Horas críticas

Libros de la semana #168

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Pasión Nails, de Rosario Izquierdo (Alianza)

«Esta es mi carta al Mundo / Que nunca Me escribió», se cita a Emily Dickinson en el inicio de esta novela, cuarta en la interesantísima trayectoria de Rosario Izquierdo (Huelva, 1964), a la que muchos lectores y lectoras tendrán ahora ocasión de (re)descubrir. Su obra se caracteriza por una realtiva sencillez argumental en la que germina la hondura social de su enfoque, canalizada sobre todo a través de unos personajes que no son meros vehículos de ideas ni estereotipos, sino seres de carne y hueso; retratos de gente real que, eso sí, identificaremos fácilmente con nuestro entorno y con otros más lejanos. Justamente de esa distancia —de clase, de género, de edad— trata Pasión Nails, de la imposibilidad del mito de la igualdad de oportunidades, de las burbujas sociales y de cómo romper ciertas fronteras (aunque sean las de un barrio o un negocio) nos acercan mucho más de lo que podríamos pensar a priori. Narra la historia de Pepa, mujer cincuentona, menopáusica y parada que un buen día entra a un salón de manicura que pronto se convierte en su parroquia: el lugar donde se pone al día de las historias de las clientas y trabajadoras del local, donde contacta con la realidad. «Después de educaros en la idea de que trabajar os permitiría conseguir una vida digna, las sucesivas crisis os habían vapuleado hasta quitaros el trabajo y las certezas y ahora, tras esta última —la penúltima, habría que decir de todas—, os dejan abandonadas a vuestra suerte», escribe la autora de El hijo zurdo, adaptada a serie por Rafael Cobos y con el protagonismo de María León; aunque esta nueva novela dialoga más bien con su debut, Diario de campo, que resumía sus experiencias como asistente social en la periferia de Sevilla. Con un fondo hecho de, entre otras cuestiones, las canciones de Rosalía, las teorías del psicólogo ruso Urie Bronfenbrenner, los poemas de Lorca y de Diane di Prima, las revistas del corazón y sobre todo de la vida de barrio, traza aquí un maravilloso retrato de mujeres en existencias desestructuradas, bajo un prisma feminista que escucha a las que no se suele escuchar, más que esa idea paternalista de darles voz: «Qué atrevimiento el mío, arrogarme el poder de darle a alguien la palabra, como si me perteneciera», se dice la narradora. Si no es un ejercicio de autoficción (algo con lo que bromea la autora en esta novela que, por lo menos, es muy autoconsciente), se le parece; incluida la experiencia docente, que aunque aquí dirigida a la lectoescritura básica, refiere dictados de Matute, Duras y Ginzburg, casi nada. También es una brillante reflexión no exenta de sorna sobre el oficio literario, como cuando a partir de un texto de Ursula K. Le Guin se propone «no caer en las trampas de la literatura que parece empeñada en complacer, creando conflictos artificiales con la única intención de resolverlos». El relato antiheroico de Izquierdo, por contra, es conciliador (con la vida), nada condescendiente y decididamente humanista, comprometido sin prédica. Pero, por encima de todo, esa primera persona honesta, divertida y aguda de Pasión Nails confirma a una narradora con voz y estilo propios, que frente a malabarismos huecos y sentimentalismos, esgrime su ritmo suelto y su verbo concienzudo (y concienciado); en una palabra: emocionante.


Paso ligero, de José Luis Morante [ed.] (La Isla de Siltolá)

