Crónicas en órbita

Las nuevas fábricas de lectores

Lara Smirnov, en la cementera Portland Valderribas de Tarragona. / Foto: Fundación Anastasio de Gracia

Hace cosa de un mes, nos felicitábamos y dábamos nuestra enhorabuena en redes sociales por la concesión del Premio Nacional al Fomento de la Lectura a nuestra querida, histórica revista Litoral que, como Mercurio, siempre ha profesado un amor incondicional por las letras, por muy torcidas que se quieran leer estas. Leer, al fin y al cabo, puede ser cuestión de gustos o enfoques, pero también, se diría, de justicia hacia nuestra condición humana. Por eso no hemos querido desaprovechar la ocasión de ampliar nuestro parabién a la iniciativa coganadora del citado galardón y de la que, si aún no han oído hablar o —mejor todavía— han leído, deberían conocer al menos en sus líneas maestras. Los libros, a las fábricas es un proyecto de la Fundación Anastasio de Gracia que nació en 2014, cuando se tomó conciencia de que «desgraciadamente en nuestro país hay un alto absentismo lector, una cifra que se va repitiendo año tras año: ese cerca del 40% de la población que manifiesta no leer habitualmente o casi nunca un libro. Como sociedad, deberíamos estar avergonzados de esa cifra».

El empleo del término absentismo por parte del coordinador de la iniciativa, José María Uría, no es arbitrario, pues esta se distingue por alentar la lectura justamente en el entorno de los centros de trabajo. Una suerte de club lector que se implanta y desarrolla en el ámbito laboral, tradicionalmente poco asociado a las empresas de orden cultural. Y eso que «al fin y al cabo, pasamos un tercio de nuestra vida en el ámbito laboral, sin ese contacto con la lectura o con los contenidos culturales; por eso creíamos que había que buscar un espacio en el que hacerlo posible». Uría, director del área cultural y el centro documental de la Fundación Anastasio de Gracia, concibió el proyecto original de una actividad que hoy día ha llegado a enredar en sus páginas a unos 7.000 trabajadores de toda España y a más de sesenta autores entre los que figuran nombres tan destacados como los de Ana Rossetti, Benjamín Prado, Luis Alberto de Cuenca, Espido Freire, Javier Gomá, Menchu Gutiérrez, Ricardo Menéndez Salmón, Juan José Millás, Julio Llamazares, Rosa Regás, Paco Roca o Manuel Vilas, por citar algunos.

Isabel Alonso Dávila, durante su visita a la fábrica de Bridgestone en Burgos, este año. / Foto: FAG

Como entidad fundada y promovida por la Federación de Industria, Construcción y Agro de la Unión General de Trabajadores (UGT), la Fundación Anastasio de Gracia se coordina en esta iniciativa con los representantes sindicales en las empresas, que actúan como eslabón dinamizador dentro de las fábricas. La actividad se resume de forma sencilla: se lleva a cabo una selección de lecturas, ofreciendo un centenar de libros a cada fábrica para que los cien trabajadores que se interesen lo reciban gratuitamente, puedan leerlo con calma en el plazo de un mes y posteriormente mantengan un encuentro con el autor en las instalaciones laborales. Se empezó con un proyecto piloto, solo en el sector de la automoción, acudiendo a las fábricas de Renault en Valladolid, de Ford en Valencia, de Volkswagen en Navarra y de Peugeot-Citroën en Madrid. El resultado de la experiencia fue «espectacular», e incluso la patronal publicó un comunicado en apoyo de la iniciativa.

Ante tal acogida, al año siguiente se optó por ampliar sectores, incluyendo el de la construcción y el de la siderurgia. Cuando se llegó a la tercera edición, en 2016, de nuevo sumando nuevos ámbitos laborales como el de la agricultura, desde la Fundación fueron conscientes de que la adaptación de los mensajes a cada sector suponía una labor inabarcable para una pequeña estructura organizativa como la suya. Por eso decidieron quedarse con el concepto general de Los libros, a las fábricas, que englobaba la finalidad del proyecto en toda su extensión: «El concepto de base es que el libro representa un soporte de conocimiento esencial para todos, que nos hace mejores individualmente y como sociedad», resume Uría. Esa filosofía ha sido valorada también por el Ministerio de Cultura a la hora de concederles el premio, aunque el coordinador del proyecto admite que «no inventamos nada nuevo, ya lo hacían los sindicatos en su origen, que tenían en su ADN esta idea de acercar la cultura a los sitios de trabajo».

Josan Hatero saluda a los trabajadores de Cementos Cosmos, en León, a su llegada a la factoría. / Foto: FAG

En los últimos años, la iniciativa ha seguido evolucionando y se ha tematizado cada edición, dedicándolas bien a un género literario específico o bien a una temática concreta. Las lecturas han ido desde la filosofía o el cómic hasta el vínculo entre música y poesía o la novela erótica, y según nos anuncia Uría, la edición que están preparando para el último trimestre de este 2021 se dedicará a la novela negra, bajo el eslogan Leer no es un crimen. Un leitmotiv que nos hace pensar en otro de los logros del proyecto, pretendido o no, como es el de contrarrestar el estereotipo cultural asociado a ciertas profesiones o entornos lejos de lo académico. «De hecho, en algún caso los propios trabajadores nos han llegado a plantear “bueno, los trabajadores ya sabemos leer, no hacen falta este tipo de actividades”. Y creo que ese argumento esconde un error de concepto: parece ser que, desde que tenemos una formación reglada de forma mayoritaria para toda la población, ya no es necesario acceder a esa potencialidad que da la lectura. Eso es lo que nosotros queremos hacer ver, que si no ejercitamos esa capacidad, de nada nos sirve saber leer; seguimos siendo igual de analfabetos», sentencia.

