Horas críticas

Libros de la semana #49

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

El plagio, de Daniel Jiménez (Pepitas de calabaza)

Juan Jiménez es una persona real, tiene setenta y cinco años, está jubilado, desde que ha sido desahuciado de su casa reside en un pequeño pueblecito y recibe una pensión mínima con la que apenas llega a fin de mes. Juan Jiménez es músico y fue, durante más de cincuenta años, miembro de la banda Los pekenikes, una formación nacida en 1959 que supuso uno de los mayores éxitos discográficos de la industria del pop español: por sus filas desfilaron nombres como los de Luis Eduardo Aute, Juan Pardo o Junior, y su fama les permitió ejercer como teloneros de los mismísimos Beatles en el año 1965. A lo largo de su vida profesional, Jiménez ha compuesto más de doscientas canciones y ha trabajado como productor, profesor, programador de espectáculos y director de musicales. A principios de los noventa, el hombre también concibió la idea de un nuevo programa infantil que bautizó como Parquelandia. Se trataba de la adaptación televisiva de un juego de mesa clásico, un concurso donde los pequeños participantes tiraban dados electrónicos para avanzar, realizando diversas pruebas, sobre las casillas de un gigantesco tablero. Para presentarlo en la televisión pública, Jiménez financió un programa piloto fundiendo en él todos sus ahorros, vendiendo el pub que poseía, hipotecando su casa y acumulando unas deudas descomunales. Tras entregar el material a la televisión, lo tres directivos con los que ya había firmado contratos para llevar Parquelandia a la pantalla decidieron abandonar sus puestos para mudarse a otra cadena privada. El sábado dos de octubre de 1993, la familia Jiménez encendió la televisión y contempló una mezquina traición, un acto de vileza televisado, un atraco ejecutado en directo y en prime time: cierta cadena privada estrenó ese día un nuevo programa donde los concursantes correteaban por las casillas de un tablero gigante, superando pruebas y avanzando gracias a unos dados electrónicos. Detrás de la creación del show, cuya única diferencia con Parquelandia era estar protagonizado por adultos en lugar de niños, se encontraba el trio de directivos que tiempo atrás había dejado plantado a Jiménez. Y aquel novedoso concurso acabo convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de la televisión en España. Daniel Jiménez es hijo de Juan Jiménez. Y también es un escritor responsable de novelas como Cocaína y Las tres muertes de Ray Loriga, así como numerosos artículos para Vice y El país de las tentaciones. «Hace unos meses mi padre me pidió que lo ayudara a escribir un libro para contar la historia. Me pasó la documentación que había ido acumulando a lo largo de estos treinta años […] La siguiente vez que hablamos le dije a mi padre, con una incómoda sensación de alivio, que no contara conmigo para escribir la historia del plagio. Que su guerra no era ya la mía. Lo que vais a leer es la prueba de que estaba equivocado». El plagio es el libro que narra cómo El juego de la oca, aquel concurso presentado por Emilio Aragón, Lydia Bosch y Patricia Pérez en Antena 3 durante los noventa, hundió económica y emocionalmente a la familia Jiménez. Una historia donde Daniel desgrana, a través de sus recuerdos y la documentación aportada por su padre, como se gestó aquel robo desde las pantallas de todos los hogares de España. Un relato salpicado con sobornos millonarios, procesos judiciales cuestionables, detectives, deslealtades, testaferros italianos contratados para esconder el saqueo, ruinas económicas familiares e incluso un doloroso suicidio en el ámbito familiar. Un documento que revela las oscuras bambalinas existentes detrás de un festivo y colorido programa de televisión que encandilaría al país. El plagio es la denuncia de una injusticia, una redención para un padre atracado, un libro que tiene el morbo añadido de orbitar alrededor de un programa muy popular de cierta época. Pero al mismo tiempo, El plagio también es la crónica autobiográfica sincera, trágica pero esperanzadora, de un hijo que al redactarla descubre otro tipo de herencia incalculable: el valor inagotable de sus padres.


Concierto sin poeta, de Klaus Modick (Periférica & Errata Naturae)

Libros de la semana

« “– Ya le está brindando sus oraciones al buen Dios – decía ella susurrando –. Se pasa todo el santo día rezando”. Vogeler sonrió, le dio unas palmaditas tranquilizadoras en el hombro. “– No está rezando, Lina. Hace poesía, el señor Rilke solo hace poesía”».

