A primera hora de la tarde no había casi nadie en la Taberna Flotante. Sentada en uno de los altos taburetes de la barra, Casandra conversaba con Lem.
—¿Qué sabes de Tichy? —preguntó la narradora—. Hace días que no lo veo.
—La última vez que lo vi se fue en compañía de Grillo y Mou Gonza —contestó Lem con un leve encogimiento de hombros—. Y creo que Chess fue tras ellos. Espero que no se hayan metido en algún lío.
—Un astronauta chiflado, un matemático poeta y un escritor que habla con los animales no humanos —intervino alguien que se había acercado sigilosamente—. Lo raro sería que no se metieran en ningún lío. Seguro que a su regreso nos obsequian con alguna historia digna del repertorio de la Osa Mayor.
Era Fafo Liber, el famoso ciberartista e ingeniero cuántico.
—No me llames así —dijo Casandra con una sonrisa melancólica—. Nuestro verdadero nombre es el que elegimos. Además, de ser una Osa, yo sería la Menor: mi antiguo nombre así lo proclama.
—Lem y yo tenemos muy claro que eso último no es cierto —respondió Fafo—; pero tus deseos son órdenes, querida Casandra. Tendré que modificar el tabernaipe dedicado a ti… Y hablando de los tabernaipes, estoy preparando una serie basada en los mundos maravillosos, reales o imaginarios, evocados por los parroquianos de la taberna. Muchos de ellos aparecen en tus relatos. Os leo la lista y me ayudáis a completarla.
Fafo se puso las cibergafas y, a medida que sus bocetos pasaban ante sus ojos, fue recitando una lista comentada que se podría resumir así:
Microtierra y Microluna, los diminutos planetoides superdensos.
Möbius, el universo bebé que convierte a quien lo visita en su imagen especular.
Bosque, el planeta silvestre que acabó teniendo un solo árbol encerrado en un torreón.
Geoda y Burbuja, los planetoides cristalinos artificiales cuyo origen y propósito nadie conoce.
Oulipo, el planeta de exilio de los supuestos revolucionarios oulipianos.
Pegea, el inmenso gineceo poblado por millones de hijas partenogenéticas de una Eva primigenia.
Arcadia, la edénica réplica de la vieja Tierra en la que ha desaparecido todo rastro de violencia.
Pirámide, el planeta cuya población terminó viviendo toda ella en el único edificio, enorme y piramidal, de su única ciudad.
El gigantesco planeta sin nombre de fortísima gravedad por cuya bruñida superficie sus habitantes bidimensionales se deslizan como sombras, convencidos de que el universo es un plano infinito.
Oniro, el mundo sonámbulo.
Olvido, el mundo amnésico.
Magneto, donde la atracción entre individuos es más que una metáfora.
Bang, el mundo efímero que apareció, evolucionó y desapareció durante un breve instante de la explosión de una supernova.
—Hay algunas ausencias, como las historias de circunvalación de la ciudad rosa y roja y de la isla verdiamarilla —dijo Casandra cuando Fafo terminó de recitar su lista—. O el planeta de los polífidos, donde un tetráfido sapientísimo me devolvió la lozanía de la juventud.
—Por no hablar de Solaris —añadió Lem en voz baja, como si temiera que alguien pudiera oírlo.
—Sí, claro, tomo nota —dijo Fafo—. Pero hay otras ausencias importantes —añadió mirando a Casandra con una sonrisa traviesa—. La de las historias que aún no nos has contado. Por ejemplo, seguro que tienes tu propia versión de la leyenda de los planetas elementales, según la cual, del mismo modo que en la galaxia hay una Tierra, ha de haber un Agua, un Aire, un Fuego…
—Sí —admitió ella—. Y también un Hielo, y un Viento…
… y un Poesía, y un Tiempo…
Es lo que se siente palpitar en los escritos de nuestra querida Osa Menor. En mi opinión.
Salud
Así es, Robert. Se podría calificar a la gran Ursula como poeta transtemporal.
En los mundos superdensos o unielementales no hay lugar para el olvido y la ambigüedad no cabe. Mínimos vocablos, instantáneos gestos, chispazos neuronales unidireccionales, voluntades circulares y puntuales conforman sus Historias en libros que ostentan una sola y misteriosa palabra, que de lejos es un docto tratado prometedor de salvedades mas de cerca es puro desaliento, como los mundos normales o multielementales escritos con palabras de viento o hielo, tierra o fuego portadores de la amnesia transmutable. Que levante la mano quien quiera acompañar a Casandra sabiendo el porvenir. Yo no y me avergüenzo de mi cobardía, mas prefiero hacerlo con Magistes, ese héroe negativo que sabía muchas cosas pero las sabía todas mal, un destino más que ambigüo, más que amnésico, donde la muerte está mal porque la aprendimos mal. Siempre estimulantes tus invenciones, Carlo.
Algunos no nos planteamos siquiera levantar o no la mano porque no creemos que el porvenir esté ya escrito; aunque a veces es bastante fácil de prever y algunas Casandras (como las que advierten de posibles catástrofes medioambientales) merecerían más atención. Siempre estimulantes tus in(ter)venciones, ER.