Horas críticas

Libros de la semana #21

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Las videntes. Imágenes en la era de la predicción, de Jorge Luis Marzo (Arcadia)

Este libro parte de la sorprendente —pero muy verificable— premisa de que los ordenadores «se han convertido en máquinas videntes». Y es que en el fondo, lo que ofrecen las más punteras tecnologías es una aproximación (aún bastante defectuosa) a lo que se ha venido ansiando casi desde que el mundo es mundo: la capacidad de anticiparse y adivinar posibles escenarios futuros, con el fin de la que vida no nos coja por sorpresa como casi siempre lo hace. Jorge Luis Marzo (Barcelona, 1964), historiador e investigador del arte, así como escritor de interesantes ensayos en torno al hecho icónico en la era de la posverdad y los fakes, ofrece aquí «una genealogía de la función de las imágenes en las ciencias dedicadas al pronóstico y la predicción, y el efecto que su implementación tiene hoy en nuestras vidas». Con notable capacidad narrativa para extraer de las diversas anécdotas o episodios históricos a los que alude todo el jugo de una reflexión bien vertebrada, el autor apunta al cientifismo visual y el afán productivista de la imagen para señalar el origen de esta ideología de lo objetivo en la que andamos inmersos, «obsesionada por saberlo todo y por cancelar toda forma de incertidumbre». Por eso resulta revelador este estudio del vínculo que, a través de los siglos, puede establecerse entre las arcaicas profecías y los modernos algoritmos, nuestras bolas de cristal del siglo XXI, a las que confiamos todas nuestras esperanzas de éxito. Así, en vez de ir a que nos echaran las cartas o nos leyeran la mano, hoy acudiríamos a los templos de la inteligencia artificial para buscar la mayoría de respuestas: la cultura de los datos o, como Marzo la define, «la charca en la que se bañan los renacuajos que jugarán a pronosticarnos». El problema, nos advierte, es que los datos no tienen memoria; tal vez, entonces, no estemos formulando las preguntas adecuadas a los Siri, Alexa y compañía. En el epílogo, sostiene que «toda cultura de la predicción se inscribe en sociedades que viven en la era de sus otros. La de hoy es la vivencia de un tiempo que no es el presente, sino la proyección de todos los presentes en una cadena de plusvalías que se deben amortizar al instante en el casino de los mercados de futuros y las inversiones de riesgo». Sin embargo, arguye el autor, ha sido el fracaso incalculado, históricamente, el que ha logrado las mayores hazañas y nos ha hecho progresar para que no se repitieran. En este mundo que se quiere previsible y controlado, ¿qué nos deparará el futuro si no dejamos que suceda?

Madres, avisad a vuestras hijas, de Bonnie Jo Campbell (Dirty Works)

