Ficción

La Yegua de Troya

 

A mí me gusta hacer las cosas bien, y cuando llegó el momento de convertirme en la clásica adolescente que odia a su mamá, lo hice muy, muy bien. Durante cinco años no existió en mi imaginario esperpento más despreciable y patético que esa señora quien, sin preguntar, me había expulsado a este mundo miserable.

A medida que nuestros cuerpos deformes se corregían, dejé de coincidir con mis hermanos en el odio maternal. Me dejaron sola. Eso provocó que me aferrara aún más a mi cometido. La mujer se empeñaba en fastidiarme, tomaba mi mano y me preguntaba si pasaba algo en la escuela; mil veces le había dicho que no me gustaba que me tocaran, lo hacía a propósito. Me cuestionaba sobre el enojo inquietante que escapaba a mi expresión y el rechazo sistemático que le tenía, estaba dizque «muy preocupada por mí». Cómo decirle que el olor de su respiración contaminaba mi oxígeno, que se maquillaba como si hubieran vuelto los ochentas, que el look «bohemio» que pretendía con sus vestidos de hippie hindú solo empeoraba a la católica reprimida que había escogido ser.

Estoy casi segura de que cocinaba para engordarme, para humillarme, yo no podía bajar de peso y ella lo sabía, me presumía de su cuerpo ligero y su cintura inexplicable. No sólo eso, se inventaba problemas con mi papá para llamar la atención. Le reclamaba no conocer a sus hijos por estar todo el día en la oficina, no tener suficiente dinero más que para el mismo pinche pollo transgénico de siempre y haber parido más hijos de los que ella quería, ¡puros pretextos! ¡Mi papá se la pasaba trabajando para mantenernos!, ¿de qué íbamos a vivir si no?, ¿qué quería que comiéramos, salmón? Y los anticonceptivos ya existían, ¿por qué le echaba la culpa a él?

Yo esperaba el fin de semana para pasarlo junto a mi papá arreglando el Renault, a veces salíamos a comprar refacciones o alguna pintura que le hiciera falta. Éramos muchos, pero me llevaba a mí. Nos íbamos en moto y cuando estábamos cerca de la casa me dejaba manejar, me decía que era una conductora nata. Me decía también que mi mamá no era una mujer estable, que el psicólogo al que ella veía se lo había dicho por teléfono, que yo intuía bien.

A la tercera llamada, contesté el teléfono: ¡Hola, mi vida! [por supuesto era ella], necesito que me mandes a mi correo el comprobante de domicilio que tengo en mi compu, está en la mesita verde. La contraseña es: Almu08… ¡Ya me llegó! Aquí lo tengo, gracias amora, nos vemos al ratito en la casa. Colgué.

Junto al archivo había copias de su pasaporte, actas de nacimiento de cada uno de sus hijos, fotos escaneadas de cuando éramos niños, y en la esquina derecha una carpeta azul con la palabra «Terapia». En realidad, contenía los documentos que me imaginé (primeros recuerdos, relación con papá, notas de sueños) a excepción de uno, el único al que naturalmente le hice clic:

«tarea sobre mi historia sexual»

Gabriel —mi papá—, primero en la lista y seguido de un tal Jorge, Arturo, Rober, Claudio, Andrés, Juan Pablo, el de la fiesta de Érica, Héctor, Dani, Pedro, Miguel, James, Gael, el otro Gabriel, Ignacio, Pepe, Vic, Adrián. En asientos traseros, en el consultorio, en horarios de escuela, en los vestidores, en los retiros espirituales de fin de semana, en el garaje de la casa, en cuatro, en compañía de otros, amarrada o vestida, en sus cuarentas, sesentas, casados, en las juntas de padres de familia, flácidos, vigorosos, una vez, dos veces, tres, con y sin circuncisión, pervertidos, enamorados, extraños… todos en los últimos años.

Mi mamá,
mi mamá,
era libre.

 


Con la colaboración del Máster en Creación Literaria de la BSM-UPF, dirigido por Jorge Carrión y José María Micó, quince años formando a escritores de España y América Latina. Más información aquí.

Isabel Cordero es mexicana y colabora con la revista cultural Mi Valedor, en la que ha publicado poemas y cuentos. En 2023 publicó la primera antología de cuento corto con su proyecto de escritura Tinta & Sal. Vive de hacer gelato, baila para encuerparse, prefiere la compañía de animales que de personas y hace listas de absolutamente todo.

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