Ficción

El Pato Cosquillas: confesiones de un político

[Aviso de contenido delicado: esta entrevista incluye contenido delicado que algunas personas pueden considerar ofensivo o molesto.]

«Le dije que no tuviera miedo, que se limitara a bañarme y hacerme caricias». Con estas palabras da comienzo el libro El Pato Cosquillas: Confesiones de un político, un testimonio único que recoge la destitución más polémica de nuestro siglo. La entrevista a continuación, en exclusiva para MERCURIO, fue realizada justo antes de que El Pato Cosquillas entrara en prisión, desde donde escribiría el manuscrito del libro, a la venta en librerías y aeropuertos a partir del 9 de enero.

*

¿Sigue pensando que su propuesta es una opción realista?

Sí. Realista y con gran potencial, aunque ahora la presenten como una excentricidad. Pero ya sabe cómo va esto, el problema es el de siempre: el especismo.

Se refiere a que la gente no esté dispuesta a que una especie inferior la gobierne.

Efectivamente. A la discriminación, a los prejuicios. Mire, como pato hago lo mismo que como persona: me pregunto si el planeta podría soportar más mentiras, más emisiones tóxicas, más violencia.

Hice lo que hice porque no me quedó más remedio. Era la única manera de salir de la crisis.

¿Cómo tomó conciencia de esa desigualdad?

Crecí en Madrid, pero solo comprendí lo que ocurría cuando Alba se fue de vacaciones a Oaxaca. Me dejó al cuidado de su vecina Gloria, y Gloria me dijo que tenía una mente privilegiada, que yo era mucho más que un pato que solo dice «¡cua, cua!». Me dijo que podría cambiar el mundo si me lo proponía. Me enseñó a leer y a escribir. Me dio una oportunidad.

¿Volvió a verla?

No, Gloria murió poco después. Alba celebró una fiesta el día que falleció. Puso la música altísima. Aprovechó que Gloria ya no estaba. Era la típica vecina que daba golpes contra el techo con el palo de la escoba. Le molestaba mucho el ruido. Gloria tenía el oído hipersensible.

Usted también.

Sí, yo también.

Pero la quería, ¿verdad? Usted quería a Alba a pesar del ruido, a pesar de todo.

Mire, la verdad es que me acogió en su casa porque los patitos se pusieron de moda en TikTok. Todo el mundo quería patitos amarillos como los de los influencers. Alba me compró en una tienda de animales y nos caímos bien enseguida. Me encantaba corretear y perseguirla por toda la casa, nos reíamos y me daba de comer. A veces, me dejaba dormir en su cama. Claro que la quería. Alba lo era todo para mí.

Ella le bautizó.

Sí, me llamó Cosquillas. «¿Dónde estás, Cosquillas?», decía Alba al llegar de trabajar. «¡Mi favorito!», decía, y me comía a besos.

Sin embargo, después de la muerte de Gloria, sus carantoñas dejaron de hacerme gracia. Estaba harto de que me grabara con el móvil, de ser la mascota de una pija madrileña. Necesitaba espacio, sentirme libre. Me convertí en activista y, más adelante, en presidente, para ser el pato que quiero y merezco ser. El pato que el mundo necesita. El pato que Alba necesita.

El Pato Cosquillas.

¡El Pato Cosquillas!

¿Qué tiene que decir sobre el conflicto de la bañera?

Se refiere a las declaraciones de Alba.

Sí.

Mire, la bañera era mi estanque, mi sitio especial. Mi fuente de soluciones. Le dije que para mí era fundamental, que tenía que estar siempre a mi disposición. Pero Alba se negó. Me dijo que no. Me dijo: «Fus, fus, quita». Traté de explicarle que el agua estimulaba mi creatividad, pero no me hizo caso. Así que le comí la cara a picotazos.

Todo apunta a que soy un criminal. Esa es mi reputación.

Alba pasó una semana ingresada en la unidad de cuidados intensivos.

Es lamentable que se nos recuerde más por lo que destruimos que por lo que creamos.

¿Por qué le gustaría que le recordaran?

