarse.

Es contradictorio hablar al mismo tiempo de Sísifo y de este Pessoa que se rinde.

Ideológicamente, él quiso siempre liberarse a través del dinero. La liberación es individual o no hay liberación, y entonces el tipo se volvió un emprendedor. Fracasa siempre, claro, porque no mide sus fuerzas. Pero entró en este bucle, y cuando se dio cuenta de que no había nada que hacer, se volcó en la libertad, que es uno de los ejes de toda su obra, en distinto grado según el heterónimo: la libertad del buen salvaje de Rousseau en Alberto Caeiro, la libertad frente al destino en Ricardo Reis, etc. La libertad marca su terreno de juego, aunque al final se derrumbe.

La etapa final fue ciertamente penumbrosa.

Y además comenzó a tener achaques, dificultades que le impedían pasear por Lisboa y otras cosas. Vivir le costaba cada vez más, y tampoco creo que fuera alguien que tuviera un apego grande a la vida. Creo que era alguien que se sabía en la vida, como Caeiro, pero sin más. No tenía apego, pero tampoco desapego.

¿Te refieres a que se convirtió en una persona tácita, moderada, estoica?

Desde luego si tú tienes apego por algo, no te abandonas, no tiras la toalla.

Hablando de política e ideología, estas últimas semanas se ha montado en Italia un pequeño revuelo porque el ministro de Cultura afirmó que Dante representa los valores de la derecha política. ¿Crees que los portugueses se extrañarían hoy de que Fernando Pessoa pudiera seguir defendiendo intereses nacionalistas, y que esto podría generar un conflicto intelectual?

De hecho, ya lo ha generado. Hace unos años quisieron hacer un premio que conmemorase la lusitanía y habían decidido que llevara su nombre, Premio Fernando Pessoa, pero los caboverdianos y los habitantes de Guinea-Bisáu se opusieron porque lo acusan de esclavista. En 1910, cuando se reproclama la República, Pessoa se decanta por lo nuevo; pero sigue creyendo que en la sociedad deben mandar los buenos, una aristocracia intelectual, una aristocracia del saber y del conocimiento.

También atacó públicamente al dictador Salazar.

Solo en los últimos meses de su vida, pero en los ocho años anteriores no hizo nada. Él está con todos los movimientos conservadores, muy conservadores; sin embargo, afirma que no es reaccionario. De todo ello resulta un personaje que puede ser incómodo para los demócratas portugueses, no lo descarto. De hecho, es incómodo para la gente de Guinea-Bisáu, y están en su derecho de estar en prevención contra ese personaje que reduce a otras culturas a la categoría de subalternas. No se le puede acusar de cínico, pero cree que lo justo es mandar sobre esas otras culturas. En todo caso, aquí no podemos justificar a Pessoa.

Bueno, siempre somos hijos de nuestro tiempo…

Y hay que entender que él viene del liberalismo inglés. Es hijo de esa noción de libertad.

Hablando de herencias, ¿por qué no llegó a profundizar en España ni conoció el Siglo de Oro? ¿Por qué no leyó a Cervantes?

Esencialmente porque creció en la cultura inglesa, y los años de Durban, en Sudáfrica, fueron cruciales en su formación.

Años de los que no habla prácticamente en su obra, por cierto.

Pero están presentes, porque están dentro de él. De hecho, los heterónimos no pueden comprenderse sin la lección de Shakespeare. Y hablando de grandes, tú me preguntas por Cervantes, pero tampoco leyó a Dante, por ejemplo.

Pero España y Portugal siempre hemos compartido una matriz común, que es la ibérica.

Sí, pero siempre hemos mirado a Portugal con cierto desdén. Han sido los pequeñitos, los hermanitos pequeños, y además pobres. Ellos, sin embargo, nos han mirado siempre con miedo, con precaución, y eso ha hecho que la relación entre los dos países no haya madurado mucho. De hecho, la historia del siglo XIX es prácticamente la misma para ambos. Tanto es así que la democracia en España no es una cuestión borbónica, sino fruto de la observación de lo que había sucedido en Portugal en 1974.

«Pessoa es un clásico porque no solo ha levantado un palacio maravilloso, sino que lo ha hecho habitable»

Para ir concluyendo, ¿por qué crees que deberíamos seguir leyendo a Pessoa en 2023?

Porque los clásicos son los que nos hablan al oído, los que nos hablan de verdad. Un texto que no se convierte en un clásico es porque ya no nos habla, porque ha dejado de hablarnos, porque se ha callado.

¿Pessoa puede enseñarnos a vivir?

Nos puede enseñar a entender la vida, a nosotros mismos, nuestras dudas, y por eso me parece un clásico, porque no solo ha levantado un palacio maravilloso, sino que lo ha hecho habitable, es decir, un palacio donde todavía podemos vivir.

4 Comentarios

  1. Agustín Carrasco Leiva

    El artículo es interesante. Leo a Pessoa desde hace años. Comparto con Manuel Moya el magisterio de Ángel Crespo.

  2. Alfonso Castro Herrero

    Pessoa no es nadie. Vive en nosotros al leerlo y se queda para siempre.

  3. Moisés Soria

    Sugiero la aclaradora idea sobre el judaísmo de Pessoa ,de cuyo origen está orgulloso y que tuvo antepasados judíos penitenciados por la Inquisición portuguesa.De ello trata Antonio Escudero Ríos en un texto publicado en Diario Judio de México.

  4. Moisés Soria

    El estupendo texto de Antonio Escudero Rios abunda ya en lo que en su día expuso Angel Crespo en La vida plural de Fernando Pessoa.Pessoa estaba orgulloso de su origen hebreo ,como templario también .Leed pues el sugerente texto de Antonio Escudero,el Judaísmo de Pessoa y Pessoa ,el judío de Lisboa . En Diario Judío Mexico .

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