Every Body, de Julia Rothman & Shaina Feinberg (Errata Naturae)
A comienzos de año, nos hacíamos eco en esta web de la coincidencia en el mercado editorial de diversos libros a cargo de autoras que se lanzaban a escribir sobre sexualidad desde una mirada comprometida y de lo más personal. «Cuando escribo sobre lo que adoro o repudio del sexo, del cuerpo en general, le estoy dando la importancia que merece», nos decía Luna Miguel. Una estrategia parecida parecen seguir las autoras de este libro, que viene a recoger todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar, pero como si en vez de Woody Allen, la pregunta la formulara una de sus muchas musas. Lejos de la tradicional impronta médica o directamente clínica, este tipo de manuales parte de las experiencias de quienes escriben y su visión no solo del hecho sexual, sino de las humanas relaciones y, en ese sentido, su cosmovisión. Cuenta en su prólogo una de las coautoras de Every Body que firmó el contrato para este libro justo después de una ruptura: «Estaba soltera, echaba de menos a mi ex y salía con tíos como si no hubiera un mañana gracias a toda una serie de apps». Así, se dedicó a recopilar sus testimonios —de forma consentida y anónima—, e hizo lo propio a través de una página web, recibiendo historias de Estados Unidos, pero también de países como México, Australia o Kazajistán, a las que se sumaron una serie de confesiones cosechadas a pie de calle. Ahí tiene su origen este volumen magníficamente editado por Errata Naturae donde Julia Rothman y Shaina Feinberg, quienes se hicieron populares gracias a una columna ilustrada quincenal en el New York Times, actúan también como editoras, pues invitan a numerosos colaboradores con una notable voz propia (desde la escritora y humorista Elna Baker a la artista feminista y educadora sexual Betty Dodson, fallecida hace apenas un año, pasando por la autora australiana-canadiense Fariha Róisín, quien suele escribir sobre su identidad como mujer musulmana queer del sur de Asia) a que narren en libertad sus propias vivencias, siempre directas y enriquecedoras. Ensayos muy personales que se apoyan en el relato ilustrado —brillantemente— para sacar a relucir todo aquello que el pudor y los prejuicios nos impiden abordar honestamente. Más allá de que resulte representativo, el éxito del estudio, que presenta un tono desenfadado, riguroso y abierto a la diversidad, se cifra en haber sacado a la palestra todo tipo de dudas, prácticas y verdades ocultas en las que cada cual puede verse fácilmente reflejado y que, sin embargo, nos pueden hacer sentir bichos raros en más de una ocasión. Pero, como refleja una de las viñetas de este libro, firmada por Carissa Potter: «Todo lo que nos hace sentir solos nos une».
El fascismo de los antifascistas, de Pier Paolo Pasolini (Galaxia Gutenberg)
Pocos autores han reflexionado y escrito tanto sobre el fascismo como Pier Paolo Pasolini (1922-1975). Ya fuese de forma directa o de manera implícita, a veces casi inadvertida, su entera producción creativa se halla transida de lo que supuso para su propia existencia este movimiento totalitario y corporativista. «Italia se pudre en un bienestar hecho de egoísmo, estupidez, incultura, habladurías, moralismo, coacción, conformismo: prestarse de algún modo a contribuir a esta podredumbre es, actualmente, el fascismo», escribe en el primero de este grupo de textos que nos legó desde 1962 hasta pocos meses antes del asesinato que conmocionó al mundo del pensamiento. Tal vez por esa capacidad para captar las profundidades y las esencias de un régimen tan devastador y a la vez popular, sus escritos no pierden un ápice de vigencia. Más aún cuando, como en este caso, hacen alusión a las maneras tiranas de pensamiento único asociadas al modelo consumista de masas que, por aquel entonces, no había empezado más que a asomar la patita; ese que dicta el modo de vida con nuestro total consentimiento y continua connivencia. Aquí se incluye su vertiente acaso más peligrosa, un antifascismo bajo el que se esconde una «manipulación artificial de las ideas con las que el neocapitalismo está modelando su nuevo poder», según advertía ya en aquella época el creador boloñés. El libro toma su título de uno de estos artículos, en el que analiza la huelga de hambre del activista y político Marco Pannella y cómo los medios de comunicación italianos y el resto de partidos (incluida la supuesta progresía) trataron este asunto, o más bien dejaron de hacerlo. «El respeto a la persona es para Pannella el primum de cualquier teoría y práctica política. En esto consiste su escándalo». Los fascistas son, también, el poder, sea cual sea su orientación. Con la habitual brillantez y sagacidad de su mirada, el poeta y cineasta italiano desmenuza el imperio de la individualidad y el llamado bienestar por encima de lo que nos hace seres sociales, comprometidos no solo con nuestra propia subsistencia sino solidarios en el más amplio sentido del término. El nuevo fascismo, advierte, «no es humanísticamente retórico, sino americanamente pragmático. Su objetivo es la reorganización y la homogeneización brutalmente totalitaria del mundo». Casi todos los textos proceden de su libro Escritos corsarios (1975) y fueron publicados en el Corriere della Sera, a excepción de una carta abierta a Italo Calvino —en la que le responde a su desleal comentario en el que lo acusaba de añorar la «Italieta», que para Pasolini es pequeñoburguesa, democristiana y fascista—, y de una entrevista sobre la película Fascista, de Nico Naldini. Una obra imprescindible que deja frases como golpes que retumban sobre la imagen descorazonadora de nuestra actualidad política: «No hay que ser fuerte para enfrentarse al fascismo en sus manifestaciones delirantes y ridículas: hay que ser fortísimo para enfrentarse al fascismo como normalidad, como codificación, diría yo, alegre, mundana, socialmente elegida, del fondo brutalmente egoísta de una sociedad».
