Kafka al completo, de Mahler (Salamandra Graphic)
Este lunes, 3 de junio, se cumplirán cien años de la muerte de Franz Kafka (1883-1924) en la ciudad austriaca de Klosterneuburg. No tanta gente sabe que, además de la escritura, su vida estuvo consagrada al dibujo, sobre todo en sus primeros años, y que aquellas piezas lo «satisfacían más que cualquier otra cosa», aunque a su eterna prometida Felice Bauer le escribiese que le enviaría algunos para que tuviera algo de lo que reírse. El dibujante austriaco Nicolas Mahler (Viena, 1969) reúne el perfil ideal para asumir el reto de concebir esta biografía ilustrada del genio checo: primero, porque sabe captar o filtrar el humor que destila la obra de Kafka; y segundo, porque su estilo de trazo esencialista conecta a la perfección con aquel del autor bohemio. Pero, si hubiera que añadir un motivo al alumbramiento de este excepcional cómic, más allá de celebrar la efeméride, es sin duda el de la seriedad con que Mahler lo afronta: provisto de una amplia documentación y de un sorprendente aparato crítico que le permite pasar con soltura y ligereza, pero absoluto rigor, honestidad y fidelidad a los hechos, sobre algunos de los capítulos importantes de su existencia y de su obra. Cartas, diarios, testimonios cercanos, entrevistas y, claro está, fragmentos de sus obras, conforman el sustento sobre el que se compone este relato ágil, profundo y gracioso que es Kafka al completo. Desde la relación con su rudo padre —convertida luego en una obra magna de la literatura universal— al sinsentido de su juventud y el miedo a la escuela, pasando por sus trabajos en compañías aseguradoras, el «temblor constante en la frente» de la escritura de sus primeros textos, su condición cinéfila y de espectador de la vida, su encaje de las críticas y su propia e implacable capacidad autocrítica que le llevarán a que se le publique casi contra su voluntad, las reacciones a la célebre historia de Gregor Samsa, su odio por todo lo que no sea literatura, su enfermedad y su definición de un artista del hambre, hasta su estoica muerte a los cuarenta años, no exenta de su habitual ironía lúcida («Tarda uno mucho en hacerse lo suficientemente pequeño para entrar por este último boquete tan estrecho»), las viñetas bicromas y de trazo grueso de Mahler logran una expresividad única en la narración de estas escenas de su vida. En su última entrevista, a los 84 años, decía su gran amigo Max Brod, a la pregunta del periodista Georg Stadtler sobre la necesidad de cierta distancia para interpretar su obra, que no creía que hubiera «nada de ventajoso en no haber conocido a Kafka». Gracias a este cómic tenemos la grata sensación de haberlo conocido un poco mejor.
El informe, de Remedios Zafra (Anagrama)
«Si la ciencia nombra y nombra, ¿por qué sentimos que nos faltan las palabras para comprender y encajar en el mundo que habitamos?». Explica la autora de esta obra que la poesía la ha salvado de innúmeras caídas, la ha conectado con quienes, como ella, han visto su alma diluida por el trabajo asfixiante y los desafectos de la rutina. «Inútiles llaman los insensatos a los poetas», escribe, «ignorantes de que la poesía puede serlo todo. Lo es cuando se convierte en la única fuerza capaz de verbalizar lo endiabladamente verbalizable». Tras El entusiasmo y Frágiles, La escritora y filósofa Remedios Zafra (Zuheros, 1973) sigue ahondando en los males y los dilemas del trabajo contemporáneo invisible, en este caso el intelectual, y en la tiranía burocrática y administrativa que acaba por modelar/constreñir el uso que hacemos del lenguaje y, por tanto, el modo en que imaginamos el mundo o imaginamos el modo en que podríamos cambiar las cosas. El informe que aquí se presenta trata acerca de las vidas y los trabajos de las personas que se valen de la palabra como fundamento de sus tareas: investigadores, escritores, profesores, comunicadores, científicos, creadores, artistas y otras figuras similares, muchas de las cuales nos leemos y encontramos a menudo en este precario ámbito de la cultura. Desde el desprecio de estos trabajos en una sociedad tecnocapitalista y extractivista a los cuerpos de quienes emplean sus mentes, pasando por una escritura política que se rebela a una decadencia de las Humanidades, pasando por el modo en que las máquinas acaban delegando tareas a los humanos, la asunción de fracasos, culpas y sufrimientos derivados del trabajo o la subestimación de la cultura y de su poder liberador e inquisitivo, las reflexiones de la autora cordobesa recogen el diálogo empático con su entorno, la historia del pensamiento (Simone Weil a la cabeza), los estudios recientes de la antropología (como los del añorado David Graeber) y su propio cuaderno de bitácora, Zafra ofrece desde un enfoque íntimo y de conjunto, al mismo tiempo, crítico y confiado en sus protagonistas, un informe inefable que representa «un mecanismo de las palabras contra todo lo que en el trabajo dificulta la vida». Puesto que, argumenta como premisa la autora, «no podemos cambiar la vida si no amamos la vida», no seremos capaces de variar el rumbo si nos abandonamos al cansancio o al cinismo; no podemos permitírnoslo.