Worpswede es un pequeño municipio alemán situado a escasos kilómetros al noroeste de Bremen. Una población que, desde finales del siglo diecinueve, se ha convertido en un potente imán capaz de atraer a creadores y virtuosos de todo pelaje, mentes inquietas que acabaron conformando una popular, concurrida y muy celebrada comunidad artística. En el verano de 1905, Heinrich Vogeler, pintor y  cofundador de la colonia de artistas de Worpswede, se despierta en una finca entre abedules. Aún no tiene cuarenta años pero siente que ya lo ha logrado todo. Su cuadro Concierto, una obra que tardó años en finalizar y ha sido bendecida por los elogios de los especialistas, se anuncia en una prestigiosa exposición de arte. La pintura retrata una tarde cualquiera de verano en la terraza de su finca, un lugar de flora desbordante donde diversos personajes bohemios asisten al concierto ofrecido por tres músicos. Vogeler se sabe descontento con aquella obra: «Muestra a unos músicos, pero no hay sonido. Permanece mudo. Y los atentos oyentes no perciben nada. Están sordos. Por esta razón, Concierto tampoco es un buen título», sentencia. Pero lo que realmente inquieta al autor de aquella estampa es otra cosa: un asiento vacío. El hueco entre la pintora Paula Modersohn-Becker y la escultora Clara Westhoff retratadas en la imagen, aquel espacio que debería de haber estado ocupado por un enigmático genio de los versos que se presentó en el lugar unos años atrás. «Concierto sin poeta sería un título más apropiado», razona. En el verano de 1900, un joven llamado Rainer Maria Rilke, consagrado a la poesía como si aquella fuese una religión, se presenta en la comunidad de artistas de Worpswede. Durante su estancia en el lugar, entablará relaciones de amistad y cariño con Clara, Paula y Vogeler. Pero las envidias, los celos y los resentimientos acabarían condenando la relación entre el poeta y el pintor, hasta el punto de lograr que éste último eliminase a Rilke del cuadro donde dibujó a las personas más importantes de su vida. Klaus Modick (escritor alemán responsable de Der kretische gast o Sunset) teje con Concierto sin poeta una obra que define como ficción, aunque está confeccionada a partir de trazas de realidad: el relato ha nacido en la cabeza de Modick, pero los hechos narrados no solo están protagonizados por personajes y lugares reales, sino que además se han elaborado utilizando como fuente de documentación los diarios y cartas de Rilke, junto a ciertos textos biográficos realizados por Vogeler. A partir todo ello, la mordaz prosa de Modick ha levantado la crónica de una amistad que, por culpa del narcisismo y los egos enfrentados, se derrumba hasta ser capaz de provocar una ausencia importante en una obra de arte. Un enfrentamiento entre dos personas excepcionales en una era extraña, que navegaba entre el romanticismo crepuscular y la modernidad inminente, donde el arte y la vida se demostraron incompatibles. El lanzamiento de Concierto sin poeta en castellano también supone una maravillosa anécdota: su publicación se gestó cuando su editora (Periférica) viajó hasta Worpswede, en busca de las huellas de los virtuosos que lo poblaron, y se enamoró de ese lugar que acogió a la extraordinaria comuna de artistas.


Qué hay de nuevo , Chesterton de Ricardo Moreno (Fórcola)

Libros de la semanaLa pluma del londinense Gilbert Keith Chesterton está considerada universalmente como una de las más brillantes de la literatura inglesa. Nacido en el barrio de Kensington y educado en la prestigiosa St. Paul‘s school, a la vera del Támesis, Chesterton enfocó su vida hacia las bellas artes, con intención de ejercer como ilustrador. Pero tras asistir a The slade, una de las mejores escuelas de arte del Reino Unido, descubrió que las clases de literatura impartidas en el centro despertaban en él mucho más interés que la carrera con los pinceles. Reconvertido en escritor, un oficio que él mismo definía como «la más fácil de las profesiones», Chesterton facturaría una producción literaria asombrosamente prolífica: escribió novela (El Napoleón de Notting Hill, La esfera y la cruz, El hombre que fue jueves), poemas (La balada del caballo blanco, La tumba de Arturo), biografías sobre literatos (Robert Louis Stevenson o Charles Dickens) y santos (Santo Tomás de Aquino o San Francisco de Asís), teatro (The judgment of Dr. Johnson), libros de viajes, crítica literaria y diversos ensayos (Ortodoxia, Lo que está mal en el mundo). También fue creador de la saga detectivesca del Padre Brown, colaboró con la Enciclopedia británica y ejerció como afilado columnista en el Daily news o The illustrated London news. Sobre el papel, Chesterton reflejaba ideales conservadores y cristianos, pero lo hacía con tanta agudeza y sentido del humor, jugueteando con las paradojas y las alegorías, como para ser admirado hasta por quienes no compartían su credo. Consolidado como escritor, Chesterton constituye una de las figuras más interesantes junto a las que cualquier aficionado a la literatura querría sentarse a charlar. Por desgracia, el hecho de que el escritor londinense haya fallecido hace ochenta y cinco años complica un poco que un encuentro de ese tipo pueda tener lugar. Por fortuna, esto no ha supuesto demasiado problema para Ricardo Moreno Castillo (autor de Breve tratado sobre la estupidez humana y Breve tratado sobre la felicidad) porque su reciente Qué hay de nuevo, Chesterton es justamente eso: el testigo de una charla imposible entre el incombustible Chesterton y el propio Moreno. Elaborado como una voltereta de artesanía literaria, Qué hay de nuevo, Chesterton se atreve a construir una conversación imaginaria utilizando cimientos reales. Porque Moreno ha rebuscado y escarbado a lo largo de la extensa obra de Chesterton para extraer diferentes pensamientos e ideas del escritor y construir, utilizándolos como respuestas, una extensa entrevista ficticia donde se abordan temas como la felicidad, el vegetarianismo, los libros y sus lectores, el presente, la política, el socialismo, la filosofía, la religión, la pedagogía o los límites entre la cordura y la locura. El resultado es una sorprendente ouija literaria, un truco de ilusionismo erudito y un proyecto artesanal documentado de manera minuciosa: todas las intervenciones de Chesterton durante la conversación son extractos de su legado escrito, y el origen de cada una de ellas está convenientemente señalado y numerado en las páginas finales del libro. La única concesión que se ha permitido el artífice de esta ingeniosa ocurrencia ha sido salpicar las palabras originales del entrevistado con pequeñas expresiones coloquiales, para fortalecer la impresión de un diálogo real. Qué hay de nuevo, Chesterton es un juego imposible, atractivo tanto para aquellos que comulgan con las ideas del escritor como para los que discrepan con ellas. Ya lo anuncia la introducción del presente libro: «Polemizar con Chesterton no es tarea fácil, porque a veces usa argumentos que no convencen, pero cuya brillantez le deja a uno sin respuesta».


