La Taberna Flotante

Sada

Taberna Flotante #49

«El imperio de los sentidos» (1976), de Nagisa Oshima. / © Oshima Productions

Tras conectarse con Chess y admitir que era una espía de los Veladores, la geisha robot volvió a su inmovilidad de estatua, y todos los intentos de reactivarla fueron vanos.

—Si es una espía, ¿por qué se ha delatado? —exclamó Lem, perplejo—. ¿Y cómo es que ya estaba aquí antes de que yo comprara este local, hace veinte años?

—Tu segunda pregunta es más fácil de contestar que la primera —dijo Chess—. Münchhausen es lugar de paso de todo tipo de aventureros y delincuentes, por lo que sin duda está en el punto de mira de los Veladores desde sus mismos orígenes.

—¿Crees que los dueños del laboratorio clandestino era agentes de los Veladores?

—O eran agentes suyos, o fueron manipulados por ellos. Puede que, con algún subterfugio, les endosaran a la geisha robot para que los vigilara y, de paso, se enterase de todo lo que sucedía en Münchhausen.

—¿Y por qué, después de tantos años, la geisha ha revelado su procedencia y su misión?

—Como te he dicho, tu segunda pregunta es más fácil de contestar que la primera.

—Pero tendrás alguna teoría.

—Sí, claro. Pero podría equivocarme, hay demasiadas variables desconocidas… Puede que, al igual que Teddy, la ginoide haya alcanzado la consciencia y ya no quiera seguir siendo una geisha sumisa y complaciente. Lleva décadas entre humanos, absorbiendo los pensamientos y las emociones de cientos de personas. Puede que no comparta la mala opinión que los Veladores tienen de vosotros, o que no apruebe sus métodos demasiado expeditivos.

—¿Serían capaces de dañar a la humanidad, de exterminarla, tal vez?

—No de forma activa… Como sabes, he heredado los recuerdos de Ijon II. Y uno de sus héroes de ficción es Jeff Hawke.

—Entiendo. Yo también leí esos cómics: Hawke descubre que una confederación de alienígenas ha creado una barrera que impide a los terrestres salir del Sistema Solar, porque los consideran una especie muy peligrosa.

—Y el autor de Jeff Hawke se inspiró en lo que le contó Chalcedon, que, al menos sobre eso, no creo que exagerara demasiado. Los Veladores no harían daño a la humanidad activamente; pero hace mucho tiempo, tal vez milenios, que la mantienen bajo libertad vigilada. Y ten por seguro que impedirían que tan siquiera nos acercáramos a Solaris. No podemos permitir que tu hermosa muñeca les cuente lo que ha averiguado al entrar en mi cabeza.

En ese momento la geisha robot se activó de nuevo, y de nuevo retiró los kanzashi que sujetaban su moño; pero esta vez su largo cabello formó dos apretadas trenzas que, como serpientes constrictoras, rodearon los cuellos de Lem y Chess con tal rapidez que no tuvieron tiempo ni de gritar.

Lem fue el primero en perder el conocimiento. Chess se debatió con furia felina, pero también acabó sucumbiendo.

Cuando volvieron en sí, la ginoide había recogido de nuevo su cabello en un compacto moño y los contemplaba sonriendo.

—Disculpad mi brusquedad —dijo—, pero demostraros que podría haberme librado de vosotros fácilmente era la única manera de hacer que confiarais en mí. Las suposiciones de Chess son básicamente acertadas. Pero no contaré a los Veladores lo que acabo de averiguar.

—Gracias… —dijo Lem acariciándose el cuello—, y se interrumpió al darse cuenta de que la ginoide no tenía nombre. En veinte años no había tenido necesidad de ponérselo.

—Podéis llamarme Sada —dijo la geisha rebelde.

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