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Mondrian: la abstracción natural de todo lo que es bello

Una exposición del Museo Reina Sofía indaga en la relación del pintor holandés con el movimiento De Stijl y la ruptura colectiva de confines entre disciplinas creativas. Aquel impulso supondría la conquista de un nuevo lenguaje visual más puro, que solo con líneas básicas y colores primarios se acercaría como nunca a la verdad del mundo que nos rodea.

«Composición nº II» (1913), de Piet Mondrian (© Mondrian/Holtzman Trust).

«Hoy, no solo la belleza pura nos es necesaria, sino que es el único medio que nos manifiesta realmente la fuerza universal que contienen todas las cosas». En los primeros años de la década de 1910, Piet Mondrian (1872-1944) ya andaba tras la pista de esa belleza pura y esa fuerza universal que poco después se traducirían en sus pinturas más icónicas: aquellos juegos de formas simples y colores primarios con los que aspiraba a expresar —más que representar— el equilibrio y la armonía del mundo, dando al mismo tiempo un portazo a las convenciones del arte figurativo hasta ese momento. Era el big bang de la abstracción geométrica, donde el cuadro rompía sus marcos de referencia y encontraba una nueva vía hacia la verdad, guiado de manera exclusiva por esa intuición que empezó a estampar a partir de obras como su Composición nº II (1913), las primeras de las que estuvo en verdad medianamente orgulloso.

Una exposición del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) sitúa al pintor holandés como gran referente de aquella nueva concepción del arte que marcaría de modo indeleble las décadas posteriores. Afirma su comisario, Hans Janssen, que «existen razones de peso para afirmar que Piet Mondrian es el artista moderno por antonomasia«. Nada que envidiarle, para entendernos, a un Picasso en cuanto a la manera en que revolucionó la cultura visual que siguió a la Gran Guerra y que habría de perdurar durante todo el siglo XX. Pero Mondrian no estuvo solo, y de hecho sus innovaciones fueron en gran medida el faro que iluminó el nacimiento del colectivo De Stijl —literalmente, el estilo—. Brotado de la revista homónima fundada por el artista y crítico Theo Van Doesburg (1883-1931), desde su primer número en 1917 condujo esta nueva plástica al ámbito internacional y cambió para siempre la historia del arte, sus nociones fundamentales.

«Dormitorio infantil, Villa Arendshoeve» (circa 1920), de Vilmos Huszár y Pieter Jan Christoffel Klaarhamer. Vista de la exposición del Museo Reina Sofía (foto: Joaquín Cortés/Román Lores).

La conexión de Mondrian y De Stijl es clave en la muestra del MNCARS, que refleja la transmisión, de uno a los otros, del interés por la arquitectura y el diseño como formas de expresión. «Mondrian forma parte de todos estos movimientos de las vanguardias históricas en los que hay una voluntad de transformar radicalmente el mundo, desde los diseños urbanísticos al de una habitación, y de encontrar aquellos elementos esenciales que constituyen al ser humano», explica el director del museo, Manuel Borja-Villel. Para él, la figura del holandés ayuda a entender «esta especie de Quattrocento que suponen para el arte las vanguardias, que son las raíces, nuestro pasado más inmediato». Sus ideas en torno a la relación de la obra artística con el espacio y las tensiones que provocaban en relación con otros elementos estéticos, como la diagonal, fueron motor y alimento para los miembros de De Stijl.

Manuel Borja-Villel: «La figura de Mondrian ayuda a entender ese Quattrocento que suponen para el arte las vanguardias, nuestro pasado más inmediato»

El grupo fundado en la ciudad de Leiden, en los Países Bajos, alcanzó un conocimiento artístico colectivo sin precedentes a partir de la relación entre su nómina de integrantes, que además de Mondrian y Van Doesburg incluía a artistas como Bart Van Der Leck, Cornelis Van Eesteren, Georges Vantongerloo, Jacoba van Heemskerck, Vilmos Huszár y Gerrit Rietveld, todos ellos representados en la exposición del Reina Sofía. Juntos aspiraban a extraer las distintas artes de sus compartimentos estancos, y así en aquellos años la pintura se hizo arquitectura; las artes aplicadas, escultura; y el diseño, disciplina creativa tan articulada y crucial como el resto. A través de nueve salas y 95 obras (35 pertenecientes a Mondrian y 60 procedentes de artistas de De Stilj) somos testigos de cómo sus obras se iban extendiendo por el espacio expositivo, afectando y siendo afectadas por su entorno, en una visión profundamente contemporánea.

«Woods near Oele» (1908), de Piet Mondrian (© Kunstmuseum Den Haag).

Pero, por encima de todo, asistimos a la maestría de Mondrian y al proceso de desarrollo de ese nuevo lenguaje sencillo y estructurado a un tiempo, objetual y capaz de provocar tantos efectos insospechados en el plano perceptivo. «Pues cuando construyo líneas y combinaciones de colores sobre una superficie plana, es con el objetivo de retratar la belleza universal de la forma más consciente posible», escribió en una carta de 1914 a su colega Henk Bremmer. En la muestra se pueden contemplar desde sus primeros bodegones y paisajes, su evolución en el contexto del arte holandés de la época —muy influenciado ya por las innovaciones de la arquitectura—, así como la sistematización de ese arte nuevo y su lento declive, hasta una última etapa en la que, si bien ya intuía que el experimento de la abstracción estaba finiquitado, seguiría trabajando con líneas horizontales y verticales que delimitaban planos de color blanco, rojo, amarillo o azul, para desvelar la infinitud de posibles composiciones a las que podían dar lugar. También resulta un acierto que se haya incluido documentación relativa a los distintos periodos, que ayudan a contextualizar y entender lo que de seísmos tenían aquellos movimientos.

Cuenta Borja-Villel que esta del Museo Reina Sofía es una exposición en la que han venido trabajando desde hace algunos años, pero que no deja de ampliar su(s) sentido(s) en el enrarecido panorama actual. Ciertamente, las posibilidades que la obra de Mondrian sigue descubriéndonos en la abstracción a estas alturas, un siglo después de la presentación de algunas de sus piezas más influyentes, son asombrosas. Y de forma contraria a lo que se pueda pensar, lo abstracto forma parte naturalísima de quiénes somos y del mundo en el que vivimos, quizá de un modo inasumible por lo representativo, por aquello que emprende un empeño intelectual para imitarlo. Ya lo supo ver el artista holandés, como tantas otras cosas: «Antiguamente, donde uno vivía más en contacto con la naturaleza, la abstracción era fácil, hecha inconscientemente. Ahora, en nuestra desnaturalizada edad, la abstracción se convierte en un esfuerzo».

«Maqueta para una casa particular» (1922-23), de Theo Van Doesburg. Vista de la exposición del Museo Reina Sofía (foto: Joaquín Cortés/Román Lores).

 


Mondrian y De Stijl
Comisariada por Hans Janssen
Museo Reina Sofía (con la colaboración del Stichting Kunstmuseum Den Haag)
Hasta el 1 de marzo de 2021
Lunes a sábado (excepto martes, cerrado), de 10 a 21 h
Domingo de 10 a 14:30 h

Un comentario

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