Hacia otra cultura del trabajo

Desde la Fundación Anastasio de Gracia suelen encontrarse con mucho entusiasmo por parte de las empresas, que en ocasiones incentivan a los trabajadores que se apuntan a estas actividades incluyéndolas dentro del horario laboral o bien reduciendo su jornada como contraprestación. Además de, por supuesto, comprometerse a ceder espacios físicos para los encuentros entre autores y trabajadores, una de las grandes novedades que aporta este proyecto respecto a otros clubes de lectura convencionales. «Se producen unas dinámicas muy interesantes», explica José María Uría, «porque lugares de producción de acero inoxidable, de fabricación de cosméticos o de preparación de salmón ahumado, por poner algunos ejemplos, no son nada habituales para este tipo de actos». Al nerviosismo y la alegría de los trabajadores por la visita se suma la curiosidad que muestran algunos escritores ante esos atípicos escenarios: «Quieren saber cómo es la vida diaria allí, cómo se trabaja y se produce en la práctica, cuáles son los problemas frecuentes a los que se enfrentan los trabajadores… Creo que es una manera de que unos y otros puedan empatizar con sus distintas funciones y oficios, y que ayuda también a entender el mundo desde otros puntos de vista; ya no solo por la obra literaria que se comenta, sino también por la propia dinámica de ese encuentro».

Una trabajadora de Nervacero, en Vizcaya, durante un encuentro con Sergio del Molino. / Foto: FAG

Somos testigos de la gran experiencia que ha supuesto para muchos autores a través de la muy completa web de Los libros, a las fábricas, que aprovechó las distancias establecidas por el infausto 2020 para crear un espacio de encuentro virtual destinado al proyecto. «Creo que llevar los libros a un contexto distinto, no condenarlos a redundar en su propio gremio, es un proyecto necesario», comenta Andrés Neuman tras hacer parada en la cervecera Heineken, actual templo de la Cruzcampo, en la capital sevillana. Por su parte, Imma Turbau, que visitó la fábrica de Valeo Iluminación en el municipio jienense de Martos, asegura que «no había estado nunca en una planta como la que hemos visitado hoy, no imaginaba que fuera tan enorme, y quería agradecer la oportunidad no solo de haber conocido su lugar de trabajo sino de luego haber compartido un tiempo con ellos, hablando de libros y de las historias que al final nos hacen a todos lo mismo».

El polifacético Javier Gallego Crudo dice que le trajo a la mente La Barraca de Lorca, «cuando iban con los libros por los pueblos, llegando a esos sitios donde no suele llegar la literatura; y no es que en las fábricas no haya lectores y lectoras, que los hay, pero está bien que se una el mundo del trabajo al de la literatura, porque necesitamos a gente concienciada, leída, que tenga la cabeza bien amueblada con ideas para construir una sociedad mejor». También Espido Freire, que lo comunica y lo narra todo tan bien, se muestra encantada: «No sabemos nunca dónde encontramos los lectores, surgen por medio del camino, y en este caso yo los he encontrado saliendo de una acería. Los he encontrado interesados, con las mismas preguntas que a mí me inquietan, y con una lectura atenta, cariñosa y muy cercana. Imaginaba que sería algo parecido porque, cuando nos une la experiencia humana y nos unen las palabras, da igual dónde nos encontremos. Al fin y al cabo, todos nos encontramos antes o después con la vida en palabras y con palabras que explican nuestra vida».

Javier Sierra, al frente de los trabajadores de Volkswagen Navarra durante su encuentro en 2014. / Foto: FAG

¿Y habrá surgido ya algún autor entre los trabajadores que han participado en el proyecto? De momento, los organizadores no se plantean incentivar directamente la escritura, pero sí les gustaría dar continuidad a la iniciativa lectora en las fábricas, una vez que ya se ha realizado una primera experiencia; sobre todo por el interés que muestran algunos trabajadores. No en vano, se está buscando ya la colaboración con otro proyecto de fomento de la lectura que se desarrolla en la Universidad Complutense de Madrid y se espera lanzar una nueva propuesta en esa línea en los dos próximos años. Una actividad en que los trabajadores, ya de forma autónoma aunque siempre con el respaldo de la Fundación Anastasio de Gracia y las diversas editoriales, puedan elegir sus propios títulos y desarrollar proyectos de lectura. Porque leer libros, en los tiempos que corren, no solo no es un crimen sino la forma más productiva de recuperar nuestras vidas, nuestra sociedad, que tanto ha faltado en los últimos tiempos a su cita con la literatura y el pensamiento reflexivo.

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