«Arte es quitar lo que sobra», decía Juan Ramón Jiménez en lo que podría considerarse una perfecta definición del aforismo. Como su subtítulo indica, este libro recoge La tradición de la brevedad en castellano durante los dos últimos siglos, el XX y lo que llevamos de este XXI, con la influencia ya relevante de internet y sus canales de expresión (breve). Señala el poeta, crítico y ensayista, además de consumado aforista y estudioso del género, aquí en labores de editor, José Luis Morante (Ávila, 1956), en su magnífica y amplísima introducción a Paso ligero —que ocupa casi la mitad de su extensión, de más de cuatrocientas páginas en conjunto—, que «la profundidad del aforismo mantiene una incuestionable pervivencia sin quiebras», pero también que entre finales del XX y comienzos de este XX «la modalidad expresiva prodiga una crecida aluvial». Como muestra, expone los numerosos ensayos y estudios que se han publicado en torno al aforismo contemporáneo en los últimos años, así como la proliferación de obras que lo asocian a la prosa lírica o el apunte filosófico, convirtiéndolo en una presencia esencial en el discurso literario actual. Esta excelente antología, profusamente anotada para entender el contexto de las micropiezas literarias, tanto en la trayectoria como en el pensamiento de quienes los alumbraron, está organizada en orden cronológico y se inaugura con la Generación del 98: entre otros, Unamuno y su Diario íntimo («Pospón toda sabiduría terrena, y toda humana y propia complacencia»), que habla sobre intelectualismo, religiosismo y sentimientos, poesía y filosofía («hermanos gemelos, si es que no son la misma cosa»), Machado y los apuntes de su Juan de Mairena reflexionando sobre aprendizaje y maestría, verdad y escepticismo («En toda época de decadencia, los nuevos apedrean a los originales»), o Gómez de la Serna y sus célebres Greguerías, «buscapiés del pensamiento» o mezcla insólita de humorismo y metáfora («Hay que tener cuidado en no pensar cosas demasiado geniales porque el cerebro solo está hilvanado»); le siguen los de la posguerra y dictadura: autores como Ramón J. Sender y sus paradojas («Lo malo de la inteligencia y la cultura es que cada día nos hacen más conscientes de nuestra ignorancia»), el postista Carlos Edmundo de Ory y sus Aerolitos surrealistas, delirantes y verbalmente juguetones («Un poema es la autobiografía del sueño»), o Dionisia García y su mirada irónica y otoñal, del todo lúcida en torno a las contradicciones y los silencios («Nada de cuanto pensamos ha pedido la palabra, pero ¿qué haríamos sin ella?»); y cierran los escritores de la transición y la democracia, hasta nuestros días: de Manuel Neila y sus Pensamientos desmandados que reflejan la fractura con la sociedad gracias a su capacidad de síntesis e ingenio («Estar ausente es otra manera de estar presente»), a Benjamín Prado y sus cohetes reflexivos de naturalidad lacónica («Una pareja nunca se sabe cuántos son»), pasando por Erika Martínez y su verbo lenguaraz, directo, mordaz y sin impostura («Los poetas dan mucha importancia a la poesía, los médicos a la medicina, los aforistas a su nariz»). Son solo algunos de los nombres aquí reunidos para certificar y celebrar la buena salud de un género que «define esa dimensión del pensamiento donde menos es más».


Free jazz, de Mariano Peyrou (Anagrama)

Año 1959. Miles Davis graba Kind of Blue. John Coltrane graba Giant Steps. Ornette Coleman graba The Shape of Jazz to Come. Tres discos, cada uno a su particular modo, fundamentales en la historia de este género, que representan la despedida del bebop y el hard bop, y que sientan las bases de una nueva forma de entenderlo: el free jazz y su concepción de la música desde raíces netamente africanas. Ahí está el origen de la preminencia del ritmo, de las polirritmias, la heterofonía, las frases breves, la interacción participativa entre instrumentos, la repetición, el protagonismo de la voz y la percusión, los cantos guturales, la música ritual, la conexión con el público, la creación colectiva y el músico como canalizador de energías. Estos son los elementos indispensables con los que, grosso modo, define el free jazz al inicio de este ensayo su autor, el docente musical y escritor Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971), que con espíritu tan entusiasta como didáctico y riguroso, junto con su habitual fidelidad a la palabra precisa, repasa y contextualiza la historia de un estilo que alcanzaría insólitas cotas de libertad, aun teniendo en cuenta —o precisamente por— su basamento en la tradición musical de África, pese a su carácter experimental, disruptivo y revolucionario que provocó el habitual rechazo. En estas páginas se le proporciona un marco histórico y sociopolítico en el contexto de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, recomendando escuchas concretas y citando temas musicales, a la vez que se acude a otras fuentes como la poesía o la filosofía para entender el fenómeno. Como profesor de Historia del Jazz, el autor presenta esta introducción al Free jazz como «un intento de estimular a los oyentes primerizos a que se acerquen a una música que me parece apasionante y de proporcionar a los aficionados a este estilo un marco para entender mejor por qué estos músicos tocan como tocan, de dónde vienen estos sonidos y hacia dónde van». Un género reivindicativo y de autoafirmación cuya energía crítica y marginal, revolucionaria y espiritual (esa suerte de trance al que induce), que trata de abolir las jerarquías, vemos en la huella dejada en músicos posteriores y en estilos como el rock o la improvisación libre. Aunque lo que en verdad hace del free jazz una experiencia única es el hecho de representar la música más negra del mundo. De Ornette Coleman se cita en estas páginas aquello de que «las mejores declaraciones sobre lo que es el alma negra se han hecho con un saxo tenor»; y no en vano uno de los grandes aciertos de este libro es incluir una playlist con los temas comentados por Peyrou como perfecto complemento, pues toda esa alma está ahí: en la escucha atenta y libre de prejuicios. El free jazz hablando por sí mismo, desbocado.