Nuestro camino a la presidencia fue maravilloso. De pato doméstico a líder de un país en menos de un año. Nadie se atrevía a llevarnos la contraria.

¿Cómo mantuvo su identidad en secreto?

Se refiere a cómo puse mis palabras en su boca.

A cómo la manipuló para hacer lo que usted quería que hiciera.

Cuando Alba regresó a casa después de su estancia en el hospital, con la cara cubierta de vendas, las heridas supurando, el dolor ardiendo en las mejillas, le conté que había pasado doce días sumergido en la bañera.

¡Le conté que había encontrado la fórmula para erradicar la deuda nacional! Le dije que sentía mucho haberle hecho daño. Le dije: «Por favor, perdóname».

Después, le expliqué mi programa político y le pedí que me prestara su cuerpo para hacer realidad el bienestar económico y social. Porque nadie le haría caso a un pato. Pero a ella…, ¡a ella sí!

Le dije que la convertiría en la primera presidenta del Gobierno.

Me miró desconfiada. Tenía miedo, miedo que utilicé a mi favor. Con la cara deforme, agujereada, rostro de sangre y cicatrices, nunca podría vivir del aire como esos influencers que tanto le gustaban. Nadie la querría como modelo o embajadora de una marca. Le dije que solo llegaría a ser famosa si me hacía caso. Si me obedecía.

Alba escogió ser presidenta. Conmigo. Alba entendió que me necesitaba para aparecer en los medios y asistir a las fiestas. Sin embargo, a veces, se rebelaba. A veces, Alba se salía del guión. Volvemos al tema del especismo, y a ese no cumplir con sus promesas tan típico de los políticos. Alba pensaba que ella, por ser humana y la cara visible de la presidencia, era más o mejor que yo. Más o mejor que un pato.

Y eso le cabreaba.

No me quedó más remedio que castigarla. Oh, venga, no me mire así. Cuando un perro te muerde, lo sacrificas o le pones un bozal. Yo escogí el bozal.

La utilizó y torturó hasta que Alba grabó los vídeos incriminatorios.

¡Hasta que Alba acabó con todos nosotros!

¿Por qué cree que Alba envió los vídeos a la policía?

Supongo que le ocurrió lo mismo que a mí. Imagino que se cansó de ser mi mascota. Quizá Gloria se le apareció en sueños y le dijo que podría cambiar el mundo si se lo proponía. Quizá le dijo que era mucho más que una mujer que solo dice «¡blah, blah!».

Las consecuencias de mi liberación fueron positivas para la ciudadanía; las suyas, en cambio… Fíjese: el vídeo en el que le digo una y otra vez que su reputación es mi reputación, que sin mí no tendría acceso a restaurantes con Estrella Michelin ni aviones privados, salió a la luz el día 27 de marzo. Tres días después, el 30 de marzo, la inflación alcanzó su nivel más alto desde 1985 y la economía colapsó. ¡Colapsó!

Solo espero que mi destitución sirva para algo, como hacen las guerras.

Dice mi destitución, pero en realidad es de los dos, ¿no le parece?

Mía, nuestra, suya… Qué más da si solo nos prestan atención cuando el que sufre es un humano. ¿Qué hay del resto de animales? Quizá las ranas tengan algo que decir al respecto. O el lince ibérico.

¿Se refiere a darle voz a otras especies?

Voz. Voz y voto.

 


Marta Argüelles Hortelano (Madrid, 1993) es graduada en Publicidad y Relaciones Públicas por la ESIC Madrid y máster en Innovación en Industrias Culturales y Creativas por la Aalborg University. Ha trabajado en proyectos de bandas y artistas como Maria Arnal i Marcel Bagés, Guitarricadelafuente, Bejo, Delaporte, Sen Senra, Dellafuente, La Zowi, Bad Bunny, Jorja Smith, Oasis o BTS, y ha ido a muchos conciertos. Hace casi dos años dejó su trabajo para ganar espacio y exponerse a la vida en la naturaleza, una decisión de la que surgieron Volcánidas, manuscrito de su primera novela, y «¿Dónde está la pelota de baloncesto?», una newsletter de cuentos para adultos.

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