A petición de Fafo Liber, Casandra contó la siguiente historia:
El planeta Aire es un gigante gaseoso azul, similar a Urano y Neptuno en tamaño y aspecto; pero su atmósfera, mayoritariamente compuesta por nitrógeno y otros gases inertes, y rica en oxígeno y vapor de agua, es más parecida a la terrestre: de ahí el nombre del planeta.
Otra característica que hermana Aire con la Tierra más que con los gigantes helados, es su proximidad a su estrella madre, muy semejante al Sol, que lo convierte en un mundo cálido idóneo para la vida basada en los hidrocarburos y el oxígeno.
Innumerables criaturas voladoras que jamás se posan —pues no hay donde posarse— surcan los niveles superiores de la atmósfera aireana, alimentándose unas de otras o de la variada flora flotante.
A causa de las enormes presiones y las bajísimas temperaturas de las zonas inferiores, donde no llega la luz, el núcleo del planeta es de aire líquido. Y sobre ese gélido océano nuclear, cuando la presión de la atmósfera profunda obliga al carbono en suspensión a cristalizarse, cae una copiosa lluvia de diamantes.
—Lluvia de diamantes… —repitió Fafo con la mirada perdida—. Has mencionado a Urano y Neptuno, los planetas más exteriores del Sistema Solar, y parece ser que también en ellos llueven piedras preciosas. Barbanegra me mostró una vez un diamante neptuniano.
—No te creas todo lo que cuenta ese viejo pirata del espacio —dijo Lem—. A saber dónde y cómo obtuvo ese pedrusco azul del que está tan orgulloso. Y tampoco te creas todo lo que contamos Casandra y yo —añadió con su peculiar risita aspirada.
—Puede que no todo lo que contáis sea literalmente cierto, pero de alguna manera siempre lo es —respondió Fafo, y luego dijo mirando a Casandra—: Al enumerar los planetas elementales, has mencionado un hermano de Aire llamado Viento.
—En este caso sí que cabría hablar de hermandad planetaria —convino Casandra—, al menos en sentido poético.
Y a continuación contó la siguiente historia:
Aire tiene un hermano colérico: Viento. Un único e incesante vendaval recorre el planeta entero, como una serpiente furiosa enroscada alrededor de una esfera.
Pero ¿puede un vendaval recorrer un planeta entero? En puridad, no, ya que el teorema del punto fijo demuestra, entre otras cosas, que no podemos peinar una esfera peluda sin formar al menos un remolino; o lo que es lo mismo, que en un huracán esférico ha de haber al menos un ojo. Y, de hecho, en Viento hay dos, uno en cada polo, dado que su vendaval global está directamente relacionado con la rotación del planeta.
En estos oasis de calma se asienta la mayor parte de la vida de Viento y la totalidad de su vida inteligente. Pero los habitantes de un polo nada saben de los del otro, pues están confinados en su pequeño mundo circular por la vertiginosa muralla de viento que gira a su alrededor a más de trescientos kilómetros por hora.
En ocasiones, las ofrendas que los ventianos del norte lanzan a los dioses del vendaval, para aplacarlos y evitar que cierren su furioso cerco, son arrastradas por todo el planeta y llegan al oasis del sur. Y viceversa. Pero unos y otros interpretan estas apariciones ocasionales como dádivas de algún dios benévolo que los instruye sobre nuevas técnicas productivas o formas artísticas. De este modo, y aun ignorándose, ambas culturas intercambian ideas y se enriquecen mutuamente.
Si algún día llega a uno de los polos un libro ilustrado (o algún objeto similar con el suficiente texto y dibujos) lanzado por un ventiano del polo opuesto, podría suponer el inicio de un cambio de creencia sobre esos dioses del vendaval.
Tras descifrar algunas partes del texto se podría pensar en algún mecanismo de comunicación, aunque habría que determinar cuidadosamente una buena forma de establecer la equivalencia entre los símbolos utilizados por los habitantes de ambos polos.
De todos modos, esa posible comunicación estaría condicionada por la probabilidad de llegada de los mensajes lanzados, así como por el tiempo medio de recepción de los mismos. Quizá incluso cabría la posibilidad de estar recibiendo únicamente mensajes del propio polo; pero de una época tan alejada en el tiempo que no permitiese identificar que fueron enviados por sus antepasados lejanos.
Hay una versión ampliada de este relato según la cual un norventano arrastrado por el huracán circular llega milagrosamente al polo sur y es venerado como un enviado de los dioses. Con el tiempo, logra comunicarse con los surventanos y organizan una expedición para intentar conectar ambos polos.
Sí, la conozco, aunque no recordaba algunos detalles.
De un extremo a otro del planeta, de repudiado a venerado…
Sin duda, alguien con mucha suerte, pues sobrevivir a un viaje así podría ser considerado como sobrenatural.
Sugestiva (y diría hasta angustiante) imagen, Carlo. Dos comunidades completamente aisladas que de la otra sólo pueden conocer su existencia a través de los objetos, destrozados supongo que les llegan. No es difícil adivinar las reflexiones de cada uno de ellas con respecto a la otra: que existe, y con abundancia de medios, o su contrario, que se extinguió y lo que les llega son los restos. Únicamente el caos eterno de por medio puede resolver el enigma.
Objetos destrozados llegados a través de un muro invisible giratorio, un cilindro infranqueable que arroja los despojos de etapas pasadas; quizá de la propia, quizá de otra… Atravesar esa intimidante pared sin conocer su grosor sería un signo de valentía, de osadía, quizá de exploración o de expulsión. ¿Cómo reconocer que lo destrozado y antiguo no fue lanzado por los propios antepasados? Atravesar ese caos se convierte en una necesidad para resolver el enigma.