La Taberna Flotante

La cámara de oro

Taberna Flotante #48

© Sophie Coucke

Hacía más de media hora que se había marchado la cantante calva y Lem seguía inmóvil y absorto, con ambas manos apoyadas en la barra.

—Creía que solo los robots dormían de pie —dijo Chess con una de sus habituales sonrisas burlonas.

—Debía estar dormido, sí —respondió Lem meneando la cabeza—, pues lo que acabo de ver y oír tiene que haber sido un sueño.

—Vamos a un lugar donde podamos hablar tranquilamente —propuso el gato solariano.

—¿Más tranquilamente que aquí? —se sorprendió Lem—. No hay nada tan tranquilo como una taberna vacía.

—Acaba de visitarnos la enviada de los Veladores. Puede haber implementado algún sistema de espionaje indetectable. O puede que, con su avanzadísima tecnología, nos oigan y nos vean a través de las paredes.

—En ese caso, te habrían oído y sabrían que queremos ocultarles algo.

—Eso ya lo saben de sobra, querido Staszek.

—Vamos al sótano —dijo Lem tras una pausa.

El sótano de la Taberna Flotante era amplio, aunque muy bajo, de poco más de dos metros de altura. Estaba atestado de cajas y objetos de dudosa índole, y en la única zona despejada había una puerta de refulgente metal amarillo.

—Es una cámara acorazada de oro macizo —dijo Lem abriendo la puerta metálica—, con paredes de diez centímetros de grosor; solo los neutrinos pueden atravesarlas. ¿Sabías que hasta finales del siglo XXI el oro era casi tan valioso como el rodio? Aquí hay unas cincuenta toneladas. De haberlas tenido entonces, habría sido billonario.

En el interior de la cámara, un cubo de unos dos metros de arista, la geisha robot, sobre un pequeño pedestal negro, parecía una diosa en su templo dorado.

—Bonita muñeca —dijo Chess contemplándola con curiosidad.

—Bonita y misteriosa. Este edificio era un laboratorio clandestino que, tras un aparatoso accidente, quedó destruido casi por completo. Por eso pude comprarlo muy barato y convertirlo en la Taberna Flotante. Lo único que no sufrió daño alguno fue la cámara de oro y su contenido, esta geisha que parecía una simple muñeca y que cuando empezó a funcionar, varios años después, resultó ser uno de los robots más avanzados y enigmáticos que jamás he visto.

—¿La construyeron los propietarios del laboratorio?

—No lo sé. Nadie sabía nada de ellos, y desaparecieron tras el accidente… Pero centrémonos en el otro misterio. ¿Qué querías decirme? —preguntó Lem mientras cerraba la puerta de la cámara.

—Creo que Ijon les ha dicho a los Veladores que Chalcedon ha estado aquí, pero no les ha hablado de Solaris —contestó Chess sin dejar de mirar a la inmóvil ginoide—. He contemplado numerosas posibilidades, y he llegado a la conclusión de que Ijon quiere confundirlos.

—¿Lo crees capaz de mentirles a los Veladores?

—No, y no creo que pudiera engañarlos aunque quisiese. Pero no es necesario, puede confundirlos contándoles solo una parte de la verdad.

—¿Y por qué haría una cosa así?

—Por lealtad hacia ti. Le salvaste la vida. Y por Sita. Y porque puede que ya no esté tan convencido de que los Veladores siempre tienen razón.

En ese momento, la geisha robot se activó espontáneamente, y con gestos lentos y precisos retiró los kanzashi que sujetaban su abultado moño.

—¡No es posible! —exclamó Lem—. ¡Solo se despierta en las noches de trilunio!

La ginoide dejó caer su abundante cabellera sobre Chess, que no ofreció resistencia. Al cabo de unos segundos, retiró sus ondulantes cabellos, que parecían dotados de vida propia, y dijo:

—Salve, Chess, hijo del mar pensante. Tu suposición es correcta.

—¿Qué está pasando? —farfulló Lem, atónito.

—Tu amigo ya lo sabe —contestó la geisha robot mientras volvía a recoger su cabello en un moño perfecto.

—Es una espía de los Veladores —dijo Chess—. Qué ironía: al encerrarnos aquí para ocultarnos de ellos, nos hemos lanzado a sus brazos.

2 Comentarios

  1. Qué sorpresa lo de la geisha. Resulta curioso que Chess, capaz de anticiparse a todo lo que ocurre, no lo haya hecho esta vez; aunque también cabe la posibilidad de que haya querido establecer esa conexión con la geisha, pues tratándose de Chess, el intercambio de información podría ser bidireccional.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*