Fitópolis, de Stefano Mancuso (Galaxia Gutenberg)
Seamos claros respecto a lo que tan abiertamente expone Stefano Mancuso (Catanzaro, 1965) en su Fitópolis: «Querer una ciudad diversa, cubierta de árboles y vegetación, en comunicación directa con la naturaleza circundante, requiere no solo comprender las razones científicas de tal elección, sino también superar una fuerte barrera cultural relacionada con nuestra concepción de la ciudad como lugar que, consciente o inconscientemente, imaginamos separado de la naturaleza que lo rodea». Gran referente de la neurobiología vegetal y autor de una ya vastísima obra literaria en torno a la botánica (incluida la novela-fábula La tribu de los árboles), el experto italiano nos ha recordado en más de una ocasión que, pese a todo el impacto que supone nuestra acción, el ser humano apenas representa un 0,3 % del planeta, y que, por contra, las plantas son la porción más grande de vida terrenal, pese a su fama de pasividad; son, literalmente, dadoras de vida. Son, dice también en estas páginas, nuestro hogar, y de hecho nuestros antepasados eran arborícolas, de ahí que nuestro cuerpo y gran parte de nuestra esencia provenga de ellas. Este vínculo se ha roto radicalmente de forma reciente en la historia de la humanidad, y especialmente con nuestro confinamiento en las grises ciudades, «hasta el extremo de que hemos borrado a las plantas de nuestro horizonte, volviéndonos ciegos a un mundo del que dependemos». Más allá de la necesidad alimentaria o energética, la relación con las plantas ha influido y definido la evolución de nuestra especie en múltiples aspectos, algunos invisibles pero todos ellos indispensables, según argumenta Mancuso. Desde el antropocentrismo y la jerarquía de las especies donde las plantas representan el valor nulo, pasando por la arquitectura antropomorfa, los cambios evolutivos de los vegetales en base al crecimiento urbano, el «metabolismo ineficiente» de las ciudades que les impide consumir lo mínimo necesario y reinvertir materia y energía, la gobernanza global innovadora para hacer frente a la emergencia climática o los árboles como modelo de inspiración de la ciudad «descentralizada y difusa», este libro muestra que, si hay un futuro para la ciudad, este pasa no por recuperar, sino por inventar una ciudad conectada a la vida vegetal. Revivir la urbe zombi actual, a cambio de sembrar esperanza verde.
Free Play, de Stephen Nachmanovitch (Paidós)
El capítulo introductorio de este libro recoge en su inicio unas declaraciones en las que el mítico violinista Stéphane Grappelli se refiere a la improvisación como un misterio: «Se puede escribir un libro acerca de ella, pero al final nadie sabe qué es». Pues bien, Stephen Nachmanovitch (1950) lo hizo; en 1990 publicó este ensayo en el que trataba de desentrañar este arte del que había sido pionero en los 70, y que ahora se presenta en edición ampliada, inédita hasta la fecha en español. Como músico y buen conocedor de la historia y de los grandes maestros, de Bach a William Blake a Kandinski, no solo disecciona esta práctica en su desarrollo durante el siglo XX, sino lo que considera «las fuentes internas de la creación espontánea». De algún modo, las reflexiones contenidas en estas páginas establecen el estado mental óptimo, la calma de ánimo en la que se da rienda suelta a la creatividad, la intuición y la inspiración, de qué manera explota en un momento irrepetible y da lugar a una pieza única que conecta con una dimensión más que nada interior, espiritual. Como explica Nachmanovitch, la improvisación es la forma más natural de hacer música y ha sido parte esencial de la tradición de la música culta occidental, cuyo núcleo siempre fue lo que aquí se define como «el libre juego de la conciencia»: el Free Play del título, que emerge del inconsciente del artista y que, desde luego, implica cierto riesgo; pero cuyo misterio no hay que buscar en factores externos, sino en el desbloqueo de cuestiones como la propia actitud lúdica, la concentración, la práctica, los límites y los errores, la paciencia y la valentía. Como señala en su prólogo Ruth Ozeki, autora del superventas El efecto del aleteo de una mariposa en Japón, las teorías de este clásico moderno (una obra influyente en todo el mundo y referencial para creadores de la talla del violonchelista Yo-Yo Ma o el jazzman Keith Jarrett) tienen mucho que ver con la filosofía y la estética zen, con su iluminación. «Para que aparezca el arte, nosotros debemos desaparecer», leemos, y ahí está el truco de —absoluta— magia. Un libro escrito con la sencillez y la sabiduría de las grandes leyendas populares, que más que ofrecer lecciones otorga bendiciones a sus inquietos lectores.