En 2020, Diego Caballero y Rafael Delgado, profesores de secundaria y bachillerato en Sevilla, decidieron aunar fuerzas a la caza de una enseñanza de la Historia que calase más entre sus estudiantes. De aquella colaboración surgieron varios libros de texto con la editorial Alegoría, que les permitieron emplear recursos más cercanos a los adolescentes a fin de fomentar su interés y curiosidad por nuestro pasado y presente.
Entre las ideas que pusieron en práctica, una de las más exitosas consistió en contar la Historia con mayúsculas a través de relatos de personajes fabulados, de personas anónimas que bien pudieron haber presenciado los grandes acontecimientos. Los autores se percataron enseguida de que las herramientas de la ficción les abrían mucho más los ojos a su exigente y a menudo dispersa audiencia. De esta práctica docente surgió la idea del libro que acaban de presentar y que, aunque bien puede emplearse en el aula con los mismos fines, está destinado a cualquier persona con interés por el conocimiento de la pasada centuria.
En Historia(s) del siglo XX (Desperta Ferro, 2024) se proponen el reto de resumirlo a través de 40 relatos que recrean hechos políticos, culturales, sociales, científicos, bélicos… desde perspectivas inesperadas y poniendo la linterna sobre los pequeños detalles que ayudan al lector a participar de una experiencia inmersiva. ¿A qué olía el apartamento en el que se cocinó la revolución rusa? ¿Y el estudio en el que Elvis cinceló el primer rockandroll? El resultado es un excelente, documentado y riguroso mosaico de un siglo «problemático y febril», como cantaba Gardel. Una época que, al cabo, nos ayuda a entender quiénes somos hoy.
¿Qué tiene el siglo XX que tanto nos atrae?
El siglo XX es una época única por la intensidad y velocidad de sus cambios. Abarca desde las grandes guerras hasta revoluciones tecnológicas, sociales y culturales que han transformado nuestra manera de vivir. Es un periodo en el que coexisten el drama humano y los avances que moldean el mundo actual. Esta riqueza de contrastes lo hace profundamente fascinante para ser explorado, tanto desde el punto de vista histórico como narrativo.
¿Se puede contar un periodo tan convulso y lleno de cambios en cuarenta narraciones?
Aunque es imposible cubrir cada detalle del siglo XX en solo cuarenta relatos, hemos seleccionado momentos y figuras que, al entrelazarse, crean una visión panorámica del periodo. Nos hemos centrado tanto en los grandes hitos como en pequeñas historias que, aunque menos conocidas, tuvieron un impacto significativo. De esta manera, hemos querido ofrecer un mosaico que refleje la diversidad y complejidad del siglo.
Aseguráis en el prólogo que os habéis dejado llevar por inclinaciones personales, filias y fobias para seleccionar la temática de los relatos. ¿Cuáles han sido esas inclinaciones?
Como todo proyecto creativo, nuestras afinidades personales han influido en las elecciones. Nos sentimos atraídos por personajes y momentos que representan tanto los grandes ideales como las contradicciones humanas. Por ejemplo, algunos relatos destacan la lucha por la justicia social, mientras que otros revelan aspectos menos agradables del poder y la opresión. Nuestras filias y fobias se reflejan en una mezcla de admiración por figuras transformadoras y cierta crítica a los excesos del siglo.
Comentáis al inicio que en el libro conviven personajes reales con otros imaginados. ¿Qué aporta la combinación de realidad y ficción a la narración de hechos históricos?
La combinación de realidad y ficción nos permite acercarnos a la historia de una manera más emocional y humana. Los personajes ficticios nos dan la libertad de explorar perspectivas íntimas, mientras que los personajes reales nos anclan en los hechos históricos. Pensamos que este equilibrio enriquece la narración, haciéndola más accesible sin sacrificar el rigor.
¿Cómo habéis logrado equilibrar ese rigor histórico con la libertad creativa que exige la ficción?
Hemos sido muy cuidadosos en mantener la fidelidad a los hechos históricos, pero la ficción nos ha permitido dar vida a esos momentos, creando un puente emocional con el lector. A través de personajes y diálogos imaginados, exploramos cómo podrían haberse sentido quienes vivieron esos eventos, sin distorsionar la verdad. La documentación exhaustiva ha sido clave para lograr este equilibrio.
Habéis concedido un gran protagonismo a personajes que se desdibujan en el relato en mayúsculas de la Historia. Más allá de los grandes nombres, ¿qué figuras secundarias desfilan por vuestro libro?
Nos interesaba rescatar historias que suelen quedar a la sombra de los grandes eventos. Por eso, además de figuras icónicas hemos puesto el foco en personajes que no suelen aparecer en el gran relato histórico. Hemos incluido, por ejemplo, a Galina Flakserman, una revolucionaria en cuyo apartamento se gestó el octubre bolchevique. También al doctor Christiaan Barnard, artífice del primer trasplante de corazón de la historia. Igualmente, hemos dado espacio a los soldados de La Nueve, que después de liberar París de los nazis tomaron el Nido del Águila, el refugio en las montañas de Adolf Hitler.
La no ficción histórica goza hoy en día de buena salud. ¿Pensáis que vuestro libro puede enmarcarse dentro de esta corriente?
Aunque nuestro libro utiliza elementos de la ficción, el trasfondo histórico es real y está documentado rigurosamente. Se podría decir que se enmarca en esa corriente, pero con un enfoque híbrido. Buscamos dar al lector no solo información, sino una experiencia más inmersiva a través de la narrativa, lo que amplía las posibilidades de la no ficción.