Gaza ante la historia, de Enzo Traverso (Akal)

«Quizás triunfen los enemigos sobre Gaza (quizás el mar embravecido sobre una isla, quizás corten todos sus árboles) / quizás rompan sus huesos. / Quizás planten sus tanques en las entrañas de sus niños y mujeres, y la echen al mar o la arena o la sangre, pero / no se repetirán las mentiras y no dirá a los invasores: sí / y continuará explotando. / No es muerte, tampoco es suicidio, pero es la forma que tiene Gaza de expresar que merece vivir». Este fragmento de El silencio sobre Gaza, un poema de Mahmud Darwish escrito hace 50 años, abre este ensayo que analiza, con carácter de urgencia y compromiso, el trágico contexto de la guerra en la franja ocupada. Su autor, el reputado historiador y pensador Enzo Traverso (Piamonte, 1957), catedrático de humanidades en la Universidad de Cornell, deja claro en su prefacio que estas páginas no nacen del sereno distanciamiento sino como «un intento de elaborar una primera reflexión sin ocultar los sentimientos de estupor, incredulidad, desaliento y rabia» que le asaltaron en los últimos meses. Pese a lo que el título, Gaza ante la historia, pudiera llevar a creer, el autor no pretende desentrañar el conflicto árabe-israelí en su dimensión geopolítica. Más bien ha dirigido su esfuerzo a «escudriñar con ojo crítico el debate político e intelectual que ha suscitado la crisis de Gaza, tratando de desenredar el nudo de historia y memoria que la envuelve», y convirtiéndose de ese modo en una mirada crítica hacia el presente, visto a través de las lentes de la historia. Una empresa arriesgada pero sin duda inaplazable, en tanto que busca cuestionar las instrumentalización que hoy se hace de los hechos. Para ello analiza las nociones de ejecutores y víctimas en el conflicto, empezando por desmontar esa suerte de epifanía negativa en torno al 7 de octubre como origen único de la tragedia: «En realidad, la destrucción de Gaza es el epílogo de un largo proceso de opresión y desarraigo». No es un estallido de odio, dice el autor italiano, sino una metódica masacre que muestra la insalvable distancia entre ambos bandos, aunque haya quienes los sitúen al mismo nivel, y que responde a «la lógica del genocidio». Traverso continúa analizando la pervivencia del orientalismo definido por Edward Said y las dicotomías entre civilización y barbarie aplicadas al conflicto; la razón de estado de Alemania en su apoyo incondicional a Israel como «fastuoso símbolo de hipocresía nacional»; las fake news sobre la guerra y los mitos del antisemitismo, equiparado arteramente con antisionismo; las contradicciones de los países occidentales que «exigen ritualmente el respeto del derecho humanitario, pero siguen suministrando armas a Israel», o, en fin, la posibilidad de un Estado binacional en el que israelíes, palestinos, judíos, musulmanes y cristianos puedan convivir en pie de igualdad como opción de futuro que, aun pareciendo «irrealizable», a largo plazo parece «la única lógica y coherente».

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