Crónicas del Madrid Secreto, de Pedro Ortega (Ediciones B)
Decía Larra que «escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta». En estas Crónicas del Madrid Secreto, Pedro Ortega ha logrado justo lo contrario: encontrar una voz personal, única en muchos sentidos, escribiendo sobre Madrid (no sabemos si lo hizo allí mismo, pero poco importa, porque desde luego conoce a la perfección la tierra que pisa). Colaborador habitual en Jot Down y doctor en Historia del Arte, así como autor de varios ensayos relacionados con el misterio y lo oculto, se ha propuesto desentrañar los enigmas de la capital española a través de aquellos relatos que han quedado invisibilizados en la crónica histórica dominante. Una insólita guía de la urbe que Hemingway definió como «un personaje literario» que, más allá del tono especulativo y tosco de algunas recopilaciones de leyendas, insufla aire limpio a la visión de una ciudad que tan a menudo vemos entre nubes de humo; de polución, pero también de tópicos, prejuicios o certezas sin ninguna base. «Pero Madrid es mucho más», escribe Ortega en el prólogo. «Indagues por donde indagues siempre encuentras una historia desconocida, un enigma por resolver, una pieza sin claro significado o un hecho sin explicación». Algunos más prosaicos que otros, sin duda, pero todos dignos de conocerse. Desde personajes como el astrónomo y polímata hispanoárabe Maslama al-Mayriti o Lucrecia de León, profeta en la corte de Felipe II, hasta las momias del Museo Arqueológico, los lienzos orientalistas de Gustave Moreau, los libros prohibidos de la RAE, el precioso Parque del Capricho o las «bebedoras de sangre» en las primeras décadas del siglo XX, presas del síndrome de Renfield, todo queda expuesto al dominio público en este gabinete de curiosidades que sabe epatar y divertir en cada una de sus páginas. Una sección en un programa de radio local dio lugar a estos temas con gran poso cultural, que parten de la historia, el arte y la literatura, y también de autores referentes en los «fantasmas» de Madrid, como la escritora Clara Tahoces. Sus calles y edificios son referenciados y reverenciados aquí por su condición de escenarios para lo inaudito y lo esotérico pero también lo íntimo, aquello que nadie notó a simple vista. En este sentido Ortega, en un libro enriquecido gráficamente por las ilustraciones de Ah Taut, demuestra perspicacia y brillantez para detectar, entre el numeroso papeleo histórico, las singulares anécdotas de la Villa y Corte que merecían ser narradas. «Madrid es una excusa para contar historias», sentenció en su día Francisco Umbral, y es acaso lo mejor que se puede decir de la ciudad capitalina: no deja de inspirar grandes historias como las que asoman en estas páginas.
Mejor pensar, de Eugenia Cheng (Blackie Books)
«Las mates no solo tratan de números y ecuaciones: son una teoría de la justificación», señala la introducción a este libro, oportunamente publicado en un contexto en el que proliferan la polarización, el fanatismo y el mercado de la atención a base de memes y, sobre todo, memeces. Es en tal escenario donde cobra todo su sentido una reivindicación del pensamiento lógico como la que presenta Eugenia Cheng, quien parte de la premisa de que el mundo es un lugar complejo que necesitamos simplificar, pero hay dos maneras de hacerlo: «Podemos olvidarnos de algunas de sus partes o podemos aumentar nuestra inteligencia de tal manera que podamos comprender aquello que nos parecía incomprensible». Evidentemente, el primer método es el más extendido hoy día; el segundo, aquel al que aspira Mejor pensar. La autora inglesa, que como influencer conoce a la perfección la mecánica de las redes sociales, se ha especializado en analizar a través del razonamiento matemático las injusticias sociales, y en este manual divulgativo saca a la luz todas las zonas grises e interseccionales en torno a temas tan controvertidos como el divorcio, el sistema educativo, el racismo, el juicio de los jurados populares o el acoso sexual, apuntando a donde más duele: las generalizaciones, los equívocos y las falsedades. De una forma muy gráfica (usando flechas y diagramas, queremos decir) y con abundantes casos prácticos, nos coge de la mano para que pensemos con ella en cómo actuamos y en lo que verdaderamente implica cada una de las afirmaciones y opiniones —esas que tanto abundan— cada vez que abrimos la boca en un debate, o intercambio de golpes. Lo esclarecedor es que Cheng, que además de escritora y pianista es matemática, no apuesta toda su baza a las ciencias, sino también a las emociones bien entendidas y respetadas, pues también la cordura pasa por gestionar los propios impulsos y encajar los ajenos. «La lógica hace que nuestros argumentos sean rigurosos, pero las emociones los hacen convincentes», por eso apela a que las emociones «trabajen con la lógica en vez de trabajar contra ella», consciente de que ante tanta desinformación y manipulación ideológica, necesitamos herramientas y mecanismos para ir más allá. Resulta de lo más recomendable la lectura de esta obra que concluye con un deseo al que muchos nos sumaríamos gustosos: «Lo que me gustaría ver en el mundo son más buenas discusiones. […] Creo que una buena discusión, fundamentalmente, es una en la que el objetivo de todos es entender al otro». A aplicarnos la lección.