La batalla trans, de Raúl Solís (Bellaterra)

Libros de la semana

La primera línea de La batalla trans lo deja bien claro: «Este libro no es sobre feminismo, tampoco sobre transexualidad. Este libro es sobre los derechos humanos, que es lo que son el feminismo y los derechos de las personas LGTBI». Con estas palabras establece Raúl Solís el objetivo principal de su propuesta. Un texto planteado y enfocado como el análisis, reflexivo y cronológico, de un fenómeno que se ha cocinado y extendido en el interior del movimiento feminista durante los últimos años: el nacimiento de un sector antitrans que enarbola en su discurso los argumentos, las actitudes y las razones de las posiciones habitualmente más ultraderechistas. «Las mujeres trans fueron las que dieron el primer taconazo en Stonewall en 1969, dando comienzo a la lucha moderna por los derechos del colectivo LGTBI» apunta Solís, reivindicado la importancia de un colectivo que, en nuestro país, salió de una dictadura, donde fue castigado y perseguido, una década más tarde que el resto de los españoles. Personas que a lo largo de cuarenta años de democracia no han podido ver reconocido su derecho a existir. Partiendo de una metodología de investigación periodística, apoyada en datos, fechas, hechos y nombres propios, La batalla trans disecciona la gestación, intereses y consecuencias de un movimiento que ha provocado una brecha en la izquierda política. El enfrentamiento de un nuevo feminismo popular, nacido el ocho de marzo de 2018 en las calles españolas, contra otro feminismo, institucionalizado y profesionalizado, que se muestra «demasiado interesado en los techos de cristal e impasible ante las necesidades de las mujeres pobres que recogen los cristales que se rompen». Una guerra donde los derechos de las personas trans de repente se ven cuestionados por un nuevo oponente, el sector «voxificado» del feminismo, un grupo de identidad fundamentalista que «en nombre de la defensa de un sujeto estrecho del feminismo, se ha olvidado del predicado». En su trabajo, Solís expone los vaivenes a los que se han sometido las diferentes proposiciones de leyes trans y cómo los gobiernos las han utilizado a conveniencia. Combate los argumentos antitrans analizando datos estadísticos como el porcentaje de personas trans en situación de exclusión social, o el recuento de delitos sexuales provocados por presos transexuales en las cárceles (cero desde 2006). Expone el nacimiento de un feminismo radical, agresivo y añejo como una treta urdida desde las entrañas del PSOE, con intención de oponerse al nuevo feminismo popular, intuitivo y carente de dogmas. Desmonta las noticias falsas difundidas por algunos medios con el interés de generar rechazo ante el colectivo trans. Y analiza el papel de las redes sociales y de los canales virtuales por los que la juventud comunica sus ideas en la actualidad. La batalla trans también señala a muchos nombres y apellidos de aquellas personas cómplices de haber fraguado conscientemente este combate: Lidia Falcón, Ángeles Álvarez, Alicia Miyares, Nuria Valera, Iván Espinosa de los Monteros, Carmen Calvo, Amelia Valcárcel, Lucía Etxebarría, Juana Serna, Marina Gilabert, Victoria Sendón o Laura Freixas, entre muchas otras. «Lo trans nos obliga a empezar de nuevo, porque cambia todas las preguntas sobre lo que es ser mujer u hombre, pero también obliga a pensar que la explotación, opresión o discriminación no se produce nunca en un solo sentido o de forma uniforme».

Un comentario

  1. Pingback: El plagio, los plagios, la ruina | Plein Soleil…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*