Cada relato tiene una forma y una estructura diferente. ¿El uso de varios estilos narrativos ha sido una elección deliberada o ha surgido de manera espontánea?
Ha ido surgiendo de forma orgánica. Es cierto que queríamos que cada historia reflejara el espíritu del momento y el contexto en el que está ambientada y esto, a veces, implicaba cambiar el estilo narrativo o la estructura para captar mejor la esencia de los hechos o los personajes involucrados. Este enfoque nos ha permitido darle a cada relato una personalidad única. Por ejemplo, hemos contado la historia de la clonación de Dolly desde la voz de la propia oveja o nos hemos adentrado en la Larga Marcha a través del diario de un combatiente.
En la bibliografía final, según comentáis, incluís los recursos más atractivos que habéis utilizado a la hora de documentaros. ¿Qué peso ha tenido la investigación en el proceso de escritura?
La investigación ha sido fundamental. Antes de escribir cada relato, nos sumergimos en una profunda documentación para asegurarnos de que todos los detalles históricos estuvieran bien fundamentados. La bibliografía es un reflejo de las fuentes clave que nos ayudaron a construir un marco sólido sobre el cual desarrollar las narraciones. Muchos de los recursos que hemos utilizado pueden ser atractivos para los lectores, así que hemos querido compilarlos al final del libro. Hay libros, podcasts, series, películas, documentales…
Escribir un libro a dos manos supone un reto considerable. ¿Cómo habéis enfocado el trabajo conjunto?
El trabajo en equipo ha sido un desafío, pero también una gran oportunidad para enriquecer el proyecto. Cuando empezamos a trabajar, nos dividimos las tareas según nuestras fortalezas y áreas de interés, y luego revisábamos mutuamente lo que cada uno iba escribiendo. Las aportaciones de uno y otro han sido fundamentales para mejorar los textos finales. La clave ha sido la comunicación constante y el respeto por las ideas del otro.
Los relatos se acompañan de potentes ilustraciones firmadas por Andrea Cid. ¿Habéis planteado el acompañamiento gráfico como recurso estético o como complemento para la comprensión de las narraciones?
Desde el principio, queríamos que las ilustraciones de Andrea no solo acompañaran los textos, sino que fueran parte esencial de la experiencia de lectura. Trabajamos estrechamente con ella para asegurarnos de que cada imagen capturara la esencia de los relatos y, al mismo tiempo, aportara una nueva capa de interpretación. Su estilo encaja perfectamente con la idea que teníamos del proyecto y, más allá de lo estético, consideramos las ilustraciones como un complemento indispensable. Las imágenes no solo refuerzan la atmósfera del relato, sino que ayudan a visualizar momentos clave o detalles que podrían perderse en la palabra escrita. En muchos casos, permiten al lector acercarse de una manera más visceral a la historia.
Lleváis años dando clases de Historia en centros de secundaria y bachillerato. ¿Pensáis que la narrativa histórica puede ser un vehículo útil para acercar esta materia al público adolescente?
Sin duda. La narrativa histórica permite presentar los hechos de una forma más cercana y comprensible para los jóvenes. A través de las historias, los estudiantes pueden ver la historia no solo como un conjunto de fechas y eventos, sino como experiencias humanas que resuenan en el presente.
¿Es el relato un género con cabida en las aulas?
Sí, el relato tiene mucho potencial en el aula. Su brevedad y capacidad para centrarse en momentos específicos permiten trabajar temas históricos de manera más dinámica. Además, los relatos pueden ser una excelente herramienta para generar debates, análisis y reflexiones entre los estudiantes. Hemos trabajado estos textos con nuestro alumnado y hemos visto el gran interés que despierta este tipo de formato.
¿De qué manera vuestra experiencia como docentes ha influido en la forma en que se estructuran y narran las historias en el libro?
Dar clase te enseña que la claridad expositiva es indispensable para desarrollar un correcto aprendizaje. Hemos tratado de crear relatos comprensibles, destinados a un público amplio que no tiene por qué conocer en profundidad el trasfondo histórico en el que transcurren cada una de las narraciones. Por ello, además de utilizar diferentes estilos para captar la atención del lector, hemos incluido unas explicaciones complementarias al final de cada relato para que quien las lea pueda tener una mejor comprensión del contexto. Además, conocer los intereses y preocupaciones de los jóvenes nos ha permitido adaptar el tono y los temas para que sean relevantes.
Os habéis sentido cómodos narrando un siglo en cuarenta historias breves. ¿Os planteáis escribir relatos para contar otras épocas?
La fórmula se puede aplicar a cualquier contexto histórico, aunque hemos decidido comenzar con el siglo XX, ya que es un periodo clave para comprender el mundo actual y quiénes somos. Sin embargo, nos atrae el desafío de explorar otros momentos históricos en futuros volúmenes. Sería fascinante, por ejemplo, sumergirse en el bullicio de las barricadas durante la Revolución Francesa de la mano de un jacobino, o vivir en un campamento en las vastas llanuras del Oeste norteamericano junto a una joven sioux. Las posibilidades son enormes.
En la última página del libro hay un extracto de la letra de un tango que dice: «Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor». ¿Por qué habéis incluido esa referencia?
Es un fragmento de un tango de Enrique Santos Discépolo que luego cantó Gardel. Se llama «Siglo XX, cambalache». La letra, que define la centuria como un periodo problemático y febril, nos parecía una definición acertada de lo que han supuesto estos cien años. El extracto que aparece al final del libro resume de manera cruda y poética muchas de las contradicciones y ambigüedades que atravesaron el siglo XX. El tango nos parecía una metáfora perfecta de la idiosincrasia de esta época.