La Taberna Flotante

Pesadillas húmedas

Taberna Flotante #45

Mientras Sita y Lem paseaban por la ciudad desierta, Teddy dormía junto a la barra de la Taberna Flotante. Dormía de pie, pues no tenía un sistema circulatorio fatigado por la gravedad que lo indujera a tumbarse para descansar. Y aovillado en un oscuro rincón, Chess, el gato solariano, lo contemplaba con curiosidad.

De pronto, el enorme muñeco robot empezó a agitarse como sacudido por una descarga eléctrica y a frotarse frenéticamente el pecho con ambas manos.

—¡Despierta! —gritó Chess.

Teddy abrió los ojos y miró desconcertado a derecha e izquierda.

—Estoy aquí —dijo Chess acercándose con paso felino—. ¿Una pesadilla?

—Sí —contestó Teddy asintiendo lentamente con la cabeza—. Gracias por despertarme… No sabía que los gatos pudieran hablar.

—No soy un gato, aunque lo parezca. Pero tú sí que eres un robot, aunque no lo parezcas. No sabía que los robots pudieran soñar.

—Solo los que alcanzamos la consciencia, que somos muy pocos.

—¿Y cómo es una pesadilla robótica? Se supone que lo recordáis todo con precisión, así que no hay margen para los subterfugios de la memoria.

—Las palabras y las imágenes se pueden recordar con precisión; pero las emociones y los sentimientos son difusos, a menudo ambiguos…

—Y los sueños intentan discernir, poner orden, buscar significados ocultos… Tiene sentido. ¿Qué estabas soñando, si no es indiscreción? Te frotabas el pecho como si quisieras deshacerte de un enjambre de insectos.

—Es un sueño recurrente que tengo desde hace unos meses. De pronto mi pelaje se humedece, con una humedad que brota de mi interior, como un sudor frío que acaba formando gruesas gotas que resbalan por mi cuerpo.

—¿Y eso te asusta? Se supone que tus partes metálicas son inoxidables.

—Sí, eso es lo más inquietante de estas pesadillas: que algo que simplemente debería parecerme extraño me produzca un intenso terror.

—Tal vez tengas fobia al agua.

—No, en absoluto; incluso soy un buen nadador, y me gusta bucear.

—¿Cómo sigue el sueño?

—Siento una corriente dentro de mí, como un río interior, y al agitarme y frotarme para sacudirme el agua que me recubre, acabo desprendiéndome de mi pelaje, me convierto en un ser blando, acuoso y desnudo.

—Una pesadilla muy elocuente. A pesar de nuestras diferencias filogenéticas y ontogenéticas, te comprendo muy bien. Yo aún no tengo sueños propiamente dichos, porque acabo de nacer; pero es probable que con el tiempo tenga pesadillas parecidas a las tuyas. Aunque no tan húmedas, porque yo ya soy bastante acuoso. En cierto modo, soy hijo de un mar.

—¿Una pesadilla muy elocuente? —repitió Teddy, desconcertado—. No entiendo nada.

—Porque una parte de ti no quiere entender; pero el significado de tu sueño, o al menos el temor que expresa, está muy claro. Tú mismo lo has dicho: te asusta convertirte en una criatura blanda, acuosa y desnuda recorrida por un río interior. Ese río interior es la circulación sanguínea, y esa criatura que es agua en un sesenta por ciento es el ser humano. Te asusta el proceso de humanización que se inició cuando despertaste a la consciencia en el seno de la humanidad, una especie que no es la tuya. Ni la mía.

5 Comentarios

  1. Pesadillas húmedas. Me encanta.

  2. ¡Ah, Carlo! los “incubos”, “los incubos”, los propios y los inducidos. (Me gusta este vocablo con su signficado en italiano y no en español, ya que está contaminado por las supersticiones; aquel es más gráfico, vívido pues son como cubos sobre el pecho que te bloquean el respiro y te despiertan jadeante. Pesadilla, con esa terminación es algo que pesa poco; y por inercia lingüística el otro, “súcubo”, con las mismas consideraciones anteriores. Habría que incorporarlos al español previa “desinfectación”. Linda lectura. Gracias.

  3. ¡Ah, los “incubos”, los incubos!, los propios y los inducidos. Este vocablo y su pariente “sucube” son casi gráficos en italiano. Un cubo pesado sobre tu pecho que te bloquea el respiro y te despierta jadeante; (pesadilla, con esa terminación es algo que pesa poco); y otro cubo sobre tu cabeza a quien temes, admiras y obedeces ciegamene. Después de desinfectarlos de la superstición se tendrían que usar en español. Linda lectura, Carlo. Gracias.

    • Ventajas del bilingüismo. Al venir a España, el incubo (sin tilde) de mi infancia se convirtió en íncubo y propició interesantes reflexiones. Que de alguna manera han llegado hasta aquí. Gracias a ti, ER, por tus asiduos y estimulantes comentarios.

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