Publicado originalmente en 2015, este Mothers, Tell Your Daughters ya se acoge con expectación por lo afilado de su título, una sentencia que quizá debíamos haber oído mucho antes como sociedad, por lo que tiene de premonitorio y elocuente sobre la sociedad patriarcal —nos guste más o menos oírlo— en la que coexistimos. La mejor carta de presentación de su autora, Bonnie Jo Campbell (Kalamazoo, Michigan, 1962), es acercarse a cualquiera de los comienzos de estos relatos: «Primero me casé con los cereales del desayuno en su pequeña capilla de cartón, con su baño de cera, en cuyo interior vertí leche», escribe en Mi dicha matrimonial, uno de los más breves. Aunque, como se ocupa de advertir la autora, cualquier coincidencia de las historias contenidas en este libro con la realidad sería pura coincidencia, no podemos sino ver en ella una certera radiografía de la Norteamérica profunda, donde la brutalidad y la enfermedad no solo se aceptan con resignación sino que parecen formar parte del paisaje. Las relaciones que describe Campbell entre madres e hijas dañadas por la vida son intensas, feroces, emocionantes y descorazonadoras, a menudo cercadas por la presencia masculina y, también por eso, unidas en corro inexpugnable para defenderse de todo lo que las devasta: «Todos los hombres juntos conformaban el mundo sólido: eran las canicas en el tarro, y las mujeres eran la arena, el agua o el aire que ocupaba el espacio que quedaba entre esas canicas». 16 relatos donde conviven los cuerpos castigados y las almas ennegrecidas —por el maltrato y también por la miseria del trabajo esclavo— con un atisbo de fortaleza; perdida ya parte de su humanidad, las mujeres de estas historias solo se tienen a sí mismas y convierten la supervivencia en su principal cometido. Campbell, lúcidamente descrita en la biografía de Dirty Works como «una de las únicas beneficiarias de una beca Guggenheim que sabe cómo se castra un cerdo», tiene en su propia experiencia todo el peso vital de sus narraciones: criada en una pequeña granja, estudiante de filosofía, autoestopista, integrante de una caravana circense, máster en matemáticas y finalmente retratista de la vida en las zonas rurales y aisladas del Estado que la vio nacer. Con cierto humor oscuro y el espíritu de Johnny Cash de fondo, su prosa cruda, visceral y mesmerizante sabe cómo engancharte por las solapas, alzarte del suelo varios centímetros y abofetearte para que prestes atención, como en las primeras líneas —de nuevo— del relato que da título al libro: «Antes, un médico vendaba a una mujer bien fuerte para mantener cuerpo y alma unidos, pero cuando me caí la semana pasada al tratar de llegar a la cocina para servirme un trago, se limitaron a desenredarme los tubos, me levantaron como si fuera una niña y me colocaron de nuevo en esta cama horrible. Me dijeron que había sufrido un ictus. Ahora estoy aquí tumbada con una costilla rota que duele». Los días también duelen.

Inspiración para leer, de José Antonio Montano (Jot Down Books)

Una cita de Nietzsche presenta esta obra: «No quiero leer ya a ningún autor al que se le note que quería escribir un libro, sino solo a aquellos cuyos pensamientos se han convertido en libro de forma impremeditada». Este libro podría tener algo de espontáneo, en el mejor sentido. Su autor cuenta en el prólogo que nació como respuesta a la insistente llamada de Mar de Marchis, editora de la revista Jot Down, y ante la imposibilidad de generar un material netamente nuevo por lo que, en cierto modo, es casi como si no lo hubiera escrito: se trata de una colección de sus artículos publicados entre 2003 y 2020 —excepto uno de 1995— en los diversos medios con que colabora (además de Jot Down figuran otros como El Español, Frontera D, Litoral o The Objective), y en la que para evitar los de actualidad, más perecederos, ha seleccionado «los literarios, culturales y vitales; los que hablan de mis pasiones y mis tensiones; los que pueden funcionar como ensayitos». Esa misma modestia lo acompaña al definirse como «un mal lector […] perezoso, esquivo, fácilmente derrotable». Por eso, dice, siempre le ha venido bien la inspiración lectora que da título a este volumen. No solo eso sino que, en su memoria, «lo leído irá siempre acompañado de las emulsiones de lo no leído». Periodista, filólogo y filósofo, José Antonio Montano (Málaga, 1966) es, por encima de todas esas cosas, escritor. De ahí que, valiéndose de un orden más intuitivo y emocional que (crono)lógico, dedique buena parte de estas páginas a pensar sobre lo que escriben sus firmas favoritas: Bernhard, Jünger, Proust, Montaigne. Pero hay muchísimos más que aquí se mencionan, porque «no hay nada comparable a la pasión por un autor, que te tiene leyéndolo durante una temporada, de forma insistente y febril»: de Bryce Echenique a Cavafis, pasando por Cernuda, Cioran, Garcilaso, Lispector, Petrarca, Piglia, Poe, Szymborska… y otros escasamente leídos y que vienen citados con la consabida culpa: «¿qué hago leyendo a otros en vez de leerlos a ellos?». También se asoman a esta colección de textos sus decimonónicos (Stendhal, Baudelaire, Dickinson, Maupassant, Leopardi), la grandeza filosófica de Trías y Savater, su incondicional austerianismo, ese libro «sucio y grande» que es el Ulises de Joyce, los pecados de Borges y la amargazón de Marías, el surrealismo de Breton o el clásico conflicto libro/película. Montano se muestra consciente de ese mal contemporáneo cifrado en «la enojosa palestra que es internet: constituida por individuos que no leemos, solo escribimos […] La lectura ya no es más que una palanca para la escritura. Lo leído no penetra, sino que rebota. Es una excusa para reaccionar: el texto es solo pretexto». Y así, como único remedio, remite a Nietzsche, al que resulta reconfortante regresar: «Aprender a ver —habituar el ojo a la calma, a la paciencia, a dejar-que-las-cosas-se-nos-acerquen; aprender a aplazar el juicio, a rodear y a abarcar el caso particular desde todos los lados». Pues eso: más leer-escuchar y menos escribir-hablar.

El nacimiento de la democracia, de Laura Sancho Rocher (Ático de los Libros)

En una coyuntura política en la que crece la sensación (probablemente engañosa o al menos hiperbolizada) de que la democracia se halla en una profunda crisis o amenazada por quienes la ejercen desde el gobierno y aquellos a quienes les sabe a poco, parece aconsejable una lectura atenta a esta historia del primer sistema democrático de la humanidad: el nombrado aquí como «experimento político ateniense» que introdujo Clístenes en el año 508 antes de Cristo. Una democracia clásica muy alejada de la actual pero que dio origen a muchos de los modelos y representantes posteriores hasta llegar a nuestros días, aunque advierte la autora que, «desde el punto de vista historiográfico, el estudio de la democracia ateniense, sus instituciones y su fundamento teórico, es uno de esos asuntos que regularmente adolece de cierto presentismo». Sin llegar a eso, este ensayo propone un minucioso y a la vez grato recorrido por nuestro pasado democrático y un necesario diagnóstico que se antoja fundamental para encarar con unas cuantas enseñanzas más los retos que hoy se nos plantean. La experta en el mundo griego Laura Sancho Rocher, catedrática de Historia Antigua en la Universidad de Zaragoza, expone cuáles fueron las vicisitudes y las evoluciones de aquella democracia pionera que se extendió a lo largo de dos siglos (hasta el 322 a.C.), con el fin de reflexionar sobre los ingredientes que posibilitaron un gobierno del pueblo en un estadio tan primigenio de la civilización occidental. No es un recordatorio fútil cuando, de forma mucho más reciente —con las dictaduras del siglo XX—, vimos socavados sus principios. Basando su estudio en fuentes literarias pero también epigráficas, numismáticas, iconográficas y arqueológicas, la autora echa mano de los textos de historiadores como Heródoto, Tucídides y Jenofonte, grandes faros de la Antigüedad; oradores como Antifonte, Lisias y Demóstenes; filósofos como Protágoras, Gorgias y Aristóteles, e incluso autores en otros géneros como Aristófanes y Sófocles. Curiosamente, el conocimiento sobre este periodo no se basó durante mucho tiempo en ellos sino en teóricos temerosos de aquella democracia pura, motivo por el cual tanto Francia como Estados Unidos se fijaron más bien para sus sistemas modernos en el modelo republicano romano o el militarista espartano, donde reinaba «la dictadura de la multitud». Solo en el siglo XIX, señala Sancho Rocher, cambiaría esa percepción que llega hasta hoy: «Hoy día somos conscientes de la elevada sofisticación del sistema democrático y somos capaces de estimar su complejidad». No lo olvidemos, pues, y cuidémoslo como mejor tributo posible.

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