Mientras Casandra conversaba con Áttico y Puntofijo, Lem parecía ausente. Y cuando los dos hombres se marcharon, exclamó de pronto:
—¡Irse por las ramas! ¡Has dicho que quienes oyen contar una historia se van por las ramas!
—Sí, y es bueno que así sea —contestó Casandra—. Así crecen las historias. Y las personas que las comparten.
—O decrecen…
—¿Qué quieres decir?
—El día que hablaste de los agujeros de gusano y los agujeros de oruga, Tichy estaba en la taberna. En un rincón apartado, pero escuchando atentamente, me fijé en él. Y recuerdo que dijiste que, durante el interrogatorio al que te sometieron los Veladores, intentaste agarrar una pequeña esfera que fluctuaba frente a ti y tu brazo desapareció en su interior hasta el codo, cuando debería haber salido por el otro lado.
—Así es.
—Conociendo a Tichy, estoy seguro de que al oír eso empezó a… irse por las ramas. O por las bolas, en este caso.
—¿Quieres decir que fantaseó con la posibilidad de meter el brazo en la pequeña esfera?
—Él no se conformaría con meter el brazo, metería la cabeza para ver qué había dentro.
—No habría podido meter la cabeza, no cabía… ¡Ya veo! Crees que ha creado una copia miniaturizada de sí mismo para poder entrar en esa esfera.
—Sí. Y para poder entrar en ella, antes tiene que encontrarla.
—Lo que significa ponerse en contacto con los Veladores.
—Lo que significa caer en manos de los Veladores —precisó Lem.
—¿Y eso te preocupa?
—A ti no consiguieron sonsacarte nada, pero a él lo exprimirían como un limón.
—Hay otra posibilidad —dijo Casandra tras una pausa—. Podría querer ir a Locus, por alguna razón que no acierto a imaginar.
—¿Locus?
—Llamado así en honor del gran científico francés, el planeta Laplace, más conocido como Locus (pues, como sabes, la place significa «el lugar»), es el único cuerpo sólido de un pequeño universo burbuja al que se accede por un agujero de gusano que algunos denominan, irónicamente, Pozo de los Deseos.
—¿Por qué?
—Porque el microuniverso de Locus se rige por las leyes de la física newtoniana: ni la relatividad ni la mecánica cuántica tienen allí cabida, por lo que impera el más estricto determinismo laplaciano. Lo cual, entre otras cosas, significa que no existe el libre albedrío. Ni siquiera como ilusión: quienes viajan a Locus tienen la extraña sensación de que la voluntad los abandona y dejan de desear; como en un sueño, se mueven impulsados por suaves fuerzas invisibles que no admiten réplica, o a las que no se siente la necesidad de replicar… Quienes no regresaban de Locus, que no eran pocos, ¿estaban atrapados? Algunos opinan que sí, pues carecían de libre albedrío. No más que quien se instala en cualquier lugar sin saber por qué o creyendo saberlo, contestan otros.
—¿Y por qué tendría que miniaturizarse Tichy para ir a Locus?
—Porque hace un tiempo el Pozo de los Deseos se estrechó de tal manera que ya no permitía el paso de una nave, ni siquiera de una chalupa. No me extrañaría que se hubiera estrechado aún más y ahora ni siquiera pudiese recorrerlo un astronauta enfundado en su escafandra.
En la Cosmología de los uni-versos no queda claro si el expanderse “newtoniano” no incluya la caída. Sin cardinales apropiados queda la duda por sus inexistencias, visto que los inventamos para volver, o para no olvidarnos de retornar a un hogar indefinido, estando donde estaremos, siendo lo que seremos. En Cosmogonía es distinto. Ya todo está señado, con o sin libre albedrío, y no obstante esto me obligo a reflexionar, pues todavía por aquí ando en busca de dias o lugares calmos, pura necesidad de mi cerbelo primitivo que al final será siempre el que manda al ostracismo el alma, sospechando del espíritu, acusando de mendaz nuestro destino. Unas parábolas que no explica nada. Tal vez un mundo líquido, de hielo o ígneo sea menos ambiguo en donde esos peligros mayores nos unan como hermanos.
Peligros que nos unen… Poderosa imagen. Lástima que en la vieja Tierra eso no funcione mejor: ni las pandemias ni el cambio climático parecen suficientes para unirnos.
Es tan triste… «Más vale prevenir que lamentar» no parece que sea un lema terrestre mayoritario, pues solo cuando llega la catástrofe se recapacita sobre la necesidad de un cambio individual generalizado. Tal vez la certeza de la colisión de un meteorito de cierto tamaño fuese suficiente para lograr esa unión en una respuesta conjunta, aunque viendo la falta de acciones de gran impacto frente al cambio climático, quizá tampoco fuese el caso.
Las historias como árboles… ¡Qué imagen tan fantástica!
Semillas que intentan arraigar y que, con el tiempo, dan paso a árboles cuyas ramas se van multiplicando en nuestras mentes, entrelazándose con otros árboles cercanos.
Eso es, como árboles de verdad, con semillas y hojas, no meros árboles-grafo. Está bien que un matemático lo puntualice.
Me resulta difícil de imaginar ese determinismo de Locus, pues la llegada de nuevas masas imprevisibles por el agujero de gusano podría modificar las fuerzas existentes. Quizá el tamaño del Pozo de los Deseos sea lo suficientemente pequeño para asegurar que no se alteran las condiciones existentes.
O tal vez el universo bebé impone su ley a todo lo que entra en él. En cualquier caso , la cosa es más compleja de lo que parece, como señala (spoiler) Asimov en la próxima entrega.