De tamaño modesto, diáfano y sostenido sobre el agua de la bahía de Santander, factores muy favorables en el mundo pospandemia, el Centro Botín ha sido el primero en el país en reabrir al público después de dos meses en los que todos los grandes centros de arte, con más o menos tino, han buscado alternativas para seguir funcionando en internet. Días y días en los que hemos aprendido a recorrer exposiciones en Youtube, seguir diarios de cuarentena y a enriquecer las interminables jornadas entre cuatro paredes recibiendo arte, como casi todo ya, a través de la pantalla.
Y lo cierto es que el virus, que ha traído hallazgos felices en esta materia, ha puesto el futuro sobre la mesa: ¿vamos hacia un nuevo modelo de exhibición? ¿Estaba caduco el del viejo mundo? ¿Llegaban ya tarde la instituciones a las posibilidades del mundo digital? ¿Eran las macroexposiciones y la cultura del burro grande, ande o no ande, el buen camino?
Aquí en Mercurio, como no podía ser de otra forma, preferimos decodificar el arte directamente con nuestros ojos, sin intermediarios (ya odiábamos las audioguías antes de que fueran un foco de contagio), dejarnos seducir por el poder de sugestión de la oscuridad en la sala de cine, bailar en las primeras filas de un concierto y confiar nuestras próximas lecturas a nuestro librero favorito. De modo que celebramos otra vuelta que, de alguna manera, nos mantiene conectados con el lugar del que venimos, el cada día más alejado siglo XX.
«Celebramos otra vuelta que, de alguna manera, nos mantiene conectados con el lugar del que venimos, el cada día más alejado siglo XX»
Volviendo al Botín, según la institución existía una urgencia por «reactivar la actividad en cuanto fuera posible para contribuir a la economía y ayudar a la recuperación paulatina del turismo en Santander», nada raro tratándose de la Fundación de un banquero, desde cuyo seno también se ha declarado que «nunca antes las artes han podido jugar un papel tan fundamental en el desarrollo personal y social».
Más allá del debate, la hermosa y muy artística serie de fotos que ha compartido el centro trazado por Renzo Piano -los letreros de «estamos abiertos», los espectadores distanciados deambulando con elegantes mascarillas por las salas- tiene un regusto a Black Mirror, la ficción televisiva que a todos nos vale para enunciar la distopía, de la misma manera que recurrimos a la capital de Inglaterra cuando hace un día de niebla y exclamamos: «¡Parece Londres!». Imágenes ya históricas que nos producen cierta extrañeza, si bien también nos permiten, en esta nueva normalidad que a nadie convence, acariciar escenas que nos van recordando al pasado.
«El Botín ha adaptado su funcionamiento y el desarrollo de sus actividades para que los visitantes puedan disfrutarlo de una forma tranquila y segura»
El Botín ha adaptado su funcionamiento y el desarrollo de sus actividades para que los visitantes puedan disfrutarlo de una forma tranquila y segura. Las exposiciones que en este momento se muestran son AS YOU GO (Châteaux en Espagne), del artista albanés Anri Sala y de la que ya hablamos aquí; Coleccionando Procesos. 25 años de Itinerarios y la sala permanente Retratos: Esencia y Expresión, con los obras de grandes maestros del siglo XX cedidas por Jaime Botín, patrono de la Fundación.
Todos lo sabemos a estas alturas, el virus nos ha dado el empujón que nos faltaba para arrojarnos al abismo infinito de las pantallas. En una sociedad que ya se comunicaba por internet, compraba por internet, jugaba por internet, tenía sexo por internet… era lógico que también el consumo del arte se adaptara a la tendencia… Pero no olvidemos que el mismo medio que nos acerca al mundo también nos aleja de la vida. De modo que bienvenido, Centro Botín, y todas las instituciones del arte que vengan detrás y que nos permitan el gozar del privilegio de caminar por una sala de arte, perdernos en un gran museo o disfrutar de una inauguración en una galería.