Horas críticas

Libros de la semana #14

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Erotismo, vanidad, codicia y poder, de Áxel Capriles M. (Turner Noema)

«La razón es y solo debe ser la esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio más que servirlas y obedecerlas». Esta cita del Tratado de la naturaleza humana de David Hume abre un interesantísimo estudio interdisciplinar sobre las pasiones, tanto las amorosas como las digitales, las económicas y las políticas. Todas nos hacen inflamarnos por algún motivo, y todos son igual de válidos. Lo que significa que uno no se deja llevar porque sí o no es todo tan ajeno a lo comprensible, y esa es la principal tesis de este libro. El psicoanalista junguiano, comentarista político y escritor Áxel Capriles (Caracas, 1953) establece cuatro «estaciones pasionales» que responderían, por este orden, al erotismo y la atracción de los polos; el espejo en el que nos miramos 24/7, llámese Twitter, Instagram, Facebook o cualquiera de esos pozos insondables de tiempo para la autopasión; el ansia infinita de riquezas, maldición de nuestro tiempo; y el poder como enfermedad incurable de quienes lo detentan y también quienes lo encumbran o veneran. Lejos del moderno manual de autoayuda que ofrecería pautas sobre cómo apasionarnos, nos aproximamos en este ensayo a la complejidad psicológica de este sentimiento modelado y motorizado por los productos culturales (la literatura, el cine) y que nunca ha dejado de estar de moda, como muestra este recorrido que arranca con el Marqués de Sade y se cierra con Hugo Chávez. El autor trata de llamar la atención sobre la enorme influencia que las pasiones ejercen en nuestra toma de decisiones y, por tanto, en el rumbo del mundo a todos los niveles: «Son la corriente de un río subterráneo que aparece retrospectivamente en la memoria como un plan, la hebra que encanilla y unifica los segmentos esparcidos de nuestro recorrido». Explica Capriles que, pese a que gran parte de la historia de la filosofía tiene como eje la relación pasión-razón, este factor fundamental de desarrollo personal y colectivo ha sido expulsado de la psicología desde el siglo XIX. Y así, con la excepción de la omnipresente inteligencia emocional, que en realidad «hace de la pasión una razón», no existía hasta ahora un análisis completo de las profundidades y significados de este concepto que todo lo agita en uno u otro sentido. Cambian las sociedades y las costumbres, mientras las pasiones «continúan allí como estrellas fijas, impávidas, inmutables, puntos cardinales que marcan el paso de la especie humana».

 

Conversaciones con José Ignacio Lapido, de Arancha Moreno (Efe Eme)

«¿No has sentido alguna vez / la necesidad de ser invisible / aunque fuera un momento?» (El hombre invisible, 1984). Están las típicas estrellas de rock, los de la pose y la incontinencia verbal, y está José Ignacio Lapido (Granada, 1962), el músico que esculpe las palabras y da sentido a todo lo que hace. Este estimulante libro celebra 40 años —desde que grabara su primer sencillo con la banda Al-Dar— de una trayectoria marcada por su condición de líder indiscutible de los míticos 091, junto a los que fue pionero de la escena granadina en la década de 1980, antes de Lagartija Nick, Los Planetas, Niños Mutantes, Lori Meyers y demás fenómenos. Con los cero llegó a codearse con Joe Strummer, leyenda gracias a The Clash, y contribuyó a la vuelta del grupo a los escenarios que culminaría, a finales de 2019, con su primer disco de estudio en un cuarto de siglo. Aquí se charla de esa experiencia como frontman pero también de su arte en solitario, que lo ha consolidado como autor indispensable, enormemente influyente y siempre a contrapelo de «la ingrata industria discográfica», en palabras de la artífice de este libro, Arancha Moreno. Periodista musical de reputada trayectoria y directora desde 2015 de la revista Efe Eme, bajo cuyo sello literario se edita este importante volumen (tras sus retratos de Iván Ferreiro y Coque Malla), ilumina aquí con una serie de conversaciones la figura de Lapido, poco dada a los titulares y, sin embargo, con tanto que decir. Así lo recuerda en su prólogo Quique González, otro emblema del rock maduro en español, que urdió con él la gira conjunta ¡Soltad a los perros! en 2014: «Un tipo como salido de un western crepuscular; una especie de boxeador ilustrado, un bluesman de los que aparecen en sus discos, demasiado sabio como para tener que demostrarlo todo el rato». Lo que viene a continuación es todo el jugo que Moreno ha sido capaz de extraer del personaje (un buen hombre como lo define Raúl Bernal) en este acercamiento sin trucos: «Apareció ante mí el niño acunado entre canciones de los Beatles y Miguel Ríos, el joven que abrazó rápidamente el rock and roll y la guitarra eléctrica, a Dylan y Cohen«. En ese olimpo veremos, cualquier día de estos, al gran Lapido.

 

Los feminismos ante el Islam, de Ángeles Ramírez y Laura Mijares (Catarata)

¿Es el velo, en sus distintas variantes, sinónimo de sumisión o de diversidad? Esta es una de las preguntas esenciales que plantea este ensayo que parte de la asunción en la visión occidental, como señalan sus autoras, de que el pañuelo sirve como «metonimia corporal» sobre cómo son o deben ser las mujeres musulmanas. En el debate sobre el velo no hay respuestas sencillas, las hay simplificadoras, que son justamente las que rehúye este libro. La antropóloga Ángeles Ramírez (que ya publicara en Catarata La trampa del velo) y la arabista Laura Mijares, apoyadas en una serie de entrevistas en profundidad, comienzan trazando un recorrido histórico por algunos países musulmanes desde el punto de vista de las políticas de género, analizando la situación de las mujeres en naciones de pasado colonial y los códigos de vestimenta en países arabomusulmanes. Posteriormente se analiza el prohibicionismo del velo en Europa, que comienza en Francia y se extiende por otras zonas como los Países Bajos, donde coincide con la creciente influencia de la extrema derecha. También los «asuntos del pañuelo» en España, que empiezan a airearse en 2002 en torno al ámbito escolar y se van trasladando al foro político. Y finalmente dedican un capítulo al velo desde la perspectiva de los feminismos inclusivos: anticapitalistas, antirracistas y musulmanes, que también los hay. Como complemento, al final del estudio ofrecen diez claves respecto a dudas habituales en este tema, que resultan de lo más iluminadoras. Es revelador darse cuenta de que la visión del velo como símbolo patriarcal (y amenaza para la seguridad) es una noción enteramente occidental y que en la mayoría de países araboislámicos no es una obligación legal. «Mientras al norte del Sáhara los colonizadores están obsesionados por arrancarles el pañuelo a las mujeres, al sur las quieren tapar. En los dos casos se aduce un fin civilizatorio», reflexionan las autoras. Por supuesto hay casos, como el de Irán, donde sí existen normativas que penalizan a las mujeres por su forma de vestir, pero igual ocurre en Francia desde hace unos años. Por eso es necesario tomar conciencia de que, en determinados contextos, el velo funciona como autoafirmación, una visión que solo es posible desde una mirada abierta: «Pensamos que hay muchas maneras de ser mujer, y eso lo hemos aprendido del feminismo».

 

La mitad fantasma, de Alan Pauls (Literatura Random House)

Después de que nos dejara con las piernas colgando y la respiración entrecortada en esa maravilla que fue, que es, El pasado, la última novela de Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) siempre debería ser saludada con entusiasmo; sobre todo si consideramos que esta, La mitad fantasma, supone su octavo título desde su exordio en 1984. Señalado como uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos por otros que ya no lo están como Roberto Bolaño o Ricardo Piglia (él, que a su vez ha dejado páginas memorables para recordar, precisamente, a otras firmas imprescindibles como las de Jorge Luis Borges o Manuel Puig), aquí tiene como protagonista a Savoy, que a los cincuenta anda por la vida aún como en una visita guiada, sin demasiado interés por nada en particular y quizá solo comparando lo que ve con el folleto para ver cuánto se ajusta, haciendo de su existencia una mudanza continua de alquiler en alquiler, adquiriendo cacharros que, como la mayor parte de nuestras adquisiciones online, en absoluto precisa. En su vida emerge Carla, en sus treinta, una ciudadana del mundo que apenas se deja lastrar por equipajes emocionales, homesitter que por tanto tampoco establece grandes vínculos con las casas que vela y que, tan pronto como se conocen ambos y empiezan a tratarse de amor, ha de salir volando a un nuevo destino. Son las dos mitades de un relato donde completar la naranja de la relación es lo más parecido que existe a un unicornio, un verdadero salto de fe que ríete tú de Kierkegaard, y que siendo la distancia igual de real que de virtual o digital, les obligará a estar juntos solamente en la pantalla, hasta que la caída del wifi los separe. El afantasmado en todo ese proceso, claro, es Savoy, cuya vida maniática y caprichosamente desplegada a lo largo de décadas se ve revuelta de la noche a la mañana con las novedades que Carla le anima a introducir en su gris existencia: «Savoy tenía la impresión de haber caído bajo el hechizo de una mujer del futuro —eso suponiendo que lo que llamaba futuro fuera algo más, o algo distinto, de lo que un presente plagado de limitaciones como el suyo era incapaz de ver o alcanzaba a duras penas a imaginarse». En plena crisis de (ansi)edad, este señor se verá a sí mismo corriendo adonde reside Carla para observarla «a distancia de groupie o de sombra» y rescatarla de no se sabe muy bien qué, tratando así de forzar que lo suyo no sea tan fugaz ni tan casual como parecía haber sido. Se hace el encontradizo y la vigila y es espectador de su propia historia de amor porque es la única forma segura: «No arruinaría seis días de monitoreo escrupulosos, casi profesionales, por un arrebato. Antes de aparecer quería ver. Ver sin